(Trabajo Especial con motivo del Centenario de la
Revolución Liberal Restauradora, realizado por los Hnos. Dupouy Gómez,
publicado en el Diario "El Globo" de Caracas, Venezuela, el 23 de
mayo de 1999).
A la Izquierda: El General Cipriano Castro, Primer Jefe del Ejército Liberal Restaurador. A la Derecha: El General Juan Vicente Gómez, Segundo Jefe del Ejército Liberal Restaurador. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Con motivo de cumplirse hoy, 23 de mayo de 1999, el Centenario de la
Revolución Liberal Restauradora, ofrecemos a los lectores un trabajo especial,
basado fundamentalmente en los aspectos más representativos y relevantes de
este acontecimiento histórico, que significó, después de la guerra de Independencia
y la guerra Federal, el último proceso integracionista de Venezuela.
Los acontecimientos aquí narrados son en parte inéditos o poco conocidos
por la mayoría de los venezolanos, ya que se basan fundamentalmente, en los
relatos y en las experiencias vividas por el Gral. Juan Vicente Gómez como
protagonista y testigo presencial de estos hechos, actuando como Segundo Jefe
de la Revolución Liberal Restauradora que encabezó el Gral. Cipriano Castro, el 23 de
Mayo de 1899.
Estas anécdotas fueron contadas repetidas veces en la intimidad por
nuestro bisabuelo el Gral. Gómez a sus familiares y amigos más allegados, ya
que siempre se reunían para recordar sus hazañas guerreras en las fechas de
importancia. Uno de los hijos con quien más compartió estas vivencias el Gral.
Gómez, fue nuestro abuelo Florencio Gómez Núñez, quien posteriormente, nos las
transmitió a través de sus años de vida, inculcándonos siempre la importancia y
el valor que tiene la divulgación veraz de los hechos históricos. Por esta razón, nos sentimos fieles a su legado
con el deber y compromiso de comunicarlas y transmitirlas a los
venezolanos.
EL HACENDADO CONOCE AL POLÍTICO
El General Cipriano Castro fue un político y guerrero nacido en Capacho,
Estado Táchira, el 12 de diciembre de 1858, siendo Seminarista en Pamplona y
posteriormente político adscrito al partido Liberal. Era reconocido orador e
improvisaba en sus discursos frases en latín, idioma que dominaba a la perfección,
pues lo había aprendido en el Seminario. Fue Gobernador de la Sección Táchira
del Gran Estado de los Andes en 1888 y Diputado al Congreso Nacional en 1891.
En ese mismo tiempo, el hacendado y posteriormente General Juan Vicente
Gómez, nacido en el sitio denominado “El
Salado”, dentro de la finca “La
Mulera”, jurisdicción de San Antonio del Táchira, el 24 de julio de 1857,
era conocido por su excelente formación campesina y sencillez, desarrollando
actividades agrícolas en la región, quien gozaba de una reputación
de hombre honrado, buen negociante y cumplidor pagador, tanto en San Antonio
del Táchira como en las regiones vecinas, incluso mas allá de la frontera.
El hacendado Juan Vicente Gómez conoció al entonces Coronel Cipriano
Castro en 1886, ya que un grupo de combatientes defensores del gobierno
regional del General Espíritu Santo Morales, llegaron a su finca “La Mulera” solicitando al dueño de la
misma, su ayuda y sus conocimientos de baquiano en la región para que
condujera, por la vía más corta y segura, una guerrilla que debía unirse a la
del Coronel Castro, que peleaba en contra de la toma de Capacho organizada por
el General Segundo Prato para derrocar el gobierno local, a lo cual Gómez se prestó
gustosamente.
Llegados al lugar del combate, Juan Vicente Gómez logró presenciar la acción guerrera llamándole la atención el valor que demostraba el General Castro al atacar con un puñado de hombres las fuerzas enemigas y abrirse paso a través de ellas. Allí mataron a un compadre de Juan Vicente Gómez llamado Evaristo Jaime, defendiendo el gobierno regional.
Llegados al lugar del combate, Juan Vicente Gómez logró presenciar la acción guerrera llamándole la atención el valor que demostraba el General Castro al atacar con un puñado de hombres las fuerzas enemigas y abrirse paso a través de ellas. Allí mataron a un compadre de Juan Vicente Gómez llamado Evaristo Jaime, defendiendo el gobierno regional.
Gómez enseguida solicitó permiso al Coronel Castro para recuperar el
cuerpo de su compadre y enterrarlo. Al Coronel Castro le gustó mucho la actitud
del hacendado, al igual que a Gómez el valor y arrojo personal de Castro, lo cual granjeó una
estimación y simpatía mutua entre ambos.
En el año de 1892, las guerras civiles que para aquella época azotaban
al país bajo la forma del continuismo en el gobierno de Raimundo Andueza Palacio y del
legalismo en la Revolución que acaudilló el General Joaquín Crespo, no dejaron de
afectar al Estado Táchira.
La relación de amistad y compadrazgo que para ese momento existía entre
el ya General Castro y el hacendado Juan Vicente Gómez, obligaron a éste último
a afiliarse al partido del continuismo, del que era cabecilla en aquella región
el General Cipriano Castro.
La primera acción guerrera de Juan Vicente Gómez fue el día 29 de marzo
de 1892 en el sitio denominado “El Topón”,
en una batalla librada entre las fuerzas que comandaba el General José María
González, jefe militar del Estado Táchira, junto al General Cipriano Castro,
contra las fuerzas revolucionarias que apoyaban al General Crespo. Allí a Gómez
le fue encomendada la misión de armar el peonaje de su hacienda “La Mulera” para entrar con ellos a
combatir al lado de las fuerzas del Gobierno. En la memorable batalla de “El Topón”, Gómez recibió su primer
bautismo de fuego al lado de 400 tachirenses aguerridos que resistieron el
ataque y pusieron en derrota a un Ejército de 5.000 hombres que invadía el Táchira,
al mando del Gral. Eliseo Araujo. La pericia y valor que Gómez demostró en esta
acción, le valieron que sobre el mismo campo de batalla el General José María González
le otorgara la graduación de Coronel, comenzando así su vida militar y política.
