Isaías Medina Angarita.
Discurso pronunciado por el Teniente-Coronel Isaías Medina Angarita. El día 7 de julio de 1935 con motivo de haberse cumplido el 25° Aniversario de la fundación de la Escuela Militar y Naval.
Benemérito General Juan Vicente Gómez:
El 5 de Julio de 1910, a impulso de sus
generosas iniciativas a favor de la reorganización de la Institución que es
nervio de la nacionalidad y su representación de honor, empezó a funcionar
este Instituto bajo la denominación de "Academia Militar". Su gran
amor por la Patria y su amplia visión de estadista le hicieron ver que sólo al
amparo de la paz tendrían el desarrollo deseado, las diferentes actividades de
la vida nacional y bien sabía usted, veterano de La Puerta y El Guapo,
combatiente decidido de Carúpano y vencedor glorioso de Ciudad Bolívar, que
solo un Ejército capaz y eficiente podía responder por la tranquilidad de la
vida venezolana.
Hombre de método,
empezó usted la reforma militar con la creación de este Instituto, en donde se
formaría el futuro cuerpo de oficiales que, unificados en su doctrina y en sus
principios, vinieran con el tiempo a ser la armazón constitutiva del Ejército,
y paralelamente a esta labor, que por su naturaleza tenía que ser lenta, se
realizó en institutos de constitución ad-hoc, la modernización del antiguo
cuerpo de oficiales, cuyos sacrificios en la guerra, constancia en el servicio y experiencia, tenían que ser
aprovechados, buscando el perfeccionamiento de sus conocimientos profesionales
y el desarrollo intensivo de sus virtudes; y séanos grato reconocer que a
muchos de esos oficiales antiguos, debe el Ejército gran parte de su
eficiencia: útiles sencillos, deseosos de perfeccionar sus condiciones, llenos
de experiencia, ellos han sido nuestros hermanos mayores, nos han guiado por esta
senda de honor que es el servicio militar y a ellos agradecemos consejos y
enseñanzas: es labor de hombres desinteresados preparar el camino de los que
vienen.
País de guerreros ha
sido Venezuela. La vehemencia de nuestro carácter, las determinantes violentas
y aguerridas del ancestro han hecho del venezolano un combatiente audaz y
efectivo, a caso demasiado pródigo de sus esfuerzos; encauzar esas fuerzas
vivas es labor de patriotismo; moderar esos ímpetus para hacerlos prácticamente
útiles en la compleja misión que incumbe al Ejército, es obra de civilizadores
y es usted, mi General, quien emprendiendo la reorganización del Ejército, la
ha llevado a cabo entre nosotros.
No se quiere con esto
negar la labor organizadora de contados varones, que al correr de nuestra
agitada vida nacional han querido hacer del Ejército lo que él es: una
Institución, institución que si a analizarla vamos, corre pareja con el grado
de civilización que alcanza el país, porque ella viene a ser una síntesis y muy
concentrada, de la vida nacional: es el fin principal del Ejército, o por lo
menos, su finalidad más aparente, la guerra, porque para ella está creado y es
la razón de su existencia: la guerra es una violenta situación de excepción en
la vida de los pueblos y pide de ellos el desarrollo máximo de sus energías y
sus virtudes y si no han pasado por ese organismo que se llama ejército, ni
responderán a sus mismas aspiraciones, ni podrán imponer la voluntad que les
dicten sus necesidades.
Cuando las
generaciones llamadas a juzgar imparcialmente su singular labor administrativa,
su gran obra de estadista, dictaminen con justicia, decidirán que es la
reorganización del Ejército su obra máxima, porque las demás solo son su
corolario.
Caminos amplios que
cruzan el país unificando el alma nacional, finanzas saneadas que nos presentan
como caso único en el concierto internacional, sanidad que atrae la confianza
de actividades extrañas, instrucción que llega a los más lejanos caseríos de
una gran extensión territorial, relaciones políticas perfectamente armónicas
que regulan la vida nacional, existen, porque usted supo imponer, de acuerdo
con las necesidades del medio, su consejo y su experiencia, expuestos
paternalmente, pero resguardada su palabra, por el instrumento nacido de su
gran voluntad creadora y que sólo usted podía manejar para bien de la vida
nacional.
Sin Ejército no hay
paz y de ésta se derivan todos los bienes para la comunidad, además, tiene la
institución armada otros altos fines sociales que cumplir: ayuda al
aminoramiento del analfabetismo, contribuye al mejoramiento físico del pueblo,
arraiga, por la práctica de los principios disciplinarios, el sentimiento del
respeto y difunde en la gente más humilde el altísimo sentimiento de la Patria
y del cumplimiento del deber, viniendo a ser también, hasta una escuela
práctica de efectiva democracia selectiva, porque puede un simple soldado a
fuerza de constancia, consagración al estudio y al cumplimiento de sus deberes,
alcanzar, poco a poco, pero con seguridad, los más altos escalones de la
jerarquía militar.
