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viernes, 3 de marzo de 2023

LA ELECTRICIDAD DE CARACAS AUMENTA SU CAPITAL 1918

Durante varios días habíamos venido publicando un anuncio de la Compañía Anónima La Electricidad de Caracas, en el cual anunciaba esta empresa que en Asamblea Extraordinaria verificada, el 15 de noviembre de 1917, se había resuelto por unanimidad el aumento del capital de la Compañía en Bs. 3.550.000, para elevar a Bs. 7.000.000 su primitivo capital de Bs. 3.450.000. Los accionistas tenían preferencia para la suscripción a la par del capital complementario, y se fijó el término de setenta y cinco, contados desde el 15 de noviembre de 1917 hasta el 29 del presente mes de enero de 1918, para que los accionistas pudieran concurrir a las Oficinas de la Compañía a ejercer el derecho de suscripción en proporción al monto de sus respectivas acciones.

Hoy podemos anunciar, según consta en anuncio que insertamos en otra página, que el aumento de capital ha sido suscrito en su totalidad, circunstancia muy significativa que hace resaltar a un tiempo las favorables condiciones de la Empresa, y el impulso adquirido por el capital venezolano bajo el Gobierno de la Rehabilitación Nacional, cuyo Supremo Conductor, el General Juan Vicente Gómez, es el primero en dar estímulo al desarrollo de nuestras riquezas, por la protección que ofrece al trabajo y con su propia labor política y personal, encaminada patrióticamente al bien de la República.

(Publicado en el Periódico "El Nuevo Diario", el 30 de enero de 1918).


domingo, 2 de octubre de 2022

LAS BUENAS RELACIONES ENTRE VENEZUELA Y COLOMBIA 1918

El Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela, a quien debe su máximo bienestar y progreso la nación hermana.

CORDIALIDAD COLOMBO-VENEZOLANA

EL XIX DE DICIEMBRE EN BOGOTÁ

(De "El Espectador", de Bogotá).

Hoy celebra la República hermana de Venezuela la fiesta de su gobernante y recapitula lo que a su esfuerzo en el orden material le debe.

El General Juan Vicente Gómez ha sido un mandatario progresista, que se ha captado la confianza de su pueblo, porque ha sido el primer baluarte de la paz, a cuyo amparo se desarrollan las naciones, y porque, dotado de un sentido práctico muy vivo, ha buscado el adelanto de su patria no en las instituciones o en las leyes sino en el bienestar económico.

En las vías de comunicación ha puesto el General Juan Vicente Gómez sus mejores empeños. En mayo de este año inauguró con fiesta solemnísima la gran carretera de Caracas a Calabozo, que mide 400 kilómetros, y en el año entrante inaugurará la de la capital a San Cristóbal, que tiene cerca de 900 kilómetros, de extensión y a la cual sólo falta un corto trayecto y algunos puentes de hierro que ya fueron pedidos a Europa.

Su circular del 3 de abril sobre cuestiones agrícolas, ha hecho intensificar la producción hasta el punto de que Venezuela no sólo tendrá en cereales lo que requiere para su consumo, sino que podrá exportarlos en breve en grandes cantidades para los Estados Unidos y para los países vecinos.

Nosotros reconocemos en el General Juan Vicente Gómez a un buen amigo de Colombia, y, con motivo de la fiesta que hoy celebra Venezuela, presentamos cariñoso saludo a su representante entre nosotros, doctor Demetrio Lossada Díaz y a su digno Secretario el doctor Diego Bautista Urbaneja.

El diario cuyas frases de cordialidad reproducimos publica también el retrato del señor General Juan Vicente Gómez.

"Sur América", diario que dirige el doctor Adolfo León Gómez, reproduce también en su edición del 20 de diciembre de 1917 la efigie del Jefe con el siguiente comentario:

"General Juan Vicente Gómez, gobernante insigne que ha hecho prosperar a Venezuela inmensamente y cuya ascensión a la Presidencia se celebró ayer. En nombre de la Embajada de Colombia, tan finamente recibida por él en 1911, "Sur América" le consagra este recuerdo y le envía muy atento saludo, con efusivos votos por la prosperidad y la gloria de su país".

(Publicado en el periódico "El Nuevo Diario", el 12 de enero de 1918).


lunes, 14 de marzo de 2022

LA NEUTRALIDAD DE VENEZUELA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL


La neutralidad de Venezuela no da lugar a sospechas como queda comprobado y ella será como hasta ahora un compromiso de honor para la Patria, cuyos destinos están confiados a la Causa de la Rehabilitación Nacional y cuya promesa de imparcialidad está respaldada por la voluntad enérgica del Jefe de esa Causa y por su palabra solemnemente empeñada, pues es bien sabido que la efectividad de las promesas del General Juan Vicente Gómez no se presta a dudas porque su noble corazón, su espíritu ecuánime y su brazo fuerte no son susceptibles a la debilidad y no se retractan ni vacilan jamás. 

Hemos permanecido neutrales, pero no es la nuestra una neutralidad sistemática que obedezca a fines egoístas o que sea la expresión de una indiferencia reprobable ante los sacrificios heroicos y la sangre derramada por aquellos pueblos. No; nuestra actitud en presencia de la lucha titánica en que se encuentran envueltas aquellas naciones es la que cumple a Venezuela, que no tiene demanda alguna que intentar porque no ha recibido agravios. 

El orden de cosas que discurre para Venezuela es plenamente normal debido a las previsiones incesantes del Benemérito Jefe de la Causa, General Juan Vicente Gómez. Si en lo político y en lo administrativo nada tenemos que desear porque todos los Poderes Públicos funcionan con perfecta armonía comunicando al organismo nacional salud y vigor que se exteriorizan en todo linaje de progresos, las iniciativas individuales han venido dando el máximo de sus esfuerzos hasta hacer eficaces el impulso bienhechor y la actividad insuperable de la ingente obra rehabilitadora. 

Un testimonio irrecusable de esta verdad lo tenemos en el pingüe producto que han dado nuestras cosechas desde que la palabra autorizada del General Gómez se dejó oír el 3 de abril del año próximo pasado para advertir a nuestros agricultores lo arduo que es el problema de las subsistencias en el presente período de serias dificultades y de acontecimientos terribles porque pasa el mundo entero. 

