El General Juan Vicente Gómez,
Jefe de la Orden del Libertador, al izar la bandera en la casa donde nació
Bolívar.
Se dice que en 1827, El Libertador Simón Bolívar pisó por última vez su antigua
casa caraqueña. Guzmán Blanco compró el inmueble en 1876 y hasta 1912 su uso fue
únicamente para fines comerciales. En el último año mencionado, el Presidente de la República, Benemérito General Juan Vicente Gómez, adquirió para la Nación la casa a instancias de una
Comisión Ciudadana formada para su rescate, de acuerdo a un Decreto del 19 de
marzo de 1910 que insta para que sea transformada en Museo Boliviano.
Los trabajos de intervención de la Casa Natal de Simón Bolívar se
iniciaron en 1916 y se inauguró, el 5 de julio de 1921. El objetivo de esta
intervención fue convertirla en un monumento a Bolívar por lo que sus espacios
y acabados se adecuaron con materiales de lujo y abundante ornamentación.
Los trabajos fueron delegados al ingeniero e historiador Vicente Lecuna,
con asesoría de los arquitectos Alejandro Chataing y Antonio Malaussena, el
historiador Manuel Landaeta Rosales y el anticuario Christian Witzke.
LA CASA DEL LIBERTADOR
El Presidente de la República,
General Juan Vicente Gómez, acompañado del séquito oficial, al ir a tomar posesión
de la Casa del Libertador, 28 de octubre de 1912.
El día 28 de octubre de 1912, se efectuó la entrega solemne de la casa donde nació Bolívar al
señor General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República, en su carácter de
Jefe de Consejo de la Orden del Busto del Libertador. Fue una fiesta patriótica
que revistió caracteres de honda simpatía y cuyos pormenores conocerán nuestros
lectores por haber sido minuciosamente narrados en la prensa cotidiana de
Caracas. Especialmente la disposición gubernativa superior que asociaba a este
acto las escuelas primarias caraqueñas, no podía ser más oportuna y
conveniente. Los niños de las escuelas formados en hileras desde el Capitolio
hasta el propio solar nativo del Creador de la nacionalidad, eran vivo y claro
símbolo de la unión permanente y profunda que existe entre las generaciones
futuras y las pasadas, símbolo que parecía como si promulgara para los adultos
de hoy un alto consejo de humildad y de patriotismo: como si nos dijera que
sólo somos algo contingente y efímero, algo como puente provisional que los
destinos superiores echan entre la gloria de los días que pasaron y los días
venideros que debemos desear, y sobre todo tratar de hacer, con todas las
fuerzas de corazón y espíritu igualmente gloriosos.
Inculcar en el tierno corazón de los párvulos que ahora apenas
principian a hojear los libros que cuentan hazañas pretéritas, respeto y amor
veneración por quienes realizaron aquellas proezas; poner al alcance de sus
inteligencias embrionarias lo que es la Patria ofreciéndoles a la vista como
palpable condensación de ella, la Casa de la Patria, la casa en que vio la luz
del día el hombre que supo crearla a costa de rudas fatigas y de sacrificios y
amarguras sin cuento, es, a la verdad, moldear en la dócil arcilla infantil al
venezolano de mañana, capaz de comprender su deber de patriota y de cumplirlo
con entereza de ánimo. Por eso fue afortunado el pensamiento de asociar
especialmente este homenaje, rendido a la memoria del Héroe epónimo, la falange
escolar caraqueña. La Escuela concentrada "Simón Bolívar", entonó el
Himno Nacional al comienzo de la fiesta en el recinto del edificio; y el señor
César Zumeta, a quien doblemente competía este papel, como Ministro de
Relaciones Interiores, Canciller de la Orden del Libertador, y como Presidente
de la Junta Patriótica de Caracas, hizo en breves y elocuentes palabras formal
entrega del glorioso inmueble al señor Presidente de la República, General Juan Vicente Gómez.
Oficialmente se ha ordenado luego que se procedan a ejecutar los
trabajos precisos para volver en lo posible esta casa al estado en que se
encontraba para 1783, año del nacimiento de Simón Bolívar. Sábese por cuántas
transformaciones ha pasado la mansión, que fue medio derruida por el terremoto
de 1812, y a la cual posteriormente se le vinieron haciendo las reformas que
requerían los sucesivos usos a que se la iba destinando, de tal manera que en
su actual estado apenas ofrece parecimiento remoto con lo que era para los días
coloniales. Sin embargo, se poseen datos seguros acerca de algunas de sus
particularidades y de su disposición interna; y no cabe duda de que los
encargados de efectuar la reconstrucción histórica, inquirirán cuantos datos puedan
haberse sobre el particular, a fin de que en la Casa de la Patria podamos
venerar el auténtico recinto en que vino al mundo el Padre y Libertador de
Venezuela.
En nuestra pasada edición hicimos un sucinto resumen historial de cómo
nació la idea de adquirir para la Nación, por suscripción pública, esta casa, y
al través de cuántas y cuáles vecisitudes había pasado, antes de poder
realizarse. Cúmplenos ahora consignar que buena parte del honor de este triunfo
corresponde al señor César Zumeta, actual Ministro de Relaciones Interiores, el
cual en su carácter de Presidente de la Junta Patriótica de Caracas, gestionó
con laudable ahínco, que obtuvo el inmediato premio del buen éxito, la
suscripción entre varios particulares y empresas industriales de la suma
necesaria para cubrir el total del costo del inmueble.
