viernes, 3 de enero de 2020

CUALIDADES MILITARES DEL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ


(Escrito por: Eleazar López Contreras).
General de Brigada.

(Este trabajo se publicó en Maracay, el 5 de julio de 1917. Extraído del libro: “Revista del Ejército, Marina y Aeronáutica”. Número Extraordinario. Año III. Tomo V. N° 32. Caracas. 1933).

El Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela y Comandante en Jefe del Ejército, pasando revista en compañía del General Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y Marina, durante la Parada Militar de 1934 en Maracay, Estado Aragua. 

Aquellos que con espíritu sereno y con fe inquebrantable, fortalecida con los más puros sentimientos patrióticos, hemos venido siguiendo el glorioso derrotero del Benemérito General Juan Vicente Gómez; los que tuvimos la fortuna de ver su manera de actuar en el teatro de la guerra y fuimos arrastrados en el propio campo táctico a ejecutar sus órdenes, precisas y enérgicas, emanadas del alto criterio del Jefe que sabe mandar y que sabe también ir, pensamos, con el juicio que nos da la experiencia, que para juzgar sus concepciones, sus movimientos estratégicos y tácticos, no es lo bastante haber tenido la honra de servir bajo sus órdenes, sino poseer la suficiente capacidad militar.

Existe un crecido número de oficiales, en el cual yo me encuentro, que no tiene otra escuela de guerra que la seguida por el General Gómez; que recibe únicamente la influencia moral del Jefe; que piensa y siente con él, pero que no puede sino en la práctica, exteriorizar todo aquello que el Jefe les ha formado en su cerebro y en su corazón.

El estudio de sus campañas, para darlo a conocer en todo su valer militar, es labor de nuestros militares científicos, los verdaderos profesionales. No obstante la opinión que tiene formada sobre las cualidades militares del Ilustre Jefe, en la esperanza de que él acogerá indulgentemente los errores de apreciación; y que aceptará este trabajo, como la demostración más elevada del profundo respeto y gran admiración que guarda por sus glorias guerreras el más humilde de sus oficiales.

Eleazar López Contreras

JUICIO

“Un hombre fuerte de cuerpo, y de alma grande” como le han definido, tiene también el don de saber apreciar las cosas y las circunstancias, de escoger las ocasiones felices, de buscar y crear medios y salvar cuantos obstáculos se opongan para llegar a un fin. Su voluntad se impone en todo momento para estimular a los pusilánimes, o para sofrenar a los temerarios.

Llamado a preparar un plan de operaciones, ante todo, ha pedido libertad de acción. Acumula tropas, forma unidades, selecciona sus comandos y dota a aquéllas de toda clase de elementos materiales y de servicios auxiliares.

Como tiene por sistema “reflexionar despacio para ejecutar a prisa”, estudia detenidamente los inconvenientes que puedan oponerse al desarrollo de las operaciones, ya sean obstáculos activos como las tropas enemigas, ya sean pasivos, como montañas, ríos, pantanos, estaciones, etc., etc., para elegir los medios más adecuados de vencerlos. Si la región en que va a actuar no le es suficientemente conocida, solicita informaciones detalladas de aquellas personas que le inspiren confianza, y llama en su auxilio la experiencia y conocimientos de aquellos que han sido escogidos para ser sus colaboradores.

En la organización de su ejército, en sus concepciones, y en el desarrollo de las operaciones, no olvida ni aún los menores detalles. Su espíritu observador le hace notar las más pequeñas faltas, las menores deficiencias en el servicio, todo lo cual corrige sin la menor dilación.

Sus marchas, aunque rápidas, siempre son ordenadas. Puede pedir mucho al soldado, porque también sabe cuidarlo y alimentarlo convenientemente.

Estaciona sus tropas con todas las precauciones necesarias. Lejos del enemigo, les proporciona toda clase de comodidades; pero cuando hay probabilidad de encuentro, pospone todas esas comodidades para darle cabida en absoluto a la seguridad de su ejército.

