General Cipriano Castro.
Compagnie Francaise
des Cables Telegraphiques.
De Caracas a Coro, el 6 de junio de 1903.
General Juan Vicente Gómez.
Coro.
Recibido. Felicito al heroico batallador
junto con sus valientes y abnegados atletas de la Causa Liberal Restauradora.
Felicito al vencedor en todas partes, predestinado para ser el Pacificador de la
República. Ninguno con más títulos que usted que ha sido el Salvador del Salvador. Me enorgullezco de ello porque la Providencia se ha
encargado de corresponder a quien yo no podía hacerlo dignamente.
Loor a los bravos y verdaderos patriotas
que han sucumbido en la lucha, y la salud a los sobrevivientes que deben
continuar en el camino trazado para hacer la felicidad y engrandecimiento de la
República. En su nombre mi eterna gratitud.
Lo abraza su amigo,
Cipriano Castro
(Extraído del libro “Breves Apuntaciones”. Escrito por Ramón Tello Mendoza. Año 1904).
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Caracas, 22 de Julio de 1903
General
Juan Vicente Gómez
Ciudad Bolívar.
Acabo de recibir su
importante parte en que me da cuenta de la toma de esa ciudad, después de
cincuenta horas de sangrienta y ruda batalla.
Por tan trascendental
suceso, en nombre de la República en mi propio nombre y en el de
todos mis amigos que lo son suyos también, felicito a Usted muy calurosamente y
por su órgano a todos y cada uno de sus valientes cuanto abnegados y heroicos
compañeros.
El hombre que desde el 21
de Diciembre de 1901, con tan buen suceso, viene luchando por la salvación de la
República, de sus instituciones, de su Jefe y de los grandes y sagrados
intereses de la Causa Liberal Restauradora, no podía menos que
terminar con golpe ruidoso, por atrevido y audaz, con el último baluarte que
tuvo la Revolución más inicua, infame y criminal que registran los
anales históricos de las Naciones civilizadas del orbe!!.
Esa gloria no se la podía
disputar nadie al gigante venezolano, cuyo solo nombre es capaz para someter
ejércitos, a la vez que prenda de seguridad de que en su campamento no se
albergan sino la razón, la justicia y la equidad, para que a la vez que sirve
de antemural a los enemigos de la República, ampara, protege y defiende la
inocencia y la virtud.
Así que cuando en los
infinitos arcanos de la providencia plugo a Dios salvar a Venezuela del
desbarajuste, del desorden y del caos en que venía, ya lo había destinado a Ud.
Para ser a la vez cabeza y brazo de la obra más portentosa, y difícil, que realizarse
pueda para la salvación de un pueblo.
Yo, eterno enamorado de
todo lo bueno, de todo lo grande, de todo lo sublime y de todo lo que
relacionarse pueda con la vida espiritual o moral de la humanidad,
especialmente en lo que dice la relación con el espíritu de justicia y de
equidad, en la marcha ya de las sociedades, ya de los pueblos y ya (...roto...)
hoy la causa liberal restauradora que es como si dijéramos la causa de la
verdad y del porvenir venturoso a la Patria, haya sellado, infatigable, el
horroroso expediente de las guerras civiles, de todas nuestras desgracias y de
todas nuestras desdichas!. Es por decirlo así, como si en esta vez estuviera
encarnada la honra del Padre en la gloria del hijo.
Permítame pues abrazarlo a
Ud. y en Ud. a todo ese ejército de héroes y abnegados patriotas.
Cipriano Castro
EXTRAÍDO DEL LIBRO: “CASTRO EPISTOLARIO PRESIDENCIAL”. INSTITUTO DE
ESTUDIOS HISPANOAMERICANOS FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN UNIVERSIDAD
CENTRAL DE VENEZUELA. 1973.
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Señor Gral. J.
V. Gómez
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Caracas.
Estimado amigo:
Recibí de Milton su apreciable carta del 8, la cual le contesto
con el mismo.
