(Escrito por:
Eleazar López Contreras).
General de Brigada.
(Este trabajo se
publicó en Maracay, el 5 de julio de 1917. Extraído del libro: “Revista del
Ejército, Marina y Aeronáutica”. Número Extraordinario. Año III. Tomo V. N° 32.
Caracas. 1933).
El Benemérito General Juan
Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela y Comandante en Jefe del Ejército, pasando revista en compañía del General Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y Marina, durante la Parada Militar
de 1934 en Maracay, Estado Aragua.
Aquellos que con espíritu sereno y con fe
inquebrantable, fortalecida con los más puros sentimientos patrióticos, hemos
venido siguiendo el glorioso derrotero del Benemérito General Juan Vicente
Gómez; los que tuvimos la fortuna de ver su manera de actuar en el teatro de la
guerra y fuimos arrastrados en el propio campo táctico a ejecutar sus órdenes,
precisas y enérgicas, emanadas del alto criterio del Jefe que sabe mandar y que
sabe también ir, pensamos, con el juicio que nos da la experiencia, que para
juzgar sus concepciones, sus movimientos estratégicos y tácticos, no es lo
bastante haber tenido la honra de servir bajo sus órdenes, sino poseer la
suficiente capacidad militar.
Existe un crecido número de oficiales, en el cual yo
me encuentro, que no tiene otra escuela de guerra que la seguida por el General
Gómez; que recibe únicamente la influencia moral del Jefe; que piensa y siente
con él, pero que no puede sino en la práctica, exteriorizar todo aquello que el
Jefe les ha formado en su cerebro y en su corazón.
El estudio de sus campañas, para darlo a conocer en todo
su valer militar, es labor de nuestros militares científicos, los verdaderos
profesionales. No obstante la opinión que tiene formada sobre las cualidades
militares del Ilustre Jefe, en la esperanza de que él acogerá indulgentemente
los errores de apreciación; y que aceptará este trabajo, como la demostración
más elevada del profundo respeto y gran admiración que guarda por sus glorias
guerreras el más humilde de sus oficiales.
Eleazar López
Contreras
JUICIO
“Un hombre fuerte de cuerpo, y de alma grande” como le
han definido, tiene también el don de saber apreciar las cosas y las
circunstancias, de escoger las ocasiones felices, de buscar y crear medios y
salvar cuantos obstáculos se opongan para llegar a un fin. Su voluntad se
impone en todo momento para estimular a los pusilánimes, o para sofrenar a los
temerarios.
Llamado a preparar un plan de operaciones, ante todo,
ha pedido libertad de acción. Acumula tropas, forma unidades, selecciona sus
comandos y dota a aquéllas de toda clase de elementos materiales y de servicios
auxiliares.
Como tiene por sistema “reflexionar despacio para
ejecutar a prisa”, estudia detenidamente los inconvenientes que puedan oponerse
al desarrollo de las operaciones, ya sean obstáculos activos como las tropas
enemigas, ya sean pasivos, como montañas, ríos, pantanos, estaciones, etc.,
etc., para elegir los medios más adecuados de vencerlos. Si la región en que va
a actuar no le es suficientemente conocida, solicita informaciones detalladas
de aquellas personas que le inspiren confianza, y llama en su auxilio la
experiencia y conocimientos de aquellos que han sido escogidos para ser sus
colaboradores.
En la organización de su ejército, en sus
concepciones, y en el desarrollo de las operaciones, no olvida ni aún los
menores detalles. Su espíritu observador le hace notar las más pequeñas faltas,
las menores deficiencias en el servicio, todo lo cual corrige sin la menor
dilación.
Sus marchas, aunque rápidas, siempre son ordenadas.
Puede pedir mucho al soldado, porque también sabe cuidarlo y alimentarlo
convenientemente.
Estaciona sus tropas con todas las precauciones
necesarias. Lejos del enemigo, les proporciona toda clase de comodidades; pero
cuando hay probabilidad de encuentro, pospone todas esas comodidades para darle
cabida en absoluto a la seguridad de su ejército.
