Caracas, 13 de octubre de 1909.
Señores Generales José L. Pulido, M. A.
Matos, Juan Pablo Peñalosa, Gregorio S. Riera y demás miembros del Directorio
Liberal de Caracas y Generales J. M. Hernández y Nicolás Rolando.
Mis estimados amigos:
He
leído muy atentamente las generosas excitaciones que acaban ustedes de dirigir
a sus amigos de la República
a fin de que me favorezcan con sus votos para la Primera Magistratura
en el próximo periodo constitucional.
La
espontaneidad con que ustedes ciudadanos de todos los Estados están
correspondiendo a las excitaciones de ustedes, y el hecho en sí, por único en
los anales de Venezuela, de aparecer mi candidatura amparada por todos los
círculos, por todos los prestigiosos y por todos mis compatriotas, me animan a
exponer a ustedes algunas consideraciones políticas que estimo de alta
importancia para el presente y para el porvenir.
Hace
algún tiempo que nuestra patria oscila entre dos extremos: la tiranía oficial y
la intolerancia de los partidos políticos. Esos extremos nos han llevado
siempre a la muerte de las libertades, a la guerra civil y a la desolación de la República: males
terribles que pueden curarse radicalmente en el actual momento histórico en
que, por señalada inspiración de la Providencia , aparecen ustedes identificados en un
propósito común.
Lejos
de mí la idea de sostener la conveniencia de un partido único, porque no son
uniformes los criterios ni las aspiraciones de los hombres. De aquí que estos
en todos los países cultos hayan formado y sostengan escuelas y agrupaciones
diferentes con ideales, programas y propósitos distintos; y a medida que la
civilización avanza en su camino luminoso, esos partidos se han hecho
compatibles, tolerándose recíprocamente, respetándose en sus opiniones y
principios, emulándose por el bien de la patria y turnando pacíficamente en el
ejercicio del poder.
El
rencor, la intriga, la malicia, el prejuicio casi siempre calumnioso, han ido
desapareciendo a impulsos de esa civilización; y la política ha dejado de ser
en los países cultos campo de ardientes pasiones, para convertirse en la
palestra luminosa de la libertad y el derecho.
A
ese punto es que están ustedes llamados a llevar a nuestra querida patria,
figurando como figuran entre las personalidades más resaltantes que se
encuentran colocadas al frente de los partidos históricos de Venezuela. La
gloria va a ser de ustedes, y yo quiero ser el primero en predecirla y rendirle
mi completa admiración.
A
ustedes tocará la envidiable dicha de extinguir para siempre las guerras
civiles; de crear la atmósfera de la tolerancia; de fundar el respeto entre los
partidos; de acendrar el buen trato entre los hombres; de robustecer el imperio
de la ley; de abrir las corrientes del trabajo; de impulsar las productoras
industrias; de guiar a la prensa periódica por derroteros de luz; y de llevar,
en fin, a Venezuela a igualarse con sus hermanas del Continente en vida
civilizada y progresos de todo linaje.
En
cuanto a mí tenedme como vuestro lazo de unión. Mis opiniones individuales,
cualesquiera que ellas sean, tienen que ceder el campo a la imposición de mis
altos deberes. En vosotros tengo que ver a mis nobles colaboradores; y así como
al iniciar esta era de reparaciones patrióticas solicité y obtuve el concurso
de todos los hombres de buena voluntad para colocar a Venezuela en el amplio
camino de su regeneración, de hoy más habré de afirmarme en mi programa del 20
de diciembre porque él nos condujo a una victoria gloriosa, que abrió a la
patria espacios infinitos, donde se respira el ambiente del más absoluto
liberalismo.
El
concurso que me ofrecéis es para mí tanto más valioso, cuanto que es una prueba
solemne de la confianza que os inspiro; y tengo plena fe en que me dejaréis
permanecer en la región serena de la equidad, sin preocupaciones ni suspicacias
sectarias, a fin de que la
Administración constitucional que vuestros votos me ofrecen
sea fecunda en armonía entre los poderes públicos y tan patriótica como
vigorosa para sostener la paz, anhelo de todos los venezolanos y bien supremo
de la República.
Nos
acercamos, estimados amigos, al Centenario de nuestra Independencia: y yo no
creo que pueda hacer una ofrenda mejor, ni más excelsa, ni más gloriosa, que la
de exhibirnos los venezolanos estrechamente unidos en el propósito de conservar
la paz y de hacer de Venezuela nación civilizada, progresista y feliz.
Recibid
señores generales y amigos, la sincera expresión de mi gratitud.
Vuestro
apreciador y amigo,
J. V. Gómez
EXTRAÍDO DEL
LIBRO: “SEMBLANZA DE UN CAUDILLO”. ESCRITO POR: DR. PEDRO VETENCOURT LARES.
PUBLICACIONES DEL ESCRITORIO VETENCOURT LARES. 1983.