“Un Homenaje de Justicia. Al Benemérito General Juan Vicente Gómez.
Momentos difíciles de Venezuela. Actuación salvadora del General Juan Vicente
Gómez. Su labor magnífica desde la Presidencia de la República. El Sr. Gómez,
General del Ejército Venezolano. Sus simpatías hacia España. Esperanzas que
despierta”.
De la importante revista española, "Non Plus Ultra", que se edita en Madrid,
reproducimos el siguiente brillante artículo que dedica al Benemérito General
Juan Vicente Gómez, en homenaje de justicia. El retrato del Caudillo de la Paz y del
Trabajo, honra la portada del número de la revista donde aparece el referido
artículo:
"Difícil
cual ninguno es el arte de conducir a los pueblos hacia su mayor
perfeccionamiento y progreso. Organizados sobre la base de la convivencia
social, han adoptado la forma conocida con el nombre de Estado, en cuya alta y
suprema entidad tiene lugar hoy la realización de los más importantes fines del
hombre.
Dirigir
con acierto el Estado es, pues, una de las tareas humanas que requieren más
elevadas dotes de talento y capacidad, de energía y altruismo, de dignidad y
rectitud. Y
si esto es así en circunstancias normales ¿qué no ocurrirá cuando una nación
atraviesa por momentos gravísimos y trascendentales de su existencia? ¿Qué
cualidades no habrá de poseer entonces el hombre excepcional que haya de
ponerse al frente de los destinos del país?
Llegan,
en efecto, para los pueblos momentos de su existencia, en los que el malestar
se respira por todos los ciudadanos; en que lo intolerable de la situación hace
aumentar la inquietud y el anhelo de salir de semejante estado de cosas. Y,
cosa curiosa, siempre que tal acontece, el país cifra su salvación en el hecho
de que aparezca un hombre superior que asuma la ímproba tarea de encauzar la
vida de la nación, orientándola hacia derroteros más convenientes y ventajosos
que los hasta entonces seguidos. Cuando a un pueblo le agobian situaciones
semejantes, todos los ojos se vuelven miradas investigadoras para avizorar
anhelantes en el horizonte la presencia del ciudadano sobresaliente que salve a
la patria y con la patria a todos sus elementos componentes. Tal
era, cabalmente, la situación de Venezuela hace no muchos años. Recuérdelo el
amigo lector y verá cómo los detalles que su memoria haga revivir, le
demuestran la exactitud de nuestras consideraciones al aplicarlas a aquel país
hispanoamericano.
La
nación venezolana necesitaba entonces ese hombre salvador a quien hemos
aludido. Las difíciles circunstancias que sobre el país pesaban hacían
imprescindible de todo punto que una persona de alientos y entereza, de valor y
ánimo, se encargara de acometer la colosal tarea de modificar en sentido
provechoso aquella situación. Y por fortuna para el porvenir de Venezuela, ese
hombre extraordinario surgió esplendoroso en la personalidad insigne del señor
D. Juan Vicente Gómez; apareció con todas las condiciones y cualidades
indispensables para salir airoso de su empeño.
Véase,
pues, el motivo que nos determina a insertar en la página de honor de nuestra
revista el nombre esclarecido del señor D. Juan Vicente Gómez. Figura
la más sobresaliente de su tiempo en la nación venezolana, ha realizado una obra
incomparable en pro de aquel pueblo hermano; y como conocido es nuestro interés
por todos los problemas y asuntos que afectan a la América española, nos hemos
creído en el caso de publicar en la portada la efigie de tan preclaro patricio,
consignado también algo de lo mucho admirable que ha efectuado en beneficio de
su patria.
Poco
menos que irremediables parecían los males que aquejaban a Venezuela en la
época a que nos referimos. Y ciertamente, sin la actuación de una cabeza como
la del señor D. Juan Vicente Gómez las cosas hubieran marchado de mal en peor
hasta terminar indefectiblemente en la ruina y el desastre más desoladores.
