jueves, 26 de marzo de 2015

ACADEMIA MILITAR DE VENEZUELA


Un justo aplauso debe tributar la República toda al General Juan Vicente Gómez, porque le ha dado a Venezuela la paz progresiva que urgentemente requería y fundado sobre bases sólidas y científicas el verdadero militarismo venezolano.

No se detiene la pluma cuando las ideas nacen en profusión del pensamiento; no puede evadir el cerebro la encarnación de ideas cuando en el corazón germina un sentimiento puro. Si se es patriota, se contempla a la Patria como un límpido altar donde oficia, no el sacerdote fanático del culto, sino el fanático en el patriotismo que eleva en lo alto una hostia veneranda como símbolo de una redención! Venezuela, desde las riberas del Caribe hasta las selvas del Amazonas, es el regio altar donde un hombre se yergue sin el orgullo de ser supremo, y oficia con religiosidad patriótica, ante la multitud fervorosa que prorrumpe a cada instante las loas del partidarismo. Ese hombre que revela en sus más sencillos detalles, el esfuerzo que se toma porque la Patria de sus afectos siga la ruta venturosa con paso firme; ese hombre que por el bienestar de la Patria se enfrenta al peligro, no con semblante compungido como lo hiciera el que presiente el fracaso, sino con sobrehumana impavidez, poseído de que a una sola mirada suya, o huyan de pavor los felones, o caigan prestos a sus pies; ese hombre, ya le conoceis: es el exterminador de las contiendas; es el luchador porque la Paz sea árbol frondoso, cuyas hojas, ni a los rigores de los más fuertes vendavales, se desprendan para volar sin tino por los aires: es el fanático del patriotismo: General Juan Vicente Gómez.

La República, dirigida por la experta mano del Caudillo de Diciembre, ha estado muy lejos, -no de la retrogradación, porque los pueblos progresan por sí solos- pero sí de estarse reducida a un perpetuo estacionamiento. Al contrario, los ramos sometidos a la custodia gubernamental, siguen adelante, alumbrando con reluciente antorcha el camino del progreso. He allí el militarismo de Venezuela, implantado con modernas tácticas por el Supremo Jefe del País, General Juan Vicente Gómez, y que está bajo la inspección del general Félix Galavís, militar de talla y de conocimientos vastos para llevar a la práctica sus nobles ideales. Es el militarismo venezolano el ramo más importante que coloca en elevada cumbre el honor de la República; es el que flamea orgulloso la enseña majestuosa de la Patria, y el que se envanece al confundir con las sonoras vibraciones del clarín y de los batientes tambores el excelso nombre de Juan Vicente Gómez.

No creíamos que la Academia Militar de la República, fuese en su verdad práctica, la exacta representación de esa Academia que tanto ha elogiado la Prensa del País. Pero no exageraron las autorizadas plumas: ese elogio es un elogio  merecido.

En nuestra visita a la Academia Militar, visita hecha, más por buscar un pleno convencimiento, que no por la común curiosidad, propia de todo venezolano, pudimos advertir que es poco cuanto se diga de las condiciones que posee y que no ha sido excesiva la fama de que goza el Instituto en la República y fuera de ésta.

Bello aspecto presenta a los ojos el hermoso edificio, que cual centinela de a pié firme, domina en la cima del Calvario la ciudad de Santiago de León.

El interior del establecimiento es una maravilla. Dirección. Despacho de Profesores. Salón de Recibo. Biblioteca. Casino de Cadetes. Salones de Clases. Dormitorios de Cadetes. Salón de estudio del Curso General. Comedor de Oficiales. Comedor de Cadetes. Salón de Gimnasia. Barbería. Enfermería. Botica, Pesebrera, son los departamentos que forman la planta baja de la Academia Militar, y las de la alta destinados al Curso Superior, todos en fin, han sido objeto de un esmerado arreglo, como que la disciplina en todo es eje poderoso que conserva en buen orden la carrera del militarismo.

Constante estudio, ya teórico como práctico, hace que los alumnos prometan para el porvenir risueñas esperanzas. De ello puede testificar el Perú, que a su vista tiene elementos venezolanos, entre los cuales está Manuel Morán, zuliano, joven que a pujos de voluntad e inteligencia le da honra a la patria de Bolívar.

