miércoles, 27 de enero de 2016

TERESA DE LA PARRA Y SU GRAN AMISTAD CON EL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ Y SUS HIJOS


Teresa de la Parra.


Caracas, Junio 18 de 1923.

Señor General Juan Vicente Gómez. 

Presidente Constitucional de la República.
        
Muy estimado General:

Confiada y segura en que he de obtener como siempre su aprobación y su liberal apoyo, me dirijo hoy a usted para saludarlo con todo cariño, y exponerle mis actuales proyectos y aspiraciones artísticas. No sé por qué presiento con tanta seguridad que van a interesarle desde el primer momento. Yo no puedo olvidar, General, la amable acogida que hizo usted a mi primer trabajo literario “El Mensaje a la Infanta Doña Paz de Borbón”, cuando me felicitó cordialmente con aquellas palabras que me animaron desde entonces a seguir escribiendo: “Honra usted a Venezuela con su pluma”.

Pues bien, General, confortada por su felicitación, y por el éxito obtenido en nuestro público, luego de escribir “El Mensaje a la Infanta Doña Paz de Borbón”, y la “Revista de Carabobo”, mi segundo trabajo literario, dedicado exclusivamente a usted, y que más bien que crónica fue un canto descriptivo,  a la organización y progreso actual de nuestra vida venezolana, desde entonces, digo, con la paciencia de un humilde obrero y con todo el entusiasmo del artista que tiene fe en su obra, desde entonces, repito, de la mañana a la noche, en dos años consecutivos, limando, corrigiendo, perfeccionando, no he hecho sino escribir un libro que después de tantos afanes y de tanto trabajo silencioso y constante acabo de terminar en estos días. Mi libro que es como mi hijo y como mi propia vida, ya está escrito. Dos fragmentos de este libro, terminado hoy, he lanzado ya al público. El primero bajo el título de “Diario de una señorita que se fastidia” obtuvo la más lisonjera acogida de parte de la crítica y de parte del público de Venezuela y fuera de Venezuela. Como datos solo le digo que de dicho fragmento se tiraron seis mil ejemplares los cuales quedaron agotados en unos días; y que yo recibí más de treinta cartas de felicitación enviadas por escritores nacionales y extranjeros.

Otro fragmento de ese mismo libro, lo envié en forma de cuento o narración al gran Certamen Nacional celebrado en Ciudad Bolívar el pasado mes de Febrero y el jurado lo laureó con premio especial extraordinario.

Ahora bien, mi libro, que sin haber salido aún a la luz, ha obtenido ya el aplauso bondadoso del público y de la crítica, es un libro escrito en forma de novela; es un Diario sencillo e ingenuo de una muchacha de nuestros días que mira la vida actual y la describe y la comenta, con sus ojos de mujer, a veces frívola, a veces grave, a veces sentimental, pero siempre, siempre sincera, con esa sinceridad del agua limpia que sin sabidurías ni complicaciones, corre cantando y enseñando la verdad clara de lo que lleva en ella. Mi heroína “La señorita que se fastidia” llamada María Eugenia Alonso, que por curiosa y por inquieta y por mujer se mete en todo; pinta a ratos el corral de su casa donde la vieja mujer lavandera, criolla, negra y buena, lava la ropa conversando bajo las matas y bajo presidencia del Ávila que se asoma a lo lejos por encima de las matas y de los tejados...; pero otras veces ya no es el corral de su casa lo que describe, sino que se sale fuera, aborda temas más serios y entonces por la misma pluma ingenua pasa la vida grave y es ya la organización triunfal de su país que ella canta y exalta, sin dogmatismos, sin pretensiones, sin adjetivos, sencillamente, con la sencillez elocuentísima de los hechos que sólo parecen decir “aquí estoy”.

Pues bien, General, ese libro en el cual tengo puesta una gran cantidad de entusiasmo y de fe; ese libro que como le he dicho ya, es hoy en día para mí, más precioso que mi propia vida; ese libro que yo sé que ha de triunfar en Venezuela; ese libro que por su forma sencilla y amena es un exponente de nuestra cultura y de nuestro progreso actual, obra de sus años de gobierno, ese libro venezolanísimo que habla como a usted le gusta que se digan las cosas; ese libro que es mi única obra, ya está escrito. Para publicarlo con mayores probabilidades de éxito yo quisiera ir a editarlo a Europa, a fin de que no solo triunfe en nuestro ambiente sino que vaya más allá a demostrar lo que es ese mismo ambiente, culto, pintoresco y complejo. Ahora bien, para esta empresa: ¿puedo contar con el apoyo de usted?... el que sea, el que usted juzgue conveniente, el que bien quiera usted brindarme!