El servicio de aprovisionamiento lo organiza con especialísimo cuidado. Utiliza convenientemente todos los medios de transporte, vías marítimas y fluviales, ferrocarriles, etc., etc., para hacer llegar al teatro de operaciones víveres, vestuarios, armas y municiones. También son acumulados en los lugares de etapa, ganado, víveres, forrajes, es decir, todos los recursos que pueda dar la región ocupada.

Podemos decir con toda propiedad, que así como sus tropas no se han visto obligadas a suspender una marcha ni a emprender una retirada por falta de elementos de subsistencia, en ninguna ocasión ha quedado sin decisión un combate, ni se ha suspendido la persecución del adversario por falta de municiones.

Como la experiencia ha demostrado que un ejército que permanezca en una región insalubre, sufre tanto como en una batalla, escoge con marcado interés las rutas de marcha y los lugares de etapa. Como medida auxiliar y muy importante, para evitar y curar las enfermedades en el ejército y atender a los heridos en el combate, lleva siempre un buen personal sanitario.

El orden de sus movimientos, lejos y a proximidad del enemigo; la inteligente elección del estacionamiento de sus tropas y el empeño constante de proveer de cuanto es necesario para la seguridad y sostenimiento de su ejército, han sido la verdadera causa del éxito de sus campañas. Su juicio le ha llevado a conducir bien la guerra, y “una guerra bien conducida es una guerra metódica”.

Napoleón dice en sus principios: “la fortuna es hembra: si la desdeñáis hoy, no esperéis volverla a encontrar mañana”. Pero yo me atrevo a agregar: la fortuna para un General consiste en los errores cometidos por el adversario.

Los Generales que se han enfrentado al General Gómez, disculpan sus fracasos haciendo resaltar la fortuna de este Jefe. Aquellos tendrán que reconocer, que a las operaciones del General Gómez, ajustadas a los principios del arte de la guerra, ellos sólo oponían medidas desacertadas, errores que con marcada inteligencia y buen juicio supo aprovechar siempre para derrotarlos.

INTELIGENCIA

El Presidente de la República, General en Jefe Juan Vicente Gómez, Pacificador de Venezuela y creador del moderno Ejército Nacional.

Su manera de discernir las cosas, de apreciar las circunstancias, de definir las situaciones, de escoger los hombres y saber utilizar los elementos materiales siempre en tiempo oportuno, están probando de un modo efectivo, que su inteligencia está en relación con su fuerza física y con su fuerza psíquica, o sea con el espíritu que lo anima.

Pertenece a la Escuela Innatista. Ha nacido con espíritu guerrero, valiente, enérgico y abnegado; estas y otras tantas cualidades militares que posee, suficientemente desarrolladas en una larga práctica en el seno mismo de la guerra, le distingue como el General de la República que tiene mayores y más sobresalientes dotes de mando.

CARÁCTER

En los momentos de peligro, en que la responsabilidad crece a medida que la autoridad de mando es mayor, es de todo punto indispensable tener carácter para resolver.

La inteligencia y el estudio hacen que el hombre pueda idear, concebir, pero el carácter hace materializar la idea, es decir, dictar órdenes y velar por su ejecución.

Cuando mucho se ve, aparecen a nuestra mente conjuntamente cualidades y defectos, bienes y males, ventajas inconvenientes; se exalta el entusiasmo para caer en seguida; se pierde tiempo, y si no hay una fuerza que le estimule a tomar un partido, la resolución dará sus desastrosos efectos. Esa fuerza, que da resolución, y que no debe faltar a todo buen General, es el carácter.

El General Gómez, por estar dotado de una gran iniciativa y de una intensa resolución, que no ha podido ser quebrantada ni en los momentos más críticos del combate, tiene el verdadero culto de la responsabilidad.

