viernes, 27 de febrero de 2015

EL ESFUERZO DEL GRAL. GÓMEZ Y LA BRILLANTE SITUACIÓN DE VENEZUELA


M. J. GORNÉS MAC-PHERSON.

EXPOSICIÓN SOBRE EL PRIMER TOMO DEL LIBRO
“VENEZUELA GRÁFICA”,
 PUBLICADO EN 1929 POR: 
M. J. GORNÉS MAC-PHERSON

Se presenta hoy “VENEZUELA GRÁFICA” como la iniciación de algo muy grande que puede hacerse sobre este particular.

Tanto la Academia de la Historia como el Archivo Nacional se vienen ocupando de la publicación, en folletos, de todo lo concerniente a los anales patrios desde el descubrimiento de nuestra tierra, de la época de la conquista y de la evolución de nuestra emancipación, y al presentar yo algo de lo mucho existente sobre esta materia, abordo en los momentos actuales de Venezuela, el problema del desenvolvimiento nacional presente, cosa que es de importancia vital, desde luego que, después de nuestra independencia, tan sólo se han sucedido lustros de terribles siniestros, encontrándose hasta hace veinte años la Patria, continuamente enlutada por las sucesivas guerras civiles, que impedían el avance de la civilización en el fomento de nuestras industrias y en el desarrollo de nuestro comercio, desapareciendo la cría y la agricultura por la devastación que causaban las facciones guerrilleras del movimiento continuo revolucionario asolando nuestras praderas, como la falta de iniciativa para las explotaciones de los tesoros naturales que el cofre de nuestro suelo guardaba oculto en las profundidades de lo desconocido.

Ese período fue para Venezuela, como el caos reinante en nuestro territorio, y el crédito nacional afectado no tan sólo en su deuda interna, sino gravemente lesionada en sus compromisos con el extranjero, producía el descrédito en el comercio exterior y confirmaba la desconfianza resultante de esta desorganización nacional entre los institutos bursátiles de las demás naciones, las que no tan sólo lo limitaban sino que rotundamente se lo negaban, viéndose el país en una pendiente cuya inclinación la conducía al más desastroso porvenir.

Nuestro país, joven nación acumulada de elementos para toda actividad, tan sólo necesitaba paz y orden en su administración; nivelar sus rentas, cumplir sus compromisos, y mostrarse ante la civilización universal como un pueblo organizado y encaminado por la vía juiciosa y de criterio, resuelto a colocarse a lado de los países alejados de toda revuelta intestina, y propuesto a seguir la marcha guiatoria de las naciones modelos del globo.

La labor era bastante atrevida y dificultosa, pues más de una centuria de desorganización nacional había convertido en hábito esa costumbre criolla de sustentar en cada localidad de la República el ambiente del caudillaje aspirante al mando supremo de la Nación, causante de los movimientos revolucionarios continuos. Cada Estado de la Federación Venezolana tenía la pretensión de llevar su candidato al Capitolio, con la esperanza de que ese grupo político gozara de las prerrogativas de los tesoros nacionales.

Y así se sucedían las tragedias que causaban la ruina de la patria, y en lugar de cruzar nuestros campos las legiones del trabajo, asolaban las fértiles praderas los grupos de salteadores que, a nombre de un futuro gobierno se hacían de créditos forzados, disponían de las propiedades y acababan con la honra de la familia venezolana, todo ésto en medio de lágrimas y maldiciones apostrofando nuestra nacionalidad.

Ya tenemos más de veinte años de paz nacional. Nuestra juventud, los hombres del mañana, esos que no han conocido sino tan sólo por un vago recuento de sus progenitores el triste historial de lo pasado; esos elementos nuevos visionarios de una patria grande y majestuosa, no conocen las ruinas de hace veinte años atrás, donde la figura del bíblico Caín se destacaba reinante. Allí se levanta el edificio sólido de nuestra prosperidad con el marco de oro de nuestro crédito en el exterior. Esa juvenil parvada, con la inexperiencia de sus pocos años y la precipitación que produce la adolescencia, pretende transformar el país por medio de un soplo divino, en algo soñado, y que tan sólo el encarrilamiento consciente por las paralelas de Paz y Trabajo, nos llevará a la efectividad, no tan sólo iniciada ya, sino realizada en el corto período de cuatro olimpiadas.

Los bancos extranjeros establecidos en el país, las compañías de petróleo que explotan nuestros tesoros naturales, el aumento de crédito de que gozan en el comercio exterior nuestras firmas industriales, la unión de nuestros pueblos estrechados por las vías de comunicación, la dotación de acueductos modernos para la higienización de las ciudades, el embellecimiento de las poblaciones con buenos edificios y paseos que las ornamentan, el crédito del país saneado y con un superavit en el tesoro para dar frente a cualquier circunstancia de necesidad nacional, y tantas otras cosas, ¿efectos de que causa son?...