El servicio de aprovisionamiento lo organiza con
especialísimo cuidado. Utiliza convenientemente todos los medios de transporte,
vías marítimas y fluviales, ferrocarriles, etc., etc., para hacer llegar al
teatro de operaciones víveres, vestuarios, armas y municiones. También son
acumulados en los lugares de etapa, ganado, víveres, forrajes, es decir, todos
los recursos que pueda dar la región ocupada.
Podemos decir con toda propiedad, que así como sus
tropas no se han visto obligadas a suspender una marcha ni a emprender una
retirada por falta de elementos de subsistencia, en ninguna ocasión ha quedado
sin decisión un combate, ni se ha suspendido la persecución del adversario por
falta de municiones.
Como la experiencia ha demostrado que un ejército que
permanezca en una región insalubre, sufre tanto como en una batalla, escoge con
marcado interés las rutas de marcha y los lugares de etapa. Como medida
auxiliar y muy importante, para evitar y curar las enfermedades en el ejército
y atender a los heridos en el combate, lleva siempre un buen personal
sanitario.
El orden de sus movimientos, lejos y a proximidad del
enemigo; la inteligente elección del estacionamiento de sus tropas y el empeño
constante de proveer de cuanto es necesario para la seguridad y sostenimiento
de su ejército, han sido la verdadera causa del éxito de sus campañas. Su
juicio le ha llevado a conducir bien la guerra, y “una guerra bien conducida es
una guerra metódica”.
Napoleón dice en sus principios: “la fortuna es
hembra: si la desdeñáis hoy, no esperéis volverla a encontrar mañana”. Pero yo
me atrevo a agregar: la fortuna para un General consiste en los errores
cometidos por el adversario.
Los Generales que se han enfrentado al General Gómez,
disculpan sus fracasos haciendo resaltar la fortuna de este Jefe. Aquellos
tendrán que reconocer, que a las operaciones del General Gómez, ajustadas a los
principios del arte de la guerra, ellos sólo oponían medidas desacertadas,
errores que con marcada inteligencia y buen juicio supo aprovechar siempre para
derrotarlos.
INTELIGENCIA
El Presidente de la República, General en Jefe Juan
Vicente Gómez, Pacificador de Venezuela y creador del moderno Ejército Nacional.
Su manera de discernir las cosas, de apreciar las
circunstancias, de definir las situaciones, de escoger los hombres y saber
utilizar los elementos materiales siempre en tiempo oportuno, están probando de
un modo efectivo, que su inteligencia está en relación con su fuerza física y
con su fuerza psíquica, o sea con el espíritu que lo anima.
Pertenece a la Escuela Innatista. Ha nacido con
espíritu guerrero, valiente, enérgico y abnegado; estas y otras tantas
cualidades militares que posee, suficientemente desarrolladas en una larga
práctica en el seno mismo de la guerra, le distingue como el General de la
República que tiene mayores y más sobresalientes dotes de mando.
CARÁCTER
En los momentos de peligro, en que la responsabilidad
crece a medida que la autoridad de mando es mayor, es de todo punto
indispensable tener carácter para resolver.
La inteligencia y el estudio hacen que el hombre pueda
idear, concebir, pero el carácter hace materializar la idea, es decir, dictar
órdenes y velar por su ejecución.
Cuando mucho se ve, aparecen a nuestra mente
conjuntamente cualidades y defectos, bienes y males, ventajas inconvenientes;
se exalta el entusiasmo para caer en seguida; se pierde tiempo, y si no hay una
fuerza que le estimule a tomar un partido, la resolución dará sus desastrosos
efectos. Esa fuerza, que da resolución, y que no debe faltar a todo buen
General, es el carácter.
El General Gómez, por estar dotado de una gran iniciativa
y de una intensa resolución, que no ha podido ser quebrantada ni en los
momentos más críticos del combate, tiene el verdadero culto de la
responsabilidad.
