El destacado escritor Arturo Grant Pardo, quien escribió un excelente artículo sobre Venezuela y su progreso durante la presidencia del Benemérito General Juan Vicente Gómez.
Difícil tarea, casi siempre, la de convencer al hombre de que las bases
fundamentales de toda felicidad son la paz y el trabajo. El padre de familia
que consigue infiltrar en sus hijos tales principios de norma para las
actuaciones en la vida, ha triunfado. Reposadamente bajará a la tumba en la
seguridad absoluta de que ha cumplido su deber, y no habrá miedo de que al ser
llamado a rendir cuentas ante su Creador, levante su frente para decir:
"Que falle mi hoja de servicios".
Consideraciones de esa índole, y cien otras más, son las que me llevan a
escribir este artículo. Agradable impresión me ha causado leer un número de "El Nuevo Diario", periódico que se publica en Caracas, la histórica y bellísima
capital de Venezuela ¿Qué se propone ese vocero de la opinión en esa República
al pretender que el pueblo, todas las mañanas de su existencia, contemple la
frase magnífica de Paz y Trabajo? ¿Acaso se pretende con protervia sistemática
que las multitudes sólo se ocupen de trabajar y dormir? ¿O que todo venezolano
se esté quieto en sus creencias y opiniones y que sea simplemente la Oréade
de enrarecido oquedal? Veamos.
¡Paz! ¡Paz! Santa palabra de vida. Primero que todo, necesitamos la paz
del espíritu, la paz de la conciencia; que estemos en paz con nosotros mismos
para que se extinga totalmente el posible efecto de aquella famosa expresión:
"La humanidad conspira constantemente contra sus propios intereses";
para que reposado el ánimo, cese el prejuicio, reine la calma, predomine la
ecuanimidad y nuestros juicios sean rectos de toda rectitud. Sobre esta base,
serenos e impávidos, imperturbables y sosegados, las tempestades serán un mito.
El hombre que se irgue plácido en lo más recio del combate es el que triunfa.
Venezuela, por tener paz, ha reconquistado su fama legendaria. Su fama
de culta. La Venezuela brava ha dado paso a la Venezuela virtuosa y laboriosa.
E irrimisiblemente aparece el trabajo, como protestación de
independencia económica, que es la que hace a los pueblos fuertes y
respetables. La secuela de la paz es el trabajo. Cesa éste y aquella se
resiente en lo más profundo de su base. Haya paz y trabajo y habrá hogares
felices; que sin éstos la patria es cero.
Paz y trabajo para que el obrero gane con toda dignidad el pan cotidiano
y lo goce a cabalidad; para que el agricultor tenga ansias de seguir labrando
sus campos porque seguramente ha de cosechar el fruto de sus afanes, que son el
nervio acerado de la patria; para que el profesional y el hombre de ciencias se
sientan ufanos de sus oportunidades y de su prestigio ante el mundo; para que
el soldado entienda que su misión es una de protección y vigilancia en aras del
bienestar de la nación. Paz y trabajo, en una palabra, para que el hogar sea
una realidad resplandeciente, en forma así, que el extranjero sienta respeto
hacia un país que se constituye en vida de orden y cultura.
Hasta hace pocos años había la idea de que Venezuela sólo sabía
empeñarse en luchas intestinas; más, para orgullo de sus hijos de dentro y de fuera, su Jefe de Estado
ha conseguido desparpajar las nubes negras preñadas de augurios fatales y ha
hecho fulgurar un sol pletórico de bendiciones del que gozarán sus habitantes
aún mucho después de cuando ya no haya sino porciones finísimas del gran
soldado.
Esa y no otra, es la obra que contemplamos desde
lejos los que por muchos años sufrimos resignadamente la desconsideración con
que ha sido tratada la tierra bendita que ha dado al mundo los dioses olímpicos
de América: Bolívar y Sucre.
Tiempo fue en que Venezuela perfumó al
continente con la esencia de sus leyendarias sublimidades; y dura aún, en la
hiperestesia azul de los recuerdos el perfume de los sublimes gestos
libertarios del Genio de la Raza. El mundo americano surgió a la palestra
bello, históricamente encantador, lozano y verde como los valles que besan los
Andes, blancos como sus cumbres, colosalmente blancas. Habrá paz en sus alturas
y en sus inmensos llanos triunfará el trabajo, base de las idealidades
quintaesenciadas de los que todo lo sacrificaron por su América.