Le repito hoy lo que le dije antes de encargarse de la Presidencia , el día
que se encargó y posteriormente en Los Teques: lo que Usted haga estará siempre
bueno para mí, porque es tal la confianza que tengo en su juicio y buena
voluntad; quiero estar completamente abstraído de toda deliberación política y
administrativa para poder descansar de cuerpo y alma, es decir, de labor y de
tranquilidad de espíritu.
Hoy, esta necesidad sube de punto, cuando por la prensa y por
decires, me llega a diario, que se pretende hacer creer al público que yo soy
un inconveniente para Usted, ya que las demostraciones de afecto y de cariño
que los pueblos y los hombres me tributan, por un simple sentimiento de
gratitud, son ataques a Usted, el mejor de mis amigos, y hablan y se retuercen,
y le decantan amistad y adhesión, a la vez, a Usted y a mí.
Forzosamente tengo que probar con mis hechos lo contrario, que yo
no soy obstáculo para nadie, que no me intereso por nadie, ni mucho menos ataco
a nadie; en definitiva: que soy para la Causa y para todos mis amigos el mismo de
siempre, sin pasiones y sin odios, cuando se trata del bienestar general, y de
los grandes intereses patrióticos!.
Para abonar la sinceridad de este aserto, a parte de muchas
consideraciones, quiero únicamente traer a colación, el recuerdo de lo que
sobre una solitaria roca colombiana dije a usted un día, hecho que Usted en
diversas ocasiones, ha visto y palpado; y le digo hoy, es preciso que Usted
palpe más esa verdad, la cual abriendo un poco los ojos, en su puesto es donde
se presenta más ocasión de palpar; y que, por consiguiente, se necesita mucha
grandeza de alma, para no desbarrar, ni desalentarse, y seguir impertérrito
sirviendo a la humanidad, rodeado en ocasiones de miserables que querrían la
destrucción de uno, con tal que ellos satisficieran una ambición innoble! o un
desahogo contra cualquier individuo que nada tiene que ver con los grandes intereses
que se representan, aunque para ello sea preciso herir a quien haya lugar, con
descaro e ingratitud sin igual!.
Obre Usted pues, y sepa que no atiendo más voz que la de mi puro
patriotismo, la de mis deberes para con la Patria y la de mi sincera y afectuosa amistad
para con Usted.
Siento el incidente, que con motivo de la caída del caballo le
produjo el terrible golpe en la coja; y mande a su
Affmo.
amigo.
Cipriano Castro
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Señor Gral. J. V. Gómez,
1er Vice Presidente, Encargado de la Presidencia de la República.
Caracas.
Estimado amigo:
He
leído su muy sentida e importante carta fechada el 24, y conducida por mis
amigos Doctores Leopoldo Baptista y José de Jesús Paúl.
Esa
carta tiene para mí todo el mérito y todo el crédito que ella merece, pero las
circunstancias fatales en que yo me he visto y me encuentro aún, me impiden
ocurrir hoy a encargarme de la
Presidencia de la República , después de lo dicho en mi Manifiesto
del 23 de Mayo, y de las razones que por él aduce Ud. para su separación.
Desconozco
verdaderamente, desde luego, que en ese Manifiesto se condene a Ud. y muchísimo
menos que sea por el móvil de la ambición.
Para
llegar pues, a un conocimiento perfecto de la verdad, que dejo asentada,
bastará únicamente hacer un poco de historia, sobre los hechos ocurridos.
Desde
la reunión del Congreso signifiqué a Ud., prometiéndome entonces dejar todo
arreglado, la necesidad de su encargo del poder, para poder retirarme yo a
tomar un ligero descanso y a adquirir nuevos alientos conque poder continuar la
lucha fatigante de la política y la administración.
Esta
separación mía no se pudo verificar inmediatamente por razones que Ud. conoce,
y solo fue el 9 de Abril que pude llevarla a cabo, dirigiéndome a todos los
venezolanos, excitándolos a rodearlo a Ud. franca y lealmente, a fin de que Ud.
tuviera los menos inconvenientes posibles en la administración y en la
política, para continuar la obra de la Restauración de la Patria emprendida desde el
memorable 23 de Mayo de 1899.
