domingo, 30 de mayo de 2021

PAZ Y TRABAJO, JUSTICIERAS APRECIACIONES SOBRE VENEZUELA

 

El destacado escritor Arturo Grant Pardo, quien escribió un excelente artículo sobre Venezuela y su progreso durante la presidencia del Benemérito General Juan Vicente Gómez.

Difícil tarea, casi siempre, la de convencer al hombre de que las bases fundamentales de toda felicidad son la paz y el trabajo. El padre de familia que consigue infiltrar en sus hijos tales principios de norma para las actuaciones en la vida, ha triunfado. Reposadamente bajará a la tumba en la seguridad absoluta de que ha cumplido su deber, y no habrá miedo de que al ser llamado a rendir cuentas ante su Creador, levante su frente para decir: "Que falle mi hoja de servicios".

Consideraciones de esa índole, y cien otras más, son las que me llevan a escribir este artículo. Agradable impresión me ha causado leer un número de "El Nuevo Diario", periódico que se publica en Caracas, la histórica y bellísima capital de Venezuela ¿Qué se propone ese vocero de la opinión en esa República al pretender que el pueblo, todas las mañanas de su existencia, contemple la frase magnífica de Paz y Trabajo? ¿Acaso se pretende con protervia sistemática que las multitudes sólo se ocupen de trabajar y dormir? ¿O que todo venezolano se esté quieto en sus creencias y opiniones y que sea simplemente la Oréade de enrarecido oquedal? Veamos.

¡Paz! ¡Paz! Santa palabra de vida. Primero que todo, necesitamos la paz del espíritu, la paz de la conciencia; que estemos en paz con nosotros mismos para que se extinga totalmente el posible efecto de aquella famosa expresión: "La humanidad conspira constantemente contra sus propios intereses"; para que reposado el ánimo, cese el prejuicio, reine la calma, predomine la ecuanimidad y nuestros juicios sean rectos de toda rectitud. Sobre esta base, serenos e impávidos, imperturbables y sosegados, las tempestades serán un mito. El hombre que se irgue plácido en lo más recio del combate es el que triunfa.

Venezuela, por tener paz, ha reconquistado su fama legendaria. Su fama de culta. La Venezuela brava ha dado paso a la Venezuela virtuosa y laboriosa.

E irrimisiblemente aparece el trabajo, como protestación de independencia económica, que es la que hace a los pueblos fuertes y respetables. La secuela de la paz es el trabajo. Cesa éste y aquella se resiente en lo más profundo de su base. Haya paz y trabajo y habrá hogares felices; que sin éstos la patria es cero.

Paz y trabajo para que el obrero gane con toda dignidad el pan cotidiano y lo goce a cabalidad; para que el agricultor tenga ansias de seguir labrando sus campos porque seguramente ha de cosechar el fruto de sus afanes, que son el nervio acerado de la patria; para que el profesional y el hombre de ciencias se sientan ufanos de sus oportunidades y de su prestigio ante el mundo; para que el soldado entienda que su misión es una de protección y vigilancia en aras del bienestar de la nación. Paz y trabajo, en una palabra, para que el hogar sea una realidad resplandeciente, en forma así, que el extranjero sienta respeto hacia un país que se constituye en vida de orden y cultura.

Hasta hace pocos años había la idea de que Venezuela sólo sabía empeñarse en luchas intestinas; más, para orgullo de sus hijos de dentro y de fuera, su Jefe de Estado ha conseguido desparpajar las nubes negras preñadas de augurios fatales y ha hecho fulgurar un sol pletórico de bendiciones del que gozarán sus habitantes aún mucho después de cuando ya no haya sino porciones finísimas del gran soldado.

Esa y no otra, es la obra que contemplamos desde lejos los que por muchos años sufrimos resignadamente la desconsideración con que ha sido tratada la tierra bendita que ha dado al mundo los dioses olímpicos de América: Bolívar y Sucre.

Tiempo fue en que Venezuela perfumó al continente con la esencia de sus leyendarias sublimidades; y dura aún, en la hiperestesia azul de los recuerdos el perfume de los sublimes gestos libertarios del Genio de la Raza. El mundo americano surgió a la palestra bello, históricamente encantador, lozano y verde como los valles que besan los Andes, blancos como sus cumbres, colosalmente blancas. Habrá paz en sus alturas y en sus inmensos llanos triunfará el trabajo, base de las idealidades quintaesenciadas de los que todo lo sacrificaron por su América.

En la hora de ahora, en muy significativos momentos de aquilatación mundial, en que ya no se mide a un pueblo por lo que fue, sino por lo que es, por lo que aporta al progreso de las poderosas industrias y a las intrincadas combinaciones de comercio en general; ahora, Venezuela, la creadora que fue de las grandiosidades espirituales que hicieron de la América Colombina un continente libre, se presenta como fiel guardadora de las reliquias utilitarias de la época. Así como entonces asombró al mundo con sus aparentes utopías de liberación, también lo asombra hoy consiguiendo que bajo los auspicios de la Paz y el Trabajo, sus ingresos asciendan de 40 millones de bolívares en 1909 a 87 millones en 1923; que su deuda que en 1909 era de 250 millones se reduzca a 90 millones; que haya en Caja un sobrante de 80 millones de bolívares; que el interés de los créditos bancarios, del 15% anual baje al 8%; que posea 5.000 kilómetros de modernas carreteras por las que corren veloces más de 30.000 automóviles; que se gasten millones en higiene pública; que se produzca en cuatro años alrededor de un millón de toneladas de petróleo; y por último, pasmémonos todos, que de 35.000 niños que asistían a las escuelas públicas en 1912, asistan hoy 200.000.

