lunes, 7 de diciembre de 2015

GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ: ESBOZO BIOGRÁFICO.


 LIBRO “HOMBRES NUEVOS”

POR: J. I. GONZÁLEZ NARVÁEZ

CARACAS. TIPOGRAFĺA DEL COMERCIO. AÑO 1900.

General Juan Vicente Gómez. 1900.

Los hombres nuevos han sido siempre en el poder la más viva y lisonjera esperanza del porvenir. No así los hombres viejos, que por conocidos pertenecen más bien al pasado que al futuro de los pueblos.

La humanidad se fija con más ahínco en lo que se presenta con algún aire de novedad, que en lo que por ya antiguo y familiar fastidia, sin ofrecer ninguna especie de atractivo.

Y la razón es muy sencilla: la humanidad gusta más de aquello que nace y por tanto le ofrece más incentivo en su anhelo de progreso, que de lo que va ya a morir envuelto en las nebulosidades de una estrecha y monótona rutina.

Por eso, en el orden natural la aurora cuando surge, alegra y ensancha el espíritu con sus vívidos y mágicos colores, como hermoso preludio del día, al paso que la tarde entristece y hace desmayar con sus pálidas galas, como fúnebre precursora de la noche.

Y por eso, en el orden social los hombres nuevos son esperados de los pueblos con ansiedad, en tanto que los hombres viejos son desdeñados, por ser ya como árboles sin savia para dar fruto.

Los hombres nuevos, en las evoluciones políticas, inspiran más confianza, porque, elementos sin desgaste, es lógico que con ellos vengan nuevos ideales de paz, orden y progreso, de arraigo, en suma, para la vida sólida y floreciente de los pueblos.

Sucede lo contrario con los hombres que han envejecido en el poder, los cuales, como elementos gastados, no inspiran sino tedio y cansancio en el ánimo público.

Y si los elementos que han venido privando en un país son insanos y de tendencias exclusivistas, ¿qué decir entonces?

No se puede decir otra cosa sino que, por funestos, hay que anatematizarlos, relegándolos al desprecio y al olvido.

He aquí por qué el Jefe de la Revolución Restauradora, General Cipriano Castro, comprendiendo estas verdades, al tomar posesión del Ejecutivo, ha tenido la idea de traer a su rededor hombres nuevos, y al efecto ha hecho ya surgir algunos en el poder.

Entre los pocos, que han venido ya a la escena, está el señor General Juan Vicente Gómez, actual Gobernador del Distrito Federal.

Intentemos, pues, delinear la figura de este magistrado, que es el objeto de este esbozo.

Es el señor General Gómez lo que se llama un personaje nuevo en nuestra política gubernamental.

Hijo de padres acomodados y laboriosos, vio la luz el General Gómez en San Antonio del Táchira, el 24 de julio de 1857.

Aleccionado en buenos principios, y muy joven todavía, ingresó en 1886 en las filas del partido Liberal, bajo cuya gloriosa bandera ha venido militando y supo distinguirse el 92, como soldado resuelto, en las memorables batallas de El Topón, Táriba y Palmira.

Verdadero liberal, y por ende, enemigo de todo poder autocrático, cuando el Presidente Andrade se dio a ultrajar la soberanía de la República, y el General Castro alzó en los Andes el grito de la Revolución Restauradora, el General Gómez no vaciló en poner al servicio de ésta la fortuna que poseía, producto de honrado afán. Y no solamente vino a servir con su fortuna a la Revolución, sino que también con su persona, proporcionándole toda clase de elementos, como armas, pertrechos y aun hombres o soldados. Así hubo de hacer toda la campaña, hasta su llegada a la metrópoli, donde pasó por la pena dolorosa de perder a un hermano suyo, el malogrado joven Coronel Aníbal Gómez, que a consecuencias de la guerra,  a los 22 años de edad, vio truncar su carrera militar, al servicio de la Causa Restauradora.

Ya aquí veamos ahora al General Gómez como figura en el estrado político de la Gobernación.

Nacido en la región andina, es el General Gómez un venezolano de fisonomía franca y sincera, que inspira confianza en la comunidad con sus modales atentos y su deseo de servir bien al público y dejarlo complacido.

No contaminado por los refinamientos de la argucia y la falsía, que han sido anteriormente la norma de conducta en muchos de nuestros Gobernadores del Distrito; no influido por el incentivo venenoso de las pasiones banderizas, que en no pocos de ellos han privado hasta hacer allí del poder un foco de partido, y por consiguiente, una rémora para el reclamo y remedio de las necesidades públicas; su aparición, desde luego, en aquella curul se ha recibido en esta sociedad  con general beneplácito, como prenda de confianza y garantía de orden para los intereses procomunales.

No es él un ambicioso, que se engríe con respirar la atmósfera del poder, no es un Magistrado, que se mira muy alto y envanecido ve desde la silla gubernamental a los demás muy pequeños, como es común en los que, cándidos, no comprenden que el talento práctico en los puestos públicos se cifra en saber hacerse querer, y no en hacerse odiar.

Educado él en costumbres sencillas y en el amor al trabajo, es un republicano que se hace accesible a todos, sin repeler a nadie. No conoce el artificio del engaño, y por consiguiente sabe ser franco en su palabra y leal en su proceder, para no burlar con promesas no cumplidas.

Sin ambiciones, ha venido a la Gobernación del distrito, porque se le ha traído, por considerársele un fiel colaborador de la situación para ayudar, como elemento sano, a la estabilidad del orden público, en este periodo de difícil transición.

En el poco tiempo que lleva administrando los intereses del Distrito, no se ha oído de él una sola queja, porque no ha violado ningún derecho, ni herido ninguna delicadeza personal.

No es él de esos funcionarios públicos, que con tendencias anti-republicanas se encastillan en su despacho, para no dejarse ver; es, por el contrario, un buen amigo, un afable ciudadano, un verdadero liberal, que tiene siempre abiertas las puertas de su oficina, con fácil acceso a todo el que le quiere solicitar.

El General Gómez es un sujeto que se revela humanitario. Prueba de ello es que en los días en que acude mucha gente pobre, como un jubileo, a la Gobernación, en demanda de algún consuelo para sus necesidades, él se muestra siempre mano abierta, no dejando que ninguno de aquellos desvalidos, viejo o niño, mujer u hombre, salga de allí sin un óbolo, que atenúe su aflicción. Esta conducta, no conocida hasta ahora en las prácticas de nuestros Gobernadores, le han granjeado verdaderas simpatías, por cuanto le exhibe de ánimo noble y amigo del pueblo, en contraste con otros que no han sido aquí sino duros y absorbentes, acaparadores voraces de lo que cae en las cajas públicas.

Viene aquí bien recordar que en la política el que no da y sabe ser reconocido y generoso con sus servidores, no puede conquistar adeptos, ni tiene, por ende, derecho a perdurar en la memoria de sus conciudadanos.

Columna, una de las más firmes en la actualidad, por sus importantes servicios a la Revolución, es, sin duda el Jefe andino una figura de porvenir.

Para completar la fisonomía pública del General Gómez en la Gobernación, acompáñalo como Secretario también un hombre nuevo, el señor Pimentel Coronel, ilustrado periodista y, escritor, que goza de reputación en nuestras letras.

Magistrados, pues, como el señor General Gómez, no pueden menos que atraer simpatías a una Administración. Y lo que es la presente, por ello debe felicitarse, al ver que ha sabido inspirarse en uno de los anhelos del Jefe del Ejecutivo, los hombres nuevos.

J. I. González Narváez.