Desgraciadamente, a pesar del triunfo obtenido parcialmente en la región,
las fuerzas Legalistas del General Crespo lograron dominar en la República y
así los militares Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez al ser derrotado el régimen
del Presidente Andueza Palacio por la Revolución Legalista, tuvieron que pasar
la frontera y exiliarse en territorio colombiano.
El General Juan Vicente Gómez adquirió la hacienda “Buenos Aires”, en las inmediaciones de la Villa del Rosario, cerca
de Cúcuta y se dedicó a las faenas de campo, mientras veía destruir y saquear
sus propiedades en el Táchira. Al mismo tiempo, el General Castro adquirió la
finca “Bella Vista” en Cúcuta.
SE ORGANIZA LA REVOLUCIÓN
El Gral. Juan Vicente Gómez desde ese año de 1892 hasta 1899, estuvo exiliado en
Cúcuta, trabajando y desarrollando su hacienda “Buenos Aires”, logrando pagar una suma prestada y rehaciendo su
fortuna. Fue en esta hacienda donde se organizó la Revolución “Restauradora”, que llevó como Primer
Jefe al Gral. Cipriano Castro, y como Segundo Jefe al Gral. Gómez.
El Gral. Gómez fue el que financió y prestó su apoyo
material y personal a esta Revolución, y en su hacienda se reunían los
principales líderes que tomaron parte en la misma, siendo casi todos ellos
empleados de la finca. Se encontraban allí, el después Gral. Emilio Fernández, Francisco Antonio
Colmenares Pacheco, Secundino Torres y Francisco Terán, entre otros. La
hacienda "Buenos Aires", no solamente era refugio de
los exiliados políticos, sino también fuente de subsistencias para ellos.
Los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, padecieron el dolor
y la desolación que las continuas guerras civiles producían en las poblaciones,
tanto de Venezuela como de Colombia. Esta experiencia vivida por ambos, inspiró
en sus almas de patriotas el deseo de poner fin a estos hechos y así buscar la
manera de establecer, definitivamente, el orden y la paz anhelada.
El espíritu levantisco de los venezolanos estaba acostumbrado solamente
a guerrear sin respetar vidas, ni haciendas, utilizando el empleo de la fuerza
fundamentalmente, para resolver sus luchas políticas, que la mayoría de las
veces eran más que luchas de ideales, contiendas por enconados odios políticos o
personales. Se decía en la época que Venezuela era como un cuero seco, que “se pisaba por un lado y por otro se
levantaba”.
El Gral. Gómez no vaciló en poner a la orden del Gral. Castro, quien era
el cabecilla que debía mandar a las Fuerzas Revolucionarias, su persona y sus
bienes en la organización de esta Revolución, y así fue como éste costeó una
ida del Gral. Castro a Caracas para que estudiara y se diera cuenta de los
recursos con que contaba el Gobierno para oponerse a cualquiera intentona revolucionaria.
Era Jefe del Gobierno en ese momento el Gral. Joaquín Crespo.
Después del viaje, a su regreso a “Buenos
Aires”, el Gral. Castro les dijo a sus compañeros: “No podemos hacer la Revolución, porque el Gral. Crespo es un verdadero
jefe militar, a ese no podemos tumbarlo, estoy aquí de milagro, porque sino
estaría muerto o preso”, razones por las cuales decidieron esperar un mejor
momento.
Poco tiempo después, al saberse la muerte del Gral. Crespo en la batalla
de la “Mata Carmelera”, el Gral.
Gómez, volvió a costear otro viaje del Gral. Castro para que estudiara las condiciones
del Gobierno Central.
LOS CONSEJOS DE UNA MADRE
El General Gómez, siendo Presidente de la República, hacía mención a
las cosas que su madre, doña Hermenegilda Chacón de Gómez, le criticaba a él
con frecuencia en aquella época del exilio sobre el dinero que invertía y daba
al General Castro y le decía: “Juan
Vicente, tú te matas trabajando para que él se lleve tu dinero”.
En el último de los viajes del General Castro a Caracas, el General Gómez le
entregó a éste veinte morocotas de oro y a la nueva observación que le hizo su
madre, él le contestó: “No se preocupe
madre, que este dinero no es perdido, usted verá como será de provechoso para
la Patria”. Palabras que resultaron proféticas pues a consecuencia de este
viaje, fue que se decidió a hacer la invasión de la Revolución llamada “Restauradora”, ya que a su regreso de
Caracas, después de evaluar las condiciones del Gobierno, el Gral. Castro les
comunicó a su compadre, paisanos y amigos: “Ahora
tenemos que prepararnos bien porque a éste sí lo tumbamos”, manifestando
que con el Gral. Ignacio Andrade a la cabeza del Gobierno, sí se podía intentar una
invasión con seguridad de triunfo, por no creer que el Presidente reunía las
condiciones de militar y político como para oponerse a la Revolución que ellos
intentaban.
La noche del 23 de Mayo, cuando se disponían ya a salir de la hacienda “Buenos Aires” para atravesar la frontera,
la madre del General Gómez, doña Hermenegilda, lo llamó aparte para darle unos
consejos, y le dijo: “Juan Vicente, ahora
que vas a emprender esa campaña, debes tener siempre presente que si para ella
te son necesarias la energía y el carácter, tendrás por tu misma condición de
guerrero que hacer derramar mucha sangre. No debes hacerlo injustamente, sino sólo
cuando las necesidades militares para el triunfo te obliguen a ello. Ten
presente que la vida Dios la da y sólo a él le corresponde quitarla. Se justo y
magnánimo siempre que puedas ”.
SE INICIA LA INVASIÓN DE LOS
SESENTA
Lista de los integrantes del Ejército Liberal Restaurador de 1899.
(Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Lista de los integrantes del Ejército Liberal Restaurador de 1899.
(Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
El 23 de Mayo de 1899, el Gral. Cipriano Castro como Jefe Supremo de la
Revolución, cruzó la frontera Colombo-Venezolana, atravesando el río Táchira,
un poco más abajo de la población de San Antonio y lo acompañaba como Segundo
Jefe el Gral. Juan Vicente Gómez, quien salió de su hacienda “Buenos Aires”, con 59 oficiales,
efectuando la reunión con el Gral. Castro a orillas mismas del río donde éste
le esperaba solamente con un oficial espaldero.
Es así como se consolida el grupo de sesenta y dos hombres: Los
generales Castro y Gómez y el resto de oficiales entre los cuales venía Aníbal
Gómez Chacón, hermano menor del Gral. Gómez que pasó como guerrero en la
invasión.
Primera foto que se tomó el
General Juan Vicente Gómez, después de la Batalla de Tocuyito, el 14 de
septiembre de 1899 en Valencia (Venezuela), junto a un grupo de combatientes. Destacan,
de izquierda a derecha: Coronel Efraín Pulido, General Rafael María Velasco,
General Juan Vicente Gómez, Coronel Eulogio Velasco y Aníbal Gómez, hermano
menor del General Gómez. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Un hecho curioso lo constituye la acción que realizó el General Castro
al pisar tierra venezolana, quien apeándose del caballo se arrodilló y abriendo
los brazos viendo hacia el cielo dijo al grupo expedicionario: "Y
ahora con la protección de Dios, hasta el corazón de Venezuela, hasta el
Capitolio de Caracas”.
El 24 de Mayo, amanecieron en "La
Mulera", reuniéndose allí con los Generales Eustoquio Gómez, Santos
Matute, el Coronel Ceferino Ruiz, y otros quienes con unos días de anticipación
estaban en aquel lugar preparando el movimiento. Fueron puestos en armas todos
los peones de "La Mulera",
y con aquel pequeño ejército, se dirigieron inmediatamente sobre Capacho a donde
se reunieron con: Rafael María Velasco, José María García y otros oficiales que
se habían levantado también en armas, un grupo de trabajadores y de gente
entusiasta por emprender aquel movimiento revolucionario.
El Primer Jefe del Ejército, el Gral. Cipriano Castro, el día 24 de
Mayo, en el Cuartel General de Capacho, en donde se efectuó la concentración de
las fuerzas que reforzaron al pequeño grupo invasor, lanzó un manifiesto dando
a conocer la situación política que se experimentaba en el país. Un pequeño
extracto del mismo lo presentamos a continuación:
¡Compatriotas No más farsas, no
más tiranías, no más opresión!
Empuñad las armas con el único
y exclusivo fin de reivindicar vuestros derechos conculcados y de salvar la
honra de la nación venezolana, que es vuestra propia honra; pero juremos ante
el sagrado altar de la Patria, a la vez que olvidar nuestros justos
resentimientos, no deponer las armas hasta no ver coronadas nuestras legítimas
aspiraciones.
Así, pues, nuestro único móvil
debe ser: el cumplimiento del deber; nuestro único lema: la justicia; y nuestra
única enseñanza: la libertad.
Soldados Vosotros me conocéis
bastante, y sabéis que siempre vencedor, jamás vencido; al cumplimiento de mis
sagrados deberes de patriota y liberal lo he sacrificado todo: sabéis que soy
incapaz de una cobardía y de una infamia.
El árbol de la libertad exige
vuestro contingente de sangre una vez más: volad a ofrendarlo con ese valor
legendario que os es peculiar.
Vuestra consigna es: vencer o morir.
Cipriano Castro
(Cuartel General, en Independencia a 24 de mayo de 1899).
LÓPEZ CONTRERAS SE AGREGA AL
MOVIMIENTO
Eleazar López Contreras se incorpora al ejército restaurador en 1899.
(Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Eleazar López Contreras se incorpora al ejército restaurador en 1899.
(Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Entre los oficiales que se agregaron en esta población al cuerpo
expedicionario figuró uno de nombre Eleazar López Contreras, joven de
diecinueve años de edad, cuya actuación y carrera tanto política como militar,
quedó desde entonces unida a la del Gral. Gómez, siendo considerado por éste
como formación suya en ambos sentidos. Cuando López Contreras se unió al grupo expedicionario,
su tío, el Padre Contreras, le dijo:
“Eleazar, te voy a recomendar para que te unas con el Segundo Jefe de la Revolución, el Gral. Juan Vicente Gómez. Quiero que te pongas bajo su completa protección. No me parece correcto que lo hagas con el Jefe Revolucionario el Gral. Cipriano Castro, sino con el Segundo Jefe, el Gral. Juan Vicente Gómez, que es un hombre bueno, bien inspirado y por ningún respecto te abandonará".
Desde entonces y hasta el 17 de Diciembre de 1935, estuvo aquel oficial que entró a las filas con la graduación de Teniente Ayudante, bajo la protección del Gral. Juan Vicente Gómez y tuvo que estar sometido a la protección defensiva que le prestaba el Gral. Gómez contra la mala voluntad manifiesta que tenía el Gral. Castro para con él.
López Contreras, después del año 1908, fue ocupando sucesivamente cargos cada vez más elevados en el Ejército Nacional. Para la muerte del Gral. Gómez, López Contreras ocupaba el cargo de Ministro de Guerra y Marina y es curioso resaltar, y muchos testigos lo ratifican, el gesto del General López Contreras ya conocida la muerte del General Gómez, quien llorando e inclinándose sobre el cadáver de éste, besó su frente y dijo: "Ha muerto, quien fue más que mi padre".
“Eleazar, te voy a recomendar para que te unas con el Segundo Jefe de la Revolución, el Gral. Juan Vicente Gómez. Quiero que te pongas bajo su completa protección. No me parece correcto que lo hagas con el Jefe Revolucionario el Gral. Cipriano Castro, sino con el Segundo Jefe, el Gral. Juan Vicente Gómez, que es un hombre bueno, bien inspirado y por ningún respecto te abandonará".