Si yo fuera hombre, podría ofrecerle mi energía y mi buena voluntad para combatir y trabajar a su lado en cualquier empresa de adelanto y progreso, siendo mujer y escritora solo puedo brindarle este espacio de camino blanco trazado tesoneramente con mi pluma durante un trabajo asiduo de dos años, lírico camino blanco, sobre el cual quiero hacer andar por el corazón de otros países, como sobre las amenas carreteras de Aragua, nuestro espíritu venezolano llenos de frutos en el presente y de promesas en el porvenir.

Este es el objeto de mi carta, General, lo expongo llanamente ante su vista, nada exijo; espero modesta y confiadamente su contestación: usted tiene la palabra.

Solo me queda añadir que para mayor confirmación a lo que llevo dicho, estoy dispuesta a someter a su juicio algunos párrafos o capítulos de mi obra, y que por de pronto le remito algunos juicios críticos hechos acerca del valor literario de los fragmentos ya publicados.

Esperando obtener su aprobación soy de usted y de su causa amiga muy leal y sincera.

Ana Teresa Parra Sanojo
(Teresa de la Parra)

BOLETIN DEL ARCHIVO HISTORICO DE MIRAFLORES.
NUMERO 9/10 CARACAS NOVIEMBRE-DICIEMBRE / ENERO-FEBRERO - 1960-61 AÑO II Págs. 3-7.

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Maracay, Diciembre 27 de 1924.

Sr. General Juan Vicente Gómez.

Presidente Constitucional de la República.

Estimado General y amigo:

Acabo de recibir su amable tarjeta y tal cual le contesté personalmente, no tengo palabras para agradecer tantísima bondad y gentileza. Como le he dicho ya otras veces tiene Ud. en mí, como escritor y como simple mujer una amiga sincera y decidida. Ojalá tuviese algún día la ocasión de demostrarle de manera evidente mi adhesión y simpatía.

Son los más sinceros deseos de su affma.

Ana Teresa Parra Sanojo
(Teresa de la Parra).

EXTRAIDO DEL LIBRO “LAS LUCES DEL GOMECISMO”, ESCRITO POR YOLANDA SEGNINI, ALFADIL EDICIONES. 1997. Pág. 264.

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A continuación el extracto de una carta de Teresa de la Parra dirigida a Gonzalo Gómez Bello, hijo del General Juan Vicente Gómez, en diciembre de 1924, cuando fue huésped en Las Delicias, junto con su hermana Isabel Parra Sanojo:

“Como en las auténticas cortes, el General se sienta en el fondo de los corredores de su quinta rodeado de sus hijos, los Ministros y los edecanes, después, en dos filas larguísimas y bastante imponentes (las señoras se sientan aparte, con la familia) viene todo el mundo oficial, diplomático, social, etc. Isabel y yo tratamos de hacer el mayor efecto posible. Entramos elegantísimamente por entre las dos filas que al divisarnos se habían puesto de pie y el General estuvo amabilísimo. Me felicitó por mi premio, me dio el pésame por la muerte de Emilia y añadió que honraba yo a Venezuela habiéndola hecho triunfar en un Concurso. Luego que salimos dio inmediatamente órdenes de que se nos alojase por su cuenta en la casa de la Comandancia, como a los huéspedes de gran importancia, y que se nos pusiese a la orden un buen automóvil y todo aquello que pudiésemos necesitar. Tenemos pues muy buena mesa, muy buen alojamiento y un succés del otro mundo. ¡No quiero decirte la tête de Laureano al vemos tan por encima de él!

Los dos hijos del General, zagalejos de diecisiete y dieciocho años, muy sencillos, habilísimos para todos los sports, dueños de dos estupendos autos, sugestionados por la atmósfera favorable que nos rodea, se constituyeron desde el día siguiente de nuestra llegada en nuestros chevaliers servants. Nosotras añadimos al grupo afín de tener más “peso” a Elena Uslar, hermana de la Sra. Boulton (¿no la conoces de París?), la mujer más divertida que puedes figurarte, y del público acogemos e invitamos para nuestras excursiones todo aquello que pueda sernos útil o divertido. […]

Todos los días organizamos un programa estupendo puesto que todo lo soñado está a nuestra disposición. Quisimos conocer la Laguna de Valencia y el General mandó que se pusiese a nuestra orden el vapor Tacarigua con una orquesta, almuerzo y aquellas personas que quisiésemos invitar. No puedes imaginarte la maravilla de paisajes, qué islas, qué haciendas y qué potreros donde atracábamos a nuestro antojo el vapor: Luego, todos los encantos de la vida criolla en la cual quería yo saturarme bien.