En efecto, nada hay que preocupe hoy más la mente de los hombres de Estado, nada que reclame mayor atención a los que gobiernan y a los que son gobernados como la amenaza de la escasez y hasta del agotamiento de los alimentos, consecuencia directa de la disminución de los brazos que laboran la tierra. Si los beligerantes tienen ante sí el fantasma del hambre pronto a tomar forma real para consumar la obra exterminadora de la guerra, los neutrales por un gran deber de solidaridad humana, y por los lazos que en el orden económico vinculan los pueblos tendrán que sentirse afectados de la desgracia común, y de ahí la necesidad en que estamos de mantener abastecidos nuestros graneros y en franca e incesante actividad nuestro mercado de artículos alimenticios. Ninguna de estas consideraciones se ha escapado al pensamiento atinado del General Juan Vicente Gómez, y es esa la razón por la cual, con palabras y con actos, está estimulando a sus compatriotas a efecto de que el hogar venezolano no llegue a carecer de pan y que pueda partirlo fraternalmente con quienes ocurren a él en esta hora trágica de la historia. Grasas, maíz y otros cereales hemos venido exportando para pueblos vecinos y estas exportaciones seguirán en aumento, porque mientras la voluntad enérgica y bienhechora del Jefe de la Rehabilitación Nacional influya en los destinos de la Patria, no estará ocioso ningún brazo. 

En paz hemos vivido con esas naciones y en constante trato de recíproca amistad y no sería justo que nos convirtiésemos en enemigos de ninguna de ellas. En tal virtud, esa fatal necesidad de la guerra no ha venido a solicitamos, pero esto no implica que seamos testigos mudos en la cruenta escena. Cada noble vida que se extingue en el fragor de las batallas, cada holocausto de bienestar y de riqueza que ofrendan con espartana virilidad aquellos pueblos amigos y cada hogar en luto, son dolores que conmueven a la familia venezolana y hechos de desinterés y de grandeza que sabemos admirar. Tampoco hemos asentido a que los beligerantes se aparten de las prácticas hasta ahora aceptadas en la guerra, porque juzgamos que mientras menos terribles sean los estragos de la lucha más se acercará el día de una paz estable, que es la meta de nuestras aspiraciones. 

VICTORINO MÁRQUEZ BUSTILLOS.

Miraflores, 27 de abril de 1918.

(Extractos tomados del Libro "Mensajes Presidenciales", Tomo IV, 1910-1939, Presidencia de la República, Caracas, 1971).

 

sábado, 11 de septiembre de 2021

INAUGURACIÓN DE LA PLAZA MIRANDA DE SAN FELIPE 1918

 

Un aspecto parcial de la Plaza Miranda en San Felipe, Estado Yaracuy, construida durante el Gobierno del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela. Año 1918. (Foto: Mazzi).

El Estado Yaracuy, en cuya capital se ha construido la Plaza Miranda que reproduce parcialmente nuestro grabado, es una de las Secciones donde mayores adelantos se observan en estos últimos años. El ramal ferroviario de Palma Sola, obra de la Empresa del Ferrocarril Bolívar, y la Carretera de la Costa, abierta por el Gobierno Nacional, dan buena idea de tan positivos adelantos, a los cuales se agregan los trabajos públicos ejecutados por la Administración local, presidida por el General J. Victoriano Giménez, activo y fiel intérprete de las ideas gubernativas practicadas por el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Jefe de la Rehabilitación Nacional. El Gobierno de Yaracuy construye actualmente la importante Carretera San Felipe-Nirgua, al propio tiempo que cuida con preferencia las vías de comunicación que conducen a los Estados limítrofes.

Entre las obras que se han llevado a cabo en la capital del Estado, figuran la Plaza Miranda, la Avenida "19 de Abril" y un puente de cemento armado sobre el río Yurubi, el cual estará unido a San Felipe por una avenida de un kilómetro de longitud, próxima a terminarse.

(Publicado en el Periódico "El Nuevo Diario", el 27 de junio de 1918).


jueves, 11 de febrero de 2021

IMPORTANTE INDUSTRIAL PUERTORRIQUEÑO OPINA SOBRE EL PRESIDENTE GÓMEZ Y SU GOBIERNO 1918

 

General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela.

Interviú con el Presidente de la Asociación de Productores de Azúcar de Puerto Rico, Señor Ramón Aboy Benítez.

Tendencias del General Juan Vicente Gómez. El progreso y bienestar del país. Sus grandes iniciativas. Nuestro Desarrollo Industrial. Las Empresas Nacionales.

Cuantas personas visitan a Venezuela, ya sean hombres de negocios, artistas o simples viajeros en jira de placer, expresan de modo unánime sus buenas impresiones respecto a la situación del país, y especialmente acerca de los grandes progresos materiales que se han efectuado a impulsos del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Jefe de la Rehabilitación Nacional.

La obra realizada desde 1908 ha sido, en efecto una labor de modernización en todos los ramos de la actividad nacional, desde las espléndidas Carreteras y caminos que todos vemos, hasta los nuevos métodos de enseñanza que preparan el espíritu de las actuales generaciones para recibir el sacramento laico de la cultura intelectual.

El Nuevo Diario ha recogido con frecuencia las declaraciones hechas por importantes huéspedes que luego, ya en el exterior, han expresado sus opiniones con entera franqueza, y todas acordes en el sentido de alabar nuestro desarrollo económico.

La Prensa de San Juan de Puerto Rico, nos trajo por último correo una interviú publicada en el diario La Democracia, correspondiente al 20 de mayo de 1918, publicación de positiva trascendencia, porque recoge las opiniones de uno de los grandes industriales de la Isla, el señor Ramón Aboy Benítez, quien después de algunos días de permanencia en esta capital, regresó a San Juan a bordo del vapor americano Caracas.

El señor Aboy es un acaudalado propietario, dueño o consocio de numerosas firmas industriales y comerciales, especialmente en el ramo de azúcares: Presidente, fundador y principal accionista de la Cayey Sugar Co.; Presidente y principal accionista de la Córcega y de la Plata Sugar Co., fundador y expresidente de la Yabucoa Sugar Co. Y de la Arkadia Sugar Co.; Presidente de la Compañía Aboy, Vidal & Co. Inc. de San Juan de Puerto Rico, y de la Aboy y M. Hernández & Co. Inc. de Nueva York; Socio Gestor de la casa Bancaria Georgetti, Cintrón, Aboy & Co., ambas de San Juan, y por último Presidente de la Asociación de Productores de Azúcar de Puerto Rico. Por consiguiente, el señor Aboy, tratándose de asuntos económicos, es un testigo mayor de toda excepción, cuya palabra posee absoluta autoridad en la materia.

