PRESENTE Y PORVENIR
En 1913 se
discutió en el Congreso norteamericano un Proyecto de Ley sobre exoneración de
derechos de importación para los azúcares. Fue para la América del Sur una
hermosa esperanza, pues se le abría campo al ventajoso desarrollo de su
industria azucarera; pero esa esperanza no se realizó sino en parte, porque
ante los reclamos del Tesoro norteamericano, que necesitaba de aquellos
ingresos aduaneros, y las vigorosas protestas de los agricultores de los
Estados del sur, Puerto Rico y Cuba, cuyos intereses hería directamente el
Proyecto, limitóse la disposición legislativa a una pequeña reducción en los
derechos y la resuelta protección al producto norteamericano, puertorriqueño y
cubano por medio de una prima especial.
En Venezuela
había ya despertado interés esa industria, y aunque el fracaso del Proyecto en
el Congreso de Washington hubiera justificado cualquier desaliento entre los
más optimistas, jamás se pensó aquí en retroceder en la explotación de ese ramo
de la agricultura; antes bien, bajo la iniciativa del General Juan Vicente
Gómez, quien previó el gran porvenir que aquella representaba para Venezuela,
se montó el primer Central, a orillas del Lago de Valencia, donde existen
vastos campos muy propicios para el cultivo de la caña.
Ese ejemplo
fue a poco secundado por muchos capitalistas del país, y de ello resultó la
organización de varias Compañías Anónimas: tan así que en 1914 se principió la
montura de los Centrales “Venezuela”,
“Ceiba”, “Sucre” y otros. Sin embargo, no todas ellas han visto prosperar
sus negocios, y de allí que muchas personas que han vivido atentas al
desarrollo de la industria azucarera en este país, se pregunten cómo es que no
logran aquí los Centrales idénticos, beneficios a los de Puerto Rico y Cuba.
Fácil es, empero, contestar esas preguntas. En primer lugar, la industria
azucarera es cosa nueva en Venezuela, y como en todo lo nuevo, el aprendizaje
es costoso; en segundo lugar, algunas de las Compañías venezolanas basaron sus
cálculos sobre capital necesario en el de los Centrales de Puerto Rico y Cuba,
sin establecer las diferencias naturales, y de ello resultó que antes de
terminar la montura de las maquinarias se les había agotado el dinero, y como
no consiguieron más, se desanimaron y desistieron del negocio. También hubo
quienes descuidarán el punto vitalísimo de la administración hasta el grado de
poner al frente de las empresas a individuos inexpertos en el negocio.
La mejor
prueba de que la industria azucarera da proventos es que entre las empresas
establecidas en Venezuela las hay que han triunfado. El Central “Tacarigua” montado, como ya he dicho
bajo los auspicios del Benemérito General Juan Vicente Gómez, presentó el año
pasado, en su primera Junta anual de accionistas, un magnífico beneficio
líquido, y hasta la fecha ha seguido con el mejor éxito y el Central “Venezuela” bajo la experta dirección de
su Presidente, D. Juan E. París, está dando pruebas de halagador porvenir.
La guerra
europea ha favorecido a Cuba y Puerto Rico por el fabuloso precio que ha
alcanzado el azúcar, y en los últimos años se han montado allí innumerables
Centrales; pero como la guerra no será eterna y quiera Dios que termine pronto,
la situación tiene que cambiar con la vuelta a los mercados mundiales de los
azúcares rusos, alemanes y austro húngaros, extrañados de aquéllos desde el
principio de la conflagración actual. Venezuela podrá, no obstante, resistir la
consiguiente baja, gracias a la fertilidad de sus tierras que garantizan una gran
producción, y el poco gasto que acarrea aquí el cultivo de la caña. Lo que se
requiere es preparación para producir el artículo lo más barato posible, lo
cual se ha de conseguir montando maquinarias completamente modernas y evitando
costosos gastos de transporte. Al efecto deben elegirse con preferencia, para
los Centrales, las orillas del mar o ríos navegables, a fin de que los
productos puedan ser llevados a los mercados extranjeros de consumo a
satisfactorio costo; y tener administración económica y control químico para la
escrupulosa fabricación. Así estarán las Compañías Venezolanas en condición de
triunfar en la competencia que se espera al terminar la guerra.
E. Van der Ben.
Ingeniero Químico Azucarero.
(Publicado
en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 14 de junio de 1918).