(Publicado en la Revista
"El Cojo Ilustrado". Año 1912 ).
ANTECEDENTES
Desde los días del gobierno del General Cipriano Castro, a comienzos del siglo, en el
sentir colectivo y en varios Congresos empezó a agitarse la idea de adquirir
por suscripción popular, la casa donde nació el Libertador, a objeto de
constituirla en bien nacional.
Con la mira de alentar aquel noble anhelo y darle practicabilidad, en
1908 formóse en Caracas una Junta, encargada de recolectar dineros para cubrir
el costo de la casa.
La Junta, integrada por Manuel Díaz Rodríguez, Santiago Key Ayala,
Esteban Gil Borges, Vicente Lecuna, Pedro Emilio Coll, César Zumeta y otras
personas distinguidas de la ciudad, desempeñó con afortunado éxito el honroso
cometido; mas no fue sino en octubre de 1912 cuando se formalizó la consabida
compra a los herederos de Guzmán Blanco. El traspaso oficial del inmueble a la
Nación efectuóse el 28 del propio mes, en la persona del Presidente de la República,
Benemérito General Juan Vicente Gómez, en su carácter de jefe del Consejo de la
Orden del Busto del Libertador.
En el Mensaje Presidencial correspondiente al 19 de abril de 1910, con motivo del Centenario de la Proclamación de la Independencia de Venezuela, el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional de Venezuela expresó:
"Me complazco en anunciaros que el Ejército y la Armada, respondiendo a una patriótica iniciativa particular, contribuyeron de la manera más espontánea y en la forma modesta que estaba indicada, a la suscripción abierta para la compra de la Casa donde nació el Libertador; y séame permitido además, ciudadanos Legisladores, congratularme con vosotros porque no se ha hecho, ni por el Ejército, ni por la Armada, un solo disparo en la República por causas de guerra.
Como lo veréis en el Decreto dictado para la conmemoración del Centenario, será ejecutada la Refacción y conservación de la casa en donde nació el Libertador".
JUAN VICENTE GÓMEZ.
Caracas, 19 de abril de 1910.
La Casa Natal del Libertador Simón Bolívar, desde tiempos del Presidente Antonio Guzmán Blanco, fue destinada para distintas actividades del comercio, así como depósito de relojes y joyería. El Presidente Juan Vicente Gómez, la rescató y restauró para la Nación, dignificando su gloriosa e histórica significación para los venezolanos.
En la crónica de estos sucesos ha pasado en silencio el nombre del doctor
José Abdón Vivas, jurista, escritor y político tachirense, uno, por cierto, de
los animadores de la referida iniciativa de rescatar la casa. Así lo muestra él mismo en algunas de
sus cartas conservadas en el Archivo Histórico de Miraflores, entre las cuales destacamos la siguiente dirigida al Presidente Gómez, ante quien recomendaba el patriótico
proyecto:
Caracas, Villa Luisa: 29 de mayo de 1911.
Señor General Juan Vicente Gómez &., &.,
&.
Miraflores.
Estimado General Gómez:
El asunto patriótico que le
anuncié tratar es el siguiente: es bochornoso para el patriotismo que la casa
donde nació Bolívar, el hombre más grande de la América, sea un establecimiento
de comercio.
La compra de ese edificio unirá
el nombre de Ud. para siempre, al de ese visionario sublime, nuevo
Cristo que redimió con el genio y la vida, a cinco repúblicas. Esa gloria no se
la podrán arrebatar a Ud. ni las vicisitudes de la política, ni los odios
insanos, ni la ingratitud: ella descansará sobre un hecho consumado del dominio
público y será indestructible. Más aún: hay un hombre que, con su inteligencia
y previsión, supo conquistarse en Venezuela una fama merecida; a él le deben
los hijos del pueblo el nivel a que los ha colocado su ilustración con más de
un envanecido aristócrata: ese hombre es Guzmán. Y sin embargo, el ilustre
caraqueño celebró el Centenario del Libertador y dejó pasar una ocasión
gloriosa, arrancando al cálculo frío del mercader el recinto que debiera
convidar al recogimiento y a la devoción.
¡Qué gloria para Ud. y qué satisfacción
para los andinos, que un humilde zapador del trabajo, allá en nuestros riscos
tachirenses, hiciera lo que se le fue por alto a aquel eminente ciudadano! Hay
hombres a quienes el destino señala cumbres luminosas y reivindicaciones, más que
justicieras, de alta resonancia. Las cumbres las ha escalado ya Ud. Ojalá la más
ruidosa de las reivindicaciones una en crisol del inmortalidad, su nombre al de
aquel hombre extraordinario. Si no le fuere posible, quede a mi, por lo menos,
la satisfacción de haberlo deseado.
