lunes, 14 de marzo de 2022

LA NEUTRALIDAD DE VENEZUELA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL


La neutralidad de Venezuela no da lugar a sospechas como queda comprobado y ella será como hasta ahora un compromiso de honor para la Patria, cuyos destinos están confiados a la Causa de la Rehabilitación Nacional y cuya promesa de imparcialidad está respaldada por la voluntad enérgica del Jefe de esa Causa y por su palabra solemnemente empeñada, pues es bien sabido que la efectividad de las promesas del General Juan Vicente Gómez no se presta a dudas porque su noble corazón, su espíritu ecuánime y su brazo fuerte no son susceptibles a la debilidad y no se retractan ni vacilan jamás. 

Hemos permanecido neutrales, pero no es la nuestra una neutralidad sistemática que obedezca a fines egoístas o que sea la expresión de una indiferencia reprobable ante los sacrificios heroicos y la sangre derramada por aquellos pueblos. No; nuestra actitud en presencia de la lucha titánica en que se encuentran envueltas aquellas naciones es la que cumple a Venezuela, que no tiene demanda alguna que intentar porque no ha recibido agravios. 

El orden de cosas que discurre para Venezuela es plenamente normal debido a las previsiones incesantes del Benemérito Jefe de la Causa, General Juan Vicente Gómez. Si en lo político y en lo administrativo nada tenemos que desear porque todos los Poderes Públicos funcionan con perfecta armonía comunicando al organismo nacional salud y vigor que se exteriorizan en todo linaje de progresos, las iniciativas individuales han venido dando el máximo de sus esfuerzos hasta hacer eficaces el impulso bienhechor y la actividad insuperable de la ingente obra rehabilitadora. 

Un testimonio irrecusable de esta verdad lo tenemos en el pingüe producto que han dado nuestras cosechas desde que la palabra autorizada del General Gómez se dejó oír el 3 de abril del año próximo pasado para advertir a nuestros agricultores lo arduo que es el problema de las subsistencias en el presente período de serias dificultades y de acontecimientos terribles porque pasa el mundo entero. 

En efecto, nada hay que preocupe hoy más la mente de los hombres de Estado, nada que reclame mayor atención a los que gobiernan y a los que son gobernados como la amenaza de la escasez y hasta del agotamiento de los alimentos, consecuencia directa de la disminución de los brazos que laboran la tierra. Si los beligerantes tienen ante sí el fantasma del hambre pronto a tomar forma real para consumar la obra exterminadora de la guerra, los neutrales por un gran deber de solidaridad humana, y por los lazos que en el orden económico vinculan los pueblos tendrán que sentirse afectados de la desgracia común, y de ahí la necesidad en que estamos de mantener abastecidos nuestros graneros y en franca e incesante actividad nuestro mercado de artículos alimenticios. Ninguna de estas consideraciones se ha escapado al pensamiento atinado del General Juan Vicente Gómez, y es esa la razón por la cual, con palabras y con actos, está estimulando a sus compatriotas a efecto de que el hogar venezolano no llegue a carecer de pan y que pueda partirlo fraternalmente con quienes ocurren a él en esta hora trágica de la historia. Grasas, maíz y otros cereales hemos venido exportando para pueblos vecinos y estas exportaciones seguirán en aumento, porque mientras la voluntad enérgica y bienhechora del Jefe de la Rehabilitación Nacional influya en los destinos de la Patria, no estará ocioso ningún brazo. 

En paz hemos vivido con esas naciones y en constante trato de recíproca amistad y no sería justo que nos convirtiésemos en enemigos de ninguna de ellas. En tal virtud, esa fatal necesidad de la guerra no ha venido a solicitamos, pero esto no implica que seamos testigos mudos en la cruenta escena. Cada noble vida que se extingue en el fragor de las batallas, cada holocausto de bienestar y de riqueza que ofrendan con espartana virilidad aquellos pueblos amigos y cada hogar en luto, son dolores que conmueven a la familia venezolana y hechos de desinterés y de grandeza que sabemos admirar. Tampoco hemos asentido a que los beligerantes se aparten de las prácticas hasta ahora aceptadas en la guerra, porque juzgamos que mientras menos terribles sean los estragos de la lucha más se acercará el día de una paz estable, que es la meta de nuestras aspiraciones. 

VICTORINO MÁRQUEZ BUSTILLOS.

Miraflores, 27 de abril de 1918.

(Extractos tomados del Libro "Mensajes Presidenciales", Tomo IV, 1910-1939, Presidencia de la República, Caracas, 1971).