Interrogado el señor Aboy sobre la situación de Venezuela, reveló en todas sus contestaciones el mejor conocimiento de nuestra vida pública y económica, haciendo una clara relación de cuanto había observado con su buen criterio de hombre de negocios que estudia con sereno juicio las condiciones sociales, políticas e industriales antes de arriesgar capitales y trabajo en cualquier empresa.

Refiriéndose al Benemérito General Juan Vicente Gómez, a quien conoció en el propio campo, donde se consagra a dar el ejemplo de trabajo que transforma las industrias nacionales, el señor Aboy manifiesta muy atinadas opiniones, propias del hombre de negocios que sabe darse cuenta exacta de la utilidad y alcance de nuestras empresas. En cuanto a la personalidad del señor General Gómez, el señor Aboy le consagra justas alabanzas por sus tendencias patrióticas y eficaz impulso a las riquezas del país. Dice así:

“Tuve ocasión de tratarlo personalmente y encuentro en él a un hombre de claro criterio, de carácter franco y cortés, y de sus manifestaciones deduje claramente, que es altruista como pocos y que sus tendencias van encaminadas tan sólo al progreso y bienestar de su país. Es hombre de grandes iniciativas y ahora se ocupa con gran interés de fomentar en la rica región de Maracay, en grande escala, las siembras de caña, y otras industrias como la de ganado vacuno que se va mejorando y seleccionando con el cruce de otras razas que se importan, inglesa y americana. También la de ganado de cerda se fomenta en grado tal que actualmente el país cubre su consumo de manteca y tocino y se prepara para exportar. Las fábricas de queso y mantequilla que existen en relación con la riqueza ganadera están a la altura de las mejores del mundo”.

Luego continúa hablando, en general, de las empresas nacionales, que tuvo ocasión de visitar, y siempre en los mejores términos, como verá el lector:

“Precisamente tuve ocasión de visitar casi todas las fábricas que hay en el país y quedé muy bien impresionado, pues hay varias de tejidos, una de cemento, una de vidrio, varias de cerveza, una de mantequilla y quesos, una de papel y todas en general, tienen maquinarias modernas y trabajan a toda su capacidad. En Puerto Cabello hay una fábrica de carnes refrigeradas con capacidad actualmente para 250 novillos diarios y después de terminadas las modificaciones que están haciendo, (será en junio próximo), podrán matar 500 novillos. Todas las carnes las tienen comprometidas en Inglaterra, y tal negocio lo explota una compañía inglesa que tiene fábricas también de igual índole en Buenos Aires”.

Al interrogársele sobre cuestiones de política exterior venezolana, las cuales, entre nosotros como en todo el mundo, han adquirido una importancia capital con motivo del estado de guerra que envuelve a tantas naciones, el señor Aboy se mostró también informado de los propósitos del Jefe de la Nación, como de sus miras administrativas, de modo que pudo contestar con toda precisión y en perfecto acuerdo con el espíritu de absoluta neutralidad proclamado legalmente y mantenido en la práctica por nuestro país. Buen observador y espíritu desinteresado, el señor Aboy pasa en revista la situación general de la República, destacando en cada ocasión las excelentes condiciones en que se desarrolla nuestra vida pública, garantizada por un Gobierno patriota y por la estabilidad de las instituciones que resulta de la armonía entre el Poder y los ciudadanos, empeñados unos y otros en una obra común de esfuerzo colectivo que se dirige a un fin único de progreso y cultura nacional.

(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 31 de mayo de 1918).

viernes, 27 de noviembre de 2020

PATRIÓTICA PREVISIÓN DEL GENERAL GÓMEZ EN EL DESARROLLO DE LA PRODUCCIÓN AGRĺCOLA, 1918

 

El Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela y el General León Jurado, Presidente del Estado Falcón.


Desarrollo de la Producción Agrícola. Exportación de más de 5.000.000 de bolívares en el Estado Falcón. Grandes existencias de granos. Las próximas cosechas.

Esta situación favorable reconoce como origen inmediato la sabia previsión del señor General Juan Vicente Gómez, Jefe de la Rehabilitación Nacional, quien desde el principio de su Gobierno, echó las bases de nuestro resurgimiento económico por el estímulo de las industrias, la agricultura y la cría.


De Coro a Caracas, el 29 de enero de 1918. Las 11 hs. a.m.

Señor General Juan Vicente Gómez.

Hecho el resumen de los datos estadísticos de los Distritos, referentes a la exportación de sus productos en el año último, dan un total de Bs. 5.374.420, de los cuales la mayor parte proviene de la exportación de cereales, cuyas cosechas fueron de notables proventos para los agricultores, por haber oído éstos con atención patriótica las previsivas y providentes indicaciones y consejos de usted, contenidos en su famoso telegrama del 3 de abril de 1917. Si a estos datos se agregan las existencias en los graneros, que no serán menos de las cantidades exportadas, y que las nuevas cosechas prometen también ser buenas, es fuerza convenir en que la situación económica de este Estado es por demás halagadora. Cinco millones de bolívares para un Estado que antes no exportaba más de uno, constituye un dato por demás favorable que debe agregarse a la inmensa cifra que para Venezuela constituye cada uno de los patrióticos esfuerzos hechos por usted para convertirla en uno de los países más florecientes de la América.

Respetuosamente lo saluda su adicto amigo y subalterno.

León Jurado.

Constantemente se pone de manifiesto en las diversas regiones del país alguna notación de los progresos agrícolas e industriales que en hora oportuna vienen a prevenir cualquier crisis alimentaria que pudiera amenazarnos por las circunstancias actuales del comercio internacional.

Y esta situación favorable reconoce como origen inmediato la sabia previsión del señor General Juan Vicente Gómez, Jefe de la Rehabilitación Nacional, quien desde el principio de su Gobierno, echó las bases de nuestro resurgimiento económico por el estímulo de las industrias, la agricultura y la cría. Atento siempre al desarrollo de nuestras riquezas naturales y solícito por el bienestar del pueblo, el Jefe había venido observando las condiciones generales del mundo creadas por la guerra, y así pudo leer con tiempo en el porvenir y adelantarse a los acontecimientos mediante el memorable telegrama del 3 de abril de 1917, dirigido a los Presidentes de Estado, y en el cual les manifestaba:

“Me agradaría mucho que usted en la jurisdicción de su mando, llevase a conocimiento de sus honrados habitantes, por cuantos medios estén a su alcance, las grandes conveniencias de aprovechar la presente estación para cultivar la tierra, sembrar por todas partes fructíferas semillas y hacer de la agricultura fuente real y positiva de nuestra subsistencia, porque no sabemos hasta qué punto obrarán en nuestro país los disturbios extranjeros y la prudencia y buen sentido aconsejan en los actuales momentos proveer nuestros graneros, y asegurar en la abundancia de nuestras cosechas la estabilidad invariable y módica de los frutos que sean de primera necesidad para la vida del hombre”.

