Por Decreto del Benemérito General Juan Vicente Gómez,
Presidente de la República de Venezuela y publicado en la Gaceta Oficial Nro.
10.716, el 9 de junio de 1909, se aprobó la exhumación y traslado a Venezuela
de los restos del eminente Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.
Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno, nació en Niquitao, Estado Trujillo,
Venezuela, el 28 de septiembre de 1848 y falleció en Roma, Italia, el 6 de mayo de 1905. Mejor
conocido como Monseñor Jáuregui, fue un sacerdote católico venezolano que realizó una gran labor como destacado educador, científico, escritor, filósofo y político, cuya obra la desarrolló la
mayor parte de su vida en la ciudad de La Grita, Estado Táchira, donde ejerció
como vicario y fundó varias instituciones religiosas, sociales y educativas,
entre las cuales destaca el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, el cual regentó
durante quince años y donde diseñó e implementó un modelo de enseñanza
basándose en las orientaciones del Papa León XIII y el pensamiento salesiano,
producto de su contacto directo con Don Juan Bosco.
Monseñor Jáuregui venía padeciendo de cálculos urinarios y el día sábado, 6 de mayo de 1905, a
las tres de la mañana, fue intervenido de urgencia quirúrgicamente, falleciendo lamentablemente durante la operación. Tenía 56 años de edad. Sus restos fueron
sepultados en el Colegio Pío Latinoamericano en Roma, Italia.
El 22 de marzo de 1909, durante la Presidencia del Benemérito General Juan Vicente Gómez
Chacón, el Concejo Municipal del Distrito Jáuregui, situado en La Grita del
Estado Táchira, acordó solicitar el traslado de sus restos desde Roma. Se
nombró una comisión conformada por los Doctores Leopoldo Baptista, Emilio
Constantino Guerrero y Pedro María Parra, para realizar las gestiones
pertinentes ante el Congreso Nacional.
Por Decreto del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela y publicado en la Gaceta Oficial Nro. 10.716, el 9 de junio de 1909, se aprobó la exhumación y traslado a Venezuela de los restos del Presbítero Doctor Jesús Manuel Jáuregui Moreno. Sus despojos mortales fueron embarcados en Roma por Román Cárdenas, uno de sus discípulos, con destino al Puerto de Génova y de allí a Venezuela, en una caja de 2,30 mts x 0,85 mts, siendo recibidos en La Guaira para proseguir por Caracas, Maracaibo, La Ceiba, Motatán, Valera, Timotes, Chachopo, Apartaderos, San Rafael, hasta llegar a Mucuchíes, donde fueron sepultados el 13 de abril de 1910, junto a los de sus padres.
Posteriormente, fue trasladado al Panteón Nacional, en Caracas, Venezuela.
EL MONUMENTO AL
PADRE JÁUREGUI, AÑO 1913
El Gobierno Nacional, presidido por el Benemérito General Juan Vicente Gómez,
ha destinado una suma de bolívares para la subvención del monumento que la
Municipalidad de La Grita se propone erigir en aquella población, a la memoria
del ilustre Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.
Fresca está aún en el recuerdo de los venezolanos la memoria de aquel
eminente levita, cuyas virtudes y merecimientos, exaltados por cuantos le
conocieron, durante su vida, cobran al través de la distancia mayores y más
claros relieves.
Fue Monseñor Jáuregui el educador de toda una juventud que ha prestado,
posteriormente, grandísimos servicios a la Patria. En su colegio de La Grita,
que en sus mejores tiempos pudo servir de modelo a los planteles de educación análogos
de nuestro país, se iniciaron en el cultivo y en el amor de las ciencias y de
las letras muchos jóvenes que hoy, ya en la edad madura, ocupan puesto de
preeminencia y han adquirido justiciera nombradía por sus luces, por su
erudición y por sus talentos.
Monseñor Jáuregui poseía no sólo el instinto y entusiasmo del educador
de vocación, sencillo en sus hábitos, convincente y claro en sus discursos,
armado del don profundo de la simpatía, sino que también se distinguió por
otras varias preciosas y culminantes virtudes. A los conocimientos de un sabio
juntaba la intachable pureza de costumbres que caracterizaba a los doctores
místicos en los mejores tiempos de la Iglesia Romana; y además, una de las faces
de su nobilísimo espíritu destellaba con el brillo incontrastable y pulcro que
revela la integridad del diamante: era un dechado de patriotas, recto, viril,
encaminado con fijeza y sin alteraciones hacia el bien de todos y el decoro de
la comunidad. Su espíritu, como la brújula señalando el norte, se dirigía
siempre al deber y la verdad.