Sabe
Ud., que estando después yo en Los Teques, le ratifiqué todo esto, y concurrí
con mi buena voluntad y mi consejo, tanto en esta vez, como posteriormente en
Caracas, a resolver asuntos de alguna importancia y de carácter administrativo,
lo que en buen análisis quiere decir que tenía Ud. a su servicio de mi parte
toda mi buena voluntad y decisión por la Causa y por Ud.
En
estas circunstancias fue que tuve que venirme a La Victoria , y fue aquí
donde empezó a sorprenderme la inoportuna, por desgraciada, manifestación de
los pueblos y de la prensa en el sentido de excitarme a volver a ocupar la
primera Magistratura, tan presto estuviera restablecido de mis quebrantos.
Lo
que con tan desgraciada manifestación pasó, lo silencio por ser del dominio
público, es decir: se consideraba por la autoridad política a los que, en
diversas formas, hacían alguna manifestación, más como conspiradores, que como
amigos de la Causa
Liberal Restauradora, de Ud. y de mí.
Hecho
insólito que me llenó de tristeza y de dolor, porque me colocaba, a la vez que,
en una situación falsa o por lo menos sospechable para con mis amigos, en una
situación delicada, en cualquiera opinión o consejo que se me pidiera, para con
Ud.
Fue
por ello que, cuando el 8 de Mayo Ud. se dirigiera a mí, en carta de esa misma
fecha, yo me vi en la forzosa necesidad de contestarle a Ud. en los términos
siguientes:
(Aquí
la carta).
En
tales circunstancias y por necesidades enteramente particulares, relacionadas
con mis negocios y mi familia, fue que hube de ir a esa capital, y fue
entonces, cuando me convencí, con buena fe y gran patriotismo, de la necesidad
que yo tenía de tomar una resolución que pusiera a salvo, a la vez que a la Causa , a Ud. y a mí; pues
era ya del dominio público, la creencia que se tenía entre algunos Agentes del
Gobierno, de que con las fatales y desgraciadas manifestaciones, no se había
tratado o pretendido sino herir a Ud., cosa que jamás habría permitido yo
entonces, como tampoco lo podré permitir hoy.
Lanzado
mi Manifiesto, en los términos que Ud. conoce y conoce ya el país, me está
vetado encargarme hoy de la
Presidencia de la República.
Ello
acaso por amor a la Patria
y por amor a nuestra Santa Causa, solo podría tener lugar cuando el pueblo de
Venezuela se convenza, y Ud. junto con él, de que yo no he podido permitir, ni
permito, ni permitiré jamás que se hiera o se destruya, a quien siempre he
tenido y calificado como uno de mis mejores amigos. En una palabra, que soy
incapaz de una deslealtad y de una infamia, contribuyendo a la destrucción de
un elemento y de un amigo que es mío, y, que, si en lugar de lo sucedido, a mí
me hubiera tocado actuar y resolver sobre el asunto en cuestión o sea la
aclamación propuesta por la prensa y por los Pueblos, yo habría sabido cumplir
con los deberes que la más pura y leal amistad me imponen; así como hoy, no
cejaré del cumplimiento de ese deber, con la conducta que las circunstancias y
los acontecimientos me aconsejan; porque necesito ante todo y por sobre todo
que Ud., mi grande y buen amigo, sepa que el General Cipriano Castro de hoy, es
el mismo, exactamente el mismo, de ahora veinte años, sin farsas, sin máculas y
sin engaños ni perfidias.
Aún
cuando, yo he creído y creo siempre que todos mis amigos son de Ud., salvo
ligeros accidentes de que ningún partido, ni un Jefe pueden hacerse cargo; así
como he estado creyendo siempre que, a los que Ud. llama sus amigos, y para
quienes me pide mi especial protección, también lo eran míos; creo por demás,
ante las manifestaciones que quedan consignadas en esta carta, hacer la
ratificación especial que Ud. me exige.
Ahora
bien, si en las decepciones que Ud. ha sufrido y de que Ud. me habla en su
carta, yo estoy comprendido, le juro a Ud. que jamás, en tales condiciones, me
encargaré de la
Presidencia de la República , porque le repito que necesito probar
más y más, entonces, que soy incapaz de una inconsecuencia, de una deslealtad y
de una infamia, y que siempre he profesado y profeso las leyes del honor y del
deber.