Y ello es mi propósito, mostrar gráficamente en este libro, hacer palpar en mi obra, lo que representaba hace poco tiempo Venezuela en la exterioridad de sus ciudades, edificios, vías de comunicación, radio de extensión, hacer comparaciones con lo de antaño y ver lo de ogaño, para tener una idea de nuestra prosperidad, que es el fruto de la paz.

¿Que podríamos tener algo mejor?... Esta es la eterna inconformidad humana, no estar satisfecha jamás con lo que se tiene, sino desear, en medio de una incógnita difícil de despejar, la forjación de un porvenir más halagüeño, pero con la borrosa duda que presenta siempre la realización de un deseo sin la base suficiente del éxito seguro, pues esa inseguridad es la pretensión de resolver un problema sin guarismos existentes para poderla efectuar. 

Un país de tres millones de habitantes, con viejas costumbres revoltosas de cien años de práctica, era difícil arrancar de su habitualidad este parásito dañador del árbol nacional, pero, la paz se impuso amargamente entre lágrimas y dolores, y una mano fuerte, enérgica y sin contemplaciones, rompiendo la dura piedra que constituía entonces el alma criolla, la transformó en pedazos de roca diamantina, como el minero osado y corajudo que, causando pérdidas de vida, estragos, y en medio de sacrificios socava la dura tierra, taladra las pétreas trincheras y se abre paso hasta llegar a la veta del tesoro sin mirar los efectos que ha causado... Y si no fuera así, nada se haría, porque para sanear la úlcera es necesario el termo quemador, y a veces el fuego purificador ataca las partes buenas que han estado en contacto con la llaga.

Nuestra prematura independencia ha sido la causa de muchas de nuestras desgracias, y así, las evoluciones políticas precipitadas y antes de ser necesarias, producen efecto contrario a lo pensado.

Veinte años de iniciación de paz, veinte años de tranquilidad, es el exponente mayor de nuestro progreso, y el país no está en condiciones de ninguna evolución, sino de continuar fomentando lo que pedirá en el futuro la Patria.

Todas esas intentonas reformativas por medio de actos cívicos, son cosas propias de la época; todas esas manifestaciones varoniles de la sangre nueva son una prueba demostrativa de nuestro adelanto civilizador; toda esa gallardía gestatoria de libre albedrío es consecuencia lógica de un largo régimen de paz; y todas esas ambiciones de colocar a nuestra patria en un nivel superior a su actual estado es el resultado de la transformación nacional llevada a cabo por el Benemérito Jefe del País en un período de progreso efectivo.

Pero, aún necesitamos solidificar las bases que hoy tenemos y donde se levantan los muros de la prosperidad patria, pues, el período de nuestra rehabilitación data de contado tiempo, necesitándose mayor número de años para que la obra de nuestra reconstrucción sea efectiva y sólida, y poder levantar sobre dichas bases el grandioso monumento nacional.

Y sería de mi parte una falta de honradez y de sinceridad no reconocer el esfuerzo hecho por el General Juan Vicente Gómez para que Venezuela llegase a su actual brillante situación; y es punto que no admite discusión, de que él es un hombre animado de buenos propósitos y soñador de un futuro venturoso para esta tierra nuestra.

Sólo aspiro a que mi libro sea acogido con buena voluntad por mis conciudadanos, los que deben ver en el fondo de esta exposición tan sólo los altos propósitos de mis ideales patrióticos, y los hombres del mañana, esa juventud que se levanta, bendecirán la obra de paz nacional que hoy tenemos, arrancada en corto tiempo del ruinoso templo del desastre de nuestra vida pasada, y que será para el porvenir, la sólida base de la Venezuela engrandecida.

Que reine la tranquilidad en la familia venezolana, y que el espíritu nacional se solidifique para el futuro patrio.

M. J. GORNÉS MAC-PHERSON

Nota: El Sr. M. J. Gornés Mac-Pherson fue Comendador de la Orden del Libertador. Miembro de la Academia de Ciencias y Letras de Nápoles. Diplomado como Benemérito de la Asociación de Pensionados Civiles de Génova. Socio correspondiente de la Sociedad de Geografía de Lisboa. Recibió la Medalla de Instrucción Pública de Venezuela y la Gran Cruz de la Orden al Mérito Literario y Científico en su segunda clase por la Academia Internacional de Ciencias y Letras de Nápoles.