Esta idea me la sugirió el
borrador de un decreto del Congreso en el cual se disponía la venta de unos
bienes de Castro, y se destinaba su producto para obras públicas. ¡Qué bofetada
para las concupiscencias de esa alma tenebrosa!
Ud. sabrá que se hizo una recolección
de miles de pesos para tal objeto. De esa suma debe rendir cuenta alguien, y lo
que falta será muy poco. Lo demás lo podría dar el Gobierno o lo podría donar
Ud. Lo principal es
el efecto.
Me he extendido demasiado:
perdone el abuso en favor del sentimiento que lo inspira.
Su amigo afmo.,
J. Abdón Vivas.
El
costo de las reparaciones de la Casa Natal del Libertador que comprendía el
decorado interior, la recolección de muebles y objetos antiguos auténticos, los
bellos detalles de la talla de las maderas, etc., ascendió a una suma mucho
mayor. Los fuertes gastos causados por estos trabajos fueron hechos en su
totalidad por el gobierno del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente
de Venezuela, quien siempre tuvo gran interés en llevar a cabo su reconstrucción.
RESTITUCIÓN DE LA CASA NATAL DEL LIBERTADOR
Estados Unidos de Venezuela. –Ministerio de Obras Públicas. –Dirección de Edificios y Ornato de Poblaciones. –Caracas: 24 de julio de 1913. -104º y 55º.
Resuelto:
Por disposición del General Juan Vicente Gómez,
Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, y en cumplimiento de lo
prescrito por el artículo 6º del Decreto Ejecutivo de 19 de marzo de 1910, que
ordena la restitución, con la fidelidad posible, de la Casa donde nació Simón
Bolívar, en esta ciudad de Caracas, a la forma que tenía en 1783, procédase a
la ejecución de los trabajos consiguientes de conformidad con los estudios que
al efecto tiene hechos este Ministerio.
Los expresados trabajos correrán bajo la
administración directa de este Despacho, y los pagos se harán de conformidad
con sus necesidades; reservándose la dirección e inspección de la parte
artística de la obra a una Junta compuesta de los ciudadanos Doctor José Gil
Fortoul, Felipe Francia, Juan Vicente Madriz y general Manuel Landaeta Rosales.
Comuníquese y publíquese.
Por el Ejecutivo Federal,
D. A. Coronil.
EL PÓRTICO DE LA CASA NATAL DEL LIBERTADOR
Pórtico de la Casa Natal del
Libertador Simón Bolívar.
Desde ayer
luce en la testera de la Casa Natal del Libertador una magnífica sobrepuerta,
un bloque de mármol de canteras venezolanas, convertido por magia de cinceles y
buriles en una obra de arte. Es este uno de los atributos con que, en una obra
de reconstrucción exacta y laboriosa, la gratitud nacional, en un tiempo un
tanto olvidadiza, exorna el viejo caserón en que vino al mundo el genio de
América.
La
sobrepuerta es de gusto sobrio, señorial. Limítase a presentar en el centro el
escudo de los Bolívar, rematado por casco y cimera y de sus contornos se
desprenden a un lado y al otro, ornamentos de heráldica en los que la dura
piedra, por gracia al arte, se transforma en sutil encajería, con curvas suaves
y relieves armoniosos, entre los cuales surgen ramas de laurel. El escudo así
orlado es el que resume las diversas casas nobiliarias que, por estronque,
llegaron a producir el maravilloso ejemplar de raza que fue el caudillo de la
Libertad suramericana.
Debajo de
este atributo, y colocada con antelación sobre el dintel, se ve la vieja piedra
de molino, blasón original de la familia, al cual el escultor agregó un símbolo
preciso: de las grietas de la vieja piedra emerge una rama de laurel, que es el
vástago ilustre surgido en el añejo solarón, el Genio poderoso medrando en la
aridez.
Esta
magnífica sobrepuerta fue tallada bajo la dirección del hábil e inteligente
escultor don Ángel Cabré y Magriña, quien ha recibido por su meritoria labor
artística, múltiples parabienes a los cuales unimos los nuestros.
(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 12 de enero de 1918).
EN LA CASA DEL LIBERTADOR
En la tarde de ayer, se reunió en la Casa del Libertador, que ha sido
reconstruida, como se sabe, por noble iniciativa del General Juan Vicente Gómez, un reducido pero selecto grupo de damas y de caballeros recibidos y obsequiados
de la manera más galante por el señor doctor Vicente Lecuna, bajo cuya experta
dirección se realiza la obra, y por su distinguida señora esposa, con el objeto
de ver los trabajos de reconstrucción de la Casa, que están al concluirse, y de
admirar los soberbios cuadros del pintor Tito Salas, que se encuentran en los
salones de la histórica mansión.
Entre los concurrentes se encontraban el poeta español Francisco
Villaespesa y su señora, quienes, a excitación de los circunstantes, recitaron
algunas de las más bellas composiciones del poeta.
Fue aquella una fiesta sencilla, pero llena de emociones, de arte y de
belleza, y en todos los concurrentes hubo un sentimiento de veneración para el Padre
de la Patria y de gratitud para el General Juan Vicente Gómez que tan
noblemente ha sabido salvar de la incuria esa mansión veneranda para todos los
pueblos libres de la tierra.
