miércoles, 11 de marzo de 2015

CARTAS DEL GENERAL CIPRIANO CASTRO DIRIGIDAS AL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ


General Cipriano Castro.


Compagnie Francaise des Cables Telegraphiques.
De Caracas a Coro, el 6 de junio de 1903.
General Juan Vicente Gómez.
Coro.

Recibido. Felicito al heroico batallador junto con sus valientes y abnegados atletas de la Causa Liberal Restauradora. Felicito al vencedor en todas partes, predestinado para ser el Pacificador de la República. Ninguno con más títulos que usted que ha sido el Salvador del Salvador. Me enorgullezco de ello porque la Providencia se ha encargado de corresponder a quien yo no podía hacerlo dignamente.

Loor a los bravos y verdaderos patriotas que han sucumbido en la lucha, y la salud a los sobrevivientes que deben continuar en el camino trazado para hacer la felicidad y engrandecimiento de la República. En su nombre mi eterna gratitud.

Lo abraza su amigo,

Cipriano Castro


(Extraído del libro “Breves Apuntaciones”. Escrito por Ramón Tello Mendoza. Año 1904).



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Caracas, 22 de Julio de 1903

General
Juan Vicente Gómez
Ciudad Bolívar.

Acabo de recibir su importante parte en que me da cuenta de la toma de esa ciudad, después de cincuenta horas de sangrienta y ruda batalla.

Por tan trascendental suceso, en nombre de la República en mi propio nombre y en el de todos mis amigos que lo son suyos también, felicito a Usted muy calurosamente y por su órgano a todos y cada uno de sus valientes cuanto abnegados y heroicos compañeros.

El hombre que desde el 21 de Diciembre de 1901, con tan buen suceso, viene luchando por la salvación de la República, de sus instituciones, de su Jefe y de los grandes y sagrados intereses de la Causa Liberal Restauradora, no podía menos que terminar con golpe ruidoso, por atrevido y audaz, con el último baluarte que tuvo la Revolución más inicua, infame y criminal que registran los anales históricos de las Naciones civilizadas del orbe!!.

Esa gloria no se la podía disputar nadie al gigante venezolano, cuyo solo nombre es capaz para someter ejércitos, a la vez que prenda de seguridad de que en su campamento no se albergan sino la razón, la justicia y la equidad, para que a la vez que sirve de antemural a los enemigos de la República, ampara, protege y defiende la inocencia y la virtud.

Así que cuando en los infinitos arcanos de la providencia plugo a Dios salvar a Venezuela del desbarajuste, del desorden y del caos en que venía, ya lo había destinado a Ud. Para ser a la vez cabeza y brazo de la obra más portentosa, y difícil, que realizarse pueda para la salvación de un pueblo.

Yo, eterno enamorado de todo lo bueno, de todo lo grande, de todo lo sublime y de todo lo que relacionarse pueda con la vida espiritual o moral de la humanidad, especialmente en lo que dice la relación con el espíritu de justicia y de equidad, en la marcha ya de las sociedades, ya de los pueblos y ya (...roto...) hoy la causa liberal restauradora que es como si dijéramos la causa de la verdad y del porvenir venturoso a la Patria, haya sellado, infatigable, el horroroso expediente de las guerras civiles, de todas nuestras desgracias y de todas nuestras desdichas!. Es por decirlo así, como si en esta vez estuviera encarnada la honra del Padre en la gloria del hijo.

Permítame pues abrazarlo a Ud. y en Ud. a todo ese ejército de héroes y abnegados patriotas.

Cipriano Castro


EXTRAÍDO DEL LIBRO: “CASTRO EPISTOLARIO PRESIDENCIAL”. INSTITUTO DE ESTUDIOS HISPANOAMERICANOS FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA. 1973.

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La Victoria: 8 de mayo de 1906.

Señor Gral. J. V. Gómez
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Caracas.

Estimado amigo:

Recibí de Milton su apreciable carta del 8, la cual le contesto con el mismo.

