jueves, 10 de junio de 2021

MONSEÑOR JÁUREGUI FUE HONRADO POR EL GENERAL GÓMEZ

 

Por Decreto del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela y publicado en la Gaceta Oficial Nro. 10.716, el 9 de junio de 1909, se aprobó la exhumación y traslado a Venezuela de los restos del eminente Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.

Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno, nació en Niquitao, Estado Trujillo, Venezuela, el 28 de septiembre de 1848 y falleció en Roma, Italia, el 6 de mayo de 1905. Mejor conocido como Monseñor Jáuregui, fue un sacerdote católico venezolano que realizó una gran labor como destacado educador, científico, escritor, filósofo y político, cuya obra la desarrolló la mayor parte de su vida en la ciudad de La Grita, Estado Táchira, donde ejerció como vicario y fundó varias instituciones religiosas, sociales y educativas, entre las cuales destaca el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, el cual regentó durante quince años y donde diseñó e implementó un modelo de enseñanza basándose en las orientaciones del Papa León XIII y el pensamiento salesiano, producto de su contacto directo con Don Juan Bosco. 

Monseñor Jáuregui venía padeciendo de cálculos urinarios y el día sábado, 6 de mayo de 1905, a las tres de la mañana, fue intervenido de urgencia quirúrgicamente, falleciendo lamentablemente durante la operación. Tenía 56 años de edad. Sus restos fueron sepultados en el Colegio Pío Latinoamericano en Roma, Italia.

El 22 de marzo de 1909, durante la Presidencia del Benemérito General Juan Vicente Gómez Chacón, el Concejo Municipal del Distrito Jáuregui, situado en La Grita del Estado Táchira, acordó solicitar el traslado de sus restos desde Roma. Se nombró una comisión conformada por los Doctores Leopoldo Baptista, Emilio Constantino Guerrero y Pedro María Parra, para realizar las gestiones pertinentes ante el Congreso Nacional.

Por Decreto del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República de Venezuela y publicado en la Gaceta Oficial Nro. 10.716, el 9 de junio de 1909, se aprobó la exhumación y traslado a Venezuela de los restos del Presbítero Doctor Jesús Manuel Jáuregui Moreno. Sus despojos mortales fueron embarcados en Roma por Román Cárdenas, uno de sus discípulos, con destino al Puerto de Génova y de allí a Venezuela, en una caja de 2,30 mts x 0,85 mts, siendo recibidos en La Guaira para proseguir por Caracas, Maracaibo, La Ceiba, Motatán, Valera, Timotes, Chachopo, Apartaderos, San Rafael, hasta llegar a Mucuchíes, donde fueron sepultados el 13 de abril de 1910, junto a los de sus padres. 

Posteriormente, fue trasladado al Panteón Nacional, en Caracas, Venezuela.

EL MONUMENTO AL PADRE JÁUREGUI, AÑO 1913

El Gobierno Nacional, presidido por el Benemérito General Juan Vicente Gómez, ha destinado una suma de bolívares para la subvención del monumento que la Municipalidad de La Grita se propone erigir en aquella población, a la memoria del ilustre Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.

Fresca está aún en el recuerdo de los venezolanos la memoria de aquel eminente levita, cuyas virtudes y merecimientos, exaltados por cuantos le conocieron, durante su vida, cobran al través de la distancia mayores y más claros relieves.

Fue Monseñor Jáuregui el educador de toda una juventud que ha prestado, posteriormente, grandísimos servicios a la Patria. En su colegio de La Grita, que en sus mejores tiempos pudo servir de modelo a los planteles de educación análogos de nuestro país, se iniciaron en el cultivo y en el amor de las ciencias y de las letras muchos jóvenes que hoy, ya en la edad madura, ocupan puesto de preeminencia y han adquirido justiciera nombradía por sus luces, por su erudición y por sus talentos.

