jueves, 8 de julio de 2021

MIGUEL FLETA EL SENSACIONAL TENOR EN VENEZUELA 1930


El famosísimo y virtuoso tenor español Miguel Fleta, nos brindó todo su talento en el Teatro Municipal de Caracas, Venezuela.

En 1930, durante el Gobierno del Benemérito General Juan Vicente Gómez, gran entusiasta e impulsor de la cultura y las artes en el país, el empresario don Adolfo Bracale, presentó dos temporadas de ópera en Caracas. En la primera, realizada en el mes de abril, contrató al tenor de fama mundial Miguel Fleta, y a un notable conjunto de cantantes de fama internacional, entre ellos: Zara Joy, magnífica soprano húngara; Georgina Stark, soprano ligera; Leila Garden, talentosa soprano de calidad; Dimitri Onofrey, gran tenor ruso; Alfredo Ciampi, estupendo Barítono; Luigi Dimitri, otro Barítono de calidad, los bajos Rolando Treveri y Abele Carnevali; el notable maestro Giuseppe Anglada, de justo renombre en el mundo musical, y un buen conjunto de segundas partes.

Anuncio publicado en el Periódico "El Nuevo Diario" que presenta al eminente tenor Miguel Fleta, considerado el más grande cantante del mundo, en la inmortal ópera "Rigoletto" del Maestro Verdi, en el Teatro Municipal de Caracas, Venezuela, el 30 de marzo de 1930.

La noticia de la actuación en Venezuela del mejor tenor del mundo para la época, despertó el mayor interés de los aficionados y público en general, como lo reseñó la revista "Élite", el 15 de marzo de 1930:    

"Quizás uno de los máximos esfuerzos llevados a cabo por nuestros empresarios artísticos sea éste de la venida a Venezuela del célebre tenor español Miguel Fleta. En el vértice de sus poderosas facultades, admirado por los públicos cosmopolitas. Fleta traerá a nuestro escenario del Teatro Municipal de Caracas, el torrente magnífico de su voz para refocilamiento de los caraqueños, tan melómanos y teatraleros siempre. Esfuerzo digno de encomio, tanto más si se tiene en cuenta que el fulgurante divo, actuará en combinación con un elenco integrado por valiosas figuras del mundo del "Bel Canto", ya aceptadas en los intransigentes círculos musicales europeos. El repertorio selecto correrá a cargo del maestro Giuseppe Anglada, del Teatro Real de Madrid, elemento destacado en la hora musical de la España actual. El tenor Fleta cantará cuatro óperas de las seis que componen el abono, y las dos restantes serán vocalizadas por el tenor ruso Dimitri Onofrey, quien viene precedido de gran renombre. Damos nuestra enhorabuena a la afición caraqueña, así como también a la Empresa Otazo y Ca., a cuyo empeño se deberá la actuación de il comendatore Bracale entre nosotros". 

Principales figuras del elenco: El tenor español Miguel Fleta (arriba) y el tenor ruso Dimitri Onofrey (abajo). En otra, las sopranos Leila Garden, Georgina Stark y Zara Jay.

LA PRÓXIMA TEMPORADA DE ÓPERA EN EL MUNICIPAL 

Es un hecho la llegada a Caracas, el 25 de marzo de 1930, de la Compañía de Ópera Bracale, en cuyo elenco aparece como máxima figura el famoso tenor español Miguel Fleta, gloria del arte lírico contemporáneo. El abono abierto para esta temporada por la Empresa Otazo ha sido cubierto en gran parte, correspondiendo así el buen público caraqueño el esfuerzo que significa la venida de la troupe. 

Fleta cantará cuatro óperas de las seis que forman parte del abono, siendo las dos restantes cantadas por el tenor ruso Dimitri Onofrey, de quien se tienen las mejores referencias. La plana mayor de la Compañía la forman cantantes de celebridad procedentes de los teatros Metropolitan de Nueva York y Ópera de Chicago, bajo la dirección del maestro Giuseppe Anglada, del Teatro Real de Madrid. 

Por modo que la temporada se avecina, podemos sin discusión calificarla como el mayor acontecimiento artístico del presente año en esta capital. 

