LA PALABRA DEL JEFE DEL PAÍS
El lenguaje oficial debe ser sobrio y sintético, de acuerdo con esta era
de hechos positivos y no de hinchada palabrería.
De Maracay a Caracas, el 23 de julio de 1924. -Las 6 hs. p.m.
Señor doctor José Felipe Arcay.
Valencia.
Atento a todo cuanto se relacione con el carácter de seriedad que deben
imprimir los actos oficiales en los hechos y en la forma, para que ajusten en
los moldes de austeridad que he implantado en la República, he venido
observando que algunos funcionarios públicos y los corresponsales de la prensa
se prodigan en una literatura ampulosa, que le resta autoridad y circunspección
a los Decretos, Resoluciones, cartas y telegramas que suscriben, retrogradando
a épocas de triste recordación, que están lapidadas en la conciencia pública
con los anatemas del desprecio y del ridículo.
En la era presente los hechos son más elocuentes que las palabras, y en
esa virtud deseo que usted se dirija a todos los empleados y personas a quienes
corresponda, para que acostumbren en lo sucesivo un lenguaje sobrio y
sintético, de manera que no ocupen los órganos oficiales, el telégrafo y la
prensa, comunicaciones kilométricas, que agotan a los pobres trabajadores y
hacen sonreír a las personas que tienen el deber o la paciencia de leerlas.
Cordialmente lo saluda su amigo,
Juan Vicente Gómez.
Igual a los demás Presidentes de Estado, a sus respectivos nombres.
Igual para coronel Miguel Uzcátegui. -Tucupita.
(Publicado en el Periódico "El Nuevo Diario", el 24 de julio
de 1924).