La prudente advertencia tuvo unánime acogida en todas partes, tanto por su intrínseca importancia, como porque en nuestro país saben todos que en la Rehabilitación Nacional no se colabora con manejos e intrigas de politiquería, expediente de épocas por fortuna ya pasadas, sino con el esfuerzo oficial o personal aplicado al trabajo, en una labor consciente que dirige todas las energías al bien de la República y al desarrollo de nuestras fuentes de producción.

El telegrama del Jefe, General Juan Vicente Gómez, continuaba así:

“Nuestras tierras son fértiles, nuestros trabajadores diligentes y vigorosos, la paz echa sus fulgores por todos los campos y todo en la actual Administración convida a la agricultura que da alegría al labriego y pan a todos los hogares.

No omita usted esfuerzos en llevar estímulos a este sano propósito y haga en tal camino incansable propaganda, que esa es propaganda bienhechora”.

El provechoso fruto de esta noble excitación no se hizo esperar mucho tiempo, porque meses después comenzaron a llegar informes de los Estados acerca de la abundancia de las cosechas, que el año anterior se presentaban en condiciones verdaderamente excepcionales.

El Jefe, General Juan Vicente Gómez, con espíritu suyo, amplio y comprensivo, que lo ha conducido a crear una Causa Nacional en la que tienen cabida todas las voluntades patrióticas, sin excepción de matices políticos, los cuales se han borrado del todo, gracias a sus tendencias conciliadoras, abarcaba en su telegrama todas las actividades útiles, como se desprende de los propios términos del notable documento:

“Llame usted a los ricos, a los pobres, al clero, a todos, y hágales ver la suprema necesidad de cultivar los campos, pues en ello estribará ahora y mañana la independencia de nuestra subsistencia vinculada en los frutos que nosotros mismos produzcamos”.

No se reducían los propósitos del Jefe a un simple interés material suscitado por las circunstancias del momento, pues su bien inspirada intención propende a la estabilidad económica, que no puede lograrse sino por el completo desarrollo de las riquezas territoriales.

El ejemplo del Estado Falcón, una de nuestras regiones que se veían más expuestas a la escasez en épocas anteriores, constituye la prueba más categórica del impulso adquirido por la producción nacional. Recientemente hemos dado cuenta de grandes cosechas recogidas en varias comarcas, de la utilización del trigo venezolano en felices ensayos de panificación hechos en Caracas, por primera vez en la historia económica del país, del movimiento de exportación de nuestros frutos, en grande escala, para los Estados Unidos y las Antillas, todo lo cual viene a ser elocuente testimonio de la capacidad productiva de Venezuela y de la patriótica influencia ejercida por el Jefe de la Rehabilitación Nacional.

(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 2 de febrero de 1918).


domingo, 22 de noviembre de 2020

EL JEFE Y EL EJÉRCITO: UN BUSTO DEL GENERAL GÓMEZ, 1918


El General en Jefe Juan Vicente Gómez, creador del Ejército Nacional de Venezuela en una parada militar.

"Este busto, obra de Pedro Basalo, es uno de los homenajes rendidos por el arte patrio al Ilustre Jefe de la Causa, Benemérito General Juan Vicente Gómez, como una expresión del sentimiento unánime de Venezuela hacia el eminente estadista y guerrero, cuya labor insigne es fecunda en beneficios para la República".

Subteniente J. M. Key


Capitán Isaías Medina Angarita. 

"La ofrenda, escogida con tacto por quien conoce su cariño hacia el Jefe, Benemérito General Juan Vicente Gómez, sus sentimientos de lealtad y partidarismo, no puede ser más apropiada, porque ella demuestra cómo de íntimamente ligados estamos con el Ejército".

Capitán Isaías Medina Angarita

El General en Jefe Juan Vicente Gómez, acompañado por un grupo de Oficiales del Ejército Nacional de Venezuela.

"Es natural, pues, que al General Gómez lo queramos sus soldados, y que por él, llegado el caso, ratifiquemos nuestra lealtad allá donde la muerte pone un signo de honor a los caídos".

Coronel F. Celestino Hernández

La oficialidad de la primera Brigada hizo el día de Año Nuevo un valioso presente al señor General Isaías Nieto, Comandante de aquella unidad: un artístico busto del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Comandante en Jefe del Ejército.

Este acto, celebrado en uno de los cuarteles donde mejor se observan los adelantos que debe el soldado venezolano a la patriótica iniciativa del Jefe de la Rehabilitación Nacional, expresa en su austera sencillez el respetuoso afecto y la firme adhesión del Ejército hacia el autor de la gran reforma militar que ha sido explanada en páginas vibrantes de entusiasmo por el señor Doctor Victorino Márquez Bustillos, en el libro que ofrendó al Jefe con ocasión de la novena efemérides de la Causa.

El Capitán Isaías Medina Angarita ofreció el presente con las siguientes palabras:

"Ciudadano General Comandante de la Primera Brigada:

La benévola amistad del excelente compañero Marciales, noble iniciador de este acto, ha querido, mi General, que sea yo quien deje en sus manos el testimonio del respetuoso y sincero cariño que Jefes y Oficiales de la Brigada le profesamos.

Ninguna exigencia amistosa más fácil de cumplir que ésta, porque sencilla, ingenua y francamente he de hablar al expresar los sentimientos de quienes franca, ingenua y sencillamente lo quieren y porque para hacerlo, no he de buscar recursos de retórica, lejos de mi alcance: ni mucho menos frases escogidas, sino aquellas que con la sencillez del cariño saben expresar las bondades del sentimiento.