En la hora de ahora, en muy significativos
momentos de aquilatación mundial, en que ya no se mide a un pueblo por lo que fue, sino por lo que es, por lo que aporta al progreso de las poderosas industrias y a las intrincadas
combinaciones de comercio en general; ahora, Venezuela, la creadora que fue de
las grandiosidades espirituales que hicieron de la América Colombina un
continente libre, se presenta como fiel guardadora de las reliquias utilitarias
de la época. Así como entonces asombró al mundo con sus aparentes utopías de
liberación, también lo asombra hoy consiguiendo que bajo los auspicios de la
Paz y el Trabajo, sus ingresos asciendan de 40 millones de bolívares en
Y nos preguntamos atónitos en la contemplación
de tantas realidades, ¿qué hombres son estos que en el orden de las finanzas y
de la organización obtienen éxitos de tanta resonancia que asombran al mundo?
Los que, no hace muchos años, oíamos de continuo
la labor de descrédito que por todos
lados y en todas partes se hacía contra Venezuela; los que, santamente
indignados teníamos que soportar la soez propaganda que nos lanzaban al rostro
quienes eran incapaces de producir nada bueno, lanzamos al aire estridente carcajada
que reverbera de colina en colina y de montaña en montaña hasta llegar a las
alturas Andinas, en el inmenso regocijo de poder presentar a todos los hombres
de buena fe la elocuencia abrumadora de los hechos que presentan a un país como
ejemplo de virtudes ciudadanas, triunfante en sus artes y en sus industrias,
atenta al bienestar de cada hogar y cada familia, produciendo para el mundo un
país rico, ordenado y fuerte.
ECONOMÍA, HONRADEZ, CONSAGRACIÓN. Es el
estandarte albo de esa gran República, refulgentes aparecen esos tres símbolos
de dignidad nacional. Es el único camino de redención. Así se cumplirá
cabalmente el más precioso de todos los lemas: PAZ Y TRABAJO.
Salve a Venezuela, orgullo de América y de la
raza,
Arturo Grant Pardo.
San Pedro de Macorís, República Dominicana.
(Publicado en el Periódico "El Nuevo
Diario", el 13 de agosto de 1925).
SEMBLANZA DEL ESCRITOR ARTURO GRANT PARDO
Una de las más destacadas figuras que en la educación ha producido la población de Lajas, Puerto Rico, fue Arturo Grant Pardo. Este educador nació en esta población, el día 26 de noviembre del año 1886. Fueron sus padres Federico Grant y Agustina Pardo.
Grant Pardo se inició en el magisterio como profesor rural graduado. Fue Principal de escuelas en su pueblo natal entre los años 1902 y 1909.
Unos años más tarde, en 1914, obtuvo el grado de Bachiller en Artes, Psicología y Educación en el Pennsylvania State College. En el año 1918 contrajo matrimonio con Julia Chacón, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos: Rafael Luis, Pedro Arturo, José Antonio y María Francisca.
Fue profesor, además, en los pueblos de Cataño, Bayamón, Aguadilla, poblado de Florida y en la Academia de San Agustín en Río Piedras.
Obtenido el Diploma de Técnico Agropecuario del Instituto Politécnico de Sevilla en España, organizó y fue primer director de Cooperativas de Crédito Agrícola en el Distrito de Aguadilla, en el año 1919.
Emigró a la República Dominicana en 1923, donde fundó la Academia
Antillana de San Pedro de Macorís, fundando más tarde, entre los años
De regreso en Puerto Rico, ocupó la plaza de Director de Discusiones Públicas de la División Educativa de la P. R. E. R. A., entre el 1934-1935. Fue miembro de la Facultad de Workers Education en la Universidad de Puerto Rico. Se distinguió como gran conferencista en temas relacionados con la educación y la agricultura.
De acuerdo a la publicación editada y dirigida por el señor Conrado Asenjo, como Diccionario Biográfico de Record Personal, llamada "Quién es Quién en Puerto Rico," (1936-1937) el nombre de Arturo Grant Pardo apareció junto al de otras personalidades de gran distinción y categoría nacional, tales como Robert H. Gore, ex gobernador de Puerto Rico, figura de gran prominencia en los Estados Unidos; el Doctor Ernest Gruening, Publicista y Director de la División de Territorios y Posesiones Insulares, del Departamento de lo Interior de los Estados Unidos; Doctor Agustín Osvaldo Goyco, Médico Cirujano ponceño, de gran relieve en la profesión; Richard W. Gray, Meteorologista, Director del Negociado del Tiempo en San Juan, Puerto Rico, y otros.
Al momento de su muerte en Santurce, Puerto Rico, el día 10 de marzo de 1941, desempeñaba el cargo de Director de la Revista de Agricultura, publicada por el Departamento de Agricultura de Puerto Rico, posición a la que había sido asignado en el año 1936.
Grant Pardo fue persona de gran talento, por lo que recibió el aprecio a su labor en todos los lugares en que fueron requeridos sus servicios.
Sus restos descansan en su pueblo natal.