Después de haber consagrado honorablemente toda su vida al ejercicio de
funciones de bondad, de belleza y de justicia, como si el destino hubiera
querido galardonarlo con la suprema corona del martirio, sufrió por la justicia
persecuciones injustas; y fue a perecer lejos de la tierra natal, sin que
bastaran a borrar ni amenguar la pesadumbre acerba de su nostalgia, los honores
que el Pontífice Romano le confirió, ni el ejercicio, que no abandonó nunca, de
sus funciones de educacionista.
El Gobierno Nacional del General Gómez, rinde un homenaje merecido a la
memoria de Monseñor Jáuregui, asociándose a la erección del monumento que
perpetuará su memoria en La Grita y que costearán la Municipalidad de aquella
población y muchos de los discípulos y admiradores del ilustre prelado.
(Publicado en el Periódico "El Nuevo Diario", el 17 de julio
de 1913.)
El 1 de agosto de 1914, bajo la Presidencia del Benemérito General Juan Vicente Gómez,
se inauguró en La Grita, Estado Táchira, el monumento en bronce florentino
de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.
Una estatua de bronce de calidad artística excepcional, se corresponde
con la representación pedestre de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno, en su
condición de prelado y educador. Está revestido con las insignias de Protonotario
Apostólico Ad Instar Participatium, título que lo honraba como miembro del
séquito papal de la antigua Capilla Pontificia (en la actualidad Familia
Pontificia), por designación de Pío X en 1904. Las figuras de dos párvulos, con
ropajes infantiles de la época, rodean la representación de Monseñor Jáuregui.
Se logró, gracias al aporte económico del Benemérito General Juan Vicente Gómez, la
realización del monumento que fue inaugurado, el 14 de septiembre de 1914. La hermosa estatua ha permanecido en su emplazamiento original y puede ser observada en la
plaza "Jáuregui" de la ciudad de La Grita. Se desconoce su autor, si
bien en la peana de la estatua se puede leer en letras buriladas "J. Roversi
y C° Sucs".
CIVILIZADORES DEL TÁCHIRA, MONSEÑOR JÁUREGUI
(Por: José Abel Montilla)
Una noticia venida del Estado Táchira nos ha complacido altamente,
porque nos cuenta la realización de una obra de justicia encaminada a afirmar
en el porvenir, librándola de la voracidad del olvido, la memoria de un hombre
ilustre cuyo esfuerzo se levanta en el pasado inmediato de los pueblos andinos
como una montaña espiritual, al modo de un suplemento lírico de las de su
naturaleza, que tienen bravuras de león en el rugido de los páramos y candores
de virgen en las nieves eternas.
Esa noticia que viene de lejanías queridas, con un suave aliento del
solar nativo, nos informa que hace unos días solamente se levantó en tierras de
La Grita un monumento a Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.
Este suceso concreta el término fortunoso de una gran aspiración que se
agitaba en esas regiones de tiempos atrás y que era la de revivir en el
hieratismo de la estatuaria el perfil venerable de ese hombre que paso por
entre los hombres con el carácter de inconfundible, porque realizaba el tipo de
un héroe en el concepto de Carlyle.
De algunos años para acá, desde que por disposición del General Juan
Vicente Gómez vinieron sus despojos a reposar en el seno de la Patria, tomó
calor el movimiento en favor de su nombre, porque la medida gubernativa, tuvo
por efecto iluminar el panorama de su obra y así muchos hicieron alto en sus
afanes para ponerse a considerar, éstos lo que le debían de perfeccionamiento;
aquéllos cuanto en beneficio de la comunidad intentó y los más distantes en lo
que hubiera podido hacer.