Desde entonces y hasta el 17 de Diciembre de 1935, estuvo aquel oficial que entró a las filas con la graduación de Teniente Ayudante, bajo la protección del Gral. Juan Vicente Gómez y tuvo que estar sometido a la protección defensiva que le prestaba el Gral. Gómez contra la mala voluntad manifiesta que tenía el Gral. Castro para con él.
López Contreras, después del año 1908, fue ocupando sucesivamente cargos cada vez más elevados en el Ejército Nacional. Para la muerte del Gral. Gómez, López Contreras ocupaba el cargo de Ministro de Guerra y Marina y es curioso resaltar, y muchos testigos lo ratifican, el gesto del General López Contreras ya conocida la muerte del General Gómez, quien llorando e inclinándose sobre el cadáver de éste, besó su frente y dijo: "Ha muerto, quien fue más que mi padre".
LOS PRIMEROS COMBATES
Tropas andinas que formaban los batallones "23 de mayo" y "Táchira" que integraban el ejército de la Revolución Liberal Restauradora en 1899, antes de la llegada del General Cipriano Castro a Caracas. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
A la medianoche del 22 de Mayo de 1899, atravesaron el río Táchira con armamento
comprado en Cúcuta, algunos revólveres y peinillas. Amaneciendo el 23 de Mayo
llegaron a Capacho, el Gral. Castro hablaba mucho los días antes de la invasión
de dar un golpe de sorpresa al mismo tiempo en todos los pueblos del Táchira.
Los pueblos de Capacho, Lobatera, Michelena, Colón, Táriba y Palmira, quedaron
por cuenta de la revolución. Se aumentó el parque cuando todos los comprometidos
se fueron a reconcentrar en Capacho, en donde el Gral. Castro había puesto su campamento.
El Ejército Restaurador aumentó su capacidad a 1.550 hombres, muchos de
ellos voluntarios que allí se enrolaron. San Cristóbal fue la falla de la noche
de la invasión, porque no la pudo tomar el Ejército Restaurador al enfrentar a
las fuerzas del Gobierno al mando del Gral. Juan Pablo Peñaloza.
El encuentro con estas fuerzas se produjo en el sitio llamado Tononó, en donde se libró la primera batalla, que fue el bautismo de fuego de la cadena de triunfos que cosechó más tarde el Ejército Restaurador. En este combate las fuerzas del Gobierno tuvieron que lamentar las pérdidas de las vidas de dos de sus jefes: El Gral. Ramón Nonato Velasco, valiente militar hasta llegar a la temeridad y el Coronel Antonio Pulgar. El Ejército Restaurador no tuvo pérdida alguna de jefes. Declarado en derrota el Ejército del Gobierno, se atrincheró en la ciudad de San Cristóbal, regresando a Capacho el Ejército Restaurador, a continuar organizando sus cuadros y efectivos.
El encuentro con estas fuerzas se produjo en el sitio llamado Tononó, en donde se libró la primera batalla, que fue el bautismo de fuego de la cadena de triunfos que cosechó más tarde el Ejército Restaurador. En este combate las fuerzas del Gobierno tuvieron que lamentar las pérdidas de las vidas de dos de sus jefes: El Gral. Ramón Nonato Velasco, valiente militar hasta llegar a la temeridad y el Coronel Antonio Pulgar. El Ejército Restaurador no tuvo pérdida alguna de jefes. Declarado en derrota el Ejército del Gobierno, se atrincheró en la ciudad de San Cristóbal, regresando a Capacho el Ejército Restaurador, a continuar organizando sus cuadros y efectivos.
EN PLENA ACCIÓN
El 27 de Mayo, tres días después de la acción de Tononó, libró el
Ejército Restaurador su segunda batalla, en el sitio llamado de “Las Pilas”, en el cual también triunfó.
En esta acción el Ejército Restaurador tuvo que combatir con un enemigo muy
superior en fuerzas, perfectamente municionado y que los atacó por dos frentes,
logrando, a pesar de todo, vencer. Allí se encontraron las fuerzas invasoras
con que el parque que llevaban se les iba agotando, llegando a presentarse una
situación tan crítica que el General Castro opinó que debían batirse en
retirada para guarecerse nuevamente del lado de la frontera. A esta proposición
del Jefe de la Revolución se opuso el General Gómez, quien manifestó que si ya
habían hecho la invasión, él estaba dispuesto a continuarla o a morir peleando.
Y asumiendo la responsabilidad del combate ordenó cargar a la peinilla, entablándose
a un cuerpo a cuerpo con las fuerzas del Gobierno. Esta acción valerosa les
costó muchas vidas, pero en cambio, les dio el triunfo de la acción de Las Pilas.
Allí resultó gravemente herido en la cara de un machetazo el Gral. Régulo
Olivares que nadie creyó se salvaría y cuya marca le quedó para toda la vida.
Durante el combate, las fuerzas del Gobierno perdieron a sus líderes, el
Gral. Pedro Cuberos que murió en batalla y el Coronel Leopoldo Sarría quien cayó
herido y fue puesto preso.
Las tropas del Gobierno al verse sin jefes se entregaron de inmediato,
no pudiendo llegar a reforzar a las de Peñaloza en San Cristóbal.
Una vez dominado este sector, el Ejército Restaurador pudo establecer
trincheras y defensas en buenas posiciones estratégicas y allí protegidos,
comenzar a reponer el parque y las fuerzas ya que estaban exhaustos. Después de
varios días y con el material de guerra suficiente, emprendieron nuevamente el
avance victorioso.
Los primeros triunfos de esta expedición guerrera se debieron más que
todo a la energía y al valor de los expedicionarios que sólo contaron con un
armamento relativamente escaso y bastante primitivo. Las tropas que ellos comandaban,
bisoñas en las artes de la guerra, sólo tenían el valor personal y la audacia
sostenidos por la hombría de los que comandaban, para enfrentarse y vencer a
las fuerzas bien apertrechadas del Gobierno.
