Las magníficas obras construidas en Maracay, se deben al Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela, gran benefactor de la ciudad en su progreso y desarrollo.
Caracas, febrero de 1931. En medio de los anchos y encantadores valles
de Aragua, Maracay se perfila con caracteres propios. Cerca del lago que pone
su nota de belleza en esos parajes, bajo su cielo siempre luminoso, exhibiendo
sus arboledas opulentas y típicas, dotada de un clima excelente y favorecida,
en fin, con los más preciosos dones de la Naturaleza, Maracay parece estar
predestinada a un futuro envidiable.
En Benemérito general Juan Vicente Gómez, Rehabilitador de Venezuela,
cuyo culto por las bellezas naturales es bien conocido de propios y extraños,
le ha profesado su cariño benéfico a los valles de Aragua, fomentando en ellos,
con la energía proverbial de su carácter, estas dos fuentes inagotables de
bienestar y de riqueza: la Agricultura y la Cría.
De ahí el rápido florecimiento de Maracay. El arado surcó la tierra, las
reses poblaron las llanuras, y ya hoy las fábricas se yerguen victoriosas en la
ciudad, y ninguna región de Venezuela es tan industrial y progresista como
ésta.
Todo progreso prepara progresos.
Maracay es un exponente extraordinario de la enorme obra civilizadora
realizada en el país, durante los últimos veintidós años, por la Rehabilitación
Nacional. Así como Venezuela era una nación sin importancia ante el extranjero,
nación pobre, cargada de compromisos que ya parecían incancelables, mal
administrada y en perpetuos estremecimientos revolucionarios, y hoy se destaca,
en el concierto de las naciones civilizadas del orbe, como nación rica, sin
deudas, bien organizada, gozando de una paz inconmovible, base del trabajo
enaltecedor, del mismo modo la ciudad de Maracay, de triste y desierta que se
hallaba, a pesar de sus naturales privilegios, se encuentra hoy densa en
población y fuerte en progreso, contándose entre las tres primeras y más
hermosas capitales del país.
La labor engrandecedora emprendida por el Benemérito General Gómez, no
descuidó ninguno de los medios necesarios al desarrollo de sus programas
básicos. Esa red de carreteras, admiración de nacionales y extranjeros, no es
obra del capricho, sino que obedece a un plan fundamental, concebido en
obsequio de nuestra Venezuela modernizada y en ruta a un porvenir cada vez más
dichoso. De un extremo al otro del país, se corre en automóvil como al través
de una ciudad de fino pavimento. Cuántos beneficios para todos, de esta gran
facilidad y rapidez increíble! Maracay está unida a Caracas por una vía ancha y
limpia que, a moderada velocidad, atraviesa un automóvil en tres horas. Se echa
pie a tierra, no como después de un viaje, sino como al terminar un paseo.
Paseo encantador, por cierto!
Hermosos paisajes, perspectivas que invitan a seguirlas, arboledas
umbrosas, llanuras inmensas, cumbres en perennes verdor primaveral, claridades
infinitas, se le van ofreciendo, como generosos regalos de la Naturaleza, a la
atención subyugada del transeúnte. Pronto penetra éste en Maracay, la
Ciudad Jardín le muestra su perfección arquitectónica y su riqueza monumental.
La Plaza Bolívar, que es la de mayor amplitud y más elegante corte simétrico
consagrada en el mundo al Héroe Máximo de la Independencia Americana, cautiva
poderosamente la atención del que llega. En el centro de la Plaza, donde hacen
cruz despejadas y bellas avenidas, se eleva el bronce marcial y heroico del
Libertador. Allá el Hotel Jardín, obra maestra de arquitectura; aquí los
Cuarteles de Infantería y Caballería, modelos en su género, formando todo un
conjunto de armónica plasticidad imponente. El Gran Mariscal de Ayacucho y el
Héroe de Las Queseras, se levantan inmortalizados en bronces arrogantes. El
culto que por los Héroes inauguró el Benemérito General Juan Vicente Gómez en
nuestra Patria, tiene también en Maracay sus templos!
Incomparables paseos nos aguardan. El de la Laguna, sin igual en
América, y el de Las Delicias, sin igual en el mundo. El Jardín Zoológico
asombra y admira a los mismos que han visitado el de Amberes.
A las siete de la mañana, cuando ya los resplandores del sol aragüeño
calientan los valles generosos, cruza el espacio, veloz y trepidante, un
aeroplano de la Escuela de Aviación. Y es así como, sobre las bellezas
naturales del paisaje, vemos deslizarse los progresos de la mecánica moderna.
Salimos de Maracay. Van con nosotros imborrables recuerdos, anhelos de
volver, nostalgias recientes… La Plaza Bolívar, la estatua del Libertador, los
bronces de Sucre y Páez… El automóvil avanza sin ruido. Una profunda emoción se
apodera de nosotros y nos sacude un pensamiento que no puede callar… Algo
echamos de menos en Maracay: una estatua… Una estatua merecida y alta, junto a
los bronces de los Héroes: un bronce que la posteridad justiciera ha de erigir
algún día, y en cuyo pedestal de mármol grabará sólo estas palabras elocuentes
y eternas:
PAZ Y TRABAJO
Carlos L. Capriles.
(Publicado en el Periódico "El Nuevo Diario", el 21 de febrero
de 1931).