Y nos preguntamos atónitos en la contemplación de tantas realidades, ¿qué hombres son estos que en el orden de las finanzas y de la organización obtienen éxitos de tanta resonancia que asombran al mundo?

Los que, no hace muchos años, oíamos de continuo la labor de descrédito que por todos lados y en todas partes se hacía contra Venezuela; los que, santamente indignados teníamos que soportar la soez propaganda que nos lanzaban al rostro quienes eran incapaces de producir nada bueno, lanzamos al aire estridente carcajada que reverbera de colina en colina y de montaña en montaña hasta llegar a las alturas Andinas, en el inmenso regocijo de poder presentar a todos los hombres de buena fe la elocuencia abrumadora de los hechos que presentan a un país como ejemplo de virtudes ciudadanas, triunfante en sus artes y en sus industrias, atenta al bienestar de cada hogar y cada familia, produciendo para el mundo un país rico, ordenado y fuerte.

ECONOMÍA, HONRADEZ, CONSAGRACIÓN. Es el estandarte albo de esa gran República, refulgentes aparecen esos tres símbolos de dignidad nacional. Es el único camino de redención. Así se cumplirá cabalmente el más precioso de todos los lemas: PAZ Y TRABAJO.

Salve a Venezuela, orgullo de América y de la raza,

Arturo Grant Pardo.

San Pedro de Macorís, República Dominicana.

(Publicado en el Periódico "El Nuevo Diario", el 13 de agosto de 1925).


SEMBLANZA DEL ESCRITOR ARTURO GRANT PARDO

Una de las más destacadas figuras que en la educación ha producido la población de Lajas, Puerto Rico, fue Arturo Grant Pardo. Este educador nació en esta población, el día 26 de noviembre del año 1886. Fueron sus padres Federico Grant y Agustina Pardo.

Grant Pardo se inició en el magisterio como profesor rural graduado. Fue Principal de escuelas en su pueblo natal entre los años 1902 y 1909.

Unos años más tarde, en 1914, obtuvo el grado de Bachiller en Artes, Psicología y Educación en el Pennsylvania State College. En el año 1918 contrajo matrimonio con Julia Chacón, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos: Rafael Luis, Pedro Arturo, José Antonio y María Francisca.

Fue profesor, además, en los pueblos de Cataño, Bayamón, Aguadilla, poblado de Florida y en la Academia de San Agustín en Río Piedras.

Obtenido el Diploma de Técnico Agropecuario del Instituto Politécnico de Sevilla en España, organizó y fue primer director de Cooperativas de Crédito Agrícola en el Distrito de Aguadilla, en el año 1919.

Emigró a la República Dominicana en 1923, donde fundó la Academia Antillana de San Pedro de Macorís, fundando más tarde, entre los años 1926 a 1929, el Instituto Politécnico de Santo Domingo. Ocupó además la posición de Director de la Escuela Nacional de Agricultura de la República Dominicana, en 1930. Más tarde, Director de Enseñanza Vocacional de Agricultura en aquella República. Dirigió también los Jardines de la Escuela Normal Superior de Santo Domingo. Fue Vicepresidente de "Acción Católica Dominicana".

De regreso en Puerto Rico, ocupó la plaza de Director de Discusiones Públicas de la División Educativa de la P. R. E. R. A., entre el 1934-1935. Fue miembro de la Facultad de Workers Education en la Universidad de Puerto Rico. Se distinguió como gran conferencista en temas relacionados con la educación y la agricultura.

De acuerdo a la publicación editada y dirigida por el señor Conrado Asenjo, como Diccionario Biográfico de Record Personal, llamada "Quién es Quién en Puerto Rico," (1936-1937) el nombre de Arturo Grant Pardo apareció junto al de otras personalidades de gran distinción y categoría nacional, tales como Robert H. Gore, ex gobernador de Puerto Rico, figura de gran prominencia en los Estados Unidos; el Doctor Ernest Gruening, Publicista y Director de la División de Territorios y Posesiones Insulares, del Departamento de lo Interior de los Estados Unidos; Doctor Agustín Osvaldo Goyco, Médico Cirujano ponceño, de gran relieve en la profesión; Richard W. Gray, Meteorologista, Director del Negociado del Tiempo en San Juan, Puerto Rico, y otros.

Al momento de su muerte en Santurce, Puerto Rico, el día 10 de marzo de 1941, desempeñaba el cargo de Director de la Revista de Agricultura, publicada por el Departamento de Agricultura de Puerto Rico, posición a la que había sido asignado en el año 1936.

Grant Pardo fue persona de gran talento, por lo que recibió el aprecio a su labor en todos los lugares en que fueron requeridos sus servicios.

Sus restos descansan en su pueblo natal.