Si pidió libertad de acción para organizar un ejército y para escoger el plan de operaciones que más conviniese al fin que se proponía alcanzar, más exigente aún le encontramos en el desarrollo de los movimientos estratégicos, y, en la ejecución de las operaciones tácticas.

Cuando el General Cipriano Castro pretende que el General Gómez fuerce la línea férrea que une a Tucacas con Barquisimeto, ocupada por importantes fuerzas revolucionarias, se opone resueltamente a un plan tan descabellado e hijo de la falta de conocimientos del terreno. El General Gómez expone, que para seguir por la línea habría que someterse a sacrificar muchas vidas, perder tiempo y cuantiosos elementos, porque los obstáculos naturales que se encuentran en esta región, podrían hacerse insuperables si eran utilizados, como era de esperarse, por el enemigo, para hacer una defensa activa y enérgica. Sigue resueltamente el itinerario de marcha que más conviene para la conservación de sus tropas; naturalmente, llega con ellas, más fuertes quizás, en potencia moral y material, frente a la capital del Estado Lara.

El General Castro en otra ocasión opina por el asedio de Ciudad Bolívar, pero el General Gómez, apreciador de la moral de sus tropas, conocedor de la verdadera situación de las fuerzas enemigas y confiado en su propia capacidad militar, decide el ataque a fondo sobre la plaza, la cual toma entre el espanto de los adversarios, el entusiasmo de su Ejército, el reconocimiento de Castro y la admiración de todos. Este es un hecho insólito, que basta para acreditar el carácter, energía y gran resolución que él posee sin límites, porque Ciudad Bolívar es la ciudad que por su situación topográfica es la más formidable que tiene el País.

ENERGÍA

“La primera cualidad de un General es poseer un entendimiento frío, que reciba impresiones exactas de los objetivos; que no se acalore jamás, ni se deje deslumbrar o desalentar por las noticias buenas o malas”.

Esa cualidad la tiene tan desarrollada el General Gómez, que en las situaciones más difíciles en que lo han colocado las circunstancias, como cuando se desarrollaba ese drama terrible, en que los proyectiles segaban a su lado la vida de sus hombres; cuando el tronar del cañón, el estridente crepitar de las ametralladoras, las regaderas del diablo, y el fuego de la fusilería formaban un ruido intenso y abrumador, anunciador de catástrofe, su semblante estaba sereno, sus músculos tranquilos; en ninguna forma daba a conocer esa espantosa lucha que sostenía su espíritu y la materia ante la muerte.

En el combate de El Guapo, acababa de ser destrozada parte de las tropas que se encontraban combatiendo con el ala derecha del enemigo, y había caído sin vida uno de los oficiales, más valientes y queridos del General Gómez, cuando dispone que el “Batallón Caracas” se establezca sólidamente en San Fernando para contrarrestar la maniobra que pudiese ejecutar el enemigo sobre la retaguardia del Ejército.

Una formidable carga que estaba dando el enemigo por el río, y con dirección al lugar donde estaba el Comando y el parque, había empezado hacía 20 minutos, y el General Gómez, a la cabeza del batallón de su nombre, había entrado a contraatacar y a restablecer el orden en toda la línea.

Es admirable la actitud del General Gómez, que salva con su presencia de ánimo tan difícil situación, y que, no obstante el peligro que corre su vida y su nombre militar, reflexiona libremente, como en momentos normales, y decide llamar al “Batallón Caracas” a su lado, porque ve con claridad que allí se encuentra la decisión de la batalla. Una vez más ha probado que su manera de defenderse es atacando.

Un General vulgar se hubiera olvidado que aun podía contar con tropas de reserva, y dado el caso de que lo hubiese recordado, es muy probable que decidiese trasladarse él a donde se encontraban aquellas tropas, que precisamente estaban en su línea de retirada.

 Su misma energía le hace ser muy justiciero para impartir disposiciones, para hacer entrar a las unidades sin distinción, al combate, de manera que todas rinden jornadas peligrosas.