Nuestra enhorabuena a los aficionados caraqueños y a la Empresa Otazo y Ca., a cuyas gestiones se debe la venida de la Compañía Bracale.   

(Publicado en la Revista "Élite", el 15 de marzo de 1930).  

FINALIZA LA TEMPORADA DE ÓPERA EN EL MUNICIPAL

Con la función de esta noche, en que se representará "Tosca", finaliza el abono de la temporada realizada en el Teatro Municipal de Caracas, por la Compañía Bracale, teniendo como eje central de ella, la personalidad artística del famoso tenor español Miguel Fleta, cuyas actuaciones han sido en verdad notables en la puesta en escena de "Rigoletto", "Manon" siendo aplaudidísimo y en "Carmen" que llegó a lo inenarrable, provocando en el admirado auditorio tal entusiasmo, que al final del cuarto acto, durante largo minutos le tributó una ovación como muy pocas veces hayamos oído en Caracas.

El resto del elenco de la Compañía, aunque no se compara con la eminencia artística de Fleta, se ha desempeñado en forma magistral siendo acompañado por la orquesta bajo la dirección del maestro Anglada, dejando satisfecho al buen público capitalino. 

Mañana será la despedida de Venezuela de la Compañía, en función vespertina, sin que hasta ahora sepamos con qué obra. Les deseamos el mayor de los éxitos en la continuación de su "tournée". 

(Publicado en la Revista "Élite", el 12 de abril de 1930). 

De notable, memorable y grandiosa, podemos considerar la temporada realizada por la Compañía de Ópera Bracale en el Teatro Municipal, por la excelente acogida que le brindó el público de Caracas, Venezuela.

BIOGRAFÍA DEL TENOR MIGUEL FLETA

El magnífico tenor español Miguel Fleta.

Miguel Burró Fleta, nació en Albalate de Cinca (Huesca), el 1 de diciembre de 1897, en el seno de una familia muy humilde, siendo el último de los catorce hijos del matrimonio de don Vicente Burró Gayán y doña María Fleta Esparraguerri, de los cuales sobrevivieron ocho. Las penurias económicas le obligaron a trabajar desde los ocho años, primero como pastor, después al servicio de un terrateniente para ayudarle en las tareas agrícolas y, más tarde, como peón en las obras del canal de Cataluña y Aragón, situación que le impidió la escolarización. Fleta poseía una natural predisposición para el canto heredada, al parecer, de su abuelo y su padre, siendo éste último capaz de tocar varios instrumentos sin haber recibido lección alguna, y quien le animó a realizar los estudios musicales.

Ha habido pocos ejemplos como el de Miguel Fleta, quien en apenas cinco años pasó de ser pastor y labrador, a convertirse en una de las más grandes figuras de los escenarios operísticos, reclamado en los principales teatros líricos de todo el mundo como extraordinario tenor.

En 1908 se inició en el aprendizaje del solfeo con Lázaro Uriol y en 1917, apoyado por el cantante de jotas Miguel Asso, concursó en el Certamen de la Jota. A pesar de no ser premiado, Fleta no se desanimó y en noviembre se trasladó a vivir con su hermano Vicente a Barcelona, ciudad en la que éste trabajaba como guardia urbano y donde Miguel tuvo la posibilidad de estudiar canto. Se presentó a las pruebas de admisión del Conservatorio y, pese a que en un principio el maestro Lamote de Grignon no permitió su ingreso, tras la insistencia de la profesora belga Louise Pierre Claro —conocida como Luisa Pierrick—, quien quedó impresionada con la voz del cantante, fue admitido en el centro. Luisa Pierrick fue su única maestra, y no sólo le instruyó de forma intensiva en el solfeo y el canto, sino que se convirtió en su mentora, su compañera, sería para Fleta una suerte de Pygmalion fundamental para la carrera del cantante; también le enseñó idiomas y le proporcionó la cultura humanística necesaria para desenvolverse en el nuevo y desconocido ambiente —tan distinto al de sus humildes orígenes—, y se convirtió en la madre de sus dos primeros hijos. En 1919 dio por finalizados sus estudios —formación que, para algunos biógrafos, fue insuficiente y la causa de sus problemas técnicos y rítmicos— e inició una meteórica carrera profesional, cuyo punto de partida fue el estreno de Francesca da Rimini de Riccardo Zandonai en diciembre de 1919, con el propio autor en el podio en el Teatro Giuseppe Verdi de Trieste, donde cantó también Manon y Aída.