Si pidió libertad de acción para organizar un ejército
y para escoger el plan de operaciones que más conviniese al fin que se proponía
alcanzar, más exigente aún le encontramos en el desarrollo de los movimientos
estratégicos, y, en la ejecución de las operaciones tácticas.
Cuando el General Cipriano Castro pretende que el
General Gómez fuerce la línea férrea que une a Tucacas con Barquisimeto,
ocupada por importantes fuerzas revolucionarias, se opone resueltamente a un
plan tan descabellado e hijo de la falta de conocimientos del terreno. El
General Gómez expone, que para seguir por la línea habría que someterse a
sacrificar muchas vidas, perder tiempo y cuantiosos elementos, porque los
obstáculos naturales que se encuentran en esta región, podrían hacerse
insuperables si eran utilizados, como era de esperarse, por el enemigo, para
hacer una defensa activa y enérgica. Sigue resueltamente el itinerario de
marcha que más conviene para la conservación de sus tropas; naturalmente, llega
con ellas, más fuertes quizás, en potencia moral y material, frente a la
capital del Estado Lara.
El General Castro en otra ocasión opina por el asedio
de Ciudad Bolívar, pero el General Gómez, apreciador de la moral de sus tropas,
conocedor de la verdadera situación de las fuerzas enemigas y confiado en su
propia capacidad militar, decide el ataque a fondo sobre la plaza, la cual toma
entre el espanto de los adversarios, el entusiasmo de su Ejército, el
reconocimiento de Castro y la admiración de todos. Este es un hecho insólito,
que basta para acreditar el carácter, energía y gran resolución que él posee
sin límites, porque Ciudad Bolívar es la ciudad que por su situación
topográfica es la más formidable que tiene el País.
ENERGÍA
“La primera cualidad de un General es poseer un
entendimiento frío, que reciba impresiones exactas de los objetivos; que no se
acalore jamás, ni se deje deslumbrar o desalentar por las noticias buenas o
malas”.
Esa cualidad la tiene tan desarrollada el General
Gómez, que en las situaciones más difíciles en que lo han colocado las
circunstancias, como cuando se desarrollaba ese drama terrible, en que los
proyectiles segaban a su lado la vida de sus hombres; cuando el tronar del
cañón, el estridente crepitar de las ametralladoras, las regaderas del diablo,
y el fuego de la fusilería formaban un ruido intenso y abrumador, anunciador de
catástrofe, su semblante estaba sereno, sus músculos tranquilos; en ninguna
forma daba a conocer esa espantosa lucha que sostenía su espíritu y la materia
ante la muerte.
En el combate de El Guapo, acababa de ser destrozada
parte de las tropas que se encontraban combatiendo con el ala derecha del
enemigo, y había caído sin vida uno de los oficiales, más valientes y queridos
del General Gómez, cuando dispone que el “Batallón Caracas” se establezca
sólidamente en San Fernando para contrarrestar la maniobra que pudiese ejecutar
el enemigo sobre la retaguardia del Ejército.
Una formidable carga que estaba dando el enemigo por
el río, y con dirección al lugar donde estaba el Comando y el parque, había
empezado hacía 20 minutos, y el General Gómez, a la cabeza del batallón de su
nombre, había entrado a contraatacar y a restablecer el orden en toda la línea.
Es admirable la actitud del General Gómez, que salva
con su presencia de ánimo tan difícil situación, y que, no obstante el peligro
que corre su vida y su nombre militar, reflexiona libremente, como en momentos
normales, y decide llamar al “Batallón Caracas” a su lado, porque ve con
claridad que allí se encuentra la decisión de la batalla. Una vez más ha
probado que su manera de defenderse es atacando.
Un General vulgar se hubiera olvidado que aun podía
contar con tropas de reserva, y dado el caso de que lo hubiese recordado, es
muy probable que decidiese trasladarse él a donde se encontraban aquellas
tropas, que precisamente estaban en su línea de retirada.
Su misma
energía le hace ser muy justiciero para impartir disposiciones, para hacer
entrar a las unidades sin distinción, al combate, de manera que todas rinden
jornadas peligrosas.
