domingo, 15 de marzo de 2015

CUESTIONES DE INTERÉS NACIONAL


El Banco Agrícola y Pecuario especialmente destinado a la protección de la Agricultura, proclamará con justicia el nombre de su fundador, el General Juan Vicente Gómez, por patriótica iniciativa. 

Tenemos, pues, favorable nuestra balanza de comercio, no obstante la depreciación de nuestros principales productos de exportación, y sobre esto las mayores dificultades que de la actual política económica mundial, está derivando el Comercio Exterior, al que falta hoy lo que nunca le ha faltado, en ningún tiempo, o sea, la moneda de oro, que es su medio insustituible, para el justo y necesario pago de los saldos internacionales; moneda  a la que se le da el destino más antieconómico, retirándola en absoluto de la circulación entre las naciones, para sustituirla con la moneda fiduciaria emitida hasta cifras ya inverosímiles, para que los países pequeños tengan forzosamente que cambiar sus productos por los de los grandes sin percibir el más pequeño saldo en moneda de oro.

Afortunadamente y gracias a un tino administrativo que no hay cómo celebrar lo bastante, no ha sido preciso en Venezuela ninguna de las presentes medidas drásticas de otros países, y que, por cierto, no les han dado hasta ahora resultados verdaderamente favorables; y todo nos hace esperar, Dios mediante, que, aunque con las privaciones que no se pueden evitar, pasemos esta crisis y alcancemos y disfrutemos el anhelado restablecimiento económico del mundo.

Sin que hayamos apelado a algunas medidas tan ineficaces como contraproducentes para el mejoramiento económico, como por ejemplo, el de “contingentear” la importación, esto es, fijar un contingente o cuota de importación sobre determinados artículos o sobre tal o cual país, como es uso hoy en diversas grandes naciones, extremo a que nunca había llegado el sistema Proteccionista, y menos justificado bajo el punto de vista económico, que el primitivo y ya de muy remoto tiempo, de la llamada escala movible de impuestos arancelarios, por la que bajaba y subía el impuesto, según la escasez o la abundancia de un artículo en el mercado: poca o ninguna diferencia hay entre esta vieja o caduca medida y la de los contingentes de la postguerra.

Tampoco hemos tenido que apelar, no obstante los diversos reiterados ejemplos de otros países, ni a rigurosas restricciones ni a prohibiciones aduaneras que en cierto modo habrían podido justificarse en artículos de lujo principalmente, y en otros de naturaleza doble, de lujo y de necesidad, como los automotores, más susceptibles de fuertes impuestos, por los gravosos efectos que su importación desproporcionada, como objetos de lujo, causa mayormente en los tiempos de malestar. Así, por ningún medio artificial, como los nuevos puestos en práctica en otras partes hemos trabado en modo alguno la importación, la que, por sí sola, ha llegado naturalmente a su debido nivel, de acuerdo con las posibilidades del mercado interno.

De esta manera, nuestra vieja y bien meditada Ley de Régimen de Aduanas para la Importación se ha mantenido incontaminada de las prácticas e innovaciones con que la actual política comercial de otras naciones ha afectado la economía de aquéllas; siendo muy diferentes las medidas que, consideradas oportunas, ha dictado el Ejecutivo, las que han tenido que merecer el unánime aplauso del país, y de las que, como muestra en verdad elocuente, bastará comentar las siguientes que hablarán por sí solas.

El Banco Agrícola y Pecuario especialmente destinado a la protección de la Agricultura, como lo testifican sus mil y más prestatarios, a quienes desde el principio ha favorecido con créditos a bajo interés y largos plazos, para la liberación y el fomento de sus fincas, instituto que en todo tiempo y lugar proclamará con justicia el nombre de su fundador, General Juan Vicente Gómez, por patriótica iniciativa de él mismo y reciente ley de la materia, ha reducido el interés del 8%, del suyo pequeño que cobraba a sus prestatarios, al más pequeño aún que pueda llamarse ínfimo del 4% anual, para así, aliviar de tan eficaz manera a los agricultores, al tiempo que fija un precedente o récord del más bajo interés que por préstamos agrícolas se cobre, no solamente en el país, sino fuera del país. ¿Qué agricultor, así posibilitado para satisfacer tan bajo interés, dejará de agradecer tan patriótica y oportuna disposición?

Pero ya no es solo el beneficio del mínimo interés que usufructuarán los agricultores prestatarios del Banco, durante años, y mediante el cual suspirado beneficio podrán trabajar con más desahogo y confianza aún en plena crisis, sino que a eso, se agrega el auxilio directo prestado a 34.000 agricultores de café y cacao, hoy atribulados y necesitados de ayuda por la baja de estos frutos, y más que todo, por la depreciación del dólar que prácticamente ha mermado más el valor de sus frutos. Por modo y manera, que los 10.000.000 de bolívares, en feliz momento decretados por el General Gómez y distribuidos tan equitativa y proporcionalmente entre tan grande número de agricultores necesitados de todo el país, han venido a llenar una urgentísima necesidad económica, y empleado tal subsidio, por todos y cada uno de los favorecidos, en el trabajo reproductivo del fomento de las fincas o en la recolección de sus cosechas, tiene el efecto de multiplicarse y de traducirse en positivo bien material del país, y naturalmente, en el contento y en la justa satisfacción que deben experimentar todos los favorecidos por este expresivo acto de cuidado tutelar por parte del General Gómez; contento y satisfacción a todos y que anotamos placenteramente al hacer el justo comentario de disposición tan trascendental para la Industria Madre, que en Venezuela, país de sino esencialmente agrícola, es y tiene que ser, fuente inagotable de bienestar, mediante la salvadora Paz.

Con arbitrios como los que celebramos de la rebaja al 4% anual de interés de los préstamos agrícolas y el subsidio de los diez millones para los agricultores, decretados por el General Gómez, hay la seguridad de mantener alto nuestro Comercio Exterior, promoviendo el mayor bien de la Agricultura.

Rafael Martínez Mendoza.

3 de diciembre de 1934