(Publicado en el Periódico
"El Nuevo Diario", el 24 de abril de 1920).
EXTRACTOS DE LOS MENSAJES PRESIDENCIALES DE 1921 Y 1922
"Entre las demás obras
públicas últimamente concluidas, o en vía de ejecución, por cuenta de este
Departamento del Ejecutivo, cúmpleme mencionar la Casa Natal del Libertador,
cuya magnífica restauración ha sido terminada en el último año".
V. MÁRQUEZ
BUSTILLOS.
Caracas, 29 de
abril de 1921.
"Asimismo, y por iniciativa del Jefe de la Rehabilitación, Benemérito General Juan Vicente Gómez quien
abriga un verdadero culto por las glorias de la Patria, como parte integrante
de las festividades del precitado Centenario. Este ha sido momento propicio
para demostrar el espíritu de progreso que en todos los ramos del servicio
público anima al Gobierno de la Rehabilitación, como se ha puesto una vez más
en evidencia con la inauguración de la Casa Natal del Libertador, santuario el
más preciado de los recuerdos del patriotismo venezolano.
En la Casa Natal del Libertador han sido instalados los objetos y
colecciones históricas adscritos al Museo Boliviano, y este Instituto ha
recibido valiosos autógrafos enviados por el Benemérito General Juan Vicente
Gómez".
Caracas, 29 de abril de 1922.
CARTA DEL PINTOR TITO SALAS AL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA EN 1922.
Caracas, 13 de Julio de 1922
Señor General
JUAN VICENTE GÓMEZ
Presidente Constitucional de la República.
&.&.&.
Presente.
Respetado General y amigo:
Manifestar a usted mi agradecimiento por su protección y amabilidad
hacia mí ha sido mi constante deseo.
Yá he terminado la decoración general del Salón de recibo de la Casa del Libertador y tengo
muy adelantados los demás cuadros.
Con el mayor respeto me suscribo.
Su seguro servidor y amigo,
Tito Salas.
Casa
Natal del Libertador Simón Bolívar, Caracas, Venezuela.
Ahora que la Corte de las Españas se dispone a inaugurar la estatua al
Libertador de pueblos, Simón Bolívar, juzgamos de interés dar a conocer, por la
maravillosa pluma del capitán C. A. Willoughby, la casa donde vivió en Caracas,
declarada monumento nacional por el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente
de la República de Venezuela, a lo que ha contribuido con esplendidez regia
para que no padeciera la fidelidad histórica y artística de la época colonial.
La casa de Bolívar es en la actualidad una mansión del Arte, avalorada
por los cuadros descriptivos que ha pintado con gran acierto, dándoles la
fuerza y vigor de la escuela realista, un venezolano ilustre dentro del arte,
Tito Salas, de quien el capitán C. A. Willoughby hace un juicio crítico
imparcial:
“El 9 de diciembre de 1924, tuvo lugar una imponente reunión de estadistas
militares y ciudadanos de las grandes Repúblicas de Sudamérica para celebrar el
centenario de la batalla de Ayacucho, la victoria decisiva de una larga lucha
por la Independencia.
En aquel día, las heroicas figuras de la época, Miranda, San Martín,
Sucre y el gran Bolívar, estuvieron presentes de manera conspicua en la memoria
de los hombres. Y a medida que los tiempos pasan, estas magníficas figuras van
aumentando en grandeza. En una época y en un mundo de progreso material y de
perfeccionamiento técnico, estos mártires de ideales adquieren significación
especial. Su altruismo y constantes sacrificios en aras de purísimos ideales
morales los han colocado en sus pedestales de inmortalidad, mientras que el
valor moral de su ejemplo, los móviles de sus magníficos esfuerzos y triunfos
han obtenido universal reconocimiento.
Una generación agradecida se ha combinado para perpetuar su memoria en mármoles
y en bronces. Gobiernos inteligentes han cumplido con el noble deber creando
museos o conservando edificios y reliquias relacionadas con la vida de aquellos
grandes hombres. Los norteamericanos tienen su Mount Vernon, las Repúblicas del
Sur ven con verdadera reverencia la antigua mansión colonial de Venezuela, el
solar ancestral de Simón Bolívar.
La mágica influencia de la gloria de Bolívar prestaría importancia a
cualquier lugar en que hubiese vivido y actuado; pero esta casa es más que una
reliquia histórica: se ha convertido en la encarnación del espíritu de la
antigua colonia hispana.
El plan original sólo trata de restaurar la cuna de Bolívar, con la
reconstrucción histórica y un Museo en que reposarán las reliquias personales
del héroe, una casa que fuese tesoro de piadosos recuerdos.
El resultado final actual ha ido, sin embargo, más allá; ha traspasado
las modestas y originales intenciones de un Gobierno espléndido, la paciente
rebusca de los historiadores y el genio de un hábil artista se han combinado
para crear una admirable obra de arte cuyo mérito se divide igual entre el
valor de la asociación histórica y la gran belleza estética.
