martes, 10 de marzo de 2015

ISAÍAS MEDINA ANGARITA: DISCURSO ANTE EL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ EN 1935


Isaías Medina Angarita.


Discurso pronunciado por el Teniente-Coro­nel Isaías Medina Angarita. El día 7 de julio de 1935 con motivo de ha­berse cumplido el 25° Aniversario de la fundación de la Escuela Militar y Naval.


Benemérito General Juan Vicente Gómez:
        
El 5 de Julio de 1910, a impulso de sus generosas ini­ciativas a favor de la reorganización de la Institución que es ner­vio de la nacionalidad y su representación de honor, empezó a funcio­nar este Instituto bajo la denominación de "Academia Militar". Su gran amor por la Patria y su amplia visión de estadista le hicieron ver que sólo al amparo de la paz tendrían el desarrollo deseado, las diferentes actividades de la vida nacional y bien sabía usted, vetera­no de La Puerta y El Guapo, combatiente decidido de Carúpano y vencedor glorioso de Ciudad Bolívar, que solo un Ejército capaz y eficiente podía responder por la tranquilidad de la vida venezolana.

Hombre de método, empezó usted la reforma militar con la creación de este Instituto, en donde se formaría el futuro cuerpo de oficiales que, unificados en su doctrina y en sus principios, vinieran con el tiempo a ser la armazón constitutiva del Ejército, y paralelamente a esta labor, que por su naturaleza tenía que ser lenta, se realizó en institutos de constitución ad-hoc, la modernización del antiguo cuerpo de oficiales, cuyos sacrificios en la guerra, constancia en el  servicio y experiencia, tenían que ser aprovechados, buscando el perfeccionamiento de sus conocimientos profesionales y el desarro­llo intensivo de sus virtudes; y séanos grato reconocer que a muchos de esos oficiales antiguos, debe el Ejército gran parte de su eficiencia: útiles sencillos, deseosos de perfeccionar sus condiciones, llenos de experiencia, ellos han sido nuestros hermanos mayores, nos han guiado por esta senda de honor que es el servicio militar y a ellos agradecemos consejos y enseñanzas: es labor de hombres desin­teresados preparar el camino de los que vienen.

País de guerreros ha sido Venezuela. La vehemencia de nuestro carácter, las determinantes violentas y aguerridas del ancestro han hecho del venezolano un combatiente audaz y efectivo, a caso demasiado pródigo de sus esfuerzos; encauzar esas fuerzas vivas es labor de patriotismo; moderar esos ímpetus para hacerlos prácti­camente útiles en la compleja misión que incumbe al Ejército, es obra de civilizadores y es usted, mi General, quien emprendiendo la reorganización del Ejército, la ha llevado a cabo entre nosotros.

No se quiere con esto negar la labor organizadora de contados varones, que al correr de nuestra agitada vida nacional han querido hacer del Ejército lo que él es: una Institución, institu­ción que si a analizarla vamos, corre pareja con el grado de civilización que alcanza el país, porque ella viene a ser una síntesis y muy concentrada, de la vida nacional: es el fin principal del Ejército, o por lo menos, su finalidad más aparente, la guerra, porque para ella está creado y es la razón de su existencia: la guerra es una violenta situación de excepción en la vida de los pueblos y pide de ellos el desarrollo máximo de sus energías y sus virtudes y si no han pasado por ese organismo que se llama ejército, ni responderán a sus mismas aspiraciones, ni podrán imponer la voluntad que les dic­ten sus necesidades.

Cuando las generaciones llamadas a juzgar imparcialmente su singular labor administrativa, su gran obra de estadista, dictaminen con justicia, decidirán que es la reorganización del Ejérci­to su obra máxima, porque las demás solo son su corolario.

Caminos amplios que cruzan el país unificando el alma nacional, finanzas saneadas que nos presentan como caso único en el concierto internacional, sanidad que atrae la confianza de activida­des extrañas, instrucción que llega a los más lejanos caseríos de una gran extensión territorial, relaciones políticas perfectamente armónicas que regulan la vida nacional, existen, porque usted supo imponer, de acuerdo con las necesidades del medio, su consejo y su experiencia, expuestos paternalmente, pero resguardada su palabra, por el instrumento nacido de su gran voluntad creadora y que sólo usted podía manejar para bien de la vida nacional.

Sin Ejército no hay paz y de ésta se derivan todos los bienes para la comunidad, además, tiene la institución armada otros altos fines sociales que cumplir: ayuda al aminoramiento del analfa­betismo, contribuye al mejoramiento físico del pueblo, arraiga, por la práctica de los principios disciplinarios, el sentimiento del respe­to y difunde en la gente más humilde el altísimo sentimiento de la Patria y del cumplimiento del deber, viniendo a ser también, hasta una escuela práctica de efectiva democracia selectiva, porque puede un simple soldado a fuerza de constancia, consagración al estudio y al cumplimiento de sus deberes, alcanzar, poco a poco, pero con segu­ridad, los más altos escalones de la jerarquía militar.