COMBATE EN LAS ALTURAS
El día 11 de Junio de 1899, el Ejército Restaurador libró su tercera acción en
el Táchira, en las elevadas cumbres del páramo de “El Zumbador”, esta fue la batalla más cruenta y la que puso en peligro
el éxito de todo su plan. El combate duró desde las 7:00 a.m. hasta las 11:00
de la mañana de ese mismo día. Las bajas entre ambos ejércitos combatientes
alcanzaron el número de cuatrocientos. Cumplida la acción de “El Zumbador”, el Ejército Restaurador
regresó al campamento de Táriba, en donde era esperado por los generales Juan
Vicente Gómez y Joaquín Garrido.
El Gral. Castro escribió a los generales Gómez y Garrido: “Hoy es el día más memorable para nuestra
Santa Causa; hemos obtenido en cuatro horas de combate el triunfo más
espléndido que podrán registrar los anales históricos. El Ejército que tengo el
honor de comandar, es verdaderamente irresistible: Son todos héroes!...”.
El Gral. Castro estaba empeñado en derrotar a Peñaloza en San Cristóbal
pero como sabía que el Gobierno Central había enviado un fuerte refuerzo a éste,
por la vía de Maracaibo, resolvió suspender el sitio de la plaza de San Cristóbal,
porque Peñaloza era muy astuto y esa fue la única batalla que perdió el Ejército
Restaurador en toda la campaña.
LA BATALLA DE CORDERO
El Ejército Restaurador dejó sus posiciones y se fue a esperar al
enemigo en Cordero, punto casi obligado de paso para entrar en San Cristóbal.
En Cordero la situación del Ejército Restaurador frente a las fuerzas del
Gobierno no era nada halagadora, porque sus efectivos apenas sobrepasaban los
mil quinientos hombres, siendo los efectivos del Gobierno muy superiores en número.
Sin embargo, se libró en Cordero una batalla que duró los días 27 y 28 de
Julio, en esta acción los revolucionarios estuvieron por primera vez en
contacto con un arma desconocida prácticamente para ellos: el cañón. La impresión
y el desastre que en sus filas producía esta arma de largo alcance, fue rápidamente
vencido por el espíritu guerrero que los animaba. El Ejército Restaurador, finalmente,
se retiró victorioso al término del segundo día a su campamento de Capacho, y
el Ejército del Gobierno huyó a unirse a las fuerzas de San Cristóbal.
EL Gral. Cipriano Castro decía a todo pecho: "En
Cordero combatimos contra mayor número de soldados y triunfamos. Aquí el
partido es igual, porque vamos a pelear con los que allá, fueron nuestros
vencidos. Soldados! Del esfuerzo de hoy
depende la coronación de nuestra obra".
Esta declaración corresponde a la primera intención de los
expedicionarios que fue hacer sólo una acción local en el estado del Táchira,
pero después del sitio de la ciudad de San Cristóbal, en la que ellos no
pudieron entrar por la defensa que el Gobierno había hecho en aquella población
y por los escasos medios con los que contaban, se reunieron en el Cuartel General
de Capacho, donde se celebró un Consejo de Guerra con el objeto de estudiar la
situación que se había presentado con la presencia en el Táchira de las nuevas
fuerzas, acordándose suspender las acciones allí y marchar directamente hacia
el interior de la República. Así fue como el día 2 de Agosto siguiente
decidieron animosamente realizar un empuje hacia el Centro para dirigirse a
marchas forzadas y paso de vencedores, a la conquista de la Capital de la
República.
LA CONQUISTA DEL CENTRO
En la historia venezolana solamente en tres oportunidades se ha tomado
como estrategia militar la decisión arriesgada de venirse al centro dejando
detrás las fuerzas enemigas en control de la retaguardia. Estas acciones
características fueron: La Campaña Admirable del Libertador Simón Bolívar, La Causa de Abril
durante la campaña del Gral. Antonio Guzmán Blanco contra los azules y en esta oportunidad de la
Revolución Restauradora.
La distancia recorrida desde Capacho hasta Tocuyito fue de
aproximadamente 900 kilómetros
y como esta marcha duró 41 días, el promedio de marcha diario que hizo el
ejército fue de 22 kilómetros .
Durante la marcha de invasión, el Ejército Restaurador libró diversas acciones
contra tropas del Gobierno que se encontraban en Mérida, Trujillo y Lara.
En esta heroica gesta siguieron el mismo procedimiento que habían
empleado en el sitio de San Cristóbal; cada vez que las defensas que les oponían
las fuerzas gubernamentales les impedían la conquista de alguna ciudad o pueblo
importante.
El día 6 de Agosto sucedió el combate de Tovar, en donde las fuerzas
comandadas por el Dr. Rafael González Pacheco y el Gral. Emilio Rivas pusieron
a los invasores tenaz resistencia.
El combate se libró en las calles de la ciudad de Tovar, después de dos
horas de lucha, los invasores consiguieron el triunfo tras haber batido al enemigo
con bravura. Cumplida la acción de Tovar, el Ejército Restaurador se detuvo en
dicha ciudad el tiempo necesario para calmar la fatiga y emprender enseguida el
rumbo hacia Mérida.
En Mérida, el puñado de valientes fue recibido con simpatía, gran
alborozo y entusiasmo, organizando aún más allí sus cuadros para seguir su
marcha. Al salir de Mérida los efectivos del Ejército Restaurador alcanzaban ya
una cifra superior a los 2.000 hombres. Adelante de Carora está el punto
llamado Parapara, allí se libró otra acción, que fue coronada con los laureles
de la victoria, gracias a una crecida del río Tocuyo que providencialmente
impidió que las fuerzas del Gobierno comandadas por el Gral. Lorenzo Guevara se
reunieran con las del Gral. Elías Torres Aular, que le habrían ocasionado a la
Revolución mayor gasto de energías y de elementos. No fue sino después de la
acción de Parapara que ellos pudieron apoderarse de cañones y proveerse de armamentos
y parque suficiente en cantidad y calidad para combatir y poder hacer frente en
mejores condiciones a las fuerzas del Gobierno.
SEGUNDO JEFE Y LAZO DE UNIÓN
El General Gómez actuaba en el ejército revolucionario no solamente como
Segundo Jefe, sino como lazo de unión de toda la oficialidad ante los choques y
los descontentos que el carácter irritable y desigual del Gral. Castro producían
en la tropa.
