viernes, 13 de marzo de 2015

OPINIÓN DEL GRAL. GÓMEZ SOBRE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Caracas, 13 de octubre de 1909.

Señores Generales José L. Pulido, M. A. Matos, Juan Pablo Peñalosa, Gregorio S. Riera y demás miembros del Directorio Liberal de Caracas y Generales J. M. Hernández y Nicolás Rolando.

Mis estimados amigos:

He leído muy atentamente las generosas excitaciones que acaban ustedes de dirigir a sus amigos de la República a fin de que me favorezcan con sus votos para la Primera Magistratura en el próximo periodo constitucional.

La espontaneidad con que ustedes ciudadanos de todos los Estados están correspondiendo a las excitaciones de ustedes, y el hecho en sí, por único en los anales de Venezuela, de aparecer mi candidatura amparada por todos los círculos, por todos los prestigiosos y por todos mis compatriotas, me animan a exponer a ustedes algunas consideraciones políticas que estimo de alta importancia para el presente y para el porvenir.

Hace algún tiempo que nuestra patria oscila entre dos extremos: la tiranía oficial y la intolerancia de los partidos políticos. Esos extremos nos han llevado siempre a la muerte de las libertades, a la guerra civil y a la desolación de la República: males terribles que pueden curarse radicalmente en el actual momento histórico en que, por señalada inspiración de la Providencia, aparecen ustedes identificados en un propósito común.

Lejos de mí la idea de sostener la conveniencia de un partido único, porque no son uniformes los criterios ni las aspiraciones de los hombres. De aquí que estos en todos los países cultos hayan formado y sostengan escuelas y agrupaciones diferentes con ideales, programas y propósitos distintos; y a medida que la civilización avanza en su camino luminoso, esos partidos se han hecho compatibles, tolerándose recíprocamente, respetándose en sus opiniones y principios, emulándose por el bien de la patria y turnando pacíficamente en el ejercicio del poder.

El rencor, la intriga, la malicia, el prejuicio casi siempre calumnioso, han ido desapareciendo a impulsos de esa civilización; y la política ha dejado de ser en los países cultos campo de ardientes pasiones, para convertirse en la palestra luminosa de la libertad y el derecho.

A ese punto es que están ustedes llamados a llevar a nuestra querida patria, figurando como figuran entre las personalidades más resaltantes que se encuentran colocadas al frente de los partidos históricos de Venezuela. La gloria va a ser de ustedes, y yo quiero ser el primero en predecirla y rendirle mi completa admiración.

A ustedes tocará la envidiable dicha de extinguir para siempre las guerras civiles; de crear la atmósfera de la tolerancia; de fundar el respeto entre los partidos; de acendrar el buen trato entre los hombres; de robustecer el imperio de la ley; de abrir las corrientes del trabajo; de impulsar las productoras industrias; de guiar a la prensa periódica por derroteros de luz; y de llevar, en fin, a Venezuela a igualarse con sus hermanas del Continente en vida civilizada y progresos de todo linaje.

En cuanto a mí tenedme como vuestro lazo de unión. Mis opiniones individuales, cualesquiera que ellas sean, tienen que ceder el campo a la imposición de mis altos deberes. En vosotros tengo que ver a mis nobles colaboradores; y así como al iniciar esta era de reparaciones patrióticas solicité y obtuve el concurso de todos los hombres de buena voluntad para colocar a Venezuela en el amplio camino de su regeneración, de hoy más habré de afirmarme en mi programa del 20 de diciembre porque él nos condujo a una victoria gloriosa, que abrió a la patria espacios infinitos, donde se respira el ambiente del más absoluto liberalismo.

El concurso que me ofrecéis es para mí tanto más valioso, cuanto que es una prueba solemne de la confianza que os inspiro; y tengo plena fe en que me dejaréis permanecer en la región serena de la equidad, sin preocupaciones ni suspicacias sectarias, a fin de que la Administración constitucional que vuestros votos me ofrecen sea fecunda en armonía entre los poderes públicos y tan patriótica como vigorosa para sostener la paz, anhelo de todos los venezolanos y bien supremo de la República.

Nos acercamos, estimados amigos, al Centenario de nuestra Independencia: y yo no creo que pueda hacer una ofrenda mejor, ni más excelsa, ni más gloriosa, que la de exhibirnos los venezolanos estrechamente unidos en el propósito de conservar la paz y de hacer de Venezuela nación civilizada, progresista y feliz.

Recibid señores generales y amigos, la sincera expresión de mi gratitud.

Vuestro apreciador y amigo,

J. V. Gómez



EXTRAÍDO DEL LIBRO: “SEMBLANZA DE UN CAUDILLO”. ESCRITO POR: DR. PEDRO VETENCOURT LARES. PUBLICACIONES DEL ESCRITORIO VETENCOURT LARES. 1983.