Durante el combate designa a su pariente, a su más querido amigo, a cualquiera, para desempeñar la misión más arriesgada. Todos, absolutamente todos, van a la línea de fuego, y tienen que exponerse como él mismo expone su vida cuando para la decisión es necesaria su presencia en el lugar de mayor peligro.

VALOR

El General en Jefe Juan Vicente Gómez, al frente de la parada militar del año 1916 en el Hipódromo Nacional de El Paraíso, Caracas.

Se presentan momentos en el combate en que el hombre más valiente flaquea. Sus fuerzas morales y sus fuerzas físicas van perdiendo en potencia en las alternativas de una lucha violenta y terrible. El hombre llama entonces para protegerse el auxilio de sus camaradas, y muy especialmente el apoyo moral del Oficial. Mas, si las fuerzas morales y materiales del ofíciales también se encuentran a punto de sucumbir, sólo el símbolo de la Patria, el sagrado Himno Nacional, el ejemplo del Jefe que lo manda, podrá llevarlo a hacer nuevos sacrificios.

El General Gómez nunca ha faltado en aquellos lugares donde se hace indispensable que oigan su voz y que sigan su ejemplo.

Él tiene la conciencia del valor. Siempre se le ha encontrado en su puesto. Si en alguna ocasión se vio precisado a ponerse a la cabeza de una unidad pequeña, fue en bien del todo y para evitar un mal mayor; no obstante, él no ha olvidado ni un solo momento la responsabilidad que tiene en el conjunto.

ACTIVIDAD

Grande es su actividad para ejecutar los movimientos estratégicos y las operaciones tácticas. Cuando dicta órdenes, sólo da en cada uno de los casos particulares el tiempo para que sean cumplidas. Podrían, como dijo Napoleón, “acusarle de rapidez, pero nunca de lentitud”.

Empieza la campaña de Barlovento, con el arribo de la escuadra de Carenero, conduciendo a bordo al General Gómez, y su Estado Mayor, y el grueso del Ejército que combatió en El Guapo.

Sobre el puente de uno de los vapores de guerra se encontraba el General Gómez observando el desembarque de las tropas que tenían por misión ir a posesionarse del puente de la vía férrea Carenero-Colorado y que atraviesa el río Paparo en su desembocadura al mar.

El suscrito, con la candidez de los primeros  se dirige a uno de sus compañeros, haciéndole notar que ya había llegado un número crecido de tropas, y que aún no se pensaba en el desembarque de bestias. El General interrumpe su conversación con el General Ferrer, de quien yo era ayudante, y me dice: “Qué cuento de bestias; para ganar tiempo, hasta los jefes deben ir a pie”.

El General había visto con su acostumbrada penetración, la imperiosa necesidad de ocupar, a toda costa, el paso de ese caudaloso río, que no sólo constituía un fuerte punto de apoyo táctico, sino que daba las facilidades para llevar en embarcaciones, aguas arriba, las municiones de que estaba careciendo Rolando, y que podían ser recibidas por éste en puntos de la orilla muy inmediatos.

Al ser ocupado el puente indicado, las tropas que lo defendieron huyeron sin descanso, hasta ir a caer vergonzosamente en Palmira.

Desde el propio momento que el General Gómez llegó a Carenero, empezó a quitar potencia moral y material al enemigo, al que por fin destruyó totalmente en las sólidas posiciones de El Guapo, donde se creía invencible, después de un a larga serie de operaciones rápidas y enérgicas a las cuales puso el sello de toda su inteligencia y de toda su voluntad.

Para el ataque del puente de Paparo hubo necesidad de asignar Artillería a la Infantería. La Artillería fue situada a poco más de 100 metros de la margen izquierda del río, y tal medida es un hecho demasiado atrevido y único hasta aquella fecha.

