jueves, 27 de febrero de 2020

LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA MUNICIPAL EN 1917


A la izquierda: La señorita Amanda Cruz, de la Escuela Municipal Superior "Salias", quien obtuvo el Premio de Honor, consistente en una Medalla de Oro, ofrecida por el Gobierno del Distrito Federal. En el centro: El señor Gobernador del Distrito Federal, General Juan C. Gómez. A la derecha: Medalla de Oro otorgada a la señorita Amanda Cruz por el Gobierno del Distrito Federal.

Brillantemente coronó las postrimerías del año en la administración del Distrito Federal, su digno Gobernador, señor General Juan C. Gómez, con los éxitos alcanzados por el hermoso grupo de institutos escolares que constituyen el Departamento de Instrucción Pública Municipal en esta región de la República.
Ya sabíamos que era sostenido e intenso el afán con que el popular y progresista magistrado metropolitano se esforzaba en ampliar esta rama administrativa e intensificar sus resultados, pero hasta ahora no nos habíamos dado cuenta bastante amplia y clara de cuanto es de intensa la obra, de vigoroso y rico el fruto de la cosecha recogida.
Nuestros repórteres no han perdido detalle alguno relacionado con las escuelas municipales en los últimos días del año, que son, precisamente, los días de prueba para los estudiantes, conforme a los últimos reglamentos escolares, en el plan general de la Instrucción Pública adoptado por el Gobierno Nacional del Benemérito General Juan Vicente Gómez; y es así como podemos transmitir hoy a nuestros lectores los más precisos informes.
Ningún esfuerzo más meritorio en el seno de los gobiernos que el que tienda a disipar las sombras del analfabetismo en el cuerpo social, llevando a él conocimientos e ideas que no sólo depuren, perfeccionen y asesoren su mentalidad, sino que mejoren sus acciones, le señalen nuevas sendas a la marcha de sus aspiraciones y amplíen sus horizontes espirituales, lo que indudablemente robustece y dilata las fuerzas morales en el corazón de los pueblos; y eso es verdadera obra de rehabilitación nacional.
Así lo ha comprendido, justamente, se deja ver, nuestro benemérito Gobernador metropolitano, y bien merece su obra, porque es obra de bien, los aplausos más calurosos, nunca más merecidos y nunca mejor tributados; así es como se sirven los intereses públicos y así es como se labora por el mejoramiento espiritual de un pueblo.
Dijimos al comenzar que ya sabíamos cuales eran los afanes de cultivo con que el señor Gobernador, General Juan C. Gómez, atendía a esta rama de la administración pública, porque no se trata de la obra de un instante ni del entusiasmo producido en el ánimo por las palabras de un decreto deslumbrador: se trata de una labor dilatada, de vigorosos esfuerzos y de fuerte raigambre. Primero fue la reorganización de los institutos existentes, adaptándolos al plan general de la instrucción popular, poniéndolos en manos expertas, bajo el profesorado de profesionales de clara vocación y visible entusiasmo en ese ministerio, de voluntad contraída con cariño, con pasión, a sus deberes; luego fue la ampliación de las inscripciones de cada escuela, teniendo en cuenta que las colectividades, mientras más numerosas son, con más influencia obran sobre sus componentes, y por consiguiente las agrupaciones de niños ejercen en cada uno de ellos una influencia educativa tanto más intensa y eficaz cuanto más hábil, experta, sostenida y consciente sea su dirección; en seguida fue el aumento del número de Escuelas Elementales, que hoy alcanza a 52 en los dos Departamentos del Distrito Federal; seguidamente la creación de Escuelas Superiores, que hoy son 12, y a poco la creación del Subdirectorado en éstas, pues era tal la inscripción de alumnos, que se hizo necesario dar a las Directoras esa eficaz ayuda, con lo que no solamente mejoró el servicio, sino que aumentó de tal modo la inscripción, que jamás ha tenido la Instrucción Pública Municipal una semejante, habiéndose logrado, debido a la inmejorable calidad del servicio, un promedio de asistencia casi igual al número de inscripción, dato por sí sólo bastante revelador, confirmatorio de lo que venimos diciendo.
El resultado de todo este sostenido trabajo organizador fue tal y tan satisfactorio ante el criterio del magistrado del Distrito Federal y tan a la medida de sus aspiraciones y propósitos, que en seguida ordenó el merecido premio para la chiquillería escolar, premio que pusiese en el ánimo de los niños el concepto del merecimiento por el cumplimiento del deber y la idea del triunfo como recompensa al esfuerzo bien inspirado y bien dirigido, que al mismo tiempo llevase al corazón de los maestros, como justa compensación de sus afanes, el reconocimiento del valor moral de su obra, y que avivase el estímulo en todos, para mejores frutos.
Pero aún así creyó desproporcionado el brillo del premio conferido con la magnitud de su entusiasmo, el noble magistrado, y para hacerlo más trascendental en el alma de los niños y más brillante en los anales de la Instrucción Pública Municipal, creó las Medallas de Honor, y mandó a moldear 13: nueve para las Escuelas Superiores y cuatro para cuatro de las Escuelas Elementales (2 de varones y 2 de niñas) que más hubieran sobresalido en sus labores escolares, y estas medallas fueron distribuidas en actos solemnes que habrán de ser de muy grato y acentuado recuerdo en el alma de los niños que así educa el Gobierno del Distrito Federal.
Las alumnas y alumnos favorecidos en estos bellos torneos fueron los siguientes:
Escuelas Superiores: Las niñas Amanda Cruz, María Vicenta Mayora, Modesta García, Olimpia Martus, Dora Rodríguez, Carmen Aveledo y Alcira González, de las Escuelas “Salias”, “Madariaga”, Cagigal”, “Páez”, “Sucre”, “Roscio”, y “Zea”, respectivamente, las cuales son regentadas, en el mismo orden,  por la señorita Socorro González Orta, Lola Cabruja, María Inocencia Rodríguez, María Luisa Betancourt, la señora Matilde G. de Ponce y señoritas Herminia Escalante y Elina Marins.
Escuelas Elementales: Las niñas Bernarda Bolaño, de la Escuela Nº 3, regentada por la señorita Carmen Felicia Colón; y Ana Mercedes Olmeta, de la Nº 14, regentada por la señora Julia Matute de Illas; y los alumnos José Antonio Santana, de la Nº 31, regentada por la señorita Carmen Echeverría, y Efraín Gómez, de la Nº 53, regentada por el doctor Juan Pablo Echezuría.
Complementó este premio un bello diploma litografiado, en el cual se expresan las virtudes escolares galardonadas con la honrosa distinción: nos es grato reproducir éste en nuestras columnas, junto con la fotografía de la condecoración.
Diploma de Honor otorgado a la señorita Amanda Cruz por el Gobierno del Distrito Federal.

Del mismo modo nos complace expresar, en honor de los alumnos premiados, que cuando fue necesario sortear la medalla se dio el Diploma a los no favorecidos, con el objeto de significar así que eran acreedores a ponerla también sobre su pecho.
Reciba nuestro dignísimo señor Gobernador, los más calurosos parabienes por su eminente obra cultural, y junto con él recíbanlo también los que en su meritísima labor supieron interpretarlo y fielmente secundarlo.
(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 4 de enero de 1917).