Como en Maracay las carreteras se enlazan y se cruzan por los lugares más inaccesibles y salvajes, hemos tenido a más de las excursiones por todos los pueblos de los alrededores, baños de río (todos los días) excursiones a los trapiches a chupar caña y a ver sacar papelón como en tiempos de mi infancia, paseos a los potreros y sabanas a ver enlazar ganado y colear toros por toda la clique de dieciocho a veinte años, algunos habilísimos y estupendos jinetes; hemos ido a ver bailes de negros con joropos de arpa y maracas, hemos ido al ordeño a las cinco de la mañana, en donde a cada vaca, para que se quede quieta, se le canta su copla mientras se ordeña, hemos ido a bañarnos al mar de Ocumare de la Costa, una carretera maravillosa y emocionante por su peligro, tres horas de selva virgen, en lugares visitados a veces por los monos y los tigres con torrentes y abismos y todos los verdaderos encantos del trópico. Nuestra mesa, que era al principio mesa pequeña para dos, ha ido creciendo hasta ser la más grande del comedor. Tenemos de comensales a Laureano, Dávila (el historiador), el Ministro de Hacienda, los dos Gómez, Pedro Emilio Coll, Díaz Rodríguez, los Uslar y diferentes invitados según las circunstancias. Según me refieren hemos llegado a adquirir tal importancia que el General pregunta al levantarse: ¿Qué van a hacer las Parra hoy? No tengo para qué decirte que Laureano se encuentra celosísimo de los muchachos jóvenes. [...]

Tengo un enamorado encantador. Es el menor de los Gómez. Aun no tiene diecisiete años y lo llaman “el negro” por su color trigueño. Escribe versos en secreto y me adora en silencio. Yo también, como al Perucho de mi novela, le sonrío pensando en tí y lo quiero como a los novillos que están todavía amarrados en los corralones. Su única declaración consiste en organizar cuánta cosa yo deseo, en regalarme quesos frescos y frutas y en decirme con una cara tristísima “y qué me voy a hacer yo cuando se vayan ustedes”. El pobrecito, de resultas de una difteria y un suero que le pusieron hace un mes ha quedado con las piernas débiles, cosa que le dificulta mucho el caminar. Mientras los demás montan a caballo y corren o bailan él se viene a conversar conmigo. Tienen estos dos muchachos una situación muy interesante: son hijos de segundo matrimonio y su madre es de una distinguidísima familia de Caracas, muy virtuosa, muy abnegada, muy discreta”.

Ana Teresa Parra Sanojo
(Teresa de la Parra).

EXTRAIDO DEL LIBRO “TERESA DE LA PARRA (1889-1936)”, ESCRITO POR MARIA FERNANDA PALACIOS, EDITORIAL ARTE. 205. Págs. 98-100.

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HOTEL VERNET

25, Rue Vernet. – París.

París, Mayo 15 de 1925.

Sr. General Juan Vicente Gómez. 

Presidente Constitucional de la República.

Estimado General y amigo:
        
Hace cosa de dos meses escribí a usted una carta en que le ponía al corriente de mi llegada a París, de mis proyectos y de mis conflictos literarios. No habiendo recibido contestación, en mi temor de que dicha carta haya podido extraviarse, me permito escribirle de nuevo para saludarlo afectuosamente y repetir lo mismo que decía mi anterior.

Se trata de mi carrera literaria por la cual ha demostrado usted siempre tan paternal interés: Mi novela "Ifigenia", sobre vida y costumbres venezolanas, después de haber obtenido el primer premio de la novela en América en un concurso de trescientos escritores, está todavía en prensa, sin aparecer, gracias a la informalidad de la casa Editora a quien me dirigí y con quien firmé contrato antes de mi último viaje a Venezuela. La casa no ha cumplido sus compromisos, y yo antes que verme envuelta en un litigio resolví editar el libro por mi cuenta.

En mi carta anterior le participaba esta resolución pidiendo al mismo tiempo para ello su apoyo material, sin fijar suma, sino dejando a su generosidad la libertad de fijar lo que a bien tuviere a fin de poder llevar a cabo mi propósito.

Mi libro, es seguro, va a ser traducido al francés y publicado en la revista "La vie des Penples" honor que en Francia se dispensa muy rara vez a los escritores extranjeros.

Espero, General, de su paternal solicitud que he de recibir una contestación favorable.        

Nunca olvidamos los encantadores días de Maracay. Espero que habremos de renovarlos algún día bajo ese régimen próspero que a todos nos da tantísima seguridad y bienestar.

Con mis más afectuosos saludos para todos los suyos soy de usted atentísima y agradecida amiga,

Ana Teresa Parra Sanojo
(Teresa de la Parra).


Dirección: Legación de Venezuela, 115.
Rue de la Pompe.

BOLETIN DEL ARCHIVO HISTORICO DE MIRAFLORES.
NUMERO 69 CARACAS, JULIO - DICIEMBRE DE 1971 AÑO XIII Págs. 353-354.

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HOTEL VERNET

25, Rue Vernet.

París, Mayo 15- 1925.

Querido Florencio:

Hace cosa de un mes y medio ó dos meses le escribí una carta, contestación de la suya, tan simpática, en que contaba la elegía de las lagunas, las vaqueras y el río, llorando nuestra ausencia, cosa que no dudé en creer y que me llenó de dulce y melancólica satisfacción.

