PRONUNCIADO EL 15 DE DICIEMBRE DE 1956, EN LA INAUGURACIÓN DEL
EDIFICIO CENTRAL DE LA UNIVERSIDAD DE
LOS ANDES.
Cardenal José Humberto Quintero
Recordaréis que en los cuentecillos infantiles, además de hadas y de
ogros, figuraban gigantes que a veces protegían a reales señoras en horas de
infortunio y, con las potentes fuerzas de que estaban dotados, las reponían en sus
antiguos tronos. La voz de la conciencia me tacharía de injusto y de cobarde
si, por un sentimiento pusilánime ante posibles críticas, callara a estas
alturas de mi crónica que, ya en el presente siglo, la Universidad halló en
el último de nuestros Césares democráticos uno de esos gigantes protectores.
Sin hablar del restablecimiento de las Facultades de Medicina, Farmacia y
Agricultura que habían sido clausuradas por el Presidente Castro, ni de la
creación de las Facultades de Ciencias Físicas y Matemáticas, ni de los ricos
laboratorios y gabinetes con que la dotara, ni de los millares de modernos libros
para la biblioteca, ni del notable aumento de los honorarios profesorales,
basta recordar las repetidas y frecuentes ayudas con destino a reparaciones y
adecentamiento de la antigua casa, la ampliación de ella con nuevas
dependencias y, por fin, la total reconstrucción de la misma, para advertir con
evidencia la larga e innegable protección que a la Universidad dispensó el
Presidente Gómez durante su gobierno. Y esta conducta aparece tanto más valiosa
cuanto que diametralmente contrasta con la de todos sus antecesores en el
sillón presidencial,
entre los cuales había algunos que hasta ostentaban títulos académicos,
mientras que aquél apenas si había frecuentado la escuela de primeras letras en
su campesina niñez. No uno de sus turiferarios sino un escritor imparcial e
independiente, el Dr. Gonzalo Picón Febres, nos confía que se estuvo trabajando
con instancia para que ese Mandatario
suprimiera la Universidad
andina; pero que él, poniéndose en guardia, cerró los oídos “al egoísmo artero
de los demoledores sabios” y la tomó más bien bajo su patrocinio. Sobre este
formidable Caudillo nacional, tanto por su cercanía en el tiempo como porque
aún arden vivas pasiones en su contra, no puede todavía pronunciar su veredicto
el justiciero tribunal de la Historia. Cuando la hora de dictar ese definitivo
fallo se acerque, la
Universidad de los Andes habrá de concurrir a los estrados
para ocupar sitio, no entre los acusadores, sino entre los testigos de
descargo, porque así se lo imponen de consuno la nobleza, la verdad y la
justicia.
(Cardenal José Humberto Quintero, Discurso titulado: “La Verdad ante Todo”,
pronunciado en la inauguración del edificio central de la Universidad de los
Andes, el 15 de diciembre de 1956, siendo para entonces Arzobispo Titular de
Mérida y Coadjutor de Mérida. Tomado del libro: “J. Humberto Quintero, Discursos,
Obras Publicadas 1924-1972”, páginas 804 y 805, Editorial Arte,
Caracas-Venezuela, 22 de septiembre de 1972).