Caracas, la cuna de Bolívar, posee una mezcla de lo moderno y del noble encanto
del periodo colonial. El estrépito de sus tranvías eléctricos rompe el silencio
de sus verdes y dormidos parques; grandes casas de estilo colonial, de grandes puertas
de caoba recargadas de gruesos clavos de cobre. Los arabescos de sus rejas de
hierro a través de los cuales se une el verde y el oro de los jardines de sus
patios interiores, que parecen adormecerse en la inacción del calor estival.
Las elegantes columnas de las viejas iglesias, la suave y fresca
penumbra de la catedral, atravesada por los irisados rayos del sol que se
filtran por los ventanales de cristales y se reflejan en el brillante brocado
rojo del solio cardenalicio. El murmurio de los cánticos sacerdotales, el
arrullo de los abanicos semejantes a otras tantas mariposas, el lindo perfil de
las criollas sobre los tenues encajes de sus mantillas. Todavía perdura y llena
el aire el romántico ambiente de las: colonias españolas, como un leve perfume.
Y éste, como eco de un delicioso pasado, se ha. logrado fijar para siempre en
los muros de la casa de Simón Bolívar.
La casa está situada en la calle Sur, 1, de San Jacinto a Traposos, número
22, en la misma parroquia de Catedral.
Su plano, sus adornos y su arreglo interior son típicos de las lujosas
mansiones coloniales de la segunda mitad del siglo XVII.
Las hojas de las ventanas, de caoba, elegantemente talladas; vigas y
viguetas de las miles finas maderas, encerradas o pulidas; muebles de pesada
caoba con deliciosas incrustaciones, lechos de cuatro pilares lujosamente
tallados, un elegante comedor, son recuerdos elocuentes de aquel clásico
periodo.
Las antiguas maderas fueron cuidadosamente reparadas y limpiadas, y
remendadas donde fue necesario. Todos los muebles son verdaderamente
auténticos, si no de la propiedad de la familia de los Bolívar, con seguridad de
la época.
La casa tiene espaciosos corredores, un bello patio en que se ve la gran
pila de piedra en que Bolívar fue bautizado, y el viejo corral, y, tal vez el más
atractivo, el pequeño jardín de verde y oro que se alcanza a ver a través de un
perfecto arco de puro estilo español.
Casa Natal del Libertador Simón
Bolívar en Caracas, Venezuela. El corredor de entrada.
Los Bolívar eran ricos hacendados de la aristocracia de su patria. El
abuelo de Bolívar fue el teniente general D. Juan de Bolívar y Villegas; su
madre, Doña María de la Concepción Palacios y Blanco, la mejor sangre del país
y de muy distinguido linaje.
La familia Bolívar tenía el gusto de la buena vida y los medios para
proporcionársela. Construían bien su casa, notablemente sólida. Todavía hoy
llama, la atención por sus comodidades, en solidez y amplitud. Debe hacerse justicia
a su arquitecto por haber sobrevivido al terremoto del 21 de octubre de 1766,
al del 26 de marzo de 1812, de tan trágicas consecuencias para Bolívar y
Venezuela, y el más reciente del 29 de octubre de 1900.
La casa es auténtica. En un polvoriento volumen del siglo XVII la mano
temblorosa de un anciano sacerdote, el doctor Luis José Vargas, asentó la
partida de la fiel comunión de sus fieles: Folio 9 A . D. 1759 “San Jacinto a
Traposos, casa de D. Juan Vicente Bolívar, etc.”
Sigue luego la lista de los habitantes de la casa, los sirvientes, los
esclavos, y, en detalle, las partidas de bautismo y comunión de cada persona.
D. Juan Vicente Bolívar es el padre del gran Simón Bolívar.
La idea de adquirir esta casa para convertirla en un santuario nacional,
ha venido madurando desde el año 1876, en que el Presidente Guzmán Blanco
compró la propiedad “tan sólo como custodio, pues he coleccionado millares de
otras valiosas reliquias antes de obtener este verdadero tesoro, que ha
ofrendado al Museo Nacional" (Carta a los periodistas. Caracas, febrero de
1889).
Las revoluciones de los turbulentos años subsiguientes hicieron
abandonar todo proyecto de carácter civil. Sin embargo, al advenimiento del
gobierno del Benemérito General Juan Vicente Gómez, en 1908, la casa de Bolívar
volvió a ser el objeto de un movimiento patriótico encabezado por la “Sociedad
Patriótica", la cual, iniciando una suscripción popular, pudo, en
definitiva, adquirir la casa. Aunque la suma requerida era de consideración
(114.000 bolívares) el costo de las reparaciones, el decorado interior, la recolección
de muebles y objetos antiguos auténticos, los bellos detalles de la talla de
las maderas, etc., ascendió a una suma mucho mayor. Los fuertes gastos causados
por estos trabajos fueron hechos en su totalidad por el gobierno del Benemérito
General Juan Vicente Gómez, Presidente de Venezuela, quien siempre tuvo gran
interés en llevar a cabo la reconstrucción.
En medio de dificultades políticas, que debieron exigir toda su atención,
el General Gómez encontró, sin embargo, tiempo para fomentar este proyecto
puramente estético. El actual estado de belleza artística de la casa de Bolívar
se debe, principalmente, a su iniciativa, pues el hábil artista Tito Salas, que
actualmente esta ejecutando una serie de espléndidas decoraciones murales,
completó su educación artística en “Beaux Arts”, París (Francia) gracias a la
generosa ayuda del Presidente Juan Vicente Gómez.