Durante el combate designa a su pariente, a su más
querido amigo, a cualquiera, para desempeñar la misión más arriesgada. Todos,
absolutamente todos, van a la línea de fuego, y tienen que exponerse como él
mismo expone su vida cuando para la decisión es necesaria su presencia en el
lugar de mayor peligro.
VALOR
El General en Jefe Juan Vicente Gómez, al frente de la
parada militar del año 1916 en el Hipódromo Nacional de El Paraíso, Caracas.
Se presentan momentos en el combate en que el hombre
más valiente flaquea. Sus fuerzas morales y sus fuerzas físicas van perdiendo
en potencia en las alternativas de una lucha violenta y terrible. El hombre
llama entonces para protegerse el auxilio de sus camaradas, y muy especialmente
el apoyo moral del Oficial. Mas, si las fuerzas morales y materiales del
ofíciales también se encuentran a punto de sucumbir, sólo el símbolo de la
Patria, el sagrado Himno Nacional, el ejemplo del Jefe que lo manda, podrá
llevarlo a hacer nuevos sacrificios.
El General Gómez nunca ha faltado en aquellos lugares
donde se hace indispensable que oigan su voz y que sigan su ejemplo.
Él tiene la conciencia del valor. Siempre se le ha
encontrado en su puesto. Si en alguna ocasión se vio precisado a ponerse a la cabeza
de una unidad pequeña, fue en bien del todo y para evitar un mal mayor; no
obstante, él no ha olvidado ni un solo momento la responsabilidad que tiene en
el conjunto.
ACTIVIDAD
Grande es su actividad para ejecutar los movimientos estratégicos
y las operaciones tácticas. Cuando dicta órdenes, sólo da en cada uno de los
casos particulares el tiempo para que sean cumplidas. Podrían, como dijo
Napoleón, “acusarle de rapidez, pero nunca de lentitud”.
Empieza la campaña de Barlovento, con el arribo de la
escuadra de Carenero, conduciendo a bordo al General Gómez, y su Estado Mayor,
y el grueso del Ejército que combatió en El Guapo.
Sobre el puente de uno de los vapores de guerra se
encontraba el General Gómez observando el desembarque de las tropas que tenían
por misión ir a posesionarse del puente de la vía férrea Carenero-Colorado y
que atraviesa el río Paparo en su desembocadura al mar.
El suscrito, con la candidez de los primeros se dirige a uno de sus compañeros, haciéndole
notar que ya había llegado un número crecido de tropas, y que aún no se pensaba
en el desembarque de bestias. El General interrumpe su conversación con el
General Ferrer, de quien yo era ayudante, y me dice: “Qué cuento de bestias;
para ganar tiempo, hasta los jefes deben ir a pie”.
El General había visto con su acostumbrada
penetración, la imperiosa necesidad de ocupar, a toda costa, el paso de ese
caudaloso río, que no sólo constituía un fuerte punto de apoyo táctico, sino
que daba las facilidades para llevar en embarcaciones, aguas arriba, las
municiones de que estaba careciendo Rolando, y que podían ser recibidas por
éste en puntos de la orilla muy inmediatos.
Al ser ocupado el puente indicado, las tropas que lo
defendieron huyeron sin descanso, hasta ir a caer vergonzosamente en Palmira.
Desde el propio momento que el General Gómez llegó a
Carenero, empezó a quitar potencia moral y material al enemigo, al que por fin
destruyó totalmente en las sólidas posiciones de El Guapo, donde se creía
invencible, después de un a larga serie de operaciones rápidas y enérgicas a
las cuales puso el sello de toda su inteligencia y de toda su voluntad.
Para el ataque del puente de Paparo hubo necesidad de
asignar Artillería a la Infantería. La Artillería fue situada a poco más de 100 metros de la margen
izquierda del río, y tal medida es un hecho demasiado atrevido y único hasta
aquella fecha.
