Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional de la
República de Venezuela.
Motivo muy justificado de íntimo regocijo y aún de orgullo patriótico
para los venezolanos, será siempre el concierto de honoríficas alusiones al
estado actual de nuestro país que ha venido haciendo la prensa del exterior al
hablar de la reciente elección del General Juan Vicente Gómez para ejercer la
Presidencia Constitucional de la República.
El nombre de Venezuela, rehabilitado de aquel concepto de país
turbulento y desorganizado que culminara dolorosamente para la época en que el
General Gómez asumió anteriormente el Poder Público, es ahora objeto de las
merecidas alabanzas que por todas partes van proclamando el sorprendente cambio
que en sólo cortísimos años, ha convertido a la nación, de postrada y
desesperanzada, en próspera y vigorosa dueña de un inmediato porvenir tan
halagüeño como el mejor que para sí han anticipado en laboriosa y prolongada
gestación, las más florecientes repúblicas hermanas de América.
Porque, en efecto, con ser tanto lo adelantado, apenas podemos
considerarlo sino como amplia base para mayores y más extensos progresos en
todos los órdenes de la actividad nacional. Y de ahí las seguras promesas que
implica el hecho de la designación del General Gómez para dirigir la República;
de tal suerte que enumerar los frutos de la política que practicó y de la obra
administrativa que realizó cuando una vez estuvo al frente de los destinos
nacionales, es a un tiempo un tributo de la justicia a sus merecimientos
ciudadanos y un hermoso vaticinio de nuevos y más robustos avances del país
durante el período de gobierno para el cual ha sido designado.
Así es cómo justifica naturalmente la opinión pública extranjera la
elección presidencial del benemérito compatriota, y por qué desde su tribuna
imparcial, coaccionada solamente su palabra por la verdad avasalladora de los
hechos, comparte con el pueblo de Venezuela la acertada inspiración de confiar
al autor de los bienes presentes las esperanzas de otros aún mayores para los
próximos años venideros.
Escribimos las anteriores líneas a propósito de una nota editorial que
con motivo de la elección del General Gómez trae el autorizado diario "La
Discusión", de La Habana. En él habla exclusivamente la estadística,
siempre irrevocable y convincente, lo mismo cuando se trata de las tristes
revelaciones de la decadencia que cuando de la prosperidad y auge de los
pueblos.
He aquí un extracto de sus párrafos, desnudos de todo adorno extraño a
los hechos convincentes:
"En momentos los más precisos, cuando siguiendo los dictados de un
carácter estrafalario, reñido con los intereses del mundo entero, Venezuela se
encontraba en la más espantosa anarquía, en el más penoso estado de postración
moral, económica y política, al extremo de que su sitio en el rol de las
Repúblicas americanas había llegado a estar entre los últimos, surgió el
General Gómez, quien, con patriotismo previsor, con alteza de miras, con firmes
convicciones, pudo despertar en ella la misma adormecida pujanza de que diera
en épocas legendarias muestra prepotente y gallarda, cuando sus pensadores y
guerreros, con Miranda y Bolívar, con Sucre y Páez, laboraron briosa y
eficazmente por la libertad de medio mundo colombino.
Todo en Venezuela ha florecido y ha surgido a nueva vida desde entonces.
Consolidado el orden público, garantizados ampliamente todos los derechos,
todos los intereses, todas las aspiraciones legítimas, Venezuela ha podido
dedicarse a desentumecer, primero sus aletargadas energías, y después a
vigorizarlas y ensancharlas prodigiosamente. Y, como es natural, la nueva
existencia se ha venido caracterizando, ante todo, por un constante y creciente
desarrollo de los intereses.
Los datos concretos de las estadísticas se encargarán de demostrarlo.
Han surgido en Venezuela en un breve período de tiempo: más de cincuenta
centros industriales, con un valor que oscila de 75 a 80 millones de bolívares,
sin contar las empresas petroleras, de asfalto y de carbón que han obtenido
concesiones legales y cuyos capitales son los más fuertes entre los de
explotaciones industriales en el país.
Las compañías mineras han elevado su capital a más de ocho millones. En
empresas productivas de fuerza y luz se han invertido más de cinco.
En industrias varias, productoras de cemento, vidrio, papel, lozas, más
de ocho millones. Para activar los medios de transporte se han empleado diez y
siete millones y las empresas constructoras de otra índole han elevado su
capital a diez y nueve millones.
El comercio ha aumentado de 1909 a 1914 un setenta por ciento. El comercio
de 1909 alcanzó a 132.000.000 de bolívares. El de 1914 ascendió a 224.000.000.
Las exportaciones que en 1909 fueron 49.000.000, en 1914 llegaron a
88.000.000.
Los 227.000.000 que Venezuela debía, se hallan ya reducidos a 171.000.000.
Venezuela con admirable puntualidad paga los intereses de sus deuda, y va al
mismo tiempo amortizándolas rápidamente, en lo posible. De su buen proceder a
este respecto, ha dado valioso testimonio la cancillería francesa al consignar
en un documento público este honrosísimo párrafo:
"Venezuela es como los Estados Unidos, país que cierra sus
presupuestos con superávit y que además amortiza regularmente sus deudas y paga
sus impuestos más ínfimos". En efecto, el superávit en su presupuesto
excede de 12.000.000 de bolívares.
En caminos públicos se han construido desde 1910 mucho más de 1.364 kilómetros y
actualmente hay en proyecto 12 nuevas vías con extensión de más de 900 kilómetros. En
obras de modernización y mejoramiento de antiguos caminos carreteros se han
invertido 13 millones.
La Instrucción Pública se ha hecho obligatoria y se ha ensanchado con
toda amplitud. En 1909 sólo había en Venezuela 716 escuelas. Hoy llegan a
1.410.
La salubridad pública, que casi no existía en 1909, ha sido establecida
en tan excelentes condiciones que, gracias a ella han desaparecido las
enfermedades como peste negra, peste amarilla, tifoidea, etc.
Y Venezuela además de todos esos beneficios positivos obtenidos en el
interior, ha logrado algo más grande, algo que iba resultando imposible: solucionar
ventajosamente los innumerables conflictos que le creara con América y con
Europa la intemperancia de Cipriano Castro. Venezuela zanjó definitivamente en
1913 el más grave de esos conflictos, el que existía pendiente con Francia,
reconociéndose todos los derechos por ella alegados para ir al arbitraje y
quedando por último reducidos a 3.000.000 de francos los 23 que de ella, por la
intervención directa de la diplomacia, se reclamaban.
La, obra del General Gómez justifica que el Congreso venezolano le haya
elegido nuevamente por unanimidad Presidente Constitucional para el período de 1915 a 1922".
(Diario "El Universal" de Caracas. Mayo de 1915).