Como ejemplo de esta actuación suya, una vez, después de la acción de
Parapara, el Gral. Castro reprendió duramente a uno de sus oficiales, el
Coronel Miguelón Contreras, llegando en su furia a golpearlo con las riendas
del caballo que montaba. La disciplina militar le impidió a aquel oficial
proceder a defenderse como lo hubiera hecho en cualquier otra oportunidad, tratándose
de un choque hombre a hombre, pues era un oficial que había dado pruebas de
verdadero valor. El Coronel Miguelón Contreras, se retiró del combate, manifestándole
al Gral. Gómez que no estaba dispuesto a continuar en la campaña. Este
incidente causó una reacción negativa con el gran número de la oficialidad que
se veía expuesta a sufrir los mismos vejámenes. Tuvo el Gral. Gómez que hacer
valer toda su influencia para que aquellos leales oficiales depusieran su
actitud y se prestaran a continuar la campaña, haciéndoles ver que si ellos se
retiraban, el éxito de la causa quedaría muy comprometida. Ellos entonces
accedieron a las insinuaciones del Gral. Gómez, haciéndole constar que si ellos
se reincorporaban a la lucha, era únicamente porque el Gral. Gómez se los exigía.
A partir de ese momento pudo contar nuevamente con ellos en sus filas. Ejemplos
como éste, demuestran la influencia sugestiva que el Gral. Gómez ejercía sobre sus
subalternos, haciéndolos respetuosos y leales incondicionalmente hacia su
persona.
El Coronel Miguelón Contreras encontró la muerte al iniciar una acción
de combate temeraria después de otro reclamo que le hiciera el General Castro,
resultando herido fatalmente en la batalla de Tocuyito.
Terminada la acción de Parapara, el ejército libró una ligera acción en
Barquisimeto siguiendo su marcha camino de Cabudare. Se unen al Ejército
Restaurador los batallones Urachiche y Lara, formados por voluntarios larenses.
El día 8 de Septiembre el Ejército Restaurador se encontró en las alturas de
Nirgua y desde allí se impuso de que la ciudad estaba ocupada por una División
del Ejército Nacional de 600 hombres, comandados por el Gral. Rosendo Medina
(padre de Isaías Medina Angarita). El Gral. Medina fue sorprendido, entregando el
campo de batalla y gran armamento compuesto por 183 máuseres de diez tiros y
veinte mil cápsulas para los máuseres. Se libró esta acción en las calles de
Nirgua y después de una hora de lucha en que los invasores vieron seriamente
comprometido el triunfo, lograron finalmente hacer volver cara al enemigo,
haciéndolo dispersar en inaudita fuga.
LA BATALLA DE TOCUYITO
El General Cipriano Castro,
Jefe Supremo de la Revolución Liberal Restauradora con su Estado Mayor Jefes y
Oficiales del Ejército en conmemoración de la memorable y heroica Batalla de
Tocuyito, 14 de septiembre de 1899. Aparecen de izquierda a derecha,
en hileras horizontales: Jesús Velasco Bustamante, Régulo Olivares, Emilio
Fernández, Juan Vicente Gómez, Cipriano Castro, Joaquín Garrido, Aurelio
Valbuena, Benjamín Ruiz, Rafael María Velasco Bustamante, Clodomiro Sánchez,
Evaristo Parra, Luis Varela, Pedro María Cárdenas, Trino Castro, Aníbal Gómez,
Carmelo Castro, Santiago Briceño, Román Moreno, Pedro Pablo Rodríguez, Rubén
Cárdenas, Efraín Pulido, Secundino Torres, Jorge Bello, José María García,
Graciano Castro, Román Castro, José Antonio Dávila, Marcelino Cárdenas, Ovidio
Salas, Jesús Navarro, Roberto Pulido, Juan Alberto Ramírez, Francisco Jiménez
Arráiz, Juan Figueroa, Ángel María
Godoy, Argimiro Fuenmayor, Félix Briceño, Obdulio Bello, Carlos Díaz Yrwin,
Enrique Arenas, Felipe Peralta, Maximiano Casanova, Eleazar López Contreras,
Cornelio Superlano, César Ibarra, Eulogio Velasco, Jesús Parra, Abraham Parada,
Evaristo Noguera, Antonio Cárdenas, Emilio Somaza, Calixto Escalante y José
Antonio Cárdenas. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Los éxitos constantes que obtenía el Ejército Restaurador y la
formidable energía y valor que demostraba ese pequeño núcleo guerrero, les fue
abriendo sucesivamente las puertas del triunfo y a los que se rendían por la
fuerza y se unían a ellos, se agregaban otros que se unían también llevados por
la fuerza sugestiva del triunfo. De 60 que eran los que invadieron el 23 de
Mayo de 1899 llegaron a sumar 2.000, cuando el 14 de Septiembre hicieron frente
al mejor ejército de que disponía el Gobierno en las llanuras de Tocuyito.
Las fuerzas del Gobierno tenían su base en Valencia y su ejército era de
6.000 hombres, comandados por dos jefes, el Gral. Diego Bautista Ferrer, que
era Ministro de Guerra de Andrade y el otro era el Gral. Antonio Fernández que
había peleado anteriormente en el Táchira. Entre estos dos jefes existían
recelos de mando y no se entendían bien, porque unos subalternos obedecían a un
jefe y los otros subalternos al otro. Por lo tanto, no existía un líder único,
capaz de lograr la unidad del ejército para hacer cumplir las órdenes de su
tropa. A los Generales Ferrer y Fernández se les unió también Francisco Linares
Alcántara, primer venezolano graduado en West Point.
La batalla de Tocuyito fue dirigida personalmente por el General Juan
Vicente Gomez; debido a que el Jefe Revolucionario, General Cipriano Castro,
había quedado imposibilitado de actuar por haber sufrido al comienzo de la acción
la fractura de un pie, por la caída que sufrió con su caballo al saltar una
zanja.