Y esa asociación de voluntades, a la sombra de un recuerdo, ha realizado
la apoteosis esperada, que después de escribir una página de civilización y de
altruismo en la historia del pueblo tachirense, va más lejos a cumplimentar a
cuantos vivan la vida del espíritu, refiriéndoles un triunfo del mérito, un éxito
de la justicia, en el cual es parte ejecutiva la gratitud pública, que ahora a
través de los años y de los acontecimientos, glorifica la personalidad de un
luchador sincero e idealista que recorrió los caminos de la vida armado caballero
de la virtud, no faltándole en esos momentos, para definir su existencia
superior, un fino desdén de aristócrata para las cabriolas de la envidia y para
los golpes de la adversidad.
La figura de Monseñor Jáuregui compone el símbolo del idealista patrio,
perdido o burlado en nuestras sociedades informes, alumbradas a medias por las
ideas madres de la humanidad y donde los apostolados nobles y los grandes
anhelos perecen la mayoría de las veces, en el desierto de una gran indiferencia
como los peregrinos del relato bíblico y en ese caso, las medidas de
reconocimiento y de recompensa que entraña glorificación reciente, tienden a la
conservación de principios de moralidad en el espíritu público, desarrollando
el sentimiento del sacrificio, la abnegación, el desprendimiento, al afirmar
una noción de la solidaridad humana, la idea de una supervivencia sustancial,
llevada a efecto merced a un proceso de conciencia que viene a formar una
gratitud colectiva.
Nos permitiremos señalar los méritos de este sacerdote eminente, así
como también los servicios que prestara a sus semejantes, en la convicción de que
todas las vidas nobles y desinteresadas, por silenciosas que sean, desempeñan
un papel de efectiva utilidad, contribuyendo en última línea a que ese concepto
de la vida, completamente personal, íntimo, que cada quien elabora en su
interior, a lo largo de sus años y a golpe de pruebas y convencimientos, no sea
duro en todas sus partes, porque esas individualidades abnegadas, dispersas por
el mundo suavizan los asaltos del infinito e incurable dolor humano y otras
ocasiones, cuando van confundidas con la desfilada turbulenta de los
profesionales de la barbarie, del egoísmo y de la injuria, se le oye decir,
parodiando a Jesús; nosotros no venimos a corromper las almas, sino a
perfeccionarlas….
Miembro de una familia honorable poseedora de bienes materiales para
llevar una vida independiente y decorosa y de esa heredad del corazón que la
forman las virtudes cristianas y las orientaciones hacia el bien, se rindió a una
invencible vocación al seguir la carrera religiosa, llegando a graduarse de
Doctor en Teología, cuando empezaba su juventud.
A poco tiempo de haberse ordenado pasó a desempeñar los curatos de Milla
y Mucuchíes, donde empezó a señalarse su temperamento de civilizador en tareas
de diversa índole, pues estando allí fundó dos pueblos, construyó dos templos,
y doliéndose del apartamiento de esas regiones, hizo abrir a través de la
montaña y sobre el Lago de Maracaibo, un famoso camino de diez y siete leguas
de extensión.
Más tarde fue destinado para el Táchira, donde vivió muchos años dejando
de su permanencia un recuerdo inquebrantable. Su obra está representada en esos
pueblos por alientos a la cultura social, desarrollo del espíritu religioso,
creación de centros de instrucción y de institutos de caridad y en testimonio
de lo expuesto están templos, hospitales, orfelinatos, la Sociedad de las
Siervas de la Sacra Familia, periódicos, colegios, señalándose entre éstos el
afamado Instituto del "Sagrado Corazón de Jesús", que funcionó en La Grita
durante tres lustros y donde cultivaron sus inteligencias varias generaciones
de hombres y que después han figurado con brillo en las Ciencias, las Letras y
la política del País.
Fachada del Colegio Parroquial "Sagrado Corazón de Jesús",
fundado por Monseñor Jáuregui en 1884 y que se encuentra ubicado en La Grita,
Estado Táchira, Venezuela.
Monseñor Jáuregui, prestó servicios a la República en calidad de Diputado al Congreso Nacional
y a las Legislaturas regionales y una vez entregado a sus faenas apacibles de
cura de La Grita, lo sorprendió una solicitud del pueblo del Zulia que lo
quería para obispo de su Diócesis.
En una ocasión su figura evangélica se levantó sobre nuestros errores,
lanzando un amaos los unos a los otros, pero dadas las circunstancias,
su palabra se perdió en el vacío, trayéndole en cambio perjuicios sin fin.