Le repito hoy lo que le dije antes de encargarse de la Presidencia, el día que se encargó y posteriormente en Los Teques: lo que Usted haga estará siempre bueno para mí, porque es tal la confianza que tengo en su juicio y buena voluntad; quiero estar completamente abstraído de toda deliberación política y administrativa para poder descansar de cuerpo y alma, es decir, de labor y de tranquilidad de espíritu.

Hoy, esta necesidad sube de punto, cuando por la prensa y por decires, me llega a diario, que se pretende hacer creer al público que yo soy un inconveniente para Usted, ya que las demostraciones de afecto y de cariño que los pueblos y los hombres me tributan, por un simple sentimiento de gratitud, son ataques a Usted, el mejor de mis amigos, y hablan y se retuercen, y le decantan amistad y adhesión, a la vez, a Usted y a mí.

Forzosamente tengo que probar con mis hechos lo contrario, que yo no soy obstáculo para nadie, que no me intereso por nadie, ni mucho menos ataco a nadie; en definitiva: que soy para la Causa y para todos mis amigos el mismo de siempre, sin pasiones y sin odios, cuando se trata del bienestar general, y de los grandes intereses patrióticos!.

Para abonar la sinceridad de este aserto, a parte de muchas consideraciones, quiero únicamente traer a colación, el recuerdo de lo que sobre una solitaria roca colombiana dije a usted un día, hecho que Usted en diversas ocasiones, ha visto y palpado; y le digo hoy, es preciso que Usted palpe más esa verdad, la cual abriendo un poco los ojos, en su puesto es donde se presenta más ocasión de palpar; y que, por consiguiente, se necesita mucha grandeza de alma, para no desbarrar, ni desalentarse, y seguir impertérrito sirviendo a la humanidad, rodeado en ocasiones de miserables que querrían la destrucción de uno, con tal que ellos satisficieran una ambición innoble! o un desahogo contra cualquier individuo que nada tiene que ver con los grandes intereses que se representan, aunque para ello sea preciso herir a quien haya lugar, con descaro e ingratitud sin igual!.

Obre Usted pues, y sepa que no atiendo más voz que la de mi puro patriotismo, la de mis deberes para con la Patria y la de mi sincera y afectuosa amistad para con Usted.

Siento el incidente, que con motivo de la caída del caballo le produjo el terrible golpe en la coja; y mande a su

Affmo. amigo.

Cipriano Castro


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La Victoria: 25 de mayo de 1906.
Señor Gral. J. V. Gómez,
1er Vice Presidente, Encargado de la Presidencia de la República.
Caracas.

Estimado amigo:

He leído su muy sentida e importante carta fechada el 24, y conducida por mis amigos Doctores Leopoldo Baptista y José de Jesús Paúl.

Esa carta tiene para mí todo el mérito y todo el crédito que ella merece, pero las circunstancias fatales en que yo me he visto y me encuentro aún, me impiden ocurrir hoy a encargarme de la Presidencia de la República, después de lo dicho en mi Manifiesto del 23 de Mayo, y de las razones que por él aduce Ud. para su separación.

Desconozco verdaderamente, desde luego, que en ese Manifiesto se condene a Ud. y muchísimo menos que sea por el móvil de la ambición.

Para llegar pues, a un conocimiento perfecto de la verdad, que dejo asentada, bastará únicamente hacer un poco de historia, sobre los hechos ocurridos.

Desde la reunión del Congreso signifiqué a Ud., prometiéndome entonces dejar todo arreglado, la necesidad de su encargo del poder, para poder retirarme yo a tomar un ligero descanso y a adquirir nuevos alientos conque poder continuar la lucha fatigante de la política y la administración.

Esta separación mía no se pudo verificar inmediatamente por razones que Ud. conoce, y solo fue el 9 de Abril que pude llevarla a cabo, dirigiéndome a todos los venezolanos, excitándolos a rodearlo a Ud. franca y lealmente, a fin de que Ud. tuviera los menos inconvenientes posibles en la administración y en la política, para continuar la obra de la Restauración de la Patria emprendida desde el memorable 23 de Mayo de 1899.