En
tales condiciones me es grato repetirme de Ud.
Amigo
afmo.
Cipriano Castro
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Sanatorio Hygiea, Tersprecher.
Ami 6, N° 7640 u. 7641. Berlín U. 50,
Den Enero 23, 1909.
Augsburgerstr. 89-90.
Señor General:
Desde la cama donde aún me encuentro por razón de la gran operación
que me ha salvado la vida, vengo a dirigirme a Ud. en cumplimiento de mi deber,
ya que de Ud. no he recibido ni una letra y que las circunstancias así me lo
imponen. Es decir que debo aparecer siendo hoy lo que fui ayer como mañana seré
lo que soy hoy.
No tengo para que saber las razones, motivos o circunstancias que
lo hayan impedido a Ud. a tomar las determinaciones políticas que ha tomado; es
de suponer, razonablemente hablando, y desconociendo en absoluto lo que pasa,
que algún fundamento habrá de tener
Usted para ello y que yo desde luego respeto.
Vengo únicamente pues a decirle, dadas tales circunstancias, que
yo soy el primero en corresponder a esa política que usted desarrolla, en la
esperanza de que Ud. más afortunado que yo, haya logrado reunir bajo una sola
bandera, bajo un solo ideal y bajo un solo propósito a todos los círculos
políticos, y a todos los hombres, inclusive hasta aquellos que hasta ayer no
más fueron nuestros enemigos, y que yo nunca pude atraer al seno de la
confraternidad y unión de todos los venezolanos.
Mi deber es, pues, ya que no puedo secundarlo directamente,
hacerlo de manera indirecta y en forma enteramente decorosa para mí,
adelantándole desde luego que regresaré apenas pueda, para hacer mi
manifestación pública al pueblo de Venezuela, de mi retiro absoluto del poder y
de la vida pública, retirándome al seno del hogar, del retiro y de la soledad a
que tanto sabe Ud. he aspirado.
Mi manifestación, como dejo dicho, la haré al mismo llegar, para
que todos sepan a qué atenerse respecto a mi línea de conducta, y mi renuncia
formal de la Presidencia
la haré en mayo ante el Congreso de la República , que es el que debe conocer de ella.
Con esta línea de conducta creo no solamente facilitar la más
rápida y completa realización de su programa de Gobierno, expedido por órgano
del Ministro del Interior, sino que podrán así ser legalizados todos sus actos,
lo que evitará el millón de inconvenientes; pues Ud. sabe y lo saben todos mis
amigos que yo no he tenido nunca otro ideal ni ningún otro propósito que la
realización de ese programa, que seguramente no estaba reservado para ser
realizado por mí.
Por otra parte, no seré yo jamás el que quede por falta de
patriotismo, haciendo fuera del país un papel ridículo que no cuadra a mi carácter
ni a mi nombre, como desgraciadamente lo han hecho otros Presidentes;
preferiría primero hacer un papel honroso en una cárcel de mi patria, antes que
servir de escarnio y de mofa al extranjero que tanto me ha humillado!
Para el efecto, a mi regreso, le enviaré por telégrafo mi llegada
a La Guaira a
fin de que Ud. haga que venga el doctor Baptista o cualquiera otro de su
confianza para que vea y reciba la manifestación antes dicha, que supongo Ud.
hará publicar y transmitir a los Estados, pues yo pienso permanecer en Macuto
algunos días haciendo mi convalecencia para de allí seguir directamente por
Puerto Cabello, a Mariara, a Maracay y a La Victoria , a ocuparme de mis negocios, y a donde
podría seguir también directamente a mi llegada, si Ud. así lo estima
inconveniente.
Esta carta es también para el señor doctor Baptista, el que creo
lo secunda a Usted en todo, y para quien tampoco tengo reservas de ninguna
especie.
Su atto. S.
Cipriano Castro
DOCUMENTOS HISTORICOS DEL DR. VICTOR JOSE CEDILLO. PUBLICADO POR
EL HISTORIADOR FALCONIANO HILL PEÑA. DIARIO “EL NACIONAL”. 25/8/1967.