En esta dura batalla, el ejército revolucionario se encontró por primera vez con un arma desconocida para ellos: la ametralladora. Cuando vieron funcionar por primera vez esta arma, el espíritu humorístico de uno de los oficiales, José María García, le hacía observar al Gral. Gómez el efecto de las ráfagas de proyectiles que disparaban las ametralladoras, al pasar al ras de las sabanas, diciéndole: “Fijese General, parece lo mismo que si estuviéramos sembrando arvejas en Capacho”.
En esta dura batalla, el ejército revolucionario se encontró por primera vez con un arma desconocida para ellos: la ametralladora. Cuando vieron funcionar por primera vez esta arma, el espíritu humorístico de uno de los oficiales, José María García, le hacía observar al Gral. Gómez el efecto de las ráfagas de proyectiles que disparaban las ametralladoras, al pasar al ras de las sabanas, diciéndole: “Fijese General, parece lo mismo que si estuviéramos sembrando arvejas en Capacho”.
Durante el combate nadie obedecía las órdenes de los jefes que defendían
al Gobierno y las tropas corrían en distintas direcciones. El corneta del Gral.
Castro, Jesús Parra por orden de éste, se metió en territorio enemigo y empezó
a escuchar el toque de corneta de las fuerzas del Gobierno, logrando descifrar
la clave de éstas, haciendo sonar un toque de retirada que generó una gran
confusión en las tropas enemigas.
Las tropas del ejército del gobierno, huían buscando una salida mientras la artillería de Linares Alcántara que no había recibido la orden de suspender el fuego, seguía disparando hasta confundirse con los propios soldados del Gobierno, los cuales sufrieron muchas bajas y dejaron abandonados más de mil máuseres, dos cañones Krupp y bastante caballería.
Las tropas del ejército del gobierno, huían buscando una salida mientras la artillería de Linares Alcántara que no había recibido la orden de suspender el fuego, seguía disparando hasta confundirse con los propios soldados del Gobierno, los cuales sufrieron muchas bajas y dejaron abandonados más de mil máuseres, dos cañones Krupp y bastante caballería.
Finalmente y después de cinco horas de duro combate, el Ejército
Restaurador logró vencer al Ejército del Gobierno, dejando entre sus filas
1.000 bajas, de un componente de 6.000 hombres, mientras que el Ejército del
Gobierno, dejó entre las filas del Ejército Restaurador, una baja de 600
hombres de los 2.000 que representaba, en el campo de batalla de Tocuyito.
Esta fue la última batalla que libró en su grandiosa expedición el
Ejército Restaurador, y por la trascendencia que tuvo más tarde el hecho insólito
del triunfo, su nombre quedará grabado en los fastos de los grandes hechos históricos
de Venezuela.
UN COMPAÑERO HERIDO
Una de las pruebas de la fuerza sugestiva que el General Gómez ejercía
sobre sus subordinados se puso de manifiesto en un hecho acaecido después de la
batalla de Tocuyito. El General Emilio Fernández, que había combatido
valientemente en esta acción, había sido gravemente herido en ella, encontrándolo
el General Gómez al hacer una revisión del campo de batalla, hacinado con un
montón de cadáveres a donde lo habían arrojado considerándolo ya como muerto.
El General Gómez al verlo y comprender que aquel amigo tan querido para él no debía
morirse, se acercó gritándole: “Que es
eso Emilio, no puedes morir, nos haces falta, lo que tienes es curable. Un
hombre de tu valor y energía no puede afligirse y entregarse así".
Aquellas palabras reanimadoras de entre los muertos le dieron fuerzas
para aguantar el dolor y con la ayuda personal del mismo General Gómez, fue
trasladado a Valencia, para recuperar la salud y seguir prestando su colaboración
leal y decidida al General Gómez.
El Gral. Emilio Fernández, siendo presidente del Estado Sucre, falleció
años más tarde en Cumaná, defendiendo valerosamente al Gobierno del Gral. Gómez
en agosto de 1929 contra la invasión que desembarcó en el vapor “Falke” comandada por el General Román
Delgado Chalbaud acompañado de una cierta cantidad de caudillos militares y
algunos civiles. El desembarco fracasó y ambos jefes, el del gobierno y el de
la revolución murieron en la acción.
LA ANÉCDOTA DEL PANTALÓN
Debido a las condiciones precarias en las que venía el ejército
expedicionario, sucedió la anécdota siguiente: Uno de los oficiales, Eleazar López
Contreras, que había sido herido durante la acción de Tocuyito, por una bala en
un brazo, pidió para poder entrar en Valencia un pantalón de repuesto para
sustituir el que llevaba puesto que estaba completamente inservible. El General
Gómez, ordenó a uno de los asistentes que buscara un pantalón para entregarlo
al oficial, pudiendo sólo conseguirse uno de una talla mucho más pequeña que la
que le correspondía al herido, y fue así que se vistió en Valencia aquel oficial.
¡LOS ANDINOS QUIEREN COMERSE A
LOS CURAS!
La acción rápida y arrolladora del grupo de valientes que había salido
del Táchira, su agresividad combativa y la ferocidad que demostraban en las
contiendas, habían despertado el temor en todos los sitios por donde habían
pasado extendiéndose su fama de invencibles por todos los ámbitos de la República.
Bastaba que aquel pequeño grupo de denodados combatientes se acercara a un
pueblo para que este se rindiera y les dejara paso franco. Da idea del estado
de ánimo de las poblaciones la siguiente anécdota: A su entrada a Valencia,
después del triunfo de Tocuyito, varios oficiales manifestaron el deseo de
comer el fruto conocido en el Centro con el nombre de aguacate y que en el Táchira,
los andinos denominaban "Cura".
La pregunta de ellos en las tiendas y Fruterías de la ciudad:
“¿Hay Curas?, nosotros deseamos
comer curas”, despertó la alarma y el espanto de
los valencianos, que pensaban que los andinos eran unos bárbaros. “¡Los Andinos quieren comerse a los curas!”
fue la voz que se corrió por la ciudad, produciendo el escándalo consiguiente.
Sólo después que la explicación de los Andinos aclaró el asunto, vino a
restablecerse la tranquilidad en el Clero y la población piadosa.