Creo muy oportuno dejar oír la autorizada palabra del Capitán Munnekrede, del Estado Mayor holandés, que dice a tal respecto:

“En un combate en la actual guerra europea, una Batería de Campaña alemana atravesó al galope la aldea incendiada Zandvoorde y tomó posición a 150 metros a vanguardia de la línea de tiradores, abriendo fuego sobre el enemigo en retirada”.

“La experiencia reciente demuestra que no se puede desistir de hacer acompañar a la Infantería de alguna formación de Artillería en las últimas fases de un ataque, a pesar de las pérdidas que esta última arma tiene que sufrir”.

ESPÍRITU DE JUSTICIA

El General Juan Vicente Gómez, Comandante en Jefe del Ejército Nacional. Revista Militar en el Campo de Carabobo con motivo de su Centenario, el 24 de junio de 1921. 

Nacido y formado lejos de aquellos centros donde el hombre se hace egoísta; educado en un medio esencialmente laborioso y ordenado, sus principios de honradez y de trabajo no han podido ser destruidos ni por las pasiones de aquellos que fingiendo virtudes llegaron en alguna época a conquistar su confianza. Su espíritu ha estado siempre templado contra las insinuaciones de los discípulos de Maquiavelo, eternos, y vergonzosos y traficantes en la política de nuestra Patria.

Así como es verdad que escogió para que le acompañasen en la guerra a sus amigos más abnegados, también es cierto que al llegar al Poder no ha desperdiciado la oportunidad de protegerlos, llamándolos a colaborar en su Gobierno en puestos de mayor consideración.

Él ha sido siempre el primero en realzar las cualidades militares de sus subalternos. Al hombre valiente, al hombre de carácter, a aquél que supo interpretar fielmente sus órdenes, le dio lo que le correspondía en los triunfos, y, como su memoria es prodigiosa, suele recordar con gran entusiasmo insignificantes detalles de sus campañas y expresarse con tal motivo de sus antiguos subalternos y amigos, en los más elevados conceptos.

ABNEGACIÓN

El Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela, encabezando la parada militar de 1934 en Maracay. A su lado, el General Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y Marina.

Aunque acostumbrado a mandar ejércitos y obtener triunfos sobre los militares más viejos y veteranos de la República, no ha sufrido sin embargo el mareo de la gloria.

Guarda a sus subalternos la mayor consideración; los quiere y los protege siempre con cariño paternal.

Su energía no se manifiesta en actos despóticos, insultantes y deprimentes para el oficial. Se hace obedecer con la gran corriente de insinuación de su palabra, sencilla, cariñosa e ingenua, y por el respeto y admiración que despiertan sus procedimientos.

Como detesta “la disciplina martillo”, espera que sus órdenes sean cumplidas como un deber del militar. No le amenaza sino que le estimula.

En una ocasión dice a un subalterno: “Mando a usted en esa comisión, porque usted hace bien las cosas y no tiene miedo”. Esta frase dicha en medio de su Estado Mayor, es el más grande estímulo que puede existir para la dignidad de un hombre.

Conociendo que la fuerza que da el terror no puede ser útil ni constante, porque termina en el momento más preciso y más indispensable, él se impone por el cariño, que es fuerza que crece en toda situación difícil, y con lo que ha logrado que sus oficiales vayan a todas partes con verdadero espíritu de sacrificio.

Su espada, signo de autoridad y de mando, jamás ha sido manchada con la sangre del vencido, ni le ha servido en ninguna circunstancia de instrumento de terror para hacerse respetar, ni para hacerse obedecer.

No ha usado de castigos infamantes contra los menos valientes. Sus abnegados procedimientos le bastan para levantar la moral de su tropa y conducirla a la victoria.

CONSIDERACIONES GENERALES

Espíritu de ofensiva. Concentración de fuerzas. Economía de fuerzas.

El espíritu de ofensiva prevalece en la ejecución de sus planes de campaña. Todas sus medidas son dictadas para llevar, el mayor número de tropas al teatro de operaciones del enemigo, cortarle sus comunicaciones, privándole de esta manera que reciba recursos que puedan llegarle de su base.

