Sede de los Monjes Benedictinos en Caracas, Venezuela. Año 1923.
Nos
limitamos ahora a aplaudir esta iniciativa del Benemérito General Gómez, que
pone de manifiesto su alta visión de los verdaderos intereses de la Patria y su
constante desvelo en procurar el progreso de la República en todas las esferas
de la actividad nacional.
En el vapor holandés acaba de llegar a La Guaira un grupo de Monjes
Benedictinos provenientes de la Arquiabadía de St. Ottilien (Bavaria) llamados
a colaborar en la dirección del Instituto que la constancia y el celo
sacerdotal del virtuoso Padre Santiago Machado ha erigido en uno de los lugares
más amenos de la ciudad, al pié del Ávila, en beneficio de los niños
desamparados.
En el edificio principal del mencionado Instituto, por acuerdo entre el Gobierno
Nacional del Benemérito General Juan Vicente Gómez y la competente autoridad
eclesiástica, se instalará próximamente una grande Escuela de Agricultura, que
será puesta bajo la dirección de dichos Monjes Benedictinos.
Los alumnos de la Escuela, que tendrá también un Internado, harán ahí los
estudios teóricos de agricultura y las experiencias prácticas en el Campo
Experimental de Cotiza que, como es sabido, colinda con aquel establecimiento.
La capital, pues, y la Nación entera tendrán en breve un gran plantel de
enseñanza agrícola y experimental de suma importancia para los intereses más
vitales de la República.
Como lo ha expresado en gráficas palabras el Benemérito Jefe de la Nación,
la prosperidad pública y privada de Venezuela estriba sobre todo en la agricultura,
y ha sido reconocida por todos la necesidad de una Escuela en donde jóvenes
escogidos, bajo la guía de maestros sabios y competentes, pudieran formarse en
los conocimientos y métodos más adelantados de la cultura e industria
agrícolas, y fueran después a implantarlos en las diversas secciones del País.
Sabemos que, entre el Gobierno Nacional y los mencionados Monjes
Benedictinos se estipulará un contrato, que reducirá a forma concreta las bases
para la institución de dicha Escuela, ya convenida entre las dos partes. Nos
limitamos ahora a aplaudir esta iniciativa del Benemérito General Gómez, que
pone de manifiesto su alta visión de los verdaderos intereses de la Patria y su
constante desvelo en procurar el progreso de la República en todas las esferas
de la actividad nacional.
Ni más acertada podía ser la elección de dichos Monjes Benedictinos, que
satisface plenamente a las exigencias de economía y da al propio tiempo
fundadas garantías de feliz éxito.
Arquiabadía de St. Ottilien (Bavaria).
La Arquiabadía de St. Ottilien, es una de las ramas más florecientes de la
Orden Benedictina, que es la más secular y benemérita de cuantas existen en el
seno de la Iglesia Católica. Esta Orden fue instituida por San Benito en el
siglo sexto, creció a través de los siglos y se difundió en todas las partes
del viejo mundo, enlazando su historia con la marcha de la civilización
cristiana. En Italia, en Francia, en Alemania e Inglaterra surgieron las más
afamadas Abadías Benedictinas, que fueron verdaderos asilos de virtud y
ciencia, refulgentes en la oscuridad de los siglos. A la doctrina y paciencia
de los Monjes Benedictinos debemos gran parte de los monumentos de la sabiduría
antigua griega y romana que ellos nos conservaron en manuscritos salvándolos de
las destrucciones bárbaras.
Más los Benedictinos son particularmente insignes por haber dado el mayor
impulso a la agricultura y saneamiento de regiones palúdicas. El trabajo manual
es para ellos un deber y una venerada tradición, conforme al lema de su santo
Fundador: “Ora et labore”. Orar y trabajar. Las Reglas y Constituciones de la
Orden, que se refieren a esta parte del trabajo manual de los Monjes, contienen
un verdadero Código de agricultura que, en frase del ilustre historiador
italiano Botta, podrían leer con provecho los modernos ministros del ramo.
Quien ha viajado por Europa en peregrinación espiritual no habrá dejado de
admirar las grandes e históricas Abadías Benedictinas de Subiaco y Monte
Cassino en Italia, Cluny y Solesmes en Francia, Fulda y Beuron en Alemania,
Westminster en Inglaterra. Surgen en lugares por lo común solitarios y aún
áridos, que la industria y el trabajo de los mismos Monjes transformó en
centros de toda cultura espiritual y material, en donde la austeridad de la
vida se armoniza con la sonrisa de las artes bellas y el encanto de praderas
verdes, viñas frondosas, árboles frutales y bosques espesos.
Notamos en fin que la Orden Benedictina tiene actualmente florecientes Escuelas y Academias de Agricultura en Norte América, en el Brasil, en Argentina y Filipinas. Bien vengan, pues, a Venezuela, abierta, bajo la sabia Administración del General Gómez, a todo adelanto y a toda forma de verdadera civilización.
(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 5 de abril de 1923).