Pobre y apesarado se marchó a tierras extrañas donde gentes conscientes
lo acogieron con los brazos abiertos. En
México fue nombrado Rector del Seminario Principal y más tarde Provisor y
Vicario General de la Diócesis de Mixtecas y por ese tiempo tuvo la fortuna que
la Sociedad de Obispos mexicanos a Tierra Santa lo designara para Predicador
General.
De regreso del Asia Menor se estableció en París, fundando en dicha
metrópoli Congregación para atraer y convertir sacerdotes extraviados, después
pasó a Roma donde S. S. León XIII lo hizo Protonotario Apostólico y varias Corporaciones
científicas lo tomaron como miembro.
Las treguas que su vivir agitado le concediera, las hizo fecunda y
útiles, dedicándolas a la producción literaria y como frutos de la cual quedan
un Tratado de Geometría, el Manual del Seminarista que adoptó como texto
obligatorio el Arzobispado de Santo Domingo, la Biografía de Monseñor Zerpa,
una variada labor diseminada por periódicos, revistas, y también algunas
monografías y estudios especiales que no llegó a publicar.
Donde verdaderamente resplandecía su talento era en el púlpito, llegando
a ser considerado como el mejor orador del Occidente, no solo por las dotes y
particularidades necesarias, sino también por la calidad de la exposición que
era patética, limpia, sutil, al punto de que algunas de sus oraciones sagradas
que llegaron a publicarse obtuvieron juicios encomiásticos de hombres eminentes
de Colombia.
Fue poeta y escribió inspirados y sentidos versos, de los cuales unos
titulados A mi Patria, que envío desde Taffra, en Palestina, para su
publicación en el periódico "Los Avisos" de San Cristóbal, son de un
buen efecto sentimental, como una lamentación de su alma adolorida, que se
adueña del espíritu con esa congoja indefinible de las penas presentidas.
Monseñor Jáuregui fue un hombre adelantado que en todo momento manifestó
tener un claro concepto de la Patria y una comprensión avanzada de la humana
condición del yerro y de la necesidad de la tolerancia. Las vulgaridades y
vanidades del mundo no empañaron jamás la limpidez de su espíritu, pues se manifestó
respetuoso de la dignidad ajena en toda circunstancia y mantuvo su pensamiento
y su sensibilidad libres de trabas y abiertos a las grandes cuestiones de la
vida, a la expresión de la angustia universal y a la contemplación artística de
las cosas.
Se rindió a la muerte por el año 1904 en la Ciudad Eterna. La noticia de
su muerte fue un acontecimiento doloroso en los pueblos andinos que hoy guardan
su recuerdo como algo consustancial con su existencia.
Sus cenizas recibieron tierra en la nave principal de la Iglesia de
Mucuchíes, haciendo así más venerable ese lugar ya santificado por las disposiciones
eclesiásticas.
Un importante Distrito del Estado Táchira lleva su nombre; en el Asilo
de Huérfanos de Caracas, entre los benefactores de la Infancia aparece su
efigie, y ahora, en la hidalga ciudad de La Grita, la ciudad del muy Ilustre
Cabildo que señaló el monarca español Carlos III, en el perímetro desolado de
una plaza y a la vista de cuantos sean caminantes por esos lugares, reaparece
transfigurado por la consagración suprema del bronce.
Recordemos a Víctor Hugo: las estatuas hablan mucho no a los que
pretendan escucharlas sino a los que quieran pensar, y si cerca de esta estatua
que se levanta en el corazón del Táchira del que fue en vida apoyo de la
juventud y amparo del débil, pasarán muchos años y quisieran pensar, ¿qué
oirían?
José Abel Montilla
Caracas: septiembre de 1914.
(Doctor José Abel Montilla, joven escritor y diplomático, nativo de San
Cristóbal, quien también se ha señalado como periodista y cuya actuación en la
redacción del periódico "Los Avisos" de San Cristóbal, dejó cimentada
su actividad intelectual y periodística.
Es Doctor en Ciencias Políticas y desempeña el cargo de Ministro
Plenipotenciario de Venezuela ante el Gobierno de Checoslovaquia).