Al hacer nosotros acto de presencia en el Salón de Recibo, en compañía de los señores César E. Castillo, Guardia Marina de la Escuela Naval de la República, bachiller Pedro Pablo Guzmán, admirador y practicante del “Boy Scouts”, al cual nos referimos más abajo, Octavio Raf. Neri y R. López Troconis, fuimos objeto de pronta atención por parte del inteligente hijo del Zulia Juan Antonio Lossada, Cadete de la Academia, quien regocijado con nuestra visita, hizo que nos relacionásemos con Fernando Aristigueta Rojas, Alférez Mayor del Curso Militar. Relacionados también con varios elementos del personal del Instituto, fuimos conducidos al Casino de Oficiales, donde se nos prodigaron manifestaciones de aprecio y deferencia.

Amigablemente departimos con el coronel Mariano López Méndez, Director del Instituto, persona caballeresca y de refinada inteligencia que cumple a cabalidad los deberes que le han sido encomendados, para satisfacción de su Jefe y de su Patria. Subtenientes Santos M. Rauseo y Henrique Lozada, ambos de esmeradísima cultura, trato excelente y que llevan el uniforme como cumple a verdaderos militares. Alférez Amable Jesús Jugo, joven, muy joven, hijo de nuestra cálida tierra de Occidente, y que ya revela en sonrisas de orgullo lo que será en el porvenir, y otros más a quienes manifestamos la significación de nuestra amistad y de nuestro respeto.

No es en Europa solamente donde hay el enorgullecimiento de suspender a grande altura el estudio militar. Venezuela también se siente orgullosa y satisfecha, porque su militarismo hace eco ya en las naciones más civilizadas.

Al estudio de numerosas materias están sometidos los alumnos de la Academia Militar, y el gimnasio es una de las más importantes y en la que despliegan notables adelantos, como que es parte influyente a que sea mayor el desarrollo orgánico.

La cultura del músculo es una consecuencia y tiene su razón de ser en el experimentado conocimiento del imperio de la fuerza, que a su vez se explica perfectamente por la pauta moderna que es un practicismo absoluto en todos los procedimientos comunes y que se torna en pragmatismo en los conocimientos científicos: aquélla es método en los hechos del orden vulgar y ésta es la filosofía de las especulaciones morales.

Por eso a la cultura del espíritu, se aúna la de la fibra, la del nervio, como un complemento azás necesario para el mantenimiento de la independencia del espíritu individual en el trato con los hombres, y de la integridad del alma parens nacional en el trato con las naciones.

Y por eso decimos que este movimiento militar que tiene su centro de acción en la capital de la República, le hace falta algo: algo que pudiéramos llamar el alfabeto de la instrucción militar.

Nosotros, continuando la anterior referencia, omitimos lo que Baden-Pawell comprendió había omitido el pueblo inglés en su estudio de la guerra científica, cuando la contienda anglo-transvalense, lo que llamó el mencionado general, “Boy Scout” y que entre nosotros acertadamente se ha dicho corresponda a explorador y cuya enseñanza ya se empieza a la vez que la del A.B.C. del libro y el “Decid, niño, cómo os llamáis” de la doctrina.

Para que de ello se tenga una idea, hemos de copiar el juramento que el explorador presta al empezar su estudio: “Prometo por mi honor obrar en toda circunstancia como un hombre leal y generoso, amar a mi patria y servirle lealmente en paz y en guerra”; y también algunos de los mandamientos de su Código:

“El explorador no tiene sino una sola palabra”.

“Un explorador se refuerza en ejecutar una buena acción cada día”.

“Un explorador es cortés, bueno con los animales y sabe obedecer; está siempre de buen humor, es limpio de cuerpo y de pensamientos, de palabras y de actos”.

“El explorador aprende a campear, a vivaquear, a hacer fuego, a  abrirse camino a la vida, primero con su tarjeta, después sin ella; debe saber salvar y curar a un herido, saber remar, saber ejecutar algo de carpintería, de albañilería, hacer nudos, señales, pescar, cocinar, orientarse con la brújula, orientarse sin ella, conocer las estrellas, saber aullar, maullar, silbar, rugir, arrastrarse, esconderse, amedrentar, etc.”.

Así se educa moral y físicamente el individuo y será un militar sin émulo o un hombre social inapreciable en su valor real.

¡Ojalá! se haga tal movimiento de “explorador”, general y moda en el país, como en la nación británica donde es don social ser un “scouts”, ser un explorador.

Por lo demás, la Academia Militar es prueba fehaciente de que Venezuela sueña con un brillante porvenir.

Un justo aplauso debe tributar la República toda al General Juan Vicente Gómez, porque le ha dado a Venezuela la paz progresiva que urgentemente requería y fundado sobre bases sólidas y científicas el verdadero militarismo venezolano.

Carlos Lalinde.
Caracas: 14 de julio de 1913.