La reconstrucción en su parte estética se basó en cuidadosos estudios
históricos y en la esmerada inspección de numerosas casas antiguas del mismo
periodo, para obtener la seguridad de ciertos detalles de construcción y diseño.
Esta labor fue ejecutada por una comisión compuesta de los hermanos Malaussena y
el arquitecto Alejandro Chataing.
La adquisición de la casa fue un gesto patriótico de gran mérito, pero
tan solo un gesto. La antigua mansión era solamente un caserón y la obra de
reconstrucción debía volverla a la vida y darle un alma.
El problema de la reconstrucción no se limitaba a la simple fidelidad
histórica, sino que exigía una armonía estética, y el decorado interior
demuestra ampliamente la fidelidad con que se ha resuelto el problema en ambos
factores. La siguiente cita de Depons (T. III, pág. 73) nos presenta mayor
testimonio, pues su descripción del interior de una casa colonial rica, pudo
haber sido trazada aquí, y su sala de 1750 es la sala tal como se ve hoy, resucitada
de una época de más colorido que la nuestra:
“Allí se veían lujosos espejos. Pesadas cortinas de damasco purpúreo
cubrían las ventanas y las puertas; sillas y sofás de caoba, con asientos de cuero o telas bordadas en oro o con dibujos en relieve; camas de cuatro
columnas, con incrustaciones de oro y de talla y cubiertas con cortinas de
seda, y fundas de almohadas bordadas a la mano. Generalmente había, sin
embargo, una solo cama dispuesta en esta forma lujosa: el lecho nupcial.
Mesas de patas doradas, gabinetes de tallas y ricas alfombras orientales
adornaban la sala principal, en la que se lucía lo mejor del mobiliario. El
sofá se encuentra, generalmente, a un extremo del amplio salón, con pesadas
poltronas a ambos lados, de frente a una alcoba en la cual se tiene la cama de
parada. Una curiosa costumbre era la de dejar abiertas las puertas de esta
alcoba en los días de grandes festividades".
La actual fachada se ha hecho de mármol. La entrada es
auténtica: una gran puerta de caoba, adornada de clavones de cobre, se abre tan
sólo por entero en ciertas; ocasiones, mientras que para las necesidades
diarias sirve un postigo cortado en ella.
Lo primero que se ve al entrar es el patio principal, a cuyo derredor
están agrupadas las principales habitaciones. Este patio está pavimentado de
piedras. En su centro se encuentra la gran fuente bautismal de granito, ya
mencionada, en que fue bautizado Bolívar. Los detalles de las ventanas de rejas
de hierro, con hojas de cedro tallado, son notables. Las columnas de mármol
gris son coloniales.
Casa Natal del Libertador Simón
Bolívar en Caracas, Venezuela. La sala.
A la derecha se encuentra “la galería principal”, una habitación angosta
y larga, que estuvo dividida en pequeños cuartos y que es hoy el Museo
Boliviano. Aquí se exhiben, en vitrinas, reliquias de Bolívar: su casaca de
montar y otras prendas de uso personal. También se ven allí una hermosa antigua,
cómoda con incrustaciones de oro, viejas sillas coloniales con asientos de
cuero y cuatro notables cuadros, por Tito Salas: "El encuentro de Bolívar
y Páez", "La expedición naval a Margarita", "La trágica huida
de Caracas en 1814" y "La batalla de Araure".
Y a la izquierda está la sala principal y la alcoba en que se halla la
cama de Bolívar. Este departamento era generalmente el más lujoso de todas las habitaciones
coloniales; allí se encuentran las preciosas cortinas de brocado y los mejores
muebles, tal como lo describe Depons. Los detalles del cielo raso son muy
interesantes, incluso las vigas, ricamente talladas, de cedro y caoba; las
bases, talladas y doradas, de los candelabros, del cristal en forma de soles;
las hojas de las ventanas son ricas en graciosos y variados calados; allí están
el conocido sofá y hermosos ejemplares de poltronas coloniales. Lo más
importante de esta vivienda son los cuadros murales, por Tito Salas, de los que
hablaré más adelante.
Hay en esta ala una serie de cuartos pequeños conteniendo interesantes
muebles de la época, cuadros al óleo en bellos marcos y lámparas de pared con
delgadas briceras y lágrimas de cristal. Los muros tienen sus zócalos decorados
con los coloridos dibujos de aquella época.
El comedor es interesante. La mesa, muy hermosa, de pesada caoba, con
patas talladas en forma de garras de león. A la derecha del comedor está el
Archivo Boliviano, compuesto de documentos auténticos empastados en cuero de
color habano claro. Uno de los más bellos detalles de la casa es un jardín
interior, al que se llega por un patio empedrado y que tiene una pequeña
fuente.
Desde el fresco y sombrío corredor se ve el sol brillar y trazar todos
los detalles de la delicada arcada sobre la plácida verdura del jardincillo.