Monseñor Jáuregui poseía no sólo el instinto y entusiasmo del educador de vocación, sencillo en sus hábitos, convincente y claro en sus discursos, armado del don profundo de la simpatía, sino que también se distinguió por otras varias preciosas y culminantes virtudes. A los conocimientos de un sabio juntaba la intachable pureza de costumbres que caracterizaba a los doctores místicos en los mejores tiempos de la Iglesia Romana; y además, una de las faces de su nobilísimo espíritu destellaba con el brillo incontrastable y pulcro que revela la integridad del diamante: era un dechado de patriotas, recto, viril, encaminado con fijeza y sin alteraciones hacia el bien de todos y el decoro de la comunidad. Su espíritu, como la brújula señalando el norte, se dirigía siempre al deber y la verdad.

Después de haber consagrado honorablemente toda su vida al ejercicio de funciones de bondad, de belleza y de justicia, como si el destino hubiera querido galardonarlo con la suprema corona del martirio, sufrió por la justicia persecuciones injustas; y fue a perecer lejos de la tierra natal, sin que bastaran a borrar ni amenguar la pesadumbre acerba de su nostalgia, los honores que el Pontífice Romano le confirió, ni el ejercicio, que no abandonó nunca, de sus funciones de educacionista.

El Gobierno Nacional del General Gómez, rinde un homenaje merecido a la memoria de Monseñor Jáuregui, asociándose a la erección del monumento que perpetuará su memoria en La Grita y que costearán la Municipalidad de aquella población y muchos de los discípulos y admiradores del ilustre prelado.

(Publicado en el Periódico "El Nuevo Diario", el 17 de julio de 1913.)


El 1 de agosto de 1914, bajo la Presidencia del Benemérito General Juan Vicente Gómez, se inauguró en La Grita, Estado Táchira, el monumento en bronce florentino de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.

Una estatua de bronce de calidad artística excepcional, se corresponde con la representación pedestre de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno, en su condición de prelado y educador. Está revestido con las insignias de Protonotario Apostólico Ad Instar Participatium, título que lo honraba como miembro del séquito papal de la antigua Capilla Pontificia (en la actualidad Familia Pontificia), por designación de Pío X en 1904. Las figuras de dos párvulos, con ropajes infantiles de la época, rodean la representación de Monseñor Jáuregui.

Se logró, gracias al aporte económico del Benemérito General Juan Vicente Gómez, la realización del monumento que fue inaugurado, el 14 de septiembre de 1914. La hermosa estatua ha permanecido en su emplazamiento original y puede ser observada en la plaza "Jáuregui" de la ciudad de La Grita. Se desconoce su autor, si bien en la peana de la estatua se puede leer en letras buriladas "J. Roversi y C° Sucs".


CIVILIZADORES DEL TÁCHIRA, MONSEÑOR JÁUREGUI

(Por: José Abel Montilla) 

Una noticia venida del Estado Táchira nos ha complacido altamente, porque nos cuenta la realización de una obra de justicia encaminada a afirmar en el porvenir, librándola de la voracidad del olvido, la memoria de un hombre ilustre cuyo esfuerzo se levanta en el pasado inmediato de los pueblos andinos como una montaña espiritual, al modo de un suplemento lírico de las de su naturaleza, que tienen bravuras de león en el rugido de los páramos y candores de virgen en las nieves eternas.

Esa noticia que viene de lejanías queridas, con un suave aliento del solar nativo, nos informa que hace unos días solamente se levantó en tierras de La Grita un monumento a Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno.

Este suceso concreta el término fortunoso de una gran aspiración que se agitaba en esas regiones de tiempos atrás y que era la de revivir en el hieratismo de la estatuaria el perfil venerable de ese hombre que paso por entre los hombres con el carácter de inconfundible, porque realizaba el tipo de un héroe en el concepto de Carlyle.

De algunos años para acá, desde que por disposición del General Juan Vicente Gómez vinieron sus despojos a reposar en el seno de la Patria, tomó calor el movimiento en favor de su nombre, porque la medida gubernativa, tuvo por efecto iluminar el panorama de su obra y así muchos hicieron alto en sus afanes para ponerse a considerar, éstos lo que le debían de perfeccionamiento; aquéllos cuanto en beneficio de la comunidad intentó y los más distantes en lo que hubiera podido hacer.