La ofrenda, escogida con tacto por quien conoce su cariño hacia el Jefe, Benemérito General Juan Vicente Gómez, sus sentimientos de lealtad y partidarismo, no puede ser más apropiada, porque ella demuestra cómo de íntimamente ligados estamos con el Ejército, cómo está afianzado en nosotros el respeto que se impone cariñosamente y que trae como lógica consecuencia la disciplina por convicción, inconmovible como todo acto basado en lo razonable; además expone claramente como son nuestros espíritus, campos fecundos en gratitud, consagrada respetuosamente al hombre que con juicio sano y mano fuerte, reconstituyó el Ejército como un homenaje a la pléyade gloriosa, que en los tiempos libertarios, demostró que había fibra de militares en nosotros, dejando como jalones imperecederos, gayas flores de triunfo, desde éstos nuestros risueños valles hasta aquellas lejanas playas que decora níveamente el Plata con el encaje de sus espumas.

Es prueba evidente además este acto, de cómo saben apreciar los subalternos la actuación de los jefes y aunque muy sencilla la manifestación, mi General, usted debe sentirse satisfecho al ver en todos los semblantes la sinceridad con que procedemos en este momento, puesto que vemos en usted el consejero afectuoso, el director justo y sereno de nuestros actos militares, demostrando así de una manera palpable, que siempre debe constituir el Superior un apoyo para el subalterno y nunca una amenaza.

Reciba pues, General, a nombre de los Jefes y Oficiales de la Brigada de su mando, esta ofrenda de cariño".

Luego habló el Coronel F. Celestino Hernández:

"Ciudadano General Comandante de la Primera Brigada.

Este acto, sencillo en su forma, lo magnifican con destellos luminosos, la lealtad de vuestros subalternos, que en fraternal conjunto quisieron perpetuar en el recuerdo la ofrenda votiva del cariño.

Y fue así que al designar la ofrenda, no pudo ser mejor. La noble figura del Jefe, Benemérito General Juan Vicente Gómez, se destaca en el Busto con el relieve magistral de su meritoria austeridad, ariete formidable, que golpeando sobre los escombros de los viejos sistemas rutinarios, dio paso al brote fecundo del progreso, que desde entonces en todos los ramos de las humanas actividades, llevan como bandera de triunfos el prestigio de su nombre.

En brillantes páginas de Historia, han descrito plumas doctas, la talla moral del Caudillo de Diciembre y su actuación de Magistrado; a ello debe el País mucho bien, mejor dicho, su resurgimiento, y el que hoy se acate ante propios y extraños el nombre hermoso de la Patria de Bolívar el Grande.

Una de sus grandes creaciones fue el Ejército, ese hijo suyo a quien con afanoso empeño imprimió el carácter que tiene hoy como guardián de los fueros nacionales.

Es natural, pues, que al General Gómez lo queramos sus soldados, y que por él, llegado el caso, ratifiquemos nuestra lealtad allá donde la muerte pone un signo de honor a los caídos.

Sencillo y elocuente, este acto sintetiza el espíritu de fraternidad en el Ejército, que al expandirse en sentimientos produce un chispazo de luz que se irisa en colores de banderas triunfales".

El Subteniente J. M. Key contestó a nombre del Comandante de la Primera Brigada, para expresar el orgullo y predilección con que el General Isaías Nieto acogía la valiosa ofrenda de la gallarda oficialidad de su Brigada, y sus palabras fueron éstas:

"Señores:

Francamente, nunca había deseado sonoridad y gallardía para mi verbo como ahora, cuando, por designación de mi General Isaías Nieto, me cumple el honor de ofreceros sus gracias más cordiales por el busto de nuestro querido Jefe que le traéis de regalo en esta ocasión.

Mi General se siente pleno de orgullo íntimo al sentir tan cerca de su corazón el cariño de los vuestros, espontáneos e ingenuos, y no puede sino aplaudir la elección de famoso presente, pues en la serenidad de sus líneas vigorosas canta un símbolo de la Patria, de esa Patria nuestra que florece en el oro de las sementeras cuajadas de espigas, en las diafanidades de nuestro cielo azul, y en el ala roja de heroísmo que prende nuestro sol tórrido en el alma del Ejército venezolano: todo ello, resumido como un alto exponente de emoción en la gloria de nuestra Bandera, libre y fuerte, respetuosa y respetada, que canta al amor de sus siete estrellas el himno de la Cumbre, de la Paz y de la Civilización.

De hoy más, mi General sabrá apreciar vuestra disciplina y vuestro cariño, oficiales de su Brigada, y brinda por el egregio Jefe nuestro, cuya hombría de bien ha revivido en el concierto de las Naciones el decoro de esta Patria: Venezuela.

Este busto, obra de Pedro Basalo, es uno de los homenajes rendidos por el arte patrio al Ilustre Jefe de la Causa, Benemérito General Juan Vicente Gómez, como una expresión del sentimiento unánime de Venezuela hacia el eminente estadista y guerrero, cuya labor insigne es fecunda en beneficios para la República".

(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”. Año 1918).

viernes, 16 de octubre de 2020

NEUTRALIDAD ABSOLUTA DE VENEZUELA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 

El Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela y gran pacificador de su país, mantiene la absoluta neutralidad durante la Primera Guerra Mundial.  

Opiniones de la Prensa francesa. La neutralidad absoluta del país. Política de organización. La obra del Benemérito General Juan Vicente Gómez.

La revista francesa intitulada L’Information Universelle y dirigida en París por el eminente escritor Víctor Margueritte, publica en la sección correspondiente a la América Latina, una interesante nota que en parte insertamos con especial deferencia, por los justicieros conceptos que contiene acerca de la política eminentemente patriótica desarrollada en el país por el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Jefe de la Rehabilitación Nacional. L’Information, después de decir que Venezuela: “ha demostrado no haber dejado nunca de observar la neutralidad más estricta desde el principio de las hostilidades”, agrega:

“La política de Venezuela se orienta únicamente hacia la organización interior económica y administrativa del país, que al fin, después de muy prolongados periodos de turbaciones y conflictos, conoce una época verdadera de paz y prosperidad.

El Congreso Nacional reeligió para un nuevo periodo al Presidente Gómez, a cuyo impulso todos los ramos de la actividad nacional dan pruebas de un desarrollo verdaderamente excepcional. El servicio de la Deuda Exterior está asegurado con regularidad; el Tesoro acusa un superávit constante; las cifras del comercio exterior han aumentado como en un 70%, comparadas con las de años anteriores; más de 150 millones de dólares acaban de ser invertidos en empresas industriales o agrícolas; los trabajos públicos de utilidad nacional son impulsados en vastísima escala; y, en fin, el cambio y el patrón de oro se mantienen en un estado de absoluta estabilidad, lo que constituye un signo muy característico de la prosperidad de un país”.

(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 5 de mayo de 1918).

CARTA DE CÉSAR ZUMETA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 

César Zumeta.