Sabe Ud., que estando después yo en Los Teques, le ratifiqué todo esto, y concurrí con mi buena voluntad y mi consejo, tanto en esta vez, como posteriormente en Caracas, a resolver asuntos de alguna importancia y de carácter administrativo, lo que en buen análisis quiere decir que tenía Ud. a su servicio de mi parte toda mi buena voluntad y decisión por la Causa y por Ud.

En estas circunstancias fue que tuve que venirme a La Victoria, y fue aquí donde empezó a sorprenderme la inoportuna, por desgraciada, manifestación de los pueblos y de la prensa en el sentido de excitarme a volver a ocupar la primera Magistratura, tan presto estuviera restablecido de mis quebrantos.

Lo que con tan desgraciada manifestación pasó, lo silencio por ser del dominio público, es decir: se consideraba por la autoridad política a los que, en diversas formas, hacían alguna manifestación, más como conspiradores, que como amigos de la Causa Liberal Restauradora, de Ud. y de mí.

Hecho insólito que me llenó de tristeza y de dolor, porque me colocaba, a la vez que, en una situación falsa o por lo menos sospechable para con mis amigos, en una situación delicada, en cualquiera opinión o consejo que se me pidiera, para con Ud.

Fue por ello que, cuando el 8 de Mayo Ud. se dirigiera a mí, en carta de esa misma fecha, yo me vi en la forzosa necesidad de contestarle a Ud. en los términos siguientes:

(Aquí la carta).

En tales circunstancias y por necesidades enteramente particulares, relacionadas con mis negocios y mi familia, fue que hube de ir a esa capital, y fue entonces, cuando me convencí, con buena fe y gran patriotismo, de la necesidad que yo tenía de tomar una resolución que pusiera a salvo, a la vez que a la Causa, a Ud. y a mí; pues era ya del dominio público, la creencia que se tenía entre algunos Agentes del Gobierno, de que con las fatales y desgraciadas manifestaciones, no se había tratado o pretendido sino herir a Ud., cosa que jamás habría permitido yo entonces, como tampoco lo podré permitir hoy.

Lanzado mi Manifiesto, en los términos que Ud. conoce y conoce ya el país, me está vetado encargarme hoy de la Presidencia de la República.

Ello acaso por amor a la Patria y por amor a nuestra Santa Causa, solo podría tener lugar cuando el pueblo de Venezuela se convenza, y Ud. junto con él, de que yo no he podido permitir, ni permito, ni permitiré jamás que se hiera o se destruya, a quien siempre he tenido y calificado como uno de mis mejores amigos. En una palabra, que soy incapaz de una deslealtad y de una infamia, contribuyendo a la destrucción de un elemento y de un amigo que es mío, y, que, si en lugar de lo sucedido, a mí me hubiera tocado actuar y resolver sobre el asunto en cuestión o sea la aclamación propuesta por la prensa y por los Pueblos, yo habría sabido cumplir con los deberes que la más pura y leal amistad me imponen; así como hoy, no cejaré del cumplimiento de ese deber, con la conducta que las circunstancias y los acontecimientos me aconsejan; porque necesito ante todo y por sobre todo que Ud., mi grande y buen amigo, sepa que el General Cipriano Castro de hoy, es el mismo, exactamente el mismo, de ahora veinte años, sin farsas, sin máculas y sin engaños ni perfidias.

Aún cuando, yo he creído y creo siempre que todos mis amigos son de Ud., salvo ligeros accidentes de que ningún partido, ni un Jefe pueden hacerse cargo; así como he estado creyendo siempre que, a los que Ud. llama sus amigos, y para quienes me pide mi especial protección, también lo eran míos; creo por demás, ante las manifestaciones que quedan consignadas en esta carta, hacer la ratificación especial que Ud. me exige.

Ahora bien, si en las decepciones que Ud. ha sufrido y de que Ud. me habla en su carta, yo estoy comprendido, le juro a Ud. que jamás, en tales condiciones, me encargaré de la Presidencia de la República, porque le repito que necesito probar más y más, entonces, que soy incapaz de una inconsecuencia, de una deslealtad y de una infamia, y que siempre he profesado y profeso las leyes del honor y del deber.

