(“Suplemento Patriótico”, Lima, Perú. Año 1933).
El Benemérito General Juan
Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela, gran Pacificador y
Emancipador Económico de su Patria.
Lima, 1º de enero
de 1933. –Vencido ya el año de 1932, tan pródigo en inquietudes y en sorpresas
políticas y económicas, queremos rendir sincero homenaje en nuestras páginas a
Venezuela, tierra noble, el único país de Sur América que, destruyendo con
obras perdurables falsas leyendas, ha sabido mantenerse al margen de toda
contingencia azarosa por obra de un gobierno honrado y de un pueblo patriota.
“Suplemento
Patriótico”, interpretando el sentir de la prensa nacional, hace efectivo este
homenaje en la persona del Excmo. Sr. Don Andrés E. de La Rosa, Ministro de Venezuela,
que ha sabido ser, en todo instante, más que un diplomático ceremonioso y
grave, un amigo cordial y generoso del Perú.
Para los que siguen
con pasión el curso de la evolución política de nuestros pueblos de América
–evolución e involución en otros-, las dificultades de todos nuestros pueblos
son de origen económico, como consecuencia del político. Difícilmente podrán
desglosarse estas filiaciones, aunque no se explica que abundando la riqueza
del suelo y del subsuelo americano, puedan tener motivaciones de esta índole.
América,
efectivamente, es rica; nuestros países encierran caudales insospechables en
sus entrañas; y no obstante, masas enormes de individuos viven una existencia
misérrima. ¿Paradoja? Las causas, en estrechas trabazones con la economía, son
políticas.
Hombres bien
intencionados han buscado reiteradamente, con más premura que tino, la ayuda de
la economía exterior, sin objetarse que importar dinero equivale a infiltrar
ideas extrañas a la psicología de un pueblo. El fenómeno se constataría
estableciendo un paralelo entre los empréstitos y el número de disturbios
políticos acaecidos en Hispanoamérica.
Los graves
problemas que ha tenido que abordar México, tienen este origen; igual ocurre
con Cuba y Centroamérica; igual en Santo Domingo y Haití. Ninguna obra de
profunda raigambre social ha podido realizarse porque el político, necesitado
de un afincamiento rápido, ha buscado el apoyo exterior.
Cuando la
revolución mexicana se dio cuenta de esto, empezó la verdadera revolución: la
del pueblo que aspiraba a una posición social económica. Luchas cruentas han
perfilado el tipo de vida social, basada en la Cooperativa y en otras
instituciones de carácter exclusivamente económico.
Libre de todo
contrapeso exterior –Venezuela pagó todas sus deudas externas e internas- el
General Juan Vicente Gómez ha podido realizar esa labor de socialización
nacional desde el poder, liberándolo de la agobiante usura internacional. Rico
el tesoro, emprendió la obra revolucionaria de dotar al elemento trabajador de
su país, de esos recursos que en otros sitios han tenido que conquistarse por
medio de revueltas; con el establecimiento de Bancos –el “Obrero” y el
“Agrícola Pecuario”- ha dado cima a su labor de pacificación, sellando el
compromiso rehabilitador que adquirió con su espada en Ciudad Bolívar.
La permanencia del
General Gómez en el Gobierno se justifica plenamente librando al país de
deudas, origen de la paz actual y fundamento de la futura, dejando tras su paso
instituciones de crédito que independicen al agricultor y al obrero. El General
Gómez, con su dilatada labor gubernativa, puede ya mostrar al mundo la
posibilidad de transformar un país turbulento en un área terrícola donde el
individuo no piensa en otra cosa que en su bienestar personal y en el engrandecimiento
de la Patria.
Venezuela es como
quien dice la madre de la libertad y la independencia en los pueblos de nuestra
América, hoy representada en este país por la persona de su ilustre Ministro
Plenipotenciario y Enviado Extraordinario, el señor Don Andrés E. de la Rosa,
cuya vida y acción se dedican sinceramente a enlazar pueblos y corazones de las multitudes
Bolivarianas.
(Publicado en el periódico “El Nuevo Diario”, el 31 de enero de 1933).