En esa carta le incluía una mía para el General, de capital importancia por tratarse de mi libro; éste ¡asómbrese! a pesar de los elogios de la crítica que conoce el manuscrito no ha salido todavía a luz, tales son los inconvenientes debidos a la informalidad de los editores, y al no haber podido yo desde el primer momento hacer los gastos de impresión. Como le decía en mi carta anterior (que no dudo debe haberse extraviado) he resuelto contando con el apoyo material del General, siempre tan generoso para conmigo, hacer frente a los gastos de edición prescindiendo de la Casa Editorial que no ha cumplido sus compromisos en el plazo y condiciones que a mí me convienen.

Mi libro va a ser traducido al francés y publicado en una de las más importantes revistas de París «La vie des Peuples» cosa que obtienen muy pocos escritores extranjeros. Le remito ese juicio crítico de Miomandre (uno de los mejores críticos literarios de Francia) que habrá de servir de prólogo al libro. Juzgue cual es mi impaciencia cuando pienso en mi libro tan anunciado y esperado, aun en la imprenta, preso y maniatado, esperando que pueda yo ponerlo en libertad.

Cuento con su amistad y cariño. Sé que influirá usted cuanto pueda para tratar de obtener este favor del General, favor de tanta trascendencia para mí. Yo no quiero fijar suma, sólo le digo que quisiera hacer frente segurísima del éxito, a la edición española y a la francesa, que por trabajo de traducción, etc… habrá de ser costosa.

¿Cuándo vienen á París? No se imagina lo delicioso que está en estos momentos de primavera: qué alegría, qué sol, qué movimiento por todos lados! Les recomiendo mucho si quieren divertirse no vengan de ningún modo en otoño, ni invierno, sino en estos meses de primavera. Para usted como para mí, almas del trópico, soñadoras y nostálgicas necesitamos sol, flores y alegría, algo que nos recuerde en el bullicio de esta vida vertiginosa, la intensa voluptuosidad de nuestro cielo velado por los caros y samanes. . .

Al ingrato de Vicente mil cariñosos recuerdos, y para usted toda la amistad sincera de su affma,

Ana Teresa Parra Sanojo
(Teresa de la Parra)

Remito a su Papá la carta directamente pero cuento siempre con su apoyo é influencia.

Nota de la Autora: El destinatario de esta carta es Florencio Gómez Núñez, hijo del Gral. Juan Vicente Gómez, que para la fecha contaba con 17 años.

EXTRAIDO DEL LIBRO “LAS LUCES DEL GOMECISMO”, ESCRITO POR YOLANDA SEGNINI, ALFADIL EDICIONES. 1997. Pág. 264-265.

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Ginebra, Septiembre 14, 1925.

Sr. Gral. Juan Vicente Gómez.

Caracas.

Estimado General y amigo:
        
Acabo de leer en la prensa de Caracas la noticia que ha llenado de alegría a todo el país: libertad de los presos políticos y libre entrada a Venezuela de los desterrados.

Aunque un poco tarde yo quiero unirme también al júbilo unánime de los venezolanos, al felicitarlo sincera y cordialísimamente por esta resolución que ha unido ya en una sola entidad toda la gran familia venezolana.

Soy de usted atentísima,

Ana Teresa Parra Sanojo
(Teresa de la Parra)

BOLETIN DEL ARCHIVO HISTORICO DE MIRAFLORES.
NUMERO 69 CARACAS, JULIO - DICIEMBRE DE 1971 AÑO XIII Págs. 261-262.

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París, 1º de Noviembre de 1925.

General Juan Vicente Gómez.

Presidente Constitucional de la República.

Estimado General y amigo:
        
No puedo expresarle la grata sorpresa, mezclada de emoción y agradecimiento que fue para mí la lectura del cable en que me anunciaba el Secretario General de la República que tenía usted a bien enviar un cheque de Bs. 12.000, para los gastos de edición de mí novela "Ifigenia".

Me encontraba entonces en Ginebra e inmediatamente rogué por cable al doctor Baptista Galindo que transmitiese a usted de parte mía mis expresivas gracias.

Hoy ya de regreso a París, es mi primera ocupación agradecerle de nuevo por escrito su generosa gentileza.
        
Como le he dicho tantas veces le repito hoy: que siempre sabré corresponder a sus bondades con mi gran simpatía y aunque débil mujer, tiene Ud. en mí una amiga leal y sincera.

Le ruego presentar mis saludos a toda su familia y soy de Ud. atentísima,

Ana Teresa Parra Sanojo
(Teresa de la Parra).

BOLETIN DEL ARCHIVO HISTORICO DE MIRAFLORES.
NUMERO 69 CARACAS, JULIO - DICIEMBRE DE 1971 AÑO XIII Pág. 354.