EL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN
RESTAURADORA
Después de la batalla de Tocuyito, el ejército hizo un alto durante varios
días en la ciudad de Valencia, mientras se llegaba a un arreglo con el Gobierno
derrocado, para la entrada definitiva y triunfal de las fuerzas revolucionarias
a la Capital de la República.
Vinieron las Comisiones de Caracas y se reunieron en distintos sitios. El
Gral. Andrade mandó como intermediario a Valencia al Gral. Manuel Antonio Matos
para entrevistarse con el Gral. Castro que estaba convaleciente en una gran
casa de Valencia propiedad de don Ramón Tello Mendoza, guardando reposo con la
pierna rota como consecuencia de la caída del caballo en la batalla de
Tocuyito.
En el mismo cuarto donde se encontraba el Gral. Cipriano Castro, en otra cama, estaba el Gral. Juan Vicente Gómez que padecía de un violento ataque de disentería, entonces el Gral. Matos le manifestó al Gral. Castro que deseaba conferenciar a solas con él, y le preguntó a éste, que quién era ese hombre que lo acompañaba (refiriéndose al Gral. Gómez), y el Gral. Castro le dijo: “Ese es Juan Vicente, y es como un hermano mío. Él nos ha traído para acá, porque es el hombre de la plata y además fue el que dio el triunfo de Tocuyito”.
En el mismo cuarto donde se encontraba el Gral. Cipriano Castro, en otra cama, estaba el Gral. Juan Vicente Gómez que padecía de un violento ataque de disentería, entonces el Gral. Matos le manifestó al Gral. Castro que deseaba conferenciar a solas con él, y le preguntó a éste, que quién era ese hombre que lo acompañaba (refiriéndose al Gral. Gómez), y el Gral. Castro le dijo: “Ese es Juan Vicente, y es como un hermano mío. Él nos ha traído para acá, porque es el hombre de la plata y además fue el que dio el triunfo de Tocuyito”.
El Gral. Manuel Antonio Matos, mantuvo una larga conversación con el
Gral. Castro para establecer las condiciones de la rendición del Gobierno y
todo esto sucedió sin tomarse ninguna represalia en contra del Gral. Ignacio Andrade,
sino más bien dentro de un clima de respeto. Finalmente, llegaron a un acuerdo y
el Gral. Andrade se embarcó en La Guaira con su familia, el 19 de octubre de
1899, encargándose el Gral. Víctor Rodríguez de entregarle el poder al Gral.
Cipriano Castro, el 23 de Octubre de 1899.
El Gral. Matos, nativo de Puerto Cabello, fue el banquero más importante
de su época, era uno de los hombres más ricos de la sociedad y se dedicó también
a la política. Poco tiempo después se alzó contra el Gobierno del Gral. Castro,
organizando la Revolución Libertadora pero al ser derrotado, marchó al
destierro y regresó en 1908 para figurar en 1911, en el gobierno del Gral. Gómez
como Canciller de la República.
El Gral. Ignacio Andrade, luego regresó al país y sirvió en la administración
del Gral. Gómez, como Ministro de Relaciones Exteriores. Un hijo de éste, de
nombre Ignacio como su padre, se casó con una hija del Gral. Gómez llamada
Servilia Gómez Bello.
Con el triunfo de Tocuyito dejó terminado el Ejército Restaurador sus
batallas campales que vino librando desde su invasión hasta el Centro de la
República, y a partir del 23 de Octubre de ese año de 1899, el Jefe de este
Ejército, el General Cipriano Castro, ocupó en Caracas el Solio Presidencial,
constituyéndose en Venezuela el Gobierno de la Restauración Nacional, bajo el lema:
“Nuevos Hombres, Nuevos Procedimientos,
Nuevos ldeales”.
Lamentablemente, el Gral. Cipriano Castro en la confección de su gabinete no
incluyó a sus compañeros andinos que lo condujeron al poder (a excepción del
Gral. Gómez, quien fue nombrado Gobernador del Distrito Federal y posteriormente
Jefe Militar y Político en el Estado Táchira) y esto causó mucho malestar en
este grupo de personas. Así mismo, el cambio progresivo en la conducta del
ahora Presidente Castro, fue cada vez acentuándose, y el mismo Gral. Gómez
contaba años después ya siendo Presidente de la República en la intimidad de la
familia que “Si el General Castro hubiese
sido el mismo del año 1899, todavía estuviese aquí mandando”, para así
demostrar las diferencias de actitud del Jefe de la Revolución Restauradora.
Constituido el Gobierno Restaurador en la capital de Venezuela, le tocó
al Gral. Juan Vicente Gómez ocupar el cargo de Gobernador del Distrito Federal el día 8 de
diciembre de 1899, puesto que dejó el 22 de febrero de 1900, para ir a ocupar
la Jefatura Civil y Militar del Estado Táchira, que fue a desempeñar en el carácter
de pacificador para controlar al único Estado de la República que permanecía
fuera del control político del Gral. Castro, bajo el dominio de los Generales
Juan Pablo Peñaloza y Joaquín Corona.
Estos cargos, los primeros que ejerció el Gral. Juan Vicente Gómez como
gobernante, le valieron el reconocimiento y el prestigio como funcionario de
alto mérito en el desempeño de sus labores, porque en Caracas dejó organizadas
las rentas y los diferentes servicios de la administración y en el Táchira
obtuvo el concordato y la armonía en todos los grupos y círculos políticos que
allí existían.
Hoy, 23 de Mayo de 1999, se cumple el Centenario de la Revolución
Liberal Restauradora comandada por los generales Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez, que marcó un hito histórico importante para la Nación: la incorporación
definitiva de Los Andes con el resto de la República.
Trabajo Especial publicado en el Diario "El Globo" de Caracas, Venezuela, el 23 de mayo de 1999, con motivo del Centenario de la Revolución Liberal
Restauradora, realizado por los hermanos:
Juan Florencio Dupouy Gómez
Rafael Dupouy Gómez
Miguel Dupouy Gómez