Pero
es admirable la manera cómo en esos momentos difíciles acuden los pueblos
jóvenes y vigorosos al remedio de sus males. Parece que en tan apuradas horas
concentran todas sus aptitudes y energías, todo su instinto y espíritu en un
hombre extraordinario. Y si este ciudadano es superior, consciente de la misión
providencial que está llamado a cumplir, no vacila en acometer la obra y logra
que el país mejore como por ensalmo.
El
señor Gómez se dio cuenta indudablemente de que su puesto estaba en la más alta
magistratura de la República. Comprendió
que Venezuela necesitaba de sus servicios, y hombre de conciencia y
patriotismo, de cariño fervoroso a su país, echó sobre sí la enorme
responsabilidad que suponía encargarse de la Presidencia, en aquellas circunstancias.
No
pocas fueron las dificultades, no pequeños los obstáculos que en su camino se
le presentaban; pero no en balde se trata de un hombre que jamás se ha
amilanado, por muchos inconvenientes que se le hayan opuesto. A
todos esos obstáculos y dificultades hizo frente, y perseverando en el
cumplimiento de su deber, ha terminado por prestar a Venezuela el servicio más
grande que un pueblo puede recibir.
Causa
Rehabilitadora se ha llamado a la patrocinada por el señor Gómez, y a fe que
tan sonora y significativa denominación está perfectamente aplicada. Nuestro
ilustre presentado ha rehabilitado en Venezuela todos los principios y normas
que demandaban tamaña labor.
Atendió
en primer término a mantener vigoroso el imperio de la ley. Su alto sentido
político le hizo ver que no puede subsistir un pueblo civilizado sin reglas que
marquen la conducta a seguir por los ciudadanos; sin normas que señalen y
limiten la esfera de acción de cada uno. Esta es la base de la verdadera
democracia y libertad, del orden que permite desarrollar una vida progresiva y
próspera. Y hombre de ideas democráticas, el señor Gómez, puso en juego toda su
capacidad y pericia para conseguir lo que muy pronto fue una realidad: el respeto
de todos los ciudadanos a las leyes establecidas y la permanencia de una
situación ordenada y armónica.
Logrado
este aspecto, que pudiéramos considerar como básico o esencial de la vida de
los pueblos civilizados, el señor Gómez atendió inmediatamente a la otra labor
que también es incumbencia de los gobernantes verdaderamente dignos de este
nombre. Procuró por todos los medios el fomento y propulsión de la riqueza
nacional, a fin de que Venezuela ocupara en el rango de las naciones el puesto que
por su potencialidad económica le corresponde.
Memorables
son a este respecto los esfuerzos realizados por el señor Gómez en pro del
desarrollo y mejoramiento de la agricultura. Entendimiento penetrante y dotado
de una ilustración profunda, ve en el cultivo del suelo la fuente primordial de
la riqueza de los pueblos y con excelente criterio y acertadísimas medidas
promovió el desenvolvimiento agrícola del país.
No
menor ha sido su obra provechosa en el impulso de las demás fuentes de riqueza.
El comercio y la industria y cuanto supone vida y bienestar, fueron objeto de
la labor fecunda de este eximio Gobernante, que en muy pocos años logró para su
patria lo que la inmensa mayoría juzgaba imposible. O sea el resurgimiento
franco de la nación y la reanudación de la marcha del país hacia el futuro
esplendoroso que incuestionablemente está reservado a Venezuela.
Otros
muchos datos podríamos aportar sobre lo que acabamos de exponer: pero no es
necesario. Cuantos los hayan leído los creerán seguramente bastantes para
quedar convencidos de que don Juan Vicente Gómez es la personalidad cumbre de
la Venezuela contemporánea y de que su obra incomparable le da derecho a
merecer la gratitud y el bien de la patria.