El General Gómez, Jefe de la evolución que está transformando el país, al verse frente a los problemas internos y exteriores creados por la guerra, encuentra que su deber es ser preeminentemente pro-venezolanos.

La presente carta fue dirigida al diario neoyorquino “The Evening Post”, por nuestro compatriota el ilustre escritor César Zumeta.

Al Director de “The Evening Post”.

Señor: Afirmaciones que, hechas por otras hojas, mueven apenas a sonreír, requieren precisa enmienda cuando el Evening Post las hace ante el público. Expone el corresponsal suyo de Buenos Aires: “Venezuela otro país muy lejos de estar bien dispuesto hacia los aliados”; y un viajero de regreso informa a sus lectores que: “se tiene al General Gómez por decididamente pro-alemán…y que el General Peñaloza, pro-aliado encabeza una revuelta”.

Estas noticias falsas crean recelos y malas voluntades que perjudican, por igual, intereses morales y materiales venezolanos y estadounidenses, en bien no más que de un grupo de conspiradores, profesionales sud-americanos y de junkers del Norte. Tan dañinos son los efectos de la propaganda, que en realidad, “ayudan y estimulan al enemigo”. Los que están al tanto de los hechos, saben que los venezolanos rendimos dos pleitesías, la política, debida a la patria, y la ideal tributada a la Francia revolucionaria y republicana. El nombre del venezolano General Francisco de Miranda, inscrito en el Arco de la Estrella, en París, y el nombre de Lafayette, hondamente grabado en la historia de los Estados Unidos, son perpetuo símbolo de los lazos que por siempre ligan la democracia del Nuevo a las del Antiguo Mundo.

Cuando, en la cuarta Conferencia Panamericana en Buenos Aires, propuso un Delegado argentino: “enviar un mensaje de salutación al Pueblo y Gobierno de Francia, hoy, 14 de julio”, la Delegación Venezolana, en medio de “grandes aplausos”, declaró que: “aun cuando no están reanudadas todavía las relaciones entre los Gobiernos venezolano y francés, Venezuela y sus gobernantes se hallan siempre dispuestos a rendir homenaje a los hombres y naciones que han librado batallas por la Libertad y el Derecho”. Los miembros de aquella Delegación no volvieron a Caracas en desgracia. Al contrario, el General Gómez, entonces Presidente, los llamó a ambos a formar parte de su Gabinete, y ambos le sirvieron en su feliz empeño de reanudar el trato con Francia (roto por el inefable General Cipriano Castro), reanudación que se realizó contra la porfiada oposición del mismísimo General Peñaloza y del mismísimo grupo de políticos, ahora sedicientes desinteresados partidarios de la Entente. Mudaron de ropa, pero no de móviles.

Del propio modo que la neutralidad de los Estados Unidos, desde agosto de 1914 hasta el último “agravio manifiesto”, en la primavera de 1917, no significaba antagonismo a la causa de los aliados, sino supremo celo por los más vitales intereses de esta Unión; así la neutralidad de Venezuela no significa sino que su Gobierno y el General Gómez, Jefe de la evolución que está transformando el país, al verse frente a los problemas internos y exteriores creados por la guerra, encuentran que su deber es ser preeminentemente pro-venezolanos.

Mucho más provechoso y sabio que oscurecer con fábulas la situación presente, sería el aclararla mediante acabado estudio de los problemas económicos sud-americanos, y el propósito sincero de enmendar los yerros en virtud de los cuales los fabricantes y banqueros estadounidenses, por negligencia, y los noticieros falsos, por exceso, han hecho más intrincados y difíciles aquellos problemas.

César Zumeta.

Nueva York: 6 de marzo, 1918.

(Publicada en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 13 de junio de 1918).

lunes, 14 de septiembre de 2020

CARACAS BAJO LA EPIDEMIA DE 1918


Junta de Socorros del Distrito Federal. Sentados de izquierda a derecha: Jesús María Herrera Mendoza, Dr. Vicente Lecuna, Monseñor Felipe Rincón González, Santiago Vegas, Henrique Pérez Dupuy. Parados, de izquierda a derecha: Dr. Luis Razetti, Pbro. Dr. Rafael Lovera, Dr. Francisco A. Rísquez y Rafael Ángel Arráiz. Nota de la Dirección: En el momento de hacer tomar este grupo, estaba ausente el señor Dr. Rafael Requena, razón por la cual no aparece en él. Foto: Luis F. Toro. Revista "Actualidades", 8 de diciembre de 1918.

El Benemérito General Juan Vicente Gómez, dictó todas las medidas necesarias para combatir el mal de la pandemia de 1918 en Venezuela, nombrando una Junta de Socorros compuesta por miembros honorables de esta sociedad.


Caracas despierta como de una mala pesadilla; recobra el ánimo; vuelve a sus empresas habituales con su alegría tradicional, y para estar en armonía con su espíritu, para ser ella misma, enciende entre la noche de sus recuerdos una luz de esperanza. Sonríe y espera. Qué leyenda más bella para el escudo de una ciudad, que es como una mujer.

Y sin embargo, cuán inciertas han sido las horas pasadas. La peste ha conmovido la ciudad hasta en sus cimientos, y la espantosa viajera, inseparable de la muerte, ha mostrado como en algunos cuentos fantásticos la faz cadavérica y los ojos amarillos, en los que se acumulaba un humor viscoso. Desde los últimos días de octubre en que hizo su aparición, viniendo del norte, la influenza española, un escalofrío intenso dobló nuestros nervios como a hierros mohosos, en un presentimiento de angustias infinitas. La violencia de la epidemia fue intensa desde su aparición, y la vendimia roja comenzó tumultuosa, acelerada, guiñolesca, hasta alcanzar un ápice mortuorio sin precedentes en los comienzos del mes de noviembre.

Pasada la primera impresión de estupor, Caracas se armó para la lucha como una airada walkyria. Cruzarse de brazos hubiera sido mengua, y nuestra ciudad, la ciudad que dio a la sagrada lid tanto caudillo, no tenía para salir airosa de su cometido sino volver los ojos al pasado, encenderse de amores por la caridad como antes lo hiciera por un ideal de justicia, ser la Caracas de los Libertadores.