Así lo vemos reconcentrar las unidades de su ejército y marchar resueltamente hacia el enemigo, en sus campañas de Barlovento, Barquisimeto, Coro y Ciudad Bolívar, y establecer la Escuadra en recorrer activamente todo el litoral marítimo por donde el adversario pudiese recibir recursos en víveres, vestuarios, armas y municiones.

El espíritu de ofensiva también guía sus decisiones en el campo táctico. Aconseja y aplaude la mejor manera de aprovechar los accidentes del lugar para ocultar en lo posible, la marcha de aproximación de las unidades, utilización de toda clase de sitios abrigados artificiales y de los innumerables puntos de apoyo naturales que nos brinda ampliamente la naturaleza de nuestras regiones; pero los acepta para preparar el avance, tomar aliento y reponer las fuerzas morales, perdidas.

Es enemigo irreconciliable de las defensas pasivas. Si durante el combate se apercibe que algún Comandante de tropas, se detiene más del tiempo indispensable, se informa detenidamente de las causas que lo han obligado a buscar abrigo, vence las dificultades y lo hace seguir adelante con mayor energía.

Él tiene como suyo aquel principio que dice: “Hacer la guerra equivale a atacar”. Por tal motivo es de notar que aun en las ocasiones en que ha tenido que combatir con fuerzas menores a un enemigo mayor en número, él ha sabido buscar el equilibrio, levantando la moral de sus tropas, adelantándose a los movimientos del enemigo y batiéndolo donde ha convenido al curso de las operaciones.

Muy ricas en enseñanzas están todas sus campañas; mas sólo me detengo a considerar parte de la llevada a cabo en Occidente.

La llegada del General Gómez a Tucacas fue una verdadera sorpresa estratégica para el Jefe de la Revolución. Contaba que el General Gómez tuviese bastante con la persecución de Rolando, para que pudiese abrir tan rápidamente la campaña de Occidente.

Terminado el desembarque del ejército en Tucacas, el General Gómez hace avanzar algunas tropas sobre Palma Sola, las cuales llegaron más luego hasta Yumare, donde tomaron contacto con las fuerzas enemigas. Aunque estas tropas combatieron fuertemente, no fue el propósito del General que entrasen a fondo, sino que fijasen al enemigo. El combate en Yumare ha hecho creer a muchos que el General Gómez conservó hasta última hora el propósito de seguir a toda costa por la línea; pero si en realidad vemos algún retardo del ejército en Palma Sola, es porque la falta de medios de transporte le obliga a llevar muy lentamente el cuantioso parque hasta San Felipe.

Antes de seguir adelante, será conveniente hablar algo sobre esos inconvenientes, obstáculos naturales del terreno, y que pueden llegar a ser insuperables si las tropas enemigas se aprovechan inteligentemente de ellos para hacer una defensa activa.

La vía férrea atraviesa una extensa región cubierta de espesa vegetación. A una y otra orilla se van sucediendo terrenos elevados y generalmente cortados en su base; donde los terrenos son bajos, están casi siempre anegados y cubiertos de pantanos, y por consiguiente muy difíciles de cruzar. A medida que se avanza hacia Barquisimeto, o sea de San José en adelante, ya no es posible obtener veredas siquiera para evitar un pasaje obligado.

Todas las ventajas están de parte del defensor, porque muy pocas fuerzas pueden defender el frente tan reducido siempre. Pudiera decirse que la mayor parte de la línea es un prolongado desfiladero.

El atacante no puede desplegar todas sus tropas, porque el terreno se lo impide, y nada hace con tener superioridad de fuerzas cuando no puede hacer uso de esa ventaja. Si se emplea un número mayor de tropas que el necesario para cubrir ese frente, la densidad de las líneas de tiradores que se sucedan, impedirá que actúen con libertad. En tal caso se producirán amontonamientos, y como de hecho, a mayor blanco mayor número de proyectiles que recibe, y por consiguiente mayor número de bajas.