Táctica, conocimiento de las armas, aplicación perfecta de los diversos reglamentos, influirán en el buen desempeño de su mi­sión, pero, por sobre todo y ante todo, conocimiento del hombre, factor humano irremplazable cuyas reacciones ante el peligro y el dolor nadie podrá prever.

Como todos los institutos de naturaleza análoga, jóve­nes alumnos de la Escuela Militar y Naval, éste sólo os dará los conocimientos para iniciaros en la carrera de vuestra predilección: cuando terminado el curso vayáis a las filas del Ejército o de la Armada, íd con la seguridad de que es entonces cuando debéis perfec­cionar vuestros conocimientos, sentir la responsabilidad del mando y aprended a que los que os estén subordinados os respeten, no sólo por la autoridad que os den Leyes y Reglamentos, sino porque vean en vosotros al superior en todo sentido, hasta en el sentido de la bon­dad que ha sabido llegar al fondo de sus corazones para aprender a dominarlos, sed subordinados y buenos camaradas porque en el Ejérci­to debemos ser todos para uno y uno para todos manteneós siempre capaces moral, física e intelectualmente, a fin de poder cumplir con las tres palabras que son básicas en toda actividad humana: QUERER, SABER, PODER; es decir, voluntad, conocimientos, aptitudes y por sobre todo sed leales al Jefe a quien todo lo debemos a la Patria por cu­ya felicidad ningún sacrificio es exagerado y al Ejército, cuyo ho­nor y dignidad estarán en vuestras manos.

Mi General:

Coroneles, Capitanes de fragata, Tenientes-Coroneles, Capitanes de corbeta, Mayores, Tenientes de navío, Capita­nes, Tenientes de fragata, Tenientes, Guardiamarinas y Subtenientes, integran el numeroso grupo de oficiales egresados de esta Escuela: a través del tiempo conservamos para ella el mejor de los recuer­dos y se intensifica en nosotros el deseo de honrarla para corres­ponder a los anhelos de perfeccionamiento de su fundador: queremos ser aptos para que el Ejército responda a las esperanzas del país; queremos conservar la paz pero sentirnos suficientemente capaces para hacer la guerra; queremos sostener la tranquilidad interna y el respeto de la soberanía con todos sus atributos y preeminencias y queremos que tanto nuestra generación como las que nos sucedan, le conserven íntegros a Venezuela, tanto su extensión territorial como el respeto que se merece por el papel histórico que ha teni­do en el Continente.

Hay entre nosotros hombres que llegan casi a la mi­tad de su vida natural, sin conocer una guerra y por lo tanto sin la experiencia práctica de ella, pero que esa circunstancia no ins­pire desconfianza porque profesamos la religión del honor y tenemos el honor del “miedo a tener miedo”.

Mi General:

Este grupo de hombres que siente profundamente el amor de su país, que lo conocen, que saben lo que él necesita, tiene por usted un sentimiento de adhesión y de respeto incomparables: sabemos y sentimos que es usted la representación de la Patria; sa­bemos que a usted debemos lealtad y respeto y que por usted y lo que usted representa, debemos estar siempre listos al sacrificio.

Con motivo de esta celebración pensamos evidenciarle objetivamente nuestro sentimientos de altísimo respeto y de viva gratitud y adoptamos para ello, la iniciativa de quien, respondiendo a sus principios y antecedentes personales, colabora leal y eficien­temente con usted en el Departamento de Guerra, eligiendo para home­najearlo la efigie de quien en la gesta libertaria fue espíritu y obra, idea y realización: El Libertador, ejemplo auténtico y completo del carácter venezolano, impetuoso como la turbulencia de nuestros ríos pero también sereno con la serenidad altivamente bella y ejem­plar de nuestras montañas: él todo lo supo hacer y en él se reunió: evolucionó dentro del ambiente mismo de la lucha y ya el Manifiesto de Cartagena, dolorido y lleno de enérgica protesta a medios y sis­temas, anunciaba al pensador profundo del Discurso de Angostura y el Brigadier rápido, audaz y activísimo de la Campaña del 13, podía hacer suponer al Jefe maduro de la Campaña del 2l, que culminó a través de combinaciones de estrategia, en la maravilla táctica de Carabobo.

Así, pues, mi General, a nombre de mis compañeros, por quienes tengo el honor de hablar, a nombre de estos jóvenes que reciben la preparación escolar, ruego a usted aceptar este homena­je, altísimo en su simbolismo, sencillo en la forma y puro, puro y albo como la nieve de nuestra Sierra Nevada, en el sentimiento que lo ofrece.

Teniente-Coronel Isaías Medina Angarita

7 de julio de 1935