Lo
que expresado queda en las líneas precedentes es lo más saliente y meritorio de
la vida del señor Gómez; es lo que le ha elevado hasta las cimas del máximo
prestigio y nombradía que para siempre ha conquistado. Pero no es, ni mucho
menos, lo único que en provecho de Venezuela tiene llevado a efecto. Su
existencia benemérita ofrece otros muchos rasgos sobresalientes y servicios
inapreciables, pues desde su juventud ha consagrado cuanto tiene y es a
cooperar en engrandecimiento de la patria.
En
la vida pública llevada actuando ya un buen número de años cuando ocupó la
Presidencia de la República en las circunstancias referidas. Había ocupado ya
diferentes y altos cargos, en todos los cuales reveló siempre lo que más
adelante, cuando asumió la Primera Magistratura de la Nación, quedó plenamente
evidenciado: que es uno de los más excelentes y valiosos gobernantes de cuantos
han dirigido, los destinos de Venezuela desde que este país sudamericano
alcanzó la Independencia.
También
nos tocan consignar que el señor don Juan Vicente Gómez es un bizarro e insigne
militar, que en el ejército venezolano descuella de manera sobresaliente por
sus raras dotes de capacidad y sus singulares conocimientos estratégicos.
Después de realizar una carrera magnífica llegó a la graduación de general, que
es la que hoy ostenta con toda competencia y dignidad debidas.
Dado
nuestro carácter de españoles y supuesta también la significación de nuestra
revista, es obligado que dediquemos algunas líneas a presentar un aspecto
sumamente placentero e interesante de la personalidad del General don Juan
Vicente Gómez. Es
su simpatía y afecto hacía España y los españoles. Es el culto que rinde a sus
ascendientes de neto y puro abolengo hispánico. Mil
maneras tiene de manifestar el señor Gómez esa su inclinación cariñosa hacia la
Madre Común de toda la raza española; hacia la cuna de sus abuelos y
antepasados.
El
estrechamiento de relaciones y aproximación de ambos pueblos de Venezuela y
España ha sido, en efecto, el criterio seguido por tan gran gobernante en su
política exterior. Ha procurado igualmente expresar por todos los medios el
aprecio en que tiene las cosas de España; y los españoles residentes en
Venezuela han notado clarísimamente las ventajas derivadas para su situación
durante la etapa presidencial del hombre sobresaliente, que además de
venezolano ilustre, es un prestigio de la raza.
Por
ello constituyó un verdadero acierto y fue una obra de justicia la distinción
de que le hizo objeto el Gobierno español, queriendo
éste expresar al General don Juan Vicente Gómez el agradecimiento de España, le
concedió la Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica, que él se honra
ostentándola en su noble pecho como signo de los excelentes sentimientos que su
corazón abriga para con la nación hispana.
No
es necesario decir, pues, que en España causó el más grato efecto y la mayor
complacencia, cuando se supo que el esclarecido ciudadano e insigne General don
Juan Vicente Gómez había ocupado la Presidencia de la República de aquel país
hermano. Y a
medida que, ha ido transcurriendo el tiempo, esa satisfacción ha ido
acrecentándose, por apreciarse palpablemente los beneficios que su gestión
presidencial reportaba a Venezuela, y por tanto, a los españoles radicados en
su suelo hospitalario.
El
señor don Juan Vicente Gómez tiene, como se ve, plenamente ganado el derecho al
descanso; a reposar sobre los laureles conquistados en su benemérita y ejemplar
existencia. Pero hombres de su talla y capacidad no surgen desgraciadamente
todos los días en la vida de los pueblos. Es
muy difícil, por no decir imposible, el sustituirle; y por tan poderoso motivo
no le queda otro remedio que continuar sacrificándose por el bien y la grandeza
de Venezuela.
Este
pueblo hispanoamericano sigue cifrando en él sus mejores esperanzas, pues
confía justificadamente en su persona. Por cierto, que al continuar el Excelentísimo señor don
Juan Vicente Gómez encargado de regir los destinos de la República, transmitirá
a la nación nuevos impulsos que todavía la eleven a mayor altura de prosperidad
y progreso que la que actualmente ocupa".
(Publicado en el periódico “El Nuevo Diario”, el 10 de mayo de 1920).