Creo muy oportuno dejar oír la autorizada palabra del
Capitán Munnekrede, del Estado Mayor holandés, que dice a tal respecto:
“En un combate en la actual guerra europea, una
Batería de Campaña alemana atravesó al galope la aldea incendiada Zandvoorde y
tomó posición a 150
metros a vanguardia de la línea de tiradores, abriendo
fuego sobre el enemigo en retirada”.
“La experiencia reciente demuestra que no se puede
desistir de hacer acompañar a la Infantería de alguna formación de Artillería
en las últimas fases de un ataque, a pesar de las pérdidas que esta última arma
tiene que sufrir”.
ESPÍRITU DE
JUSTICIA
El General Juan Vicente Gómez, Comandante en Jefe del
Ejército Nacional. Revista Militar en el Campo de Carabobo con motivo de su
Centenario, el 24 de junio de 1921.
Nacido y formado lejos de aquellos centros donde el
hombre se hace egoísta; educado en un medio esencialmente laborioso y ordenado,
sus principios de honradez y de trabajo no han podido ser destruidos ni por las
pasiones de aquellos que fingiendo virtudes llegaron en alguna época a
conquistar su confianza. Su espíritu ha estado siempre templado contra las
insinuaciones de los discípulos de Maquiavelo, eternos, y vergonzosos y
traficantes en la política de nuestra Patria.
Así como es verdad que escogió para que le acompañasen
en la guerra a sus amigos más abnegados, también es cierto que al llegar al
Poder no ha desperdiciado la oportunidad de protegerlos, llamándolos a
colaborar en su Gobierno en puestos de mayor consideración.
Él ha sido siempre el primero en realzar las cualidades
militares de sus subalternos. Al hombre valiente, al hombre de carácter, a
aquél que supo interpretar fielmente sus órdenes, le dio lo que le correspondía
en los triunfos, y, como su memoria es prodigiosa, suele recordar con gran
entusiasmo insignificantes detalles de sus campañas y expresarse con tal motivo
de sus antiguos subalternos y amigos, en los más elevados conceptos.
ABNEGACIÓN
El Benemérito General Juan Vicente
Gómez, Presidente de la República de Venezuela, encabezando la parada militar
de 1934 en Maracay. A su lado, el General Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y Marina.
Aunque acostumbrado a mandar ejércitos y obtener
triunfos sobre los militares más viejos y veteranos de la República, no ha
sufrido sin embargo el mareo de la gloria.
Guarda a sus subalternos la mayor consideración; los
quiere y los protege siempre con cariño paternal.
Su energía no se manifiesta en actos despóticos,
insultantes y deprimentes para el oficial. Se hace obedecer con la gran
corriente de insinuación de su palabra, sencilla, cariñosa e ingenua, y por el
respeto y admiración que despiertan sus procedimientos.
Como detesta “la disciplina martillo”, espera que sus
órdenes sean cumplidas como un deber del militar. No le amenaza sino que le
estimula.
En una ocasión dice a un subalterno: “Mando a usted en
esa comisión, porque usted hace bien las cosas y no tiene miedo”. Esta frase
dicha en medio de su Estado Mayor, es el más grande estímulo que puede existir
para la dignidad de un hombre.
Conociendo que la fuerza que da el terror no puede ser
útil ni constante, porque termina en el momento más preciso y más
indispensable, él se impone por el cariño, que es fuerza que crece en toda
situación difícil, y con lo que ha logrado que sus oficiales vayan a todas
partes con verdadero espíritu de sacrificio.
Su espada, signo de autoridad y de mando, jamás ha
sido manchada con la sangre del vencido, ni le ha servido en ninguna
circunstancia de instrumento de terror para hacerse respetar, ni para hacerse
obedecer.
No ha usado de castigos infamantes contra los menos
valientes. Sus abnegados procedimientos le bastan para levantar la moral de su
tropa y conducirla a la victoria.
CONSIDERACIONES
GENERALES
Espíritu de
ofensiva. Concentración de fuerzas. Economía de fuerzas.
El espíritu de ofensiva prevalece en la ejecución de
sus planes de campaña. Todas sus medidas son dictadas para llevar, el mayor
número de tropas al teatro de operaciones del enemigo, cortarle sus comunicaciones,
privándole de esta manera que reciba recursos que puedan llegarle de su base.
