Don J. M. Betancourt Sucre, Cónsul General de Venezuela en España, sobrino
del Gran Mariscal de Ayacucho, General Antonio José de Sucre. (Revista "España y América").
Afortunadamente, nunca han sido más cordiales nuestras relaciones,
gracias al gran espíritu de confraternidad internacional que anima al General
Gómez.
A bordo del vapor Buenos Aires, y
presentado por el señor Cónsul de Venezuela en Andalucía, tuvimos la
complacencia de conocer al nuevo Cónsul General de Venezuela en el Reino, Sr. J.
M. Betancourt Sucre, del que solicitamos hacer una interviú, a lo que accedió
enseguida, amablemente.
El distinguido funcionario
venezolano es persona culta, caballerosa y cordial, perteneciente a la juventud
intelectual de la joven República. Es sobrino del Gran Mariscal de Ayacucho,
General Antonio José de Sucre. Ha desempeñado importantes Consulados en países
de América y Europa, y habla varios idiomas. Se dirige a Barcelona, que es la
residencia oficial de su importante cargo, y lo acompaña su estimable familia.
Adscrito sin reservas a la causa que
ha realizado la rehabilitación y engrandecimiento de su patria, y unido al
ilustre conductor de los destinos nacionales, General Juan Vicente Gómez, con vínculos
de noble y leal partidarismo, nos habló con entusiasmo de la alteza de miras que
ha guiado siempre los actos del Presidente Gómez y de cómo a su alto esfuerzo patriótico
se ha hecho sólida y extraordinaria la situación económica, progresista y moral
de la República. El Cónsul nos dijo:
La paz en Venezuela es completa, inconmovible. Tiene bases de
convencimiento absoluto en la conciencia del pueblo, que la ama y la venera
como a la suprema divinidad de las naciones. La defiende, además, el brazo
potente y la voluntad férrea del General Gómez, que está hoy en el pleno goce
de su salud y energía.
A una pregunta nuestra sobre la enfermedad que aquejó en meses pasados
al eminente gobernante, nos responde, amable:
La salud del General Gómez es hoy mejor que nunca. Como siempre ha
acostumbrado, trabaja doce horas diarias en su despacho, atendiendo a todos los
ramos de la administración. Recorre a caballo la pintoresca ciudad de Maracay,
en donde gusta residir y que a él se lo debe todo, e inspecciona los cuarteles,
que dicho sea de paso, están a la altura de los mejores de Europa.
Nosotros nos hacemos eco de los elogios que ha merecido el Ejército
venezolano, y el señor Cónsul nos dice, vibrante de satisfacción:
El Ejército, es una entidad de la cual está orgullosa la República. Es
obra exclusiva del General Gómez y de su hijo el joven y denodado General José
Vicente Gómez, quien como su ilustre padre, es ídolo del Ejército.
¿Los caudillos han desaparecido enteramente del país?, preguntamos:
En absoluto. Terminó con ellos la política conciliadora, unificadora,
eminentemente nacional del General Gómez. Su lema salvador de Patria y Unión fue la bandera, la efectiva y leal concordia de la familia
venezolana. Recientemente se ha reunido un grupo de estos desprestigiados,
desmoralizados caudillos, y ha lanzado una alocución pintoresca que ha sido
acogida con unánime protesta en el país. A estos pobres señores no se les toma
en serio y sólo risa y desprecio ha producido "su compactación" en
tierras extrañas.
Se nos ha dicho que es prodigiosa la producción petrolífera en
Venezuela...
Sí, señor, esa es la palabra, prodigiosa. Los yacimientos son inmensos,
y en ciertos puntos, como en Maracaibo, han alcanzado proporciones
extraordinarias. Además, la ley que rige la exploración y explotación es muy
liberal, y atrae a los capitalistas extranjeros. Se acaba de formar una
Compañía con un capital de 25
millones, formada por elementos del país y con el infatigable señor D.
Roberto Ramírez a la cabeza. Con este motivo reina gran entusiasmo en toda la República. El porvenir de Venezuela es verdaderamente grandioso, como es admirable su actual florecimiento.
La situación financiera de Venezuela es la mejor de la América del Sur.
El Gobierno tiene en Caja, en oro, 65.000.000 de bolívares, y el bolívar es hoy
de las primeras monedas en el mercado mundial. La deuda nacional se ha reducido
en un 60 por 100, y el país está todo atravesado de carreteras amplias que,
partiendo desde La Guaira hasta Apure, y desde Caracas hasta los Andes, llegan
hasta la frontera de Colombia.
¿Fue muy sentido en el país el atentado de que fue víctima el primer
Vicepresidente?
Muchísimo. Produjo verdadera consternación y justa y general protesta.
Al finado General D. Juan C. Gómez se le quería en extremo. Era bueno,
tranquilo, demócrata, y sólo se complacía en ser útil a todos. Las distintas
clases sociales lo querían por igual; lo mismo los altos personajes de sociedad
que los hijos del pueblo. El homenaje que le rindió la clase obrera fue verdaderamente
grandioso. Una manifestación del alma popular de Caracas a su querido y
liberal Gobernador.
¿Y qué planes trae usted, Sr. Betancourt?
Los de los leales servidores de la Patria y de la causa. Servir con
lealtad, con desinterés y con patriotismo los grandes intereses de mi país. Cooperar
con nuestro Ministro, el ilustrado y concienzudo diplomático doctor José
Ignacio Cárdenas, y con mis compañeros en la carrera, en todo lo que se
relacione con el acercamiento comercial de España y Venezuela.
Afortunadamente, nunca han sido más cordiales nuestras relaciones,
gracias al gran espíritu de confraternidad internacional que anima al General
Gómez y al tacto sabio del actual jefe de la Cancillería, el doctor Pedro
Itriago Chacín, quien es el mejor intérprete que ha tenido mi Gobierno en las
grandes ideas de la causa.
Suena una campana invitándonos a
abandonar el vapor y nos disponemos a despedirnos del Sr. Betancourt, quien a
modo de encargo cordial, que con gusto cumplimentamos, nos dice:
Saludo en usted muy atentamente a la prensa de España y le ruego
presente mis respetos a las autoridades de la provincia.
Cuando nos disponemos a ganar las
escalas, pasa junto a nosotros el Sr. D. Antonio Vives, capitán del buque, y el
Sr. Betancourt nos dice:
Excelente persona el capitán. Le estoy agradecido a sus muchas
atenciones. Yo felicitaría a la Compañía Trasatlántica, por tener empleados
como éste.
A poco partía el Buenos Aires, luciendo
como una bandera gris su penacho de humo…
EDUARDO DE ORY
(Publicado en la Revista "España y América", 1 de Octubre de
1923).