El 28 de octubre de 1918, el Benemérito General Juan Vicente Gómez, dictó sendos decretos destinando la cantidad de Bs. 500.000 para combatir la epidemia, y nombrando para la doble campaña, sanitaria y de socorros, una Junta formada por el Ilustrísimo Arzobispo de Caracas y Venezuela, que la preside, y de los señores doctores Luis Razetti, Francisco Antonio Rísquez, Rafael Requena, y Vicente Lecuna, Henrique Pérez Dupuy, J. M. Herrera Mendoza y Santiago Vegas. El señor Rafael Ángel Arráiz fue nombrado Secretario. La responsabilidad de la empresa aquilató a ellos el deseo de corresponder a la confianza que se les dispensaba, y su reconocida caballerosidad y sus anhelos por el bien procomunal fueron como lo anunciaron de los éxitos obtenidos. La sociedad de Caracas ha contraído para con ellos una deuda impagable de gratitud, y así nos complacemos en reconocerlo.

La circunstancia de haberle sido encomendada la dirección sanitaria de la campaña al doctor Luis Razetti, encendió en la población la primera llamarada de optimismo. La energía del sabio profesor, su bondad comunicativa, sus trabajos sobre temas de higiene pública, sus treinta años de honrada labor profesional, eran prenda segura de un activo y científico enrumbamiento de las tareas sanitarias de la Junta.

El Doctor Luis Razetti, Director Técnico de la Junta de Socorros del Distrito Federal. Año 1918.

Las juntas parroquiales, nombradas por la Central, y la Dirección de Sanidad Nacional, cumplieron dentro del radio de sus atribuciones.

Pero donde Caracas ha mostrado una de las fases más hermosas de su vida, ha sido en el espíritu de solidaridad social que agrupó desde el comienzo de la epidemia a todas las buenas voluntades, sin diferencia de clases, cada quien consciente de que su caridad para con el vecino contribuía a su propio bienestar. Ha sido un espectáculo insólito, digno de meditación y de loanza, por el que nuestra ciudad ha mostrado que laten en su entraña, hoy como ayer, mañana como siempre, las virtudes ingénitas que le dieron alas a sus hijos en la magna cruzada de esparcir por la América del Sur las semillas de la libertad, levantando altares a la República en la más noble emulación de nuestros fastos. Ese espíritu de solidaridad social que ha cuajado en tanta acción bizarra, espontánea y sincera, ha tenido un exponente magnífico en la actitud asumida por la institución La Gota de Leche de Caracas, que agregando a sus designios por la salvación de la infancia el de la salvación de todos, ha hecho una labor magnífica que para siempre resplandecerá en los anales de la caridad pública venezolana. Ella fue de las primeras en ofrecer a los necesitados medicinas, médicos, abrigos y alimentos.

Es de justicia al hablar de las suscripciones en metálico de La Gota de Leche, tributar un aplauso a las colonias extranjeras que gozan de nuestra amplia hospitalidad y de nuestras simpatías ingenuas, y que, todas, sin diferencias de ninguna especie, haciendo causa común con nosotros en la desgracia, se apresuraron a arbitrar fondos entre sus connacionales para contribuir al alivio de la población necesitada. 

Caracas no olvidará jamás esta efusiva generosidad como no olvidará tampoco las que vinieron de lejos como una aura refrescante, y entre ellas las que integra la paternal solicitud de Su Santidad Benedicto XV, quien haciendo un alto en la abrumante labor que pesaba sobre sus hombros en los días en que la tragedia de la guerra europea culminaba en sangre y ruinas, acordó de la hija pobre y le envió premurosamente una dádiva oportuna.

El comercio, en su acción colectiva, formó dignamente en las filas de la caridad individual, y no solamente fueron sus contribuciones en dinero, sino la de víveres, medicinas y abrigos, así como las que atañen a ciertos servicios personales prestados por miembros de ese honorable gremio, las que obligan al reconocimiento de los beneficiados.

A la izquierda: Doctor R. Gómez Peraza, distinguido médico de La Guaira, quien con notable consagración asistió a 4.827 atacados de gripe. Páginas brillantes tiene la vida de este abnegado galeno. De carácter festivo, caballeroso, Gómez Peraza se ha hecho de un nombre respetado y la Ciencia tiene en él cifrada una esperanza. A la derecha: Doctor César J. Amaral, médico del Departamento Vargas, que a pesar de haber sido uno de los afectados de la epidemia, prestó oportunos servicios a los enfermos. Año 1918.

Una de las características de nuestra raza, y acaso la más admirable, radica en la facilidad con que todo se improvisa a la hora en que la necesidad se hace apremiante. Esta facultad ha encontrado motivos de gallardo lucimiento en las circunstancias fatales por las que acabamos de pasar. Como los hospitales creados no dieran abasto, se improvisaron muchos otros que funcionaron bajo el mismo pie de higiene y comodidad que los antiguos y que aún rinden en el crepúsculo de la epidemia servicios inapreciables, de acuerdo con los dictados de la experiencia. Entre estos hospitales queremos señalar el que funciona en el Templo masónico de esta ciudad, ofrecido con generoso ardimiento, en obediencia a uno de los cánones de la institución, por los masones de la capital. Y no por vano alarde nos detenemos en este hecho, sino para hacer resaltar como timbre de honor para la libertad de conciencia en Venezuela, el hecho singular de que fue el Arzobispo de Caracas, como Presidente de la Junta de Socorros, quien inauguró el nuevo instituto benéfico e instaló en él a las hermanas de San José de Tarbes, impulsado por un sentimiento de auténtica moral cristiana, cuya saludable renovación apunta en nuestra sociedad como en los pueblos depurados por el dolor y confundidos en un solo ideal en los campos de batalla del mundo.

La situación de las cocinas populares, igualmente de origen cristiano como toda emanación de la piedad puesta al servicio de las clases humildes, tuvo también su hora de fortuna en medio de las necesidades creadas por la violenta racha de la epidemia. La iniciativa correspondió al caballero norteamericano señor A. V. McKay, quien fundó la primera en La Pastora, y que en vista del éxito obtenido fue comisionado por la Junta Central de Socorros para establecer otras en las barriadas más populosas de la ciudad. La señora Camila de De La Ville, secundada por un grupo de señoritas, fundó igualmente una cocina que funciona en la esquina de La Ceiba, y La Gota de Leche, con la contribución de varios compatriotas, abrió dos, una en la Plaza de Candelaria y otra en la esquina de San Francisquito, regida ésta última por los caballeros franceses señores Granier y Franceschi. Todas dieron apreciables rendimientos y cumplieron con el objeto de su creación.