Se podría pensar, que la densidad de la línea de tiradores del defensor tendrá que ser proporcional a la del atacante; mas, aunque así pudiese ser, mientras que aquel está oculto y abrigado, éste está obligado a presentarse y a avanzar a descubierto, lo cual le hará sufrir mayores bajas.

En los días que pasa en Palma Sola, no deja de seguir contrariando los propósitos del General Castro. A un telegrama que éste pone al General Pedro Linares que dice: “Reconcentre usted fuerzas e inmediatamente póngase en marcha a incorporarse al General Gómez”; el General Gómez envía entonces al mismo General Linares, quien está en San Felipe, la orden de que “permaneciese con sus fuerzas en la plaza de San Felipe, persiguiendo las guerrillas enemigas, y tratando de comunicarse con el Doctor González Pacheco”.

El 9 de mayo llega el General Gómez a San Felipe, y enseguida da órdenes al General Pedro Linares para que con sus fuerzas salga por la vía Cerro Cocorote sobre Pueblo Nuevo. Esa misión encerraba una maniobra estratégica que debía producir tres resultados: 1. Cortar las fuerzas revolucionarias que se encontraban entre Yumare y El Hacha. 2. Proteger el flanco derecho del ejército en su marcha hacia Urachiche. 3. Desorientar al enemigo sobre los verdaderos designios del General Gómez.

Lo primero no tuvo efecto, porque cuando las primeras tropas del General Linares llegaron a El Hacha, el General Manuel Antonio Matos salió en fuga para el Estado Falcón, por vías desiertas y montañosas, el General Peñalosa abandonó sus tropas y huyó hacia Barquisimeto, dejando dicho a aquéllas que buscasen como les fuese posible la misma vía.

Véase cuál fue la importancia de esta maniobra, que sin disparar un solo tiro, causó la separación del Jefe de la Revolución y su Jefe de Estado Mayor, teniendo que agregar a esto el número de tropas que se dispersaron en la montaña.

Lo segundo quedó de hecho también cumplido con lo anterior. Ya no quedaban tropas que pudiesen molestar la marcha del ejército hasta Barquisimeto.

La misma operación que sorprendió en grado sumo a los Jefes Revolucionarios y origen de su vergonzosa fuga, les daba convencimiento de que el General Gómez seguía marcha por la línea. Así se cumplió el tercer punto de la misión.

Con notable habilidad el General Gómez fue ocultando sus intenciones, y aún le creían reconcentrándose en Pueblo Nuevo, cuando se les presentó amenazante en los alrededores de Barquisimeto después de seguir el itinerario de marcha más adecuado a las circunstancias, y al fin que se proponía obtener, y que sus tropas tuviesen las mejores comodidades, más seguridad y las menores pérdidas posibles.

El principio de concentración de fuerzas fue cumplido en esta campaña. Oportunamente llama al Doctor González Pacheco para que con la unidad de su mando se una al ejército. Esta unión se efectuó un día antes de la batalla, y así el General Gómez pudo contar con el mayor número de fuerzas posibles con que dio el importante triunfo en Barquisimeto.

Durante las marchas hacia el enemigo, no permitió que se hiciesen rodeos inútiles; ni retardos que no fuesen por causa muy justificada. Se interesa sobremanera del tiempo y del espacio, y trata de ponerlos siempre a su favor.

El enlace entre las unidades destacadas y el cuerpo principal lo hace sostener a todo trance. El telegrama que de Palma Sola puso al General Linares, indicándole que procurase comunicarse con el Doctor González Pacheco así lo comprueba.

Su acción en el combate se hace sentir desde el principio hasta la decisión final. Va empeñando las unidades de un modo metódico y juicioso. No acumula tropas excesivas en un sector para que falten en otro. Los refuerzos van llegando a todas partes según las circunstancias.