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TERESA DE LA PARRA HABLA DEL PROGRESO DE VENEZUELA



La célebre escritora Teresa de la Parra.
Teresa de la Parra nos habla con unción de su Venezuela y con entusiasmo de su progreso: "El general Gómez, ha acabado con el caudillismo llamando a la colaboración de su gobierno a los hombres más capaces y mejor preparados para la administración, y es, en suma, un verdadero grande hombre de Estado".
Hay magníficas carreteras, paz, seguridad individual, los colombianos atraviesan tranquilamente mi tierra para embarcarse en La Guaira. Soy amiga del presidente Gómez, y su actuación presente me parece bien. Lo acusan de haber sido severo pero ello fue cuando el país se encontraba en estado de revolución permanente. Un poderoso hábito de progreso, de prosperidad, de riqueza impulsa hoy a Venezuela, colocándola en puesto de primera fila entre las repúblicas americanas. 
La red de magníficas carreteras construidas por el presidente Gómez, y que comunican a todas sus ciudades importantes, abaratando en un cincuenta por ciento los fletes y transportes, ha probado con sus resultados la importancia de la obra. 
La deuda pública venezolana no llega a 100 millones de pesos; su moneda se conserva a la par con el dollar; el gobierno tiene en caja 125 millones de bolívares y sus obligaciones están al día. Se ha dado grande impulso a la instrucción pública; la sanidad alcanza la más alta eficiencia. Las relaciones exteriores de Venezuela se mantienen bajo el rígido principio de igualdad entre las naciones. 
El presidente Gómez tiene especial interés en mantener estrechos y fraternales lazos de unión sus relaciones con las repúblicas del nuevo mundo que hablan español. El general Gómez, ha acabado con el caudillismo llamando a la colaboración de su gobierno a los hombres más capaces y mejor preparados para la administración, y es, en suma, un verdadero grande hombre de Estado, tal cual las necesidades de nuestra América lo imponen en ocasionen para realizar los más altos destinos de la raza.
La carretera central, moderna que une a Venezuela y Colombia, obra de la actividad constructiva del presidente Gómez, tiene 1.212 kilómetros de largo, pasa por lugares de 15.000 pies de altura y atraviesa 10 estados venezolanos.
Ocupa mi país actualmente el segundo lugar en el mundo como país productor de petróleo y la Ley petrolera pone a cubierto de toda emergencia la propiedad de la tierra y la riqueza del subsuelo. Esta se concede solo en explotación por determinados años.
Venezuela es un país nacionalista, celoso de su integridad y hasta hoy, en ninguna época de su historia, ha consentido interferencias extrañas en sus asuntos internos. Esa puerta no hay venezolano que la abra, ni venezolana que no lo guarde.
Extracto de la entrevista a Teresa de la Parra en el “Diario de la Marina” por Armando Maribona, publicada el 1 de abril de 1928 en La Habana (Cuba). Reproducida en “El Nuevo Diario”, 21 abril 1928.

miércoles, 6 de enero de 2016

CONFERENCIA DEL DOCTOR PEDRO MANUEL ARCAYA


SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL DE SU PAĺS

El eminente Ministro de Venezuela, Dr. Pedro Manuel Arcaya.

Transmitida el 26 de octubre de 1930 desde la Estación Radiotelefónica de la Columbia Broadcasting Company, en la ciudad de Washington D.C. (U.S.A.).

Señoras y Señores:
La República de Venezuela, es decir, los Estados Unidos de Venezuela según la denominación oficial, es una de las naciones de Sur América que baña el Mar de las Antillas, el cual la limita por el Norte. Linda por el Este con la Guayana Inglesa; por el Sur con el Brasil; y por el Oeste con Colombia. Su nombre es un diminutivo de Venecia; porque los descubridores del país encontraron los indios de la región de Maracaibo viviendo en aldeas formadas por chozas construidas sobre estacas elevadas dentro del Lago mismo. El nombre en diminutivo ha hecho creer a muchos que Venezuela es un país pequeño. Nada más inexacto. Dentro de sus límites cabrían holgadamente Francia y Alemania, sobrando todavía mucho terreno.

De la gran Cordillera de Los Andes se desprende en Colombia un largo ramal que penetra Venezuela en dirección noreste. Al pie de su vertiente norte está el Lago de Maracaibo, que se comunica con el mar. De la del sur se desprenden grandes ríos que van a caer al poderoso Orinoco, el cual viene de las montañas situadas en la región limítrofe con el Brasil. Con el ramal andino se empatan otras cordilleras más bajas que corren paralelas a las costas del mar. Detrás están los Llanos, circundados hacia el Sur por el Orinoco y sus afluentes. Más allá de los Llanos y en ambas vertientes de los Andes, hay grandes bosques: la floresta tropical en todo su esplendor y magnificencia.

La orografía de la República da lugar a una notable diversidad de climas. En varias cumbres andinas hay nieve perpetua. Es intenso el calor de las costas, aunque nunca tan fuerte como el de ciertas regiones de los Estados Unidos en verano. En los valles que se hallan a alturas de ochocientos a dos mil metros la temperatura es siempre agradabilísima. Caracas, la Capital de la República, es conocida como la ciudad de la primavera perpetua.