Tras la temporada de Trieste, Fleta viajó, en abril de 1920, a la Volksoper de Viena con la compañía de Mattia Battistini —la misma con la que había cantado Francesca da Rimini, Manon y Aída en la ciudad italiana— para representar nuevamente Aída y Mefistofele, que fueron muy bien acogidas por el público vienés. Pero el éxito rotundo de Fleta, y el verdadero principio de su brillante carrera, tuvo lugar con la siguiente representación, Tosca, ópera que llegó a cantar hasta en doscientas sesenta ocasiones durante su trayectoria.

La compañía se vio obligada a cambiar la programación y ampliar hasta veinticuatro las funciones de la ópera. El triunfo de Fleta era ya absoluto, hasta el punto de que el propio Puccini, avisado por un entusiasmado Franz Lehár —compositor austríaco que había escuchado al cantante—, se desplazó a Viena para oír al joven tenor que tanto revuelo estaba causando, y quedó vivamente impresionado por el talento del artista aragonés. Los contratos fueron, desde entonces, numerosos y Fleta era reclamado nuevamente por Riccardo Zandonai para el estreno mundial de su ópera Giuletta e Romeo, que tuvo lugar el 14 de febrero de 1922 en el Teatro Costanzi de Roma. El éxito apoteósico de su interpretación le proporcionó aún más contratos, incluido el debut en el Teatro Real de Madrid, el 7 de marzo de 1922, como Don José en Carmen de Bizet, triunfo sin precedentes que hizo de éste uno de los personajes predilectos de Fleta y del público.

Paralelamente, el cantante inició en Milán su carrera discográfica, llegando a registrar más de cien caras de discos de gramófono de setenta y ocho revoluciones por minuto, creando así un patrimonio sonoro de capital importancia en la historia de la fonografía; a ese logro se unió su presentación en el Teatro Colón de Buenos Aires en mayo del mismo año, y después actuaciones en Uruguay, Brasil, Cuba y México, donde llegó a cobrar 50.000 pesos de oro. El año 1923 fue también decisivo en la carrera del ya consagrado Miguel Fleta: en marzo grabó discos en Londres, en junio realizó su segunda gira por América y en octubre debutó en el Metropolitan de Nueva York con el papel de Mario Cavaradossi de Tosca, junto a la soprano Maria Jeritza y el barítono Antonio Scotti, éxito clamoroso en la trayectoria del cantante, quien actuó en el citado coliseo hasta 1925 con obras como Rigoletto, Aída, Carmen, Pagliacci o L’amico Fritz. El 13 de febrero de 1924 se presentó en la Scala de Milán con Rigoletto de Verdi, a las órdenes de Toscanini.

Fue cuando se produjo el famoso altercado entre cantante y director, que dio cuenta de la personalidad del aragonés. Toscanini había manifestado su desacuerdo a Fleta con respecto a las libertades que el tenor se había tomado en su lectura de "La donna è mobile"; Fleta, amenazando con marcharse del teatro a media función, hizo acudir al director a su camerino para expresarle:

“Maestro, yo tengo que cantar La donna è mobile como yo la canto. Así quiero que me aplaudan o me silben. Al fin y al cabo, yo doy la cara al público y usted la espalda. Es la primera vez que canto en la Scala y si me protestan que sea por mi culpa y no por la de Usted".

Toscanini cedió de mala gana a los deseos de Fleta, pero al cantar el citado fragmento bajó del podio y fue Antonino Votto quien dirigió la escena. Ante el rotundo éxito de la versión de Fleta y la insistencia del público para que realizase un bis, Toscanini volvió al podio rindiéndose a los deseos del cantante.