Para estar más seguro del desarrollo de los sucesos, y ya que no le es posible verlo todo; manda oficiales de su Estado Mayor a todos los puntos de la línea de fuego, para que le confirmen las informaciones que recibe de los comandantes de tropas, o aquellas que se hayan escapado a su vista. Esta medida es del todo conveniente, pues sirve para contrarrestar el falso criterio que puedan tener los comandantes de unidades sobre la situación. Así también pone al Jefe a cubierto de las peticiones de refuerzos que algunos oficiales exageran por confusión o por el prurito de ponerse a cubierto de amenazas imaginarias.

Para reforzar un punto es fácil que el Jefe tome elementos de su reserva; pero si el Jefe carece de ellas porque han sido dispersadas y el combate toma mal giro en alguno de los sectores, entonces se encontrarán las serias dificultades de sacar de un punto para llevar a otro, y esto aún en el caso de que el tiempo sea favorable.

Existen Generales que por carecer de suficiente energía, desde el comienzo de la acción dejan escapar de su mano las tropas y elementos de reserva. Otros en cambio se hacen tan económicos, que dejan aniquilar tranquilamente una unidad pequeña en un encuentro desigual con una superior, y lo que da razón para pensar, que éste trata de cuidar más de su persona que del buen resultado del combate.

El General Gómez ha desechado estos dos extremos. En El Guapo empeña hasta el último soldado de reserva y él mismo se lanza a la primera línea de fuego. En cambio en Barquisimeto, rechaza las peticiones de refuerzos que le hacen insistentemente varios Comandantes de Unidades, por tener plena conciencia de que ya no les eran de necesidad imperiosa. A todos dice: “No tenemos necesidad de cansar otras tropas; con las que hay combatiendo, bastan y sobran”. “Mañana entraremos a Barquisimeto”. Esto sucedía el 22 de mayo, y el 23 ocupó el General Gómez la ciudad.

FINAL

El Ministro de Guerra y Marina, General Eleazar López Contreras condecora con la Medalla de Honor "Francisco de Miranda" en su Primera Clase al Presidente de la República de Venezuela, Benemérito General Juan Vicente Gómez en 1934, por haber cumplido 30 años consecutivos en Servicio Militar Activo.

Algunos años después de sus campañas, el General Gómez quiere completar sus glorias militares, y entonces empieza la reorganización del Ejército.

Tiene el convencimiento de que el arte de la guerra está también, sometido a la eterna ley de la evolución, y que si los elementos materiales progresan, los que pretenden manejarlos tienen que ponerse en capacidad de hacerlo.

Así vemos que a la vez que dota ese Ejército de esos elementos, crea a la vez una Escuela Militar, para formar oficiales; escoge algunos para que vayan al exterior a recoger enseñanzas, y pone en manos de sus viejos oficiales Reglamentos de toda especie para que estudien y se pongan en capacidad de apreciar bueno y lo malo que se hizo en nuestras guerras.

El General Gómez ha terminado el período de nuestras guerras internas, y por lo tanto el estudio de la guerra en la guerra misma; pero hombre previsivo siempre, nos presenta los medios para que estudiemos la guerra, es decir, nos pongamos en las condiciones de ir a ella, siguiendo métodos y sistemas adoptados por las principales Naciones del Orbe, en sus largos períodos de paz.

Estudiemos para que puedan quedar cumplidos los propósitos de nuestro Comandante en Jefe al emprender la reorganización del Ejército, y esperemos confiados en nuestro porvenir y en el progreso de la Patria, que reposa en su brazo fuerte y en su alma noble y grande.

ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS.
General de Brigada.

(Este trabajo se publicó en Maracay, el 5 de julio de 1917. Extraído del libro: “Revista del Ejército, Marina y Aeronáutica”. Número Extraordinario. Año III. Tomo V. N° 32. Caracas. 1933).