En tales condiciones me es grato repetirme de Ud.

Amigo afmo.

Cipriano Castro


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Sanatorio Hygiea, Tersprecher.
Ami 6, N° 7640 u. 7641. Berlín U. 50,
Den Enero 23, 1909.
Augsburgerstr. 89-90.

Señor General:

Desde la cama donde aún me encuentro por razón de la gran operación que me ha salvado la vida, vengo a dirigirme a Ud. en cumplimiento de mi deber, ya que de Ud. no he recibido ni una letra y que las circunstancias así me lo imponen. Es decir que debo aparecer siendo hoy lo que fui ayer como mañana seré lo que soy hoy.

No tengo para que saber las razones, motivos o circunstancias que lo hayan impedido a Ud. a tomar las determinaciones políticas que ha tomado; es de suponer, razonablemente hablando, y desconociendo en absoluto lo que pasa, que algún  fundamento habrá de tener Usted para ello y que yo desde luego respeto.

Vengo únicamente pues a decirle, dadas tales circunstancias, que yo soy el primero en corresponder a esa política que usted desarrolla, en la esperanza de que Ud. más afortunado que yo, haya logrado reunir bajo una sola bandera, bajo un solo ideal y bajo un solo propósito a todos los círculos políticos, y a todos los hombres, inclusive hasta aquellos que hasta ayer no más fueron nuestros enemigos, y que yo nunca pude atraer al seno de la confraternidad y unión de todos los venezolanos.

Mi deber es, pues, ya que no puedo secundarlo directamente, hacerlo de manera indirecta y en forma enteramente decorosa para mí, adelantándole desde luego que regresaré apenas pueda, para hacer mi manifestación pública al pueblo de Venezuela, de mi retiro absoluto del poder y de la vida pública, retirándome al seno del hogar, del retiro y de la soledad a que tanto sabe Ud. he aspirado.

Mi manifestación, como dejo dicho, la haré al mismo llegar, para que todos sepan a qué atenerse respecto a mi línea de conducta, y mi renuncia formal de la Presidencia la haré en mayo ante el Congreso de la República, que es el que debe conocer de ella.

Con esta línea de conducta creo no solamente facilitar la más rápida y completa realización de su programa de Gobierno, expedido por órgano del Ministro del Interior, sino que podrán así ser legalizados todos sus actos, lo que evitará el millón de inconvenientes; pues Ud. sabe y lo saben todos mis amigos que yo no he tenido nunca otro ideal ni ningún otro propósito que la realización de ese programa, que seguramente no estaba reservado para ser realizado por mí.

Por otra parte, no seré yo jamás el que quede por falta de patriotismo, haciendo fuera del país un papel ridículo que no cuadra a mi carácter ni a mi nombre, como desgraciadamente lo han hecho otros Presidentes; preferiría primero hacer un papel honroso en una cárcel de mi patria, antes que servir de escarnio y de mofa al extranjero que tanto me ha humillado!

Para el efecto, a mi regreso, le enviaré por telégrafo mi llegada a La Guaira a fin de que Ud. haga que venga el doctor Baptista o cualquiera otro de su confianza para que vea y reciba la manifestación antes dicha, que supongo Ud. hará publicar y transmitir a los Estados, pues yo pienso permanecer en Macuto algunos días haciendo mi convalecencia para de allí seguir directamente por Puerto Cabello, a Mariara, a Maracay y a La Victoria, a ocuparme de mis negocios, y a donde podría seguir también directamente a mi llegada, si Ud. así lo estima inconveniente.

Esta carta es también para el señor doctor Baptista, el que creo lo secunda a Usted en todo, y para quien tampoco tengo reservas de ninguna especie.

Su atto. S.

Cipriano Castro


DOCUMENTOS HISTORICOS DEL DR. VICTOR JOSE CEDILLO. PUBLICADO POR EL HISTORIADOR FALCONIANO HILL PEÑA. DIARIO “EL NACIONAL”. 25/8/1967.