Y esa asociación de voluntades, a la sombra de un recuerdo, ha realizado la apoteosis esperada, que después de escribir una página de civilización y de altruismo en la historia del pueblo tachirense, va más lejos a cumplimentar a cuantos vivan la vida del espíritu, refiriéndoles un triunfo del mérito, un éxito de la justicia, en el cual es parte ejecutiva la gratitud pública, que ahora a través de los años y de los acontecimientos, glorifica la personalidad de un luchador sincero e idealista que recorrió los caminos de la vida armado caballero de la virtud, no faltándole en esos momentos, para definir su existencia superior, un fino desdén de aristócrata para las cabriolas de la envidia y para los golpes de la adversidad.

La figura de Monseñor Jáuregui compone el símbolo del idealista patrio, perdido o burlado en nuestras sociedades informes, alumbradas a medias por las ideas madres de la humanidad y donde los apostolados nobles y los grandes anhelos perecen la mayoría de las veces, en el desierto de una gran indiferencia como los peregrinos del relato bíblico y en ese caso, las medidas de reconocimiento y de recompensa que entraña glorificación reciente, tienden a la conservación de principios de moralidad en el espíritu público, desarrollando el sentimiento del sacrificio, la abnegación, el desprendimiento, al afirmar una noción de la solidaridad humana, la idea de una supervivencia sustancial, llevada a efecto merced a un proceso de conciencia que viene a formar una gratitud colectiva.

Nos permitiremos señalar los méritos de este sacerdote eminente, así como también los servicios que prestara a sus semejantes, en la convicción de que todas las vidas nobles y desinteresadas, por silenciosas que sean, desempeñan un papel de efectiva utilidad, contribuyendo en última línea a que ese concepto de la vida, completamente personal, íntimo, que cada quien elabora en su interior, a lo largo de sus años y a golpe de pruebas y convencimientos, no sea duro en todas sus partes, porque esas individualidades abnegadas, dispersas por el mundo suavizan los asaltos del infinito e incurable dolor humano y otras ocasiones, cuando van confundidas con la desfilada turbulenta de los profesionales de la barbarie, del egoísmo y de la injuria, se le oye decir, parodiando a Jesús; nosotros no venimos a corromper las almas, sino a perfeccionarlas….

Miembro de una familia honorable poseedora de bienes materiales para llevar una vida independiente y decorosa y de esa heredad del corazón que la forman las virtudes cristianas y las orientaciones hacia el bien, se rindió a una invencible vocación al seguir la carrera religiosa, llegando a graduarse de Doctor en Teología, cuando empezaba su juventud.

A poco tiempo de haberse ordenado pasó a desempeñar los curatos de Milla y Mucuchíes, donde empezó a señalarse su temperamento de civilizador en tareas de diversa índole, pues estando allí fundó dos pueblos, construyó dos templos, y doliéndose del apartamiento de esas regiones, hizo abrir a través de la montaña y sobre el Lago de Maracaibo, un famoso camino de diez y siete leguas de extensión.

Más tarde fue destinado para el Táchira, donde vivió muchos años dejando de su permanencia un recuerdo inquebrantable. Su obra está representada en esos pueblos por alientos a la cultura social, desarrollo del espíritu religioso, creación de centros de instrucción y de institutos de caridad y en testimonio de lo expuesto están templos, hospitales, orfelinatos, la Sociedad de las Siervas de la Sacra Familia, periódicos, colegios, señalándose entre éstos el afamado Instituto del "Sagrado Corazón de Jesús", que funcionó en La Grita durante tres lustros y donde cultivaron sus inteligencias varias generaciones de hombres y que después han figurado con brillo en las Ciencias, las Letras y la política del País.

Fachada del Colegio Parroquial "Sagrado Corazón de Jesús", fundado por Monseñor Jáuregui en 1884 y que se encuentra ubicado en La Grita, Estado Táchira, Venezuela. 

Monseñor Jáuregui, prestó servicios a la República en calidad de Diputado al Congreso Nacional y a las Legislaturas regionales y una vez entregado a sus faenas apacibles de cura de La Grita, lo sorprendió una solicitud del pueblo del Zulia que lo quería para obispo de su Diócesis.