La antigua linterna labrada a mano, vibra tenuemente en la brisa y la
fuente murmura incesante; un lugar de verdadero encanto. Parece que se oye el
crujido de los trajes de seda, el golpe de los tacones Luis XV y el suave reír
de las mujeres de otros días.
En la concepción de la casa de Bolívar en sí, como una unidad artística,
existe otro elemento de igual importancia que el arquitectónico y el histórico,
es decir, las pinturas murales del distinguido artista venezolano Tito Salas.
El decreto del Gobierno del 19 de marzo de 1910, declaraba brevemente lo
que en este sentido se requería: “Artículo 6° Adquirida por la nación, por
suscripción popular, la casa de Simón Bolívar, se restaurará con la mayor
fidelidad, tal como existía en el año de 1783. Se instalará el Museo Boliviano
en la venerable mansión, cuyos muros se dedicaran a frescos descriptivos de incidentes
de la vida del Padre de la Patria.”
Esta lacónica ordenanza administrativa dio lugar a una serie de
brillantes cuadros.
Casa Natal del Libertador Simón Bolívar en Caracas, Venezuela. El patio de los granados.
Tito Salas es joven, lo que implica entusiasmo por su arte y una gran frescura
en su dibujo. Algunos le han criticado su caprichosa habilidad. Esto es
absurdo. Salas no pinta a horas fijas. Sus detalles de inspiración no tienen la
regularidad de un motor de gasolina. Sin embargo, el número de sus cuadros y
las dimensiones heroicas de sus telas, demuestran su constante labor. Para
llenar un espacio de 13 por 24
pies se requiere trabajar.
Salas es esencialmente colorista. El ardiente sol tropical, el claro
azul del mar Caribe, brillan en sus obras. Tal vez sea esto natural en un hijo
de Venezuela.
Por lo general, el colorista suele descuidar algo el dibujo. En la
aplicación de las masas de colores, en busca del efecto, de la impresión, sufre
a veces el dibujo.
Esto no se puede aplicar a Salas; su sentido, de gran colorido, ya unido
a una gran precisión anatómica y a gran exactitud del dibujo, lo que es una
rara combinación. Tiene unos bellos estudios de desnudos, una fácil maestría de
las líneas en casi todos sus cuadros murales, en que las figuras son mayores
que el natural y, por lo tanto, son de difíciles proporciones.
Tengo presente el "Desembarco de Colón" y, muy especialmente,
la alegoría "Las Casas". Los robustos cuerpos de salvajes arrojados
contra los españoles armados de cascos y corazas de acero, que es composición
de extraordinario movimiento y acción.
Salas ataca una tela de 22 por 13 pies sin dibujo preliminar, sin estudio de
detalle y sin cuadricular.
Generalmente hace un rapidísimo diseño en su tela, empleando modelos para
cada figura de la composición. Esto es peligroso por varias razones: porque una
ejecución en detalle puede producir una obra errática y desorganizada. La obra
terminada de Salas es, sin embargo, excepcionalmente armónica y comporta el
motivo o la idea principal con la mayor disciplina.
En mi opinión, esto se debe a lo que yo llamo "calidad intelectual"
de la obra. Sus composiciones no solo tienen forma y color, sino que poseen elementos
puramente espirituales. En la simple copia de una acción histórica, como, por
ejemplo, "La emigración de Caracas en 1814", parece que todo lo que
se podría sacar de ella sería el recuerdo del hecho con exactitud histórica; una
turba de refugiados, lo recogido en rápida fuga, la desordenada columna de
soldados y civiles. Esto sería mera forma: la sombra del suceso, los simples
hechos materiales.
Esta huida fue, sin embargo, algo más; fue el fin trágico de las
esperanzas de una nación, la ruina total, la catástrofe final de todo un
pueblo.
Salas comprendió la idea fugaz; su colorido en forma sutilísima, responde
a la idea: tonos oscuros, sombríos, grises opacos, la sombra del crepúsculo;
aquí y allá una linterna que arroja su luz incierta sobre una fisonomía
atribulada; en la distancia, el mar, a través de los árboles, con fantástica
luz verdosa, como mirada de espíritus malignos.
No son los detalles de una precipitada huida: las postradas figuras de
los exhaustos, el doloroso rastro de objetos domésticos en inseguros carros, el
triste acompañamiento de la pavorosa fuga, lo que produce la impresión esencial
de desastre, sino la siniestra condición del tono sombrío de los colores, la
sutil influencia sobre el ánimo ejercido por ello, y, en fin, la interpretación
psicológica del asunto.
Esto es lo que yo titulo "calidad intelectual" en un cuadro. Es
la obra que casi llega a la alegoría; que representa el hecho material y, a la
vez, expresa los elementos espirituales.
"La emigración" está en la galería principal, en el Museo Boliviano
con otros tres cuadros: "La Batalla de Araure", "El encuentro de
Bolívar y Páez" y el abordaje de un buque en "La expedición naval a
Margarita", todos ellos incidentes de interés histórico.
"La batalla de Araure" es tal vez el mejor de los tres. Un
atrevido estudio de caballos encabritados en el acto de una carga de
caballería, pintada con verbo gálico.
"El combate naval" es una bella composición de agrupación
altamente dramática y de rico colorido.
