domingo, 5 de marzo de 2023

DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL SENADO DE VENEZUELA 1933

Dr. José Vicente López Rodríguez.

VIDA PARLAMENTARIA

Palabras pronunciadas por el Dr. José Vicente López Rodríguez, Presidente del Senado Nacional, al tomar posesión de su cargo, el pasado 19 de mayo de 1933.

El General Juan Vicente Gómez no está satisfecho aún. Porque él dice, repito textualmente sus palabras: “Yo no estaré contento hasta no ver a Venezuela sirviendo de modelo a las demás naciones".

Dr. J. V. López Rodríguez.

¿Con qué frases podría yo expresaros mi reconocimiento por la altísima distinción que acabáis de hacerme? Solamente la excesiva benevolencia de ustedes es lo único que ha podido inclinarlos a brindarme semejante deferencia. Me esforzaré hasta donde me lo permitan mis pobres facultades a continuar la inteligente labor iniciada por mi ilustrado colega, el señor Álvarez Feo, quien ha cumplido airosamente la delicada misión que le fue encomendada.

Comienza hoy el segundo periodo reglamentario de las sesiones de esta honorable Cámara, bajo los más halagüeños auspicios, puesto que la obra de engrandecimiento patrio llevada a cabo por la firme constancia y acerada voluntad del Benemérito General Juan Vicente Gómez, nos ha colocado ya en el más elevado concepto mundial, y nuestra patria es hoy considerada y respetada por todos los países civilizados. Goza de la más absoluta independencia, tanto política como económica; no tiene problema alguno que la preocupe; son cordiales sus relaciones con los demás países, y ha sabido conservar su decoro, y defiende siempre, apoyada en la justicia, sus derechos.

Como la magna obra realizada por el Benemérito General Juan Vicente Gómez, por los imposibles que ha tenido que vencer, no puede catalogarse sino en la agrupación de los hechos quiméricos, me permitiré, con la anuencia de ustedes, al exponerla, a grandes rasgos, vagar ligeramente por el ameno campo de la fantasía.

Aureolada de vivos resplandores diviso en lontananza la silueta de un hombre, en quien reconozco por su compostura y grave majestad al Genio máximo, a nuestro eximio compatriota que lo es también del género humano: El Libertador de América. Porque su incomparable obra de amor y de confraternidad y sin precedentes en los anales del Universo, no cabe en los estrechos límites de un país, se necesita de amplios horizontes… del espacio infinito… para contenerla. Y aun así para servir de exquisito manjar a los espíritus de aquellos grandes hombres, que como él, fueron benefactores del género humano.

En la expresión de su mirada y placidez de su semblante se advierte la satisfacción que experimenta al ver a su querida patria encauzada por la envidiable senda de la más absoluta normalidad constitucional.

En sus gestos y movimientos se exteriorizan elevados conceptos acerca de nuestra vida nacional.

Parece decir: "Allá a mi mansión eterna de perpetua noche, llegan todos los informes relativos a los acontecimientos que se suceden en este voluble cuanto engañoso mundo. Y yo, que desde ultratumba sigo adorando y venerando a mi patria, me intereso siempre por todo cuanto a ella se refiere. He visto que después de un largo periodo de continuas guerras civiles, de la más completa anarquía, consecuencia de los innobles procedimientos de ingratos hijos de la patria, llegó a la suprema magistratura vuestro actual Presidente, el General Juan Vicente Gómez, e inició su obra de reconstrucción del país. Así, el General Gómez, guiado siempre por la equidad de sus deliberaciones, con la noble intención de ofrecerles una oportunidad para que se rehabilitaran, los invitó a todos para que colaboraran en el nuevo gobierno, imponiéndoles como condición igualdad de ideales, es decir, Unión, Paz y Trabajo; restando los coloridos de banderas, puesto que la única que les ofrecía era tan diáfana como es la conciencia de quien va armado de la justicia en pos del más bello ideal de la vida: la felicidad y engrandecimiento de su patria. Pero ellos, ya por sus malos hábitos anteriores, o porque se convencieron de que no les era posible hacer desviar al General Gómez de la línea de conducta, que se había trazado, se fueron separando de aquel núcleo de respeto e idoneidad que no les brindaba aliciente alguno a sus aspiraciones bastardas.

A pesar de tantos inconvenientes y luchando siempre contra fuertes obstáculos, el General Gómez ha logrado darle figura representativa al país, y ha facilitado por las innumerables vías de comunicación que ha hecho abrir en todo su territorio, el intercambio de ideas y la movilización de la agricultura, verdadera, base fundamental del progreso efectivo.

Creó la Sanidad Nacional, elemento indispensable a la par que humanitario para la seguridad de los habitantes.

Ha intensificado la Instrucción Pública, llevándola hasta las más apartadas poblaciones de la República, y al mismo tiempo la ha provisto de todos los elementos indispensables que exige la pedagogía moderna.

Ha moralizado el país por medio de leyes prohibitivas como la del juego y la del porte de armas, cuyos benéficos resultados son ya ostensibles.

Noble centinela de la Patria. Cuando la Gran Guerra, optó por la más absoluta neutralidad, a pesar de la fuerte presión que ejercieron sobre él las partes interesadas y de la unánime opinión en contra, de sus mismos servidores.

¡Ha sido el único! ¡cuánto se lo agradezco! que hizo revivir nuestro recuerdo! Y así para la fecha del centenario de mi fallecimiento, y como un homenaje a mi memoria, canceló la antigua deuda que gravaba al país. Y qué mejor obsequio para mí, que puedo valorar imparcialmente la trascendencia de semejante patriotismo!!!

Para la fecha del centenario de la batalla de Carabobo, y en recuerdo de tan gloriosa efemérides, hizo erigir en el mismo campo donde tuvo lugar tan heroica acción de armas, un gigantesco monumento que desafía al tiempo y al espacio, y que será para las futuras generaciones el más vivo exponente de la grandeza patria.

Existe todavía en los fértiles valles aragüeños, un corpulento árbol, bajo cuyas frondosas ramas acampé varias veces con mis huestes libertadoras en aquellos inolvidables días de reveses y triunfos. El General Juan Vicente Gómez ha cuidado con tanto esmero, que a pesar del abandono en que lo tenían y de sus mil y más años de vida, lo ha hecho disfrutar nuevamente de los inefables regocijos de la edad juvenil.

Ex profeso he dejado para último lo que he debido decir primero, el presente inapreciable que el General Juan Vicente Gómez ha ofrendado a su patria: la bendita Paz. Fuente matriz de donde han brotado con misterioso encanto los cristalinos riachuelos que alegres y veloces recorren hoy el suelo inmaculado de mi Patria, llevando en la superficie de sus purísimas aguas, numerosas navecillas portadoras de las risueñas esperanzas de un glorioso porvenir".

Señores:

A pesar de lo enumerado, que basta para llenar completamente la vida de un hombre, el General Juan Vicente Gómez no está satisfecho aún. Porque él dice, repito textualmente sus palabras: “Yo no estaré contento hasta no ver a Venezuela sirviendo de modelo a las demás naciones".

Honorables colegas:

Me permitiré a nombre de ustedes y del mío propio, expresar al General Juan Vicente Gómez nuestras más calurosas felicitaciones, encareciendo al mismo tiempo al Todopoderoso, continúe prestándole su divino apoyo para que llegue a realizar el loable deseo que le anima.

Dr. José Vicente López Rodríguez.

(Publicado en la Revista "Élite", el 3 de junio de 1933).