En marzo del mismo año, Fleta cantó su tercera temporada en el Teatro Real de Madrid; la fama y los éxitos le proporcionaron emolumentos astronómicos y pudo comprar Villa Fleta por la elevadísima cifra, en aquellos tiempos, de 110.000 pesetas. La tercera gira por América causó un revuelo inusual para la época —hasta dio su nombre a camisas y helados—, y en febrero de 1925, tras la vuelta del continente americano, inició una gira por España que incluyó actuaciones como la del 5 de abril en el Teatro Real de Madrid con Rodolfo de la Bohème, postrera ópera representada en el coliseo de la capital.

Por las mismas fechas se produjo su debut en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, aplazado en varias ocasiones por razones relacionadas con la vida privada del artista; el acontecimiento alcanzó tal dimensión que algunos cines y teatros de la ciudad interrumpieron sus funciones para conectar con el coliseo operístico en el momento de la romanza "La fleur que tu m’avais jetée", y transmitirla telefónicamente.

Durante la Feria del Pilar de Zaragoza, el 18 octubre de 1925, coincidieron en la plaza de toros dos  grandes aragoneses: El magnífico torero Nicanor Villalta y el famoso tenor Miguel Fleta. El matador de Cretas, estaba siendo el triunfador indiscutible del ciclo pilarista, porque en las tres corridas en las que había intervenido cortó nueve orejas, cuatro rabos y una pata. Ese día se lidiaron toros de Francisco Villar. Nicanor Villalta, le brindó su último toro al gran tenor con estas palabras: "Le brindo la faena y muerte de este toro, y también le diré que quisiera ser tenor con su voz para exponer menos la vida".

Su faena fue fenomenal en conjunto, despachó a su enemigo de una soberbia estocada hasta la bola y le concedieron una pata. Cuentan que el célebre tenor Miguel Fleta bajó al ruedo desde su barrera para felicitar a Villalta, estrechándole un fuerte abrazo ante la aclamación del público asistente. Fleta, después de la corrida, muy gentilmente le envió a Villalta en un sobre unas entradas de regalo para que lo fuera a ver en el teatro donde se presentaba esa noche.

El 26 de enero de 1926, coincidiendo con el día del bautizo de su hijo Alfonso —que será apadrinado por Alfonso XIII—, Miguel Fleta cantó Tosca en la Costa Azul, obteniendo más de 100.000 francos destinados a los mutilados de la Guerra Mundial. Pero uno de los mayores hitos en la carrera de Fleta fue, sin duda, su participación en el estreno de Turandot, de Puccini, en la Scala de Milán, acontecido el 25 de abril de 1926. En esa ocasión, el maestro Arturo Toscanini dirigía la orquesta y, dejando a un lado las personales desavenencias, buscó expresamente a Fleta para asumir el papel de Calaf, junto a Rosa Raisa y Maria Zamboni. La obra constituyó un nuevo éxito en la vida artística del músico aragonés.

Para esas fechas, la relación entre el tenor y Luisa Pierrick estaba ya deteriorada y, tras la ruptura matrimonial, Fleta conoció a Carmen Mirat, con quien se casó en mayo de 1927, año en el que recibió la autorización para cambiar el orden inicial de sus apellidos, pasándose a conocer como Miguel Fleta Burró. Tras la cuarta gira por América —aprovechando el viaje de novios—, Fleta regresó a Barcelona para participar en la nueva temporada del Liceo.

En 1929, Fleta ganó más de un millón de pesetas. Incluyó giras por Europa y numerosos contratos en Japón, México, Guatemala y China.

El 25 de marzo de 1930, el tenor Miguel Fleta, debutó en el Teatro Municipal de Caracas, Venezuela, durante el Gobierno del Benemérito General Juan Vicente Gómez, contratado por la gran Compañía de Ópera Bracale.

Aunque siguió abordando las composiciones operísticas, Fleta acabó dedicando su arte al género de la zarzuela, destacando en especial la gira que realizó por España en 1935 con la Compañía de Zarzuela de Federico Moreno Torroba, con títulos como Doña Francisquita, Luisa Fernanda o Marina.

SU PARTICIPACIÓN EN EL CINE

Miguel Fleta probó suerte también en el mundo del cine, llegando a participar en la filmación de tres películas, dos de las cuales tienen carácter documental.

Son películas que responden más bien a motivos de popularidad, y que Fleta aprovechó más como medio propagandístico que por su valor artístico. La primera se filmó el 8 de junio de 1925, bajo realización del barcelonés Antonio de Padua Tramullas, con motivo de la inauguración del Teatro Olimpia y con el título "Miguel Fleta en los jardines del chalet de los señores Pie-Sopena", acontecimiento al que se había dado previamente la pertinente publicidad en los periódicos.

La segunda cinta —realizada por Hernández Girbán y García Conde— fue filmada el 20 de abril de 1927 y, con el título "Boda de Miguel Fleta", incluía imágenes del enlace entre el cantante y Carmen Mirat, su segunda esposa. "Miguelón" es el último film de Fleta, rodado en 1933 por el director Adolfo Aznar, y con música de Pablo Luna compuesta para la ocasión y el lucimiento del cantante.

Sufrió afecciones como una laringitis aguda, o el progresivo deterioro de la mucosa que envuelve las cuerdas vocales —situación que le provocó un miedo extremo a perder la voz—, y un ritmo de vida que exigía demasiados gastos, circunstancias que le llevaron, además, a adquirir una inseguridad enfermiza y a rescindir compromisos, como los contratos con el Metropolitan de Nueva York. Sumido en las preocupaciones y los desengaños, y siendo evidente el deterioro vocal, cantó en cafés, plazas de toros y otros locales inadecuados; su trayectoria ya no fue la misma, y el 28 de mayo de 1938, tras una enfermedad renal, falleció por coma urémico en su casa de La Coruña.

La discografía de Fleta quedó registrada en discos de setenta y ocho y treinta y tres revoluciones por minuto, algunos de ellos están disponibles también en formato compacto. Aunque la mayoría de la producción del cantante se centró en el repertorio operístico, Fleta realizó, asimismo, importantes versiones de zarzuelas —como Marina y Doña Francisquita—, jotas, algunas canciones de Brahms, nanas, e himnos como La Marsellesa, el Himno de Riego, el Himno de la Exposición de Sevilla o el Cara al Sol.

Miguel Fleta, fue una de las más grandes celebridades de su época. Su voz, de particular y hermoso timbre, poseía una inusual flexibilidad que le permitía afrontar con facilidad todas las zonas de su extensión, con un registro grave que casi alcanzaba la cota baritonal. Fleta poseyó un instrumento que le permitía deslumbrar al público con recursos técnicos inusuales, como los extensos fiati —apreciables en su versión de "E lucevan le stelle" de la pucciniana Tosca— o, por encima de cualquier ejercicio de virtuosismo, asombrar con una innata expresión de matizaciones infinitas y conmovedora línea canora. En un período de trece años, Miguel Fleta dejó grabadas más de cien matrices, registros efectuados primero con el sistema acústico (1922-1925) y después con el eléctrico (1927-1935).

Aunque son estos últimos los registros de mayor calidad sonora, la época dorada de Fleta se inscribe en la del período acústico no sólo por estar la voz en plenitud de facultades, sino por la cantidad de matrices realizadas y conservadas. Por razones desconocidas no tuvo el cantante ocasión de grabar una ópera completa, por lo que solamente se puede reconstruir el arte del aragonés a partir de fragmentos, arias y canciones pertenecientes a obras mayores. De algunas de las piezas existen varias versiones, ya que Fleta aprovechó las ventajas tecnológicas del sistema eléctrico —sobre todo a partir de 1929.

Miguel Fleta grabó un total de ciento once caras de discos de gramófono de setenta y ocho revoluciones por minuto, colección importantísima de gran valor histórico y musical.

En los anales de la historia de la música operística en España y América Latina de las primeras décadas del siglo XX está registrada la rivalidad de los grupos de seguidores de Miguel Fleta y de otro tenor español muy famoso en la época, Hipólito Lázaro.