El único que logró desarmar a Caracas fue
Juan Vicente Gómez con su ley de desarme en 1914. Entonces salieron los
piquetes de policías a aplicarla. Iban a recoger las armas y llegaban a reunir
cerca de 400 revólveres que le entregaban al jefe civil. Pero más tarde
llegaban los padrinos, vale decir, los jefes de las bandas y se llevaban las
armas de nuevo. De modo que Gómez ordenó que cada comisión que fuese a recoger
las armas, llevase un obrero con un yunque y un martillo. Y en el mismo lugar
en el que se encontraba el arma se destruía.
Eso le dio resultados, porque la ciudad
quedó completamente pacificada. Gómez tuvo la inteligencia de dejar sólo a
algunos andinos que habían llegado con Castro y él. Y en cambio se rodeó de lo
mejor de la intelectualidad de entonces. Los gabinetes de Gómez fueron de los
más brillantes que haya tenido Venezuela: Pedro Manuel Arcaya, Laureano
Vallenilla Lanz, José Gil Fortoul, Pedro Emilio Coll.
Misael Salazar Léidenz.
(Diario “El Nacional”, 17 de abril de
2006).