En una ocasión su figura evangélica se levantó sobre nuestros errores, lanzando un amaos los unos a los otros, pero dadas las circunstancias, su palabra se perdió en el vacío, trayéndole en cambio perjuicios sin fin.

Pobre y apesarado se marchó a tierras extrañas donde gentes conscientes lo acogieron con los  brazos abiertos. En México fue nombrado Rector del Seminario Principal y más tarde Provisor y Vicario General de la Diócesis de Mixtecas y por ese tiempo tuvo la fortuna que la Sociedad de Obispos mexicanos a Tierra Santa lo designara para Predicador General.

De regreso del Asia Menor se estableció en París, fundando en dicha metrópoli Congregación para atraer y convertir sacerdotes extraviados, después pasó a Roma donde S. S. León XIII lo hizo Protonotario Apostólico y varias Corporaciones científicas lo tomaron como miembro.

Las treguas que su vivir agitado le concediera, las hizo fecunda y útiles, dedicándolas a la producción literaria y como frutos de la cual quedan un Tratado de Geometría, el Manual del Seminarista que adoptó como texto obligatorio el Arzobispado de Santo Domingo, la Biografía de Monseñor Zerpa, una variada labor diseminada por periódicos, revistas, y también algunas monografías y estudios especiales que no llegó a publicar.

Donde verdaderamente resplandecía su talento era en el púlpito, llegando a ser considerado como el mejor orador del Occidente, no solo por las dotes y particularidades necesarias, sino también por la calidad de la exposición que era patética, limpia, sutil, al punto de que algunas de sus oraciones sagradas que llegaron a publicarse obtuvieron juicios encomiásticos de hombres eminentes de Colombia.

Fue poeta y escribió inspirados y sentidos versos, de los cuales unos titulados A mi Patria, que envío desde Taffra, en Palestina, para su publicación en el periódico "Los Avisos" de San Cristóbal, son de un buen efecto sentimental, como una lamentación de su alma adolorida, que se adueña del espíritu con esa congoja indefinible de las penas presentidas.

Monseñor Jáuregui fue un hombre adelantado que en todo momento manifestó tener un claro concepto de la Patria y una comprensión avanzada de la humana condición del yerro y de la necesidad de la tolerancia. Las vulgaridades y vanidades del mundo no empañaron jamás la limpidez de su espíritu, pues se manifestó respetuoso de la dignidad ajena en toda circunstancia y mantuvo su pensamiento y su sensibilidad libres de trabas y abiertos a las grandes cuestiones de la vida, a la expresión de la angustia universal y a la contemplación artística de las cosas.

Se rindió a la muerte por el año 1904 en la Ciudad Eterna. La noticia de su muerte fue un acontecimiento doloroso en los pueblos andinos que hoy guardan su recuerdo como algo consustancial con su existencia.

Sus cenizas recibieron tierra en la nave principal de la Iglesia de Mucuchíes, haciendo así más venerable ese lugar ya santificado por las disposiciones eclesiásticas.

Un importante Distrito del Estado Táchira lleva su nombre; en el Asilo de Huérfanos de Caracas, entre los benefactores de la Infancia aparece su efigie, y ahora, en la hidalga ciudad de La Grita, la ciudad del muy Ilustre Cabildo que señaló el monarca español Carlos III, en el perímetro desolado de una plaza y a la vista de cuantos sean caminantes por esos lugares, reaparece transfigurado por la consagración suprema del bronce.

Recordemos a Víctor Hugo: las estatuas hablan mucho no a los que pretendan escucharlas sino a los que quieran pensar, y si cerca de esta estatua que se levanta en el corazón del Táchira del que fue en vida apoyo de la juventud y amparo del débil, pasarán muchos años y quisieran pensar, ¿qué oirían?

José Abel Montilla

Caracas: septiembre de 1914.

(Doctor José Abel Montilla, joven escritor y diplomático, nativo de San Cristóbal, quien también se ha señalado como periodista y cuya actuación en la redacción del periódico "Los Avisos" de San Cristóbal, dejó cimentada su actividad  intelectual y periodística. Es Doctor en Ciencias Políticas y desempeña el cargo de Ministro Plenipotenciario de Venezuela ante el Gobierno de Checoslovaquia).