Sin embargo, es escasa nuestra población. Apenas habrá ahora alrededor de tres millones doscientos mil habitantes. (El último censo de 1926 dio algo más de tres millones: pero la población ha seguido aumentando después). Varias causas contribuyeron a evitar el crecimiento que debió haber, en atención a que es enorme la natalidad y, por consiguiente, larguísimas las familias. Una de estas causas era la frecuencia de ciertas enfermedades tropicales en las costas y en las regiones cálidas de los Llanos; pero se las ha venido combatiendo eficazmente desde que cesaron, hace más de veinte años, las guerras civiles. La fiebre amarilla ha quedado totalmente extinguida, siendo así que, anteriormente, hacía inhabitables para el extranjero muchas ciudades venezolanas. También se ha logrado extinguir la viruela que, todavía a fines del siglo pasado, devastaba poblaciones enteras. Los estragos del paludismo han disminuido considerablemente. El estancamiento de la población como del atraso en que, desde su Independencia hasta la primera década de la presente centuria, estuvo Venezuela, se debieron en último análisis, a las guerras civiles por la miseria general que acarreaban y por las enormes pérdidas de vidas que causaban.

Las guerras civiles han sido el azote de casi toda la América Latina; y en Venezuela se caracterizaron, desgraciadamente, por largas ruinosas y encarnizadas, al mismo tiempo que por el espíritu de caballerosidad que en ellas predominaba, siendo caso desconocidos en ellos los fusilamientos y asesinatos de prisioneros.

Miopía intelectual y pobreza de criterio demuestran quienes atribuyeron nuestras pasadas contiendas intestinas y la tendencia que a veces revive, aunque muy aisladamente, a renovarlas, a causas superficiales como la violación, verdadera o supuesta, de los preceptos de las reconstituciones que nos han regido, la reelección de un Presidente, el apoyo oficial con que otro haya ascendido al Poder, u otros sucesos semejantes. Causas más hondas lo produjeron. Hay que buscarlas en tendencias raciales, en las condiciones del medio físico y del económico; en la influencia ejercida en cada generación por los sucesos ocurridos en la precedente; en el espíritu de imitación; en la facultad misma que antes tenían para emprender tales guerras los caudillos que las hacían.

De nuestros antepasados españoles nos viene la emotividad y el entusiasmo pronto. La mezcla de las razas; la gran llanura abierta; el caballo que se multiplicó increíblemente al importarlo los españoles en Venezuela; la facilidad de hallar el alimento diario con muy escaso esfuerzo; las noches frescas, estrelladas y secas, que convidan con las grandes veladas al aire libre, oyendo siempre el relato de aventuras heroicas; todo esto demostró el instinto belicoso de una población sobria, resta a las sugestiones de la gloria guerrear; fácil de dejarse guiar por la palabra cálida y, más aún, por el gesto viril y la evocación de grandes ideales. De allí la parte eminentísima que, conducidos por Bolívar, tuvieron los venezolanos de su época en la Independencia de América. En todos los campos de batalla de la América meridional desde Venezuela hasta los límites de Bolivia hacia el Sur, se oyeron las voces de mando de nuestros generales. Los soldados de Venezuela que ellos comandaban eran hombres aguerridos capaces de los actos más audaces.

Terminada la guerra de Independencia, el mismo ardor bélico fue puesto al servicio de ambiciones pequeñas que se disfrazaban con la proclamación de grandes ideales. De allí el doloroso periodo de nuestras contiendas fratricidas. Siempre habría para los revolucionarios un tirano espantoso y execrable a quien era menester derribar si se había de salvar la Patria. Los bandos se sugestionaban con las frases que juzgaban grandilocuentes, cuando realmente eran lugares comunes, de los oradores y escritores que atizaban la guerra. Cada uno combatía con fanatismo, como si del resultado de aquellas oscuras guerras civiles dependiese la marcha de la civilización mundial. Mientras tanto, el país se arruinaba. Un escritor que vivió en uno de los más tormentosos periodos de nuestra historia escribió que el grito de viva la libertad era sinónimo de muera el ganado. En efecto, todo lo consumían las fuerzas beligerantes: no sólo el ganado sino cuanto necesitaban. Por otra parte, eran muy pocos los que se decidían a fundar empresas de importancia cuando tan expuestos estaban a perder el fruto de su trabajo.