Como ejemplo de unidad artística, de perfecta armonía de detalles
arquitectónicos, con mérito decorativo, la decoración mural de la sala principal
es, indudablemente, la más importante contribución de Tito Salas a la casa de
Bolívar.
Casa Natal del Libertador Simón
Bolívar en Caracas, Venezuela. El patio principal.
La sala principal es un espacioso rectángulo, interrumpido por tres ventanas,
la entrada y la puerta de la alcoba. Esta disposición produce una división en
tres principales espacios murales y cinco panelas angostas: "El desembarco
de Colón", "La Conquista y el Padre Las Casas" y "La apoteosis
de Bolívar".
Las panelas que unen a estas tres escenas principales son: "El
bautismo de un indio", el arrogante retrato de D. Diego de Losada,
fundador de Caracas; una escena de la vida social de "Caracas antes de la
revolución", la tormentosa "Asamblea del 19 de abril de 1810",
la primera acción de la rebelión, y "Sucre y grupo de generales" que
marchaban a la "Apoteosis".
El problema de esta sala era esencialmente decorativo: la utilización de
limitados espacios murales para pinturas decorativas. Mientras que la galería
principal es un Museo, un salón para la exhibición de ciertos objetos, el salón
principal ha adquirido la intimidad de una vivienda. La calidad intelectual de
su obra, la rara mezcla de las pinturas entre sí, con la idea filosófica que ya
ha hecho observar, vuelve otra vez a entrar en acción.
Salas ha amplificado la concepción de la obra imperecedera de Bolívar
uniéndola a la historia de las conquistas españolas, tratándola como la
finalización de una evolución histórica y dando así una extraordinaria dignidad
a su último cuadro, "La apoteosis de Bolívar", que parece algo así
como el majestuoso final de una composición musical.
La misma idea central se repite en el friso decorativo que, sobre un
fondo de mosaico de oro, va, a lo largo del cielo raso, formando, con hábil y
plausible tejido, importantes hechos históricos, desde el desembarco de los conquistadores,
su lucha con los indios, hasta la entrada triunfal de Bolívar en Caracas en 1827.
El colorido de estos grandes cuadros es notable; el color oscuro satinado
de los soberbios torsos de los indios, el garbo pintoresco de los soldados
españoles, el brillante sol sobre el verde esmeralda del Caribe, un cielo
estrellado de azul cobrizo. Aun con las ventanas cerradas, estos colores lucen
en la penumbra con una extraña luz.
En "El desembarco de Colón" se ve al gran descubridor en el acto
del desembarco; las carabelas españolas meciéndose en un profundo mar azul; un
cielo que palpita en el calor estival; brillantes manchas de color en toda la
composición.
Colón, la figura principal, es un arrogante joven soldado y típicamente
español, que acaricia un joven indio que es en sí un magnífico estudio anatómico.
Aquí aparece otra vez la curiosa mezcla de realismo y sutil sugestión espiritual:
un gesto de protección del marcial español para con la tímida inocencia del
indio es una alusión a las jóvenes colonias, bajo la égida de una civilización
más antigua y más seria.
El otro cuadro es puramente alegórico: un incidente de la conquista, una
lucha sin piedad entre españoles e indios, una escena de pasión, y, frente a
este cuadro de muerte y destrucción, la figura, llena de calma y dignidad, de
Las Casas, el beatífico sacerdote que solo, en una época de hierro, predicaba
el Evangelio de la caridad y de la paciencia, e incesantemente se interponía
entre la raza desvalida y la codicia de los primeros colonizadores. Es más que
una narración histórica, es la esencia de todo un periodo, el espíritu de un
siglo.
El muro oriental del salón está interrumpido, como hemos dicho, por tres
grandes ventanas. Salas ha utilizado las estrechas panelas, entre estas ventanas,
para desarrollar el tema histórico y unir el muro meridional y su "Apoteosis"
con la historia de la conquista. El espacio al lado de "Las Casas" nos
presenta al arrogante D. Diego de Losada, fundador de Caracas, hermosa figura
de la raza de los guerreros que llevaron el estandarte de Aragón y de Castilla
desde el Río Grande hasta las riberas del Plata.
La otra panela es una encantadora visión de la fastuosa vida que se
desarrolló en las colonias, en donde los ricos hacendados gobernaban verdaderos
principados y llevaban la vida de grandes señores.
La última panela, algo comprimida, nos enseña a Sucre y a otros jefes
revolucionarios en aparente consejo de guerra.
La tercera panela es un precursor de la Independencia: una escena del
memorable 19 de abril de 1810, en que la asamblea popular dictó la ley al
todopoderoso capitán general.
La terrible lucha de la guerra de la Independencia está demasiado bien
grabada en la memoria de las repúblicas bolivianas para que requieran un
trabajo pictórico especial. Aunque tocando ligeramente aquella lucha en el
cuadro "Sucre y los generales", Tito Salas da su nota final en su
majestuosa "Apoteosis de Bolívar", poderosa concepción decorativa.
("Venezuela Gráfica",
Tomo I, escrito por M. J. Gornés Mac-Pherson, Año 1929).