Así lo vemos reconcentrar las unidades de su ejército
y marchar resueltamente hacia el enemigo, en sus campañas de Barlovento,
Barquisimeto, Coro y Ciudad Bolívar, y establecer la Escuadra en recorrer
activamente todo el litoral marítimo por donde el adversario pudiese recibir
recursos en víveres, vestuarios, armas y municiones.
El espíritu de ofensiva también guía sus decisiones en
el campo táctico. Aconseja y aplaude la mejor manera de aprovechar los
accidentes del lugar para ocultar en lo posible, la marcha de aproximación de
las unidades, utilización de toda clase de sitios abrigados artificiales y de
los innumerables puntos de apoyo naturales que nos brinda ampliamente la
naturaleza de nuestras regiones; pero los acepta para preparar el avance, tomar
aliento y reponer las fuerzas morales, perdidas.
Es enemigo irreconciliable de las defensas pasivas. Si
durante el combate se apercibe que algún Comandante de tropas, se detiene más
del tiempo indispensable, se informa detenidamente de las causas que lo han
obligado a buscar abrigo, vence las dificultades y lo hace seguir adelante con
mayor energía.
Él tiene como suyo aquel principio que dice: “Hacer la
guerra equivale a atacar”. Por tal motivo es de notar que aun en las ocasiones
en que ha tenido que combatir con fuerzas menores a un enemigo mayor en número,
él ha sabido buscar el equilibrio, levantando la moral de sus tropas,
adelantándose a los movimientos del enemigo y batiéndolo donde ha convenido al
curso de las operaciones.
Muy ricas en enseñanzas están todas sus campañas; mas
sólo me detengo a considerar parte de la llevada a cabo en Occidente.
La llegada del General Gómez a Tucacas fue una
verdadera sorpresa estratégica para el Jefe de la Revolución. Contaba que el
General Gómez tuviese bastante con la persecución de Rolando, para que pudiese
abrir tan rápidamente la campaña de Occidente.
Terminado el desembarque del ejército en Tucacas, el
General Gómez hace avanzar algunas tropas sobre Palma Sola, las cuales llegaron
más luego hasta Yumare, donde tomaron contacto con las fuerzas enemigas. Aunque
estas tropas combatieron fuertemente, no fue el propósito del General que
entrasen a fondo, sino que fijasen al enemigo. El combate en Yumare ha hecho
creer a muchos que el General Gómez conservó hasta última hora el propósito de
seguir a toda costa por la línea; pero si en realidad vemos algún retardo del
ejército en Palma Sola, es porque la falta de medios de transporte le obliga a
llevar muy lentamente el cuantioso parque hasta San Felipe.
Antes de seguir adelante, será conveniente hablar algo
sobre esos inconvenientes, obstáculos naturales del terreno, y que pueden
llegar a ser insuperables si las tropas enemigas se aprovechan inteligentemente
de ellos para hacer una defensa activa.
La vía férrea atraviesa una extensa región cubierta de
espesa vegetación. A una y otra orilla se van sucediendo terrenos elevados y
generalmente cortados en su base; donde los terrenos son bajos, están casi
siempre anegados y cubiertos de pantanos, y por consiguiente muy difíciles de
cruzar. A medida que se avanza hacia Barquisimeto, o sea de San José en
adelante, ya no es posible obtener veredas siquiera para evitar un pasaje
obligado.
Todas las ventajas están de parte del defensor, porque
muy pocas fuerzas pueden defender el frente tan reducido siempre. Pudiera
decirse que la mayor parte de la línea es un prolongado desfiladero.
El atacante no puede desplegar todas sus tropas,
porque el terreno se lo impide, y nada hace con tener superioridad de fuerzas
cuando no puede hacer uso de esa ventaja. Si se emplea un número mayor de
tropas que el necesario para cubrir ese frente, la densidad de las líneas de
tiradores que se sucedan, impedirá que actúen con libertad. En tal caso se
producirán amontonamientos, y como de hecho, a mayor blanco mayor número de
proyectiles que recibe, y por consiguiente mayor número de bajas.