El Doctor José Antonio Tagliaferro, a pesar de haber sido, por razones de su cargo, uno de los primeros atacados de la epidemia y de haber estado muchos días gravemente enfermo, desde su lecho dictó todas las medidas higiénicas necesarias para combatir la pandemia y dirigir la campaña en Venezuela, en cuya ardua labor fue secundado con entusiasmo por todo el personal de la Sanidad Nacional del Gobierno del Benemérito General Juan Vicente Gómez. Revista "Actualidades", 8 de diciembre de 1918.

El símbolo universal de la caridad, la cruz roja en mitad de la bandera blanca, como un ángel de alas abiertas sobre la desolación de la humanidad, también ha estado presente entre nosotros. En su nombre, las secciones inglesa y norteamericana vinieron con oportunos auxilios; y los estudiantes emprendieron una labor gigantesca que han extendido a la República y que les ha conciliado todos los sufragios. Es una conducta digna de la juventud venezolana y de su proverbial generosidad, que afirma con natural elocuencia lo que serán para la patria los hombres del futuro. También ha sido digna de su juventud y de sus honestos y honrados antecedentes la idea concebida y realizada por los empleados de comercio de Caracas. Por iniciativa partida de la casa de Santana y Compañía Sucesores ellos se agruparon con entusiasmo y arbitraron fondos que una comisión de señoras ha distribuido equitativamente entre las familias pobres, a quienes la vergüenza de la mendicidad o el orgullo de un abolengo ilustre mantuvieron fiera y resignadamente en sus viejas casonas, sin implorar el pan de la caridad pública.

Las compañías de transporte y muy señaladamente la de Navegación Fluvial y Costanera, que se ofreció al igual de la D Roja para transportar gratuitamente a los estudiantes en su útil misión por la República, han merecido bien de la ciudad.

Y aquí un paréntesis, que queremos sea de luz resplandeciente como la del sol en nuestras mañanas de agosto, para que enmarque y haga resaltar la acción de un hombre humilde. Nos referimos a Pedro A. Pérez, a quien la Junta confió la tarea de enterrar a los muertos. Esta frase sencilla, que tiene un sabor religioso y es sagrada en todos los países, ha sido interpretada con justeza por Pedro A. Pérez, y es de admirar cómo el interino funcionario cumplió para con la sociedad y el pueblo de Caracas una labor tan ardua y delicada. La Junta de Socorros que le asignó el piadoso cometido, sabrá gratificarlo dignamente. Caracas no olvidará inscribir su nombre en la lista de los hombres útiles y buenos.

El 9 de noviembre de 1918, el Benemérito General Juan Vicente Gómez, decretó una nueva suma de Bs. 300.000 para dar digno remate a la campaña emprendida en una especie, dijo un diario de la mañana, de "unión sagrada", en la que cada quien se mantuvo firme en su puesto; las autoridades y el pueblo, en cumplimiento de ese deber de cordialidad mutua, que debe existir entre gobernantes y gobernados.

Doctor M. Heredia Alas, médico que asistió a 3.800 enfermos de gripe en Macuto, Caraballeda, Naiguatá, Los Teques y San Pedro. Año 1918.

El gremio médico de Caracas, de suyo tan profundamente abnegado, ha agregado una página radiosa al libro de sus merecimientos eminentes. Desde el tugurio infecto hasta la casa adornada de columnatas, a la manera de los palacios italianos, se le ha visto con la sonrisa que da la satisfacción de haber cumplido con su deber. Hay en todo médico un algo de apostólico que de carácter inconfundible a su misión. Ellos han tenido en el gremio de farmaceutas un aliado entusiasta y eficaz.

Son tan múltiples y de índole tan varia los casos en que la caridad individual se ha exhibido en las dolorosas circunstancias por que hemos pasado, que puntualizarlas sería tarea difícil, si no imposible, y ante cuya evidencia nos rendimos tomando para la ciudad en conjunto el elogio altísimo. Al pronunciar el nombre de Caracas el voto de un extranjero agradecido, formulado ante un dolor semejante, se nos viene a los picos de la pluma: "¡Que para presidir sus destinos se alíen todo lo grande y todo lo dulce!".

Los Ministros de Inglaterra e Italia, de Francia, de España y de los Estados Unidos prohijaron toda idea altruista de sus colonias en el torneo de caridad emprendido, y fueron secundados por las señoras de McGoodwin, Fabre y Dawson Beaumont. Esta última, en un bello gesto, realizó una activa labor personal en el depósito de medicinas de la Universidad Central, en compañía de un grupo de damas de su país. Por iniciativa del señor Fabre, Ministro de Francia, la Compagnie Générale Trasatlantique envió para la Junta de Socorros una valiosa caja de medicinas.

Antes de cerrar estos apuntes, séannos permitidas dos notas que exterioricen nuestros sentimientos íntimos ante el horror de los días desaparecidos. Es la primera una frase de despedida cordial, ingenua, para los que en plena juventud, cuando la ilusión los rozaba con sus anchas alas sonoras, partieron hacia el reino de las eternas sombras. ¡Qué la paz sea con ellos y las ilusiones que llevaron consigo se les conviertan en flores siempre frescas para sus sepulcros!

La otra nota es de epinicio, de exaltación triunfal ante el paso de la mujer venezolana. El alma femenina se ha renovado constantemente, como un jardín en primavera, ante las crudas mordeduras del dolor; se ha mostrado en sus múltiples fases, brillante, inagotable, y si ayer fue digna del verso por su hermosura y gentileza, hoy es digna de todas las palmas por su generosidad y desprendimiento. Porque generosidad y desprendimiento son las virtudes que han impulsado a esas caravanas de mujeres que el pueblo ha visto pasar con un respeto profundo. Han estado en todas partes; a la cabeza del lecho del moribundo en los hospitales; repartiendo de casa en casa auxilios y consuelos; yendo sin demostrar fatiga hasta los más apartados rincones de la ciudad; endulzando con una sonrisa angélica la agonía del desesperado; bordando trajes para los niños; tejiendo abrigos para los ancianos. La mujer venezolana, la caraqueña de ojos expresivos y de andar cancionero, ha revivido el mito de la buena hilandera. Imposible sería ofrecer los nombres de todas las que han sido movidas por los impulsos de su corazón. Una medalla de oro ha sido ofrecida por la Junta de Catedral a la señora Trina Berrizbeitia de Beauperthuy, en homenaje de gratitud y perenne recordación. Cúmplase el verso del poeta y sean para la suave todas las suavidades.

(Revista “Actualidades”, 8 de diciembre de 1918).