sábado, 19 de marzo de 2022

EL DR. CONSTANTINE E. MCGUIRE DE VISITA EN VENEZUELA 1931

 

A la izquierda: El Dr. Constantine E. Macguire, eminente historiador y economista norteamericano, quien visitó Venezuela durante el gobierno del Benemérito General Juan Vicente Gómez en 1931. A la derecha: El Dr. José Gil Fortoul, su anfitrión y presentador ante la Academia Nacional de la Historia.

El lunes 12 de octubre de 1931, la Academia Nacional de la Historia tuvo la honra y singular satisfacción de recibir en su seno al eminente escritor, historiador y economista norteamericano doctor Constantine E. McGuire, Correspondiente Extranjero de esta Institución. En sesión extraordinaria prestigiada por destacados elementos de las letras, política y finanzas, el doctor McGuire leyó su erudito trabajo sobre "Aspectos Históricos del Desequilibrio Económico Internacional", luego de haber sido presentado por nuestro compañero el doctor José Gil Fortoul, en representación de la casa. 

El acto se efectuó, por especial deferencia del Ministro de Instrucción Pública, doctor Rafael González Rincones, en el Paraninfo de nuestra Universidad Central. 

Reproducimos a continuación las palabras de presentación del doctor Gil Fortoul sobre quien por breves días fue huésped agasajado de la ciudad de Caracas. 

PALABRAS DEL ACADÉMICO DR. JOSE GIL FORTOUL 

"Nuestra República, entre sus hermanas latinoamericanas, se halla hoy en situación especial. Iba a decir privilegiada. Gracias, en parte, (del mal el menos) a que por su escasa población con respecto a su vasto territorio no cayó en fiebre de producción industrial, y se consagró preferentemente a la agricultura y a la explotación de productos naturales; gracias también a la prudente administración del Presidente Gómez, que en vez de apelar a exagerados empréstitos, prefirió rescatar la deuda externa". 

Señores Académicos :

Señoras, Señores: 

No subo ahora a esta dorada tribuna, que conserva para todos los universitarios recuerdos imborrables, a pronunciar otro discurso. Vengo a representar esta tarde un papel modesto, aunque muy honroso. 

El doctor Vicente Lecuna, mi Presidente en la Academia de la Historia, ha generosamente resuelto que sea yo quien presente aquí a nuestro colega de Academia, el sabio jurisconsulto y economista norteamericano doctor McGuire. Lo haré en palabras rápidas, porque el doctor McGuire no necesita muchas recomendaciones previas para interesar a su auditorio. Su nombre, sus estudios, su preparación técnica, son credenciales conocidas en todas partes. 

Graduado en la Universidad de Harvard, fue premiado por ésta con una beca para continuar sus estudios de derecho en Francia y España. Regresó a Washington a ocupar puesto distinguido en la Secretaría de Hacienda y con el Secretario Mc-Adoo colaboró en la organización de la Alta Comisión Interamericana. Figuró luego en el Directorio del Instituto Económico de los Estados Unidos. Publicó dos volúmenes sobre la situación económica de Alemania y de ltalia. Colaboró además, como redactor en jefe, en los cinco tomos de la obra monumental titulada "Historia del Catolicismo en los Estados Unidos". Y actualmente, en cuestiones de economía política internacional es uno de los expertos y consultores de mayor autoridad. Encuéntrase entre nosotros en viaje de recreo y de estudio. 

Por lo dicho ya veis que nuestro sabio huésped no trae el propósito de pedirnos dinero ni cooperación en ningún negocio. Viene a esta Academia, de la que es miembro correspondiente extranjero, a hablarnos de problemas que tienen hoy singular importancia. Va a discurrir sobre aspectos históricos del desequilibrio económico internacional, sobre causas de la crisis presente y sobre el problema internacional de los cambios. Todo ello desde el punto de vista puramente técnico. 

El mundo anda ahora, después de la gran guerra, dando traspiés, revolcándose con una suerte de epilepsia imprevista, arrastrado por un cataclismo que no lleva todavía trazas de aplacarse. Pero, tantas veces han sucedido cosas semejantes en la vida económica y en la vida política! En la vida política, a esos cataclismos les damos el nombre de revoluciones. En la vida económica los llamamos crisis. No se puede, sin embargo, vivir indefinidamente en revoluciones ni crisis. Al fin vuelve a establecerse un equilibrio más o menos estable y siguen viviendo las naciones en un movimiento más o menos rítmico. Creedlo. No se hundirá ahora nuestro mundo, como temen los que por tener turbia la vista lo ven todo negro. Se transformara! ¿Cómo? Díganlo, si pueden, los profetas y los hombres de ciencia. Esta vez, puede ser que se pongan de acuerdo. 

Nuestra República, entre sus hermanas latinoamericanas, se halla hoy en situación especial. Iba a decir privilegiada. Gracias, en parte, (del mal el menos) a que por su escasa población con respecto a su vasto territorio no cayó en fiebre de producción industrial, y se consagró preferentemente a la agricultura y a la explotación de productos naturales; gracias también a la prudente administración del Presidente Gómez, que en vez de apelar a exagerados empréstitos, prefirió rescatar la deuda externa, Venezuela pudo llegar a un resultado que parece muy simple, y no lo es: en vez de vivir de su capital, aventurándolo o despilfarrándolo, vivir de su renta, gastándola en las necesidades diarias, en multiplicar medios de transporte y en fomentar empresas reproductivas. 

Pero, al propio tiempo, no fuera prudente dormirse ahora en un optimismo inactivo. Todos hombres de Estado, comerciantes, agricultores, banqueros, industriales, pensadores y filósofos, todos nos vemos hoy obligados a estar sobre aviso, a observar con vigilante atención el presente malestar internacional, para que por inactividad nuestra no venga también el día menos pensado a arrastrarnos la cola del ciclón. Yo, optimista por temperamento y convicción, no lo creo ni espero. 

Un técnico eminente va a exponer aquí sus ideas y previsiones. Oídlo y reflexionad.

José Gil Fortoul.

(Publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Tomo XV. N° 56. Octubre-Diciembre de 1931. Caracas, Venezuela).