Se podría pensar, que la densidad de la línea de
tiradores del defensor tendrá que ser proporcional a la del atacante; mas,
aunque así pudiese ser, mientras que aquel está oculto y abrigado, éste está
obligado a presentarse y a avanzar a descubierto, lo cual le hará sufrir
mayores bajas.
En los días que pasa en Palma Sola, no deja de seguir
contrariando los propósitos del General Castro. A un telegrama que éste pone al
General Pedro Linares que dice: “Reconcentre usted fuerzas e inmediatamente
póngase en marcha a incorporarse al General Gómez”; el General Gómez envía
entonces al mismo General Linares, quien está en San Felipe, la orden de que
“permaneciese con sus fuerzas en la plaza de San Felipe, persiguiendo las
guerrillas enemigas, y tratando de comunicarse con el Doctor González Pacheco”.
El 9 de mayo llega el General Gómez a San Felipe, y
enseguida da órdenes al General Pedro Linares para que con sus fuerzas salga
por la vía Cerro Cocorote sobre Pueblo Nuevo. Esa misión encerraba una maniobra
estratégica que debía producir tres resultados: 1. Cortar las fuerzas
revolucionarias que se encontraban entre Yumare y El Hacha. 2. Proteger el
flanco derecho del ejército en su marcha hacia Urachiche. 3. Desorientar al
enemigo sobre los verdaderos designios del General Gómez.
Lo primero no tuvo efecto, porque cuando las primeras
tropas del General Linares llegaron a El Hacha, el General Manuel Antonio Matos
salió en fuga para el Estado Falcón, por vías desiertas y montañosas, el
General Peñalosa abandonó sus tropas y huyó hacia Barquisimeto, dejando dicho a
aquéllas que buscasen como les fuese posible la misma vía.
Véase cuál fue la importancia de esta maniobra, que
sin disparar un solo tiro, causó la separación del Jefe de la Revolución y su
Jefe de Estado Mayor, teniendo que agregar a esto el número de tropas que se
dispersaron en la montaña.
Lo segundo quedó de hecho también cumplido con lo
anterior. Ya no quedaban tropas que pudiesen molestar la marcha del ejército
hasta Barquisimeto.
La misma operación que sorprendió en grado sumo a los
Jefes Revolucionarios y origen de su vergonzosa fuga, les daba convencimiento
de que el General Gómez seguía marcha por la línea. Así se cumplió el tercer
punto de la misión.
Con notable habilidad el General Gómez fue ocultando
sus intenciones, y aún le creían reconcentrándose en Pueblo Nuevo, cuando se
les presentó amenazante en los alrededores de Barquisimeto después de seguir el
itinerario de marcha más adecuado a las circunstancias, y al fin que se
proponía obtener, y que sus tropas tuviesen las mejores comodidades, más
seguridad y las menores pérdidas posibles.
El principio de concentración de fuerzas fue cumplido
en esta campaña. Oportunamente llama al Doctor González Pacheco para que con la
unidad de su mando se una al ejército. Esta unión se efectuó un día antes de la
batalla, y así el General Gómez pudo contar con el mayor número de fuerzas
posibles con que dio el importante triunfo en Barquisimeto.
Durante las marchas hacia el enemigo, no permitió que
se hiciesen rodeos inútiles; ni retardos que no fuesen por causa muy
justificada. Se interesa sobremanera del tiempo y del espacio, y trata de
ponerlos siempre a su favor.
El enlace entre las unidades destacadas y el cuerpo
principal lo hace sostener a todo trance. El telegrama que de Palma Sola puso
al General Linares, indicándole que procurase comunicarse con el Doctor
González Pacheco así lo comprueba.
Su acción en el combate se hace sentir desde el
principio hasta la decisión final. Va empeñando las unidades de un modo
metódico y juicioso. No acumula tropas excesivas en un sector para que falten
en otro. Los refuerzos van llegando a todas partes según las circunstancias.