Aquello parecía un sueño trágico cuyo despertar no se columbraba. Ocurrió, sin embargo, y fue terrible. Encontrándonos en plena guerra civil bloquearon nuestros puertos en 1902 las escuadras combinadas de Alemania, Inglaterra e Italia. Urgían por un arreglo que asegurase el servicio de nuestra deuda exterior cuyos títulos estaban en manos de varios de sus nacionales y por el pago de una multitud de reclamaciones de otros, entre ellos, por perjuicios que decían haber sufrido en la misma guerra civil y en las anteriores. Intervino el Presidente de los Estados Unidos, Mr. Roosevelt. Se sometieron a arbitraje las reclamaciones que motivaron el bloqueo y resultamos condenados a pagar una suma que, dado el estado de ruina en que nos encontrábamos, resultaba enorme. Tuvimos, además, que celebrar un convenio para la amortización, con intereses, de nuestra crecida deuda exterior que databa en parte de la Independencia. El pueblo se dio cuenta de que continuar guerreando era el suicidio de la Nación. El General Juan Vicente Gómez, Jefe entonces del Ejército Nacional, encarnó la voluntad de paz, que, en suma, era un instinto profundo de vida del pueblo venezolano. Gómez, en una brillantísima serie de tremendos combates, redujo a los jefes revolucionarios. La última batalla se libró en Ciudad Bolívar el 21 de julio de 1903, cuyo aniversario se celebra en Venezuela. Es el día de la paz. Poco más de cinco años después, el mismo General Gómez asciende a la Primera Magistratura que, desde entonces, es decir, desde 1908, ha desempeñado varias veces, siendo otras Jefes del Ejército, cargo que ejerce actualmente. El Presidente de la República es el jurista Doctor Juan Bautista Pérez.

A partir de 1908 han sido notables los progresos realizados en Venezuela. Antes no había, fuera de los ferrocarriles, sino malos caminos de herradura. Hoy, todo el país está cruzado de magníficas carreteras. Numerosas obras públicas se han llevado a cabo. La instrucción ha progresado enormemente. Todo esto se ha hecho sin comprometer el porvenir de la República mediante empréstitos; antes por el contrario, cancelando al mismo tiempo las antiguas deudas de la Nación, como luego se explicará. Ni siquiera es extranjero el capital invertido en nuestras empresas e industrias sino nacional, excepto en lo que respecta a ferrocarriles y la industria petrolera. Las fincas agrícolas y pecuarias están en manos de venezolanos. Algunas las poseen extranjeros, pero son residentes allá. Funcionan un Banco Agrícola y Pecuario y un Banco Obrero: el primero destinado a hacer préstamos a los agricultores y el segundo a proporcionar a los obreros habitaciones baratas. El capital de cada uno de ellos ha sido suministrado por el Tesoro Nacional a un tipo de interés mucho más bajo del que habría podido obtenerse por medio de préstamos en el extranjero. Una reciente Ley del Trabajo, inspirada en las de los países más adelantados, da plenas garantías a los obreros y establece las reglas más humanitarias y equitativas respecto a la indemnización por accidentes de trabajo. No existe el problema agrario. Sobra la tierra para quien quiera cultivarla sin necesidad de expropiar a nadie. Cuando se presenta cualquier colisión que pueda llegar a ser peligrosa entre algún propietario y los labradores que han ocupado sus tierras, se procura solucionarla siempre con arreglo a la justicia y a la equidad. Un caso típico de cómo se resuelven en Venezuela estos asuntos fue el que ocurrió hace pocos años en los terrenos del río Tocuyo en el Estado Falcón, siendo Presidente de la República el General Gómez. Se trataba de más de cincuenta leguas de terreno que había enajenado la Nación a mediados del siglo pasado. Vino a parar esta propiedad a manos de un capitalista venezolano quien, fundado en su título perfecto, aspiraba a que los miles de labradores, allí establecidos le pagasen arrendamiento y se abstuvieran de nuevos cultivos. El General Gómez compró los terrenos y los donó a las Municipalidades respectivas con la obligación para éstas de otorgar gratuitamente a título de propiedad a cada labrador por lo que hubiera cultivado.

Ya he dicho que la única gran industria que, propiamente, está en Venezuela en manos de extranjeros es la explotación del petróleo, que llevan a cabo diversas compañías americanas, inglesas y holandesas. En Venezuela no hay capitales privados tan fuertes como para haber acometido ellos tales explotaciones, que requieren gastos cuantiosísimos y son, como es sabido, excesivamente aleatorias. No podía el Gobierno hacerse empresario para explotar él mismo los yacimientos. Para esto habría sido menester comprometer el crédito del país con enormes empréstitos sin la seguridad del éxito y con el cúmulo de inconvenientes que habría acarreado una empresa oficial tan vasta. La única alternativa, si no se permitía entrar en estas empresas al capital extranjero, era dejar que permaneciese en las entrañas de la tierra el petróleo que pudiera hallarse allí, sin utilidad para nadie. Se optó, en consecuencia, por permitir que cualquiera empresa extranjera, con tal que no dependa de ningún gobierno, pueda adquirir concesiones petroleras. Estas se otorgan conforme a una de las mejores en este ramo y la cual ha mantenido celosamente el principio de que los minerales del subsuelo pertenecen a la Nación aunque el suelo sea de propiedad privada. Las concesiones no constituyen una enajenación perpetua del subsuelo sino que son temporales y durante el tiempo de su vigencia deben pagar sus dueños a la Nación un royalty o regalía y otros impuestos. Tan sencillo y claro es el sistema de nuestra legislación que, con sólo consultar una colección de la “Gaceta Oficial”, puede averiguarse cuáles son las concesiones vigentes, fuera de las cuales nadie puede alegar derecho alguno al petróleo. Esto evita litigios y da una perfecta seguridad a los concesionarios. La Nación percibe una cuantiosa renta sin arriesgar ni un centavo y sin desprenderse irrevocablemente de su valiosa propiedad. Los resultados del sistema que hemos seguido están a la vista. Venezuela ocupa el segundo rango entre los países productores de petróleo. No tiene por delante sino a los Estados Unidos de América.

