(Diario “El Globo”. Caracas, 2 de enero de 1996).
Don Florencio Gómez Núñez fue un gran animador de la Fiesta Brava (construyó la Maestranza de
Maracay) y de la Aviación, cuyas iniciativas en este campo contribuyeron en el
desarrollo de lo que es hoy la Fuerza Aérea Venezolana (FAV).
Con una copa de champán en la mano, y
con la otra asido a su querida esposa Elena Arráiz, el 31 de diciembre de 1995, cuando faltaban cinco minutos para las doce campanadas del Año Nuevo 1996, falleció Florencio Antonio
Gómez Núñez de Cáceres, a los 87 años, uno de los últimos hijos del General
Juan Vicente Gómez.
Muy cercano al entorno íntimo del
Presidente y presente en los instantes de su muerte en Maracay, Florencio Gómez
fue gran animador de la fiesta brava en Venezuela e impulsor de la aviación en nuestro
país, de tal modo que sus gestiones fueron un puntal definitivo en la formación
y desarrollo de lo que es hoy la Fuerza Aérea Venezolana (FAV).
Se encontraba en su casa, reunido con
los más íntimos de su familia, cuando ocurrió el inesperado y fulminante
deceso. Allí estaban con él su esposa Elena y
su hija Rosa Elena, así como los nietos Juan Florencio, Rafael y Miguel Dupouy
Gómez.
Gracias a Florencio Gómez Núñez y su
hermano Juan Vicente, fue posible traer a Venezuela la primera ganadería de
casta, que todavía mantiene su nombre original de “Guayabita”.
La afición de los Gómez Núñez por el
arte y templanza del toreo, también hizo posible la construcción de la
Maestranza de Maracay, inaugurada el 20 de enero de 1933 con su curioso palco,
conocido como la Mezquita, y que fue diseñado y construido especialmente para
que el Benemérito presenciara las corridas, a las primeras de las cuales
asistió, regocijado por la atractiva estructura del coso aragüeño.
Don Florencio Gómez Núñez, fue uno de
los hijos del General Juan Vicente Gómez con doña Dolores Amelia Núñez de
Cáceres, a quien el Benemérito quiso y trató como a una esposa.
Don Florencio, se empeñó siempre en
afirmar que “Gómez fue el hombre que
cambió a este país, trajo la paz y reivindicó la soberanía nacional, hipotecada
con una deuda externa. Mi padre pagó hasta el último centavo de la deuda cuya morosidad fue la
causa de que nuestro país fuera invadido y tomado por la Armada de varios
países”, solía recordar
don Florencio, bien en reunión de amigos o en declaraciones para la prensa que
no eludía y daba con seguridad y espontaneidad.
A la muerte de su padre, Florencio
Gómez estaba a su lado cuando se produjo su fallecimiento. La diabetes y una
severa prostatitis con signos cancerosos, acababa con la enorme fortaleza
física del General que se creía invencible. Y lo fue, para los revolucionarios
de montoneras, para los caudillos que seguían soñando con Miraflores, y para
los revolucionarios de nuevo cuño inspirados por el marxismo-leninismo.
“¿Qué día es hoy?”, le preguntó a Florencio, inconmovible ante el lecho de su
padre moribundo.
“Diecisiete de diciembre, padre”, le contestó Florencio.
Gómez, sereno ante el aviso
ineludible de la muerte, respondió:
“Que bueno. Si el señor quiere que muera hoy, ¿qué vamos a hacer?”.
El escritor José Rafael Pocaterra al
regresar a Venezuela después de morir Gómez, visitó su tumba y espetó con voz
de juglar la siguiente frase que han recogido varios autores:
“Aquí yace en su tumba el General Juan Vicente Gómez, hombre admirable. ¡No
pudimos vencerlo y menos convencerlo!”.
El propio Florencio Gómez la recordó,
sin objeciones, en una entrevista periodista que le hicieron hace poco tiempo.
De los hijos del General Juan Vicente
Gómez, le sobrevive la señora Cristina Gómez de Martínez.
(Diario “El Globo”. Caracas, 2 de enero de 1996).