A la izquierda: La señorita Amanda Cruz, de
la Escuela Municipal Superior "Salias", quien obtuvo el Premio de
Honor, consistente en una Medalla de Oro, ofrecida por el Gobierno del Distrito
Federal. En el centro: El señor Gobernador del Distrito Federal, General Juan C. Gómez. A la
derecha: Medalla de Oro otorgada a la señorita Amanda Cruz por el Gobierno del
Distrito Federal.
Brillantemente
coronó las postrimerías del año en la administración del Distrito Federal, su
digno Gobernador, señor General Juan C. Gómez, con los éxitos alcanzados por el
hermoso grupo de institutos escolares que constituyen el Departamento de
Instrucción Pública Municipal en esta región de la República.
Ya sabíamos
que era sostenido e intenso el afán con que el popular y progresista magistrado
metropolitano se esforzaba en ampliar esta rama administrativa e intensificar
sus resultados, pero hasta ahora no nos habíamos dado cuenta bastante amplia y
clara de cuanto es de intensa la obra, de vigoroso y rico el fruto de la
cosecha recogida.
Nuestros
repórteres no han perdido detalle alguno relacionado con las escuelas
municipales en los últimos días del año, que son, precisamente, los días de
prueba para los estudiantes, conforme a los últimos reglamentos escolares, en
el plan general de la Instrucción Pública adoptado por el Gobierno Nacional del
Benemérito General Juan Vicente Gómez; y es así como podemos transmitir hoy a
nuestros lectores los más precisos informes.
Ningún
esfuerzo más meritorio en el seno de los gobiernos que el que tienda a disipar
las sombras del analfabetismo en el cuerpo social, llevando a él conocimientos
e ideas que no sólo depuren, perfeccionen y asesoren su mentalidad, sino que
mejoren sus acciones, le señalen nuevas sendas a la marcha de sus aspiraciones
y amplíen sus horizontes espirituales, lo que indudablemente robustece y dilata
las fuerzas morales en el corazón de los pueblos; y eso es verdadera obra de
rehabilitación nacional.
Así lo ha
comprendido, justamente, se deja ver, nuestro benemérito Gobernador
metropolitano, y bien merece su obra, porque es obra de bien, los aplausos más
calurosos, nunca más merecidos y nunca mejor tributados; así es como se sirven
los intereses públicos y así es como se labora por el mejoramiento espiritual
de un pueblo.
Dijimos al
comenzar que ya sabíamos cuales eran los afanes de cultivo con que el señor
Gobernador, General Juan C. Gómez, atendía a esta rama de la administración
pública, porque no se trata de la obra de un instante ni del entusiasmo
producido en el ánimo por las palabras de un decreto deslumbrador: se trata de
una labor dilatada, de vigorosos esfuerzos y de fuerte raigambre. Primero fue
la reorganización de los institutos existentes, adaptándolos al plan general de
la instrucción popular, poniéndolos en manos expertas, bajo el profesorado de
profesionales de clara vocación y visible entusiasmo en ese ministerio, de
voluntad contraída con cariño, con pasión, a sus deberes; luego fue la
ampliación de las inscripciones de cada escuela, teniendo en cuenta que las
colectividades, mientras más numerosas son, con más influencia obran sobre sus
componentes, y por consiguiente las agrupaciones de niños ejercen en cada uno
de ellos una influencia educativa tanto más intensa y eficaz cuanto más hábil,
experta, sostenida y consciente sea su dirección; en seguida fue el aumento del
número de Escuelas Elementales, que hoy alcanza a 52 en los dos Departamentos
del Distrito Federal; seguidamente la creación de Escuelas Superiores, que hoy
son 12, y a poco la creación del Subdirectorado en éstas, pues era tal la
inscripción de alumnos, que se hizo necesario dar a las Directoras esa eficaz
ayuda, con lo que no solamente mejoró el servicio, sino que aumentó de tal modo
la inscripción, que jamás ha tenido la Instrucción Pública Municipal una
semejante, habiéndose logrado, debido a la inmejorable calidad del servicio, un
promedio de asistencia casi igual al número de inscripción, dato por sí sólo
bastante revelador, confirmatorio de lo que venimos diciendo.
El resultado
de todo este sostenido trabajo organizador fue tal y tan satisfactorio ante el
criterio del magistrado del Distrito Federal y tan a la medida de sus
aspiraciones y propósitos, que en seguida ordenó el merecido premio para la
chiquillería escolar, premio que pusiese en el ánimo de los niños el concepto
del merecimiento por el cumplimiento del deber y la idea del triunfo como
recompensa al esfuerzo bien inspirado y bien dirigido, que al mismo tiempo
llevase al corazón de los maestros, como justa compensación de sus afanes, el
reconocimiento del valor moral de su obra, y que avivase el estímulo en todos,
para mejores frutos.
Pero aún así
creyó desproporcionado el brillo del premio conferido con la magnitud de su
entusiasmo, el noble magistrado, y para hacerlo más trascendental en el alma de
los niños y más brillante en los anales de la Instrucción Pública Municipal,
creó las Medallas de Honor, y mandó a moldear 13: nueve para las Escuelas
Superiores y cuatro para cuatro de las Escuelas Elementales (2 de varones y 2
de niñas) que más hubieran sobresalido en sus labores escolares, y estas
medallas fueron distribuidas en actos solemnes que habrán de ser de muy grato y
acentuado recuerdo en el alma de los niños que así educa el Gobierno del
Distrito Federal.
Las alumnas
y alumnos favorecidos en estos bellos torneos fueron los siguientes:
Escuelas
Superiores: Las niñas Amanda Cruz, María
Vicenta Mayora, Modesta García, Olimpia Martus, Dora Rodríguez, Carmen Aveledo
y Alcira González, de las Escuelas “Salias”, “Madariaga”, Cagigal”, “Páez”,
“Sucre”, “Roscio”, y “Zea”, respectivamente, las cuales son regentadas, en el
mismo orden, por la señorita Socorro
González Orta, Lola Cabruja, María Inocencia Rodríguez, María Luisa Betancourt,
la señora Matilde G. de Ponce y señoritas Herminia Escalante y Elina Marins.
Escuelas
Elementales: Las niñas Bernarda Bolaño, de la
Escuela Nº 3, regentada por la señorita Carmen Felicia Colón; y Ana Mercedes
Olmeta, de la Nº 14, regentada por la señora Julia Matute de Illas; y los
alumnos José Antonio Santana, de la Nº 31, regentada por la señorita Carmen
Echeverría, y Efraín Gómez, de la Nº 53, regentada por el doctor Juan Pablo
Echezuría.
Complementó
este premio un bello diploma litografiado, en el cual se expresan las virtudes
escolares galardonadas con la honrosa distinción: nos es grato reproducir éste
en nuestras columnas, junto con la fotografía de la condecoración.
Diploma de Honor otorgado a la
señorita Amanda Cruz por el Gobierno del Distrito Federal.
Del mismo
modo nos complace expresar, en honor de los alumnos premiados, que cuando fue
necesario sortear la medalla se dio el Diploma a los no favorecidos, con el
objeto de significar así que eran acreedores a ponerla también sobre su pecho.
Reciba
nuestro dignísimo señor Gobernador, los más calurosos parabienes por su
eminente obra cultural, y junto con él recíbanlo también los que en su
meritísima labor supieron interpretarlo y fielmente secundarlo.
(Publicado en el Periódico “El Nuevo Diario”, el 4 de enero de 1917).