Ya se ha dicho que la agricultura está en manos de los venezolanos; pero muchos agricultores estarían dispuestos a asociar en sus empresas a capitalistas americanos, lo cual redundaría en mutuo provecho. Venezuela produce café de calidad fina; cacao quizás el mejor del mundo; se da magnífica la caña de azúcar; tiene vastas llanuras donde se cría casi salvaje el ganado; son variadas y preciosas sus maderas. El coco, el arroz, el maíz, todos los frutos, en fin, de los climas cálidos y muchos de los templados, se dan con abundancia insólita. Nada mejor que Venezuela para grandes plantaciones de caucho y de fibras. Ningún país en la América está mejor situado para la exportación.

Lo que puede llegar a ser Venezuela con veinte años más de paz se deduce por lo que se ha logrado durante los primeros veinte de lo que pudiéramos llamar era gomecista.

Para el primero de enero de 1909 la deuda de la República ascendía a Bs. 260.817.101,18 (incluyendo el monto de varias reclamaciones pendientes y ajustadas después). Para el primero de enero del presente año apenas quedaba Venezuela a deber Bs. 52.791.295,83, suma total de sus deudas exterior e interna; pero como en mayo último había en tesorería en dinero efectivo un depósito de Bs. 101.919250,84, acordó el Congreso a petición del señor General Gómez que se produjera a la cancelación inmediata de lo que estaba a pagarse por deuda exterior. De este modo ella quedará totalmente extinguida y con las amortizaciones hechas y por hacerse en el presente año, de la deuda interior, única que en parte quedará pendiente, ésta quedará reducida a poco menos de Bs. 20.000.000 para el primero de enero de 1931. Los venezolanos estamos orgullosos de este extraordinario resultado, único hoy en el mundo.

El comercio exterior, comprendiendo importaciones y exportaciones, ascendía para 1908, según reciente trabajo del Doctor Roberto Álamo Ibarra, a Bs. 126.000.000 y en 1929 llegó a más de mil millones, es decir, subió a más del 700 por ciento. Es como si una vieja aldea con casas de dos pisos se hubiera transformado en veinte años en una ciudad moderna con grandes edificios de catorce pisos. En otros veinte años más la progresión será sin duda mayor del 700 por ciento. Subirá quizás a mil por ciento y llegará, cuando menos,  a más de diez mil millones el total de nuestro comercio.

No hay temor de nuevas guerras civiles en Venezuela. El pueblo recuerda ahora con pavor la época de ellas. Se han hecho además imposibles en la forma en que antes ocurrían, que era de alzamientos de descontentos en los montes formando guerrillas que después se juntaban en ejércitos para librar batallas contra los del Gobierno. Hoy, con el armamento moderno, que consume enormes cantidades de municiones, y con las restricciones puestas en todas partes al comercio de armas; con el cable y el radio que avisarían la salida de cualquier expedición filibustera; y dada la rapidez con que el Gobierno podría movilizar sus fuerzas en camiones y aeroplanos para impedir cualquiera operación de desembarco de armas, resulta prácticamente imposible que se renueven las guerras civiles al estilo antiguo. Ya en Venezuela, como en el resto de la América Latina, y aún de todo el mundo, no se concibe el éxito de ninguna revolución que no sea hecha por el Ejército regular. Pero no hay posibilidad alguna de que esto ocurra en mi país. El Jefe del Ejército es el General Gómez y a nadie puede ocurrírsele que él vaya a dar un golpe de Estado para asumir la Presidencia que rehusó cuando para ella fue elegido por el Congreso. Ni hay riesgo alguno de que los oficiales del mismo Ejército hagan una revolución a la vez contra el General Gómez y contra el Presidente. Hay de por medio vínculos personales derivados de compromisos contraídos “de hombre a hombre” que ningún venezolano quebrante porque la lealtad es virtud venezolana.

De ahí que la situación política de Venezuela resulte tan sólida como es brillante su situación financiera.

D. Pedro Manuel Arcaya.

(Publicado en el periódico “El Nuevo Diario”, 7 de noviembre de 1930).