Para estar más seguro del desarrollo de los sucesos, y
ya que no le es posible verlo todo; manda oficiales de su Estado Mayor a todos
los puntos de la línea de fuego, para que le confirmen las informaciones que
recibe de los comandantes de tropas, o aquellas que se hayan escapado a su
vista. Esta medida es del todo conveniente, pues sirve para contrarrestar el
falso criterio que puedan tener los comandantes de unidades sobre la situación.
Así también pone al Jefe a cubierto de las peticiones de refuerzos que algunos
oficiales exageran por confusión o por el prurito de ponerse a cubierto de
amenazas imaginarias.
Para reforzar un punto es fácil que el Jefe tome
elementos de su reserva; pero si el Jefe carece de ellas porque han sido
dispersadas y el combate toma mal giro en alguno de los sectores, entonces se
encontrarán las serias dificultades de sacar de un punto para llevar a otro, y
esto aún en el caso de que el tiempo sea favorable.
Existen Generales que por carecer de suficiente
energía, desde el comienzo de la acción dejan escapar de su mano las tropas y
elementos de reserva. Otros en cambio se hacen tan económicos, que dejan
aniquilar tranquilamente una unidad pequeña en un encuentro desigual con una
superior, y lo que da razón para pensar, que éste trata de cuidar más de su
persona que del buen resultado del combate.
El General Gómez ha desechado estos dos extremos. En
El Guapo empeña hasta el último soldado de reserva y él mismo se lanza a la
primera línea de fuego. En cambio en Barquisimeto, rechaza las peticiones de
refuerzos que le hacen insistentemente varios Comandantes de Unidades, por
tener plena conciencia de que ya no les eran de necesidad imperiosa. A todos
dice: “No tenemos necesidad de cansar otras tropas; con las que hay
combatiendo, bastan y sobran”. “Mañana entraremos a Barquisimeto”. Esto sucedía
el 22 de mayo, y el 23 ocupó el General Gómez la ciudad.
FINAL
El Ministro de Guerra y Marina,
General Eleazar López Contreras condecora con la Medalla de Honor
"Francisco de Miranda" en su Primera Clase al Presidente de la
República de Venezuela, Benemérito General Juan Vicente Gómez en 1934, por
haber cumplido 30 años consecutivos en Servicio Militar Activo.
Algunos años después de sus campañas, el General Gómez
quiere completar sus glorias militares, y entonces empieza la reorganización
del Ejército.
Tiene el convencimiento de que el arte de la guerra
está también, sometido a la eterna ley de la evolución, y que si los elementos
materiales progresan, los que pretenden manejarlos tienen que ponerse en
capacidad de hacerlo.
Así vemos que a la vez que dota ese Ejército de esos
elementos, crea a la vez una Escuela Militar, para formar oficiales; escoge
algunos para que vayan al exterior a recoger enseñanzas, y pone en manos de sus
viejos oficiales Reglamentos de toda especie para que estudien y se pongan en
capacidad de apreciar bueno y lo malo que se hizo en nuestras guerras.
El General Gómez ha terminado el período de nuestras
guerras internas, y por lo tanto el estudio de la guerra en la guerra misma;
pero hombre previsivo siempre, nos presenta los medios para que estudiemos la
guerra, es decir, nos pongamos en las condiciones de ir a ella, siguiendo
métodos y sistemas adoptados por las principales Naciones del Orbe, en sus
largos períodos de paz.
Estudiemos para que puedan quedar cumplidos los
propósitos de nuestro Comandante en Jefe al emprender la reorganización del
Ejército, y esperemos confiados en nuestro porvenir y en el progreso de la Patria,
que reposa en su brazo fuerte y en su alma noble y grande.
ELEAZAR LÓPEZ
CONTRERAS.
General de Brigada.
(Este trabajo se
publicó en Maracay, el 5 de julio de 1917. Extraído del libro: “Revista del
Ejército, Marina y Aeronáutica”. Número Extraordinario. Año III. Tomo V. N° 32.
Caracas. 1933).