Táctica, conocimiento
de las armas, aplicación perfecta de los diversos reglamentos, influirán en el
buen desempeño de su misión, pero, por sobre todo y ante todo, conocimiento
del hombre, factor humano irremplazable cuyas reacciones ante el peligro y el
dolor nadie podrá prever.
Como todos los
institutos de naturaleza análoga, jóvenes alumnos de la Escuela Militar y
Naval, éste sólo os dará los conocimientos para iniciaros en la carrera de
vuestra predilección: cuando terminado el curso vayáis a las filas del Ejército
o de la Armada, íd con la seguridad de que es entonces cuando debéis perfeccionar
vuestros conocimientos, sentir la responsabilidad del mando y aprended a que
los que os estén subordinados os respeten, no sólo por la autoridad que os den
Leyes y Reglamentos, sino porque vean en vosotros al superior en todo sentido,
hasta en el sentido de la bondad que ha sabido llegar al fondo de sus
corazones para aprender a dominarlos, sed subordinados y buenos camaradas
porque en el Ejército debemos ser todos para uno y uno para todos manteneós
siempre capaces moral, física e intelectualmente, a fin de poder cumplir con
las tres palabras que son básicas en toda actividad humana: QUERER, SABER,
PODER; es decir, voluntad, conocimientos, aptitudes y por sobre todo sed leales
al Jefe a quien todo lo debemos a la Patria por cuya felicidad ningún
sacrificio es exagerado y al Ejército, cuyo honor y dignidad estarán en
vuestras manos.
Mi General:
Coroneles, Capitanes
de fragata, Tenientes-Coroneles, Capitanes de corbeta, Mayores, Tenientes de
navío, Capitanes, Tenientes de fragata, Tenientes, Guardiamarinas y
Subtenientes, integran el numeroso grupo de oficiales egresados de esta
Escuela: a través del tiempo conservamos para ella el mejor de los recuerdos y
se intensifica en nosotros el deseo de honrarla para corresponder a los
anhelos de perfeccionamiento de su fundador: queremos ser aptos para que el
Ejército responda a las esperanzas del país; queremos conservar la paz pero
sentirnos suficientemente capaces para hacer la guerra; queremos sostener la
tranquilidad interna y el respeto de la soberanía con todos sus atributos y
preeminencias y queremos que tanto nuestra generación como las que nos sucedan,
le conserven íntegros a Venezuela, tanto su extensión territorial como el
respeto que se merece por el papel histórico que ha tenido en el Continente.
Hay entre nosotros
hombres que llegan casi a la mitad de su vida natural, sin conocer una guerra
y por lo tanto sin la experiencia práctica de ella, pero que esa circunstancia
no inspire desconfianza porque profesamos la religión del honor y tenemos el
honor del “miedo a tener miedo”.
Mi General:
Este grupo de hombres
que siente profundamente el amor de su país, que lo conocen, que saben lo que
él necesita, tiene por usted un sentimiento de adhesión y de respeto
incomparables: sabemos y sentimos que es usted la representación de la Patria;
sabemos que a usted debemos lealtad y respeto y que por usted y lo que usted
representa, debemos estar siempre listos al sacrificio.
Con motivo de esta
celebración pensamos evidenciarle objetivamente nuestro sentimientos de
altísimo respeto y de viva gratitud y adoptamos para ello, la iniciativa de
quien, respondiendo a sus principios y antecedentes personales, colabora leal y
eficientemente con usted en el Departamento de Guerra, eligiendo para homenajearlo
la efigie de quien en la gesta libertaria fue espíritu y obra, idea y
realización: El Libertador, ejemplo auténtico y completo del carácter
venezolano, impetuoso como la turbulencia de nuestros ríos pero también sereno
con la serenidad altivamente bella y ejemplar de nuestras montañas: él todo lo
supo hacer y en él se reunió: evolucionó dentro del ambiente mismo de la lucha
y ya el Manifiesto de Cartagena, dolorido y lleno de enérgica protesta a medios
y sistemas, anunciaba al pensador profundo del Discurso de Angostura y el
Brigadier rápido, audaz y activísimo de la Campaña del 13, podía hacer suponer
al Jefe maduro de la Campaña del 2l, que culminó a través de combinaciones de
estrategia, en la maravilla táctica de Carabobo.
Así, pues, mi
General, a nombre de mis compañeros, por quienes tengo el honor de hablar, a
nombre de estos jóvenes que reciben la preparación escolar, ruego a usted
aceptar este homenaje, altísimo en su simbolismo, sencillo en la forma y puro,
puro y albo como la nieve de nuestra Sierra Nevada, en el sentimiento que lo
ofrece.
Teniente-Coronel
Isaías Medina Angarita
7 de
julio de 1935