S. S. el Papa Benedicto XV
Al Señor General Juan Vicente Gómez,
Presidente Electo de los Estados Unidos de Venezuela.
Señor Presidente:
El saludo cortés y los votos por nuestra salud que nos habéis
dirigido con motivo del regreso a Roma de Monseñor C. Pietropaoli, Arzobispo
Titular de Cálcide e Internuncio Apostólico ante esa Ilustre Nación, han sido
para Nos una nueva prueba de vuestra devoción y nobleza de alma.
Pero vos habéis querido hacer todavía más grata esta manifestación
de filial obsequio, agregando la tangible confirmación, con ofrecernos el
regalo de una preciosa y bellísima cruz, fabricada con oro puro de las minas nacionales
y con límpidas y finísimas perlas del Mar Caribe.
Nos apresuramos por tanto a significaros los sentimientos de
nuestra gratitud y del vivo placer que nos proporcionan tanto la idea cuanto el
regalo en sí; y mientras nos complacemos en aseguraros que usando esta
memorable cruz, tendremos siempre en mientes la persona y la Patria del amable
obsequiante, os retornamos con paterno ánimo los votos y auguramos de verdadera
prosperidad, que nos place hacer extensivos al Gobierno y al Pueblo de
Venezuela.
Desde el Vaticano, el 2 de octubre de 1917.
S. S. Benedicto XV
La carta que precede, dirigida con firma autógrafa al Benemérito
General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional Electo de Venezuela, por
S. S. el Papa Benedicto XV, Jefe de la Cristiandad, constituye uno de los más
altos testimonios de la consideración universal que ha sabido granjearse el
Supremo Conductor de los destinos de la Patria, mediante la sabia política de
armonía con todos los Poderes del mundo, a la cual debe la República el respeto
de las demás Naciones, manifestado de modo ostensible en diversas
oportunidades.
Las circunstancias aflictivas por que atraviesan los pueblos, y
cuyo efecto se ha dejado sentir aún en torno del Vaticano, mientras la
conflagración de la guerra se ha ido extendiendo a toda la humanidad, realzan
el mérito intrínseco de la ofrenda dedicada por el señor General Gómez al Sumo
Pontífice, desde esta región de América donde un estadista patriota cumple como
buenos los preceptos del Cristianismo, cuando inculca el amor a la paz en el
espíritu del pueblo venezolano, ayer desgarrado y sangrante al golpe fratricida
de la discordia civil.
Su Santidad extiende los votos y augurios de prosperidad al Gobierno
y pueblo de Venezuela, los cuales acogen también la palabra del Vicario de
Cristo como estímulo poderoso en la obra de engrandecimiento patrio que
desarrolla el país